(The Theosophical Movement, noviembre 2024).
Por doquier contemplamos lo maravilloso de la Naturaleza y el misterio de toda la vida, generando sentimientos de respeto y asombro que expresan poetas, artistas y filósofos de diversas maneras. Los científicos [humildes] intentan resolver muchos acertijos cautivantes, sólo para percatarse de que cuanto más les exploran y "desmenuzan", más se alejan de la respuesta final que soslaya su comprensión. La ciencia ha explorado vastas profundidades del espacio infinito y sondea los reinos subatómicos o ultramicroscópicos, rastreando los orígenes de la materia y la vida, hallándose otra vez muy lejos de encontrar remedio a sus inquietudes como al principio.
El cuerpo humano, la estructura más próxima y familiar para nosotros, presenta un misterio tal en su complejo encuadre y funciones vitales/inteligentes coordinadas a las mil maravillas, que incluso varios médicos expertos admiten poseer un conocimiento mísero sobre él, comparado con todo aquéllo que no entienden. La mayoría de "científicos" interpreta los fenómenos vitales según hipótesis empíricas y mecanicistas, desprecia las energías comprometidas y la conciencia mental -independientes de los órganos o conectividades que les animan- y describe aquellos episodios a guisa de "instancias secundarias" o "efímeras" producidas por vibración molecular. De este modo y al limitar su indagatoria a la naturaleza física, se privan de la visión del enorme campo que engloba al alma y el Espíritu (Realidad Suprema) que fabrica instrumentos perecederos de carne y hueso, siendo responsables de infundirles "chispa" o sostenerlos. A buen seguro, esos especialistas tratan en vano de "aprehender" los objetos analizando sus sombras proyectadas en una pared.
El corazón humano ha sido investigado a fondo, pero hasta hoy nadie explica el origen de sus maravillas, salvo en conceptos mecánicos incompletos y defectuosos. Dicha pieza late unas 100.000 veces y bombea sin parar 7000 litros de sangre por día, durante toda la vida de una persona; el líquido fluye por conductos (vasos) cuya longitud total mediría más de 90.000 kms., permitiendo distribuir energía y nutrientes a órganos y tejidos, eliminar desechos y cumplir otras funciones. Asimismo, es el primer órgano que crece y comienza a latir en el desarrollo fetal, incluso antes que aparezca el cerebro. A nivel oculto, la detención cardíaca no es una muerte real, aunque desde la fisiología moderna se asegura lo contrario. Helena Blavatsky relató que ciertos faquires en India se dejaron enterrar y permanecieron así por semanas; aparentemente estaban muertos ya que sus corazones no mostraron signos vitales, pero tras ser exhumados recomenzaron sus hábitos normales después de someter el cuerpo a ciertos procesos (Isis Develada, vol. 1, p. 477). En el libro Sleeping, Dreaming and Dying (Wisdom Publications, Boston, 1997), una serie de diálogos entre científicos occidentales con el Dalai Lama, se resalta que el fallecimiento presumible, determinado por el cese cardíaco, no corresponde al verdadero que puede advenir al poco tiempo o en varios días (p. 162-164). Los materialistas de cabeza dura guardan silencio, o en su lugar despotrican con arrogancia aniñada contra lo esotérico. La Teosofía Original dice que en tanto no se corte espontáneamente la línea de fuerza magnética-sutil que une los cuerpos astral y físico, el corazón y cerebro siguen vivos y anexos, aunque la medicina les declare "muertos".
En el instituto californiano Heart Math se ejecutaron llamativas pesquisas sobre los vínculos íntimos entre esos nobles constituyentes, aduciendo que nuestro corazón es el núcleo de emociones humanas, y que las más "placenteras" o positivas aumentan la capacidad cerebral de hacer juicios correctos, mientras aquellas negativas provocan trastornos en el sistema nervioso. Los autores señalan que el campo magnético de nuestro "motor sanguíneo" se extiende a varios metros de distancia del cuerpo, y cambia con arreglo a los sentimientos que se experimentan. Ciertos hallazgos tienen trasfondos prácticos en la gestión armoniosa del pensamiento y las impresiones afectivas con tal de mejorar la salud; también todo el cuerpo humano incluye enigmas aún en vigencia, con sus billones de células y microorganismos que participan en tejidos y órganos o circunstancias submoleculares.
El misterio del corazón es una parte del sigilo mayor en la totalidad del ser humano, con sus aspectos físico, psíquico y espiritual, siendo así una copia o Microcosmos de las tres facetas análogas del Macrocosmos u Hombre Celestial. Nos hallamos constituidos por siete principios: tres inmortales o divinos (Atma-Buddhi-Manas) y cuatro temporáneos (cuerpo físico, cobertura astral, Prana y Kama). El Universo Solar conlleva Siete Jerarquías de Espíritus Planetarios que suministran uno de sus principios al individuo terrenal, por lo que éste permanece indisoluble y eternamente ligado a las Siete Fuerzas Primarias del Macrocosmos (Doctrina Secreta, vol. 2, p. 29).
El cuerpo tangible se moldea por elementos terrestres; el astral proviene de la Luna o sus influjos; Prana es un rasgo de la Vida Absoluta o Jiva, en tanto que Kama (deseos y pasiones) ilustra en el plano material al Amor Divino que todo lo abarca, y surgió por primera vez al eclosionar la manifestación universal. Manas conforma un rayo de la Mente Universal o Mahat, y Buddhi tiene su origen en el Alma Espiritual del Universo. Todos ellos representan aristas de Atman, el Ser o Espíritu Único de todo lo existente.
Cada parte del cuerpo, órgano y célula también se compone de siete principios, excepto que Manas sigue letárgico en ellos para evolucionar con nuestra ayuda a la etapa humana, en un futuro muy distante. En ese contexto, nos relacionamos con esas partes en calidad de Macrocosmos, y a la vez Microcosmos respecto al Hombre Celeste. Todos están unidos en una malla de Vida, progresando hacia mayores aptitudes.
El ligamen de todas las cosas en todos los planos del Ser, y la derivación de cada orden inferior a partir de sus modelos superiores, se pueden rastrear por Ley de Analogía y Correspondencia ya que son aspectos diferenciados de la Unidad: “Lo que está abajo es como arriba, y viceversa, para concretar las maravillas de una sóla cosa” (Isis Develada, vol. 1, p. 507).
El corazón humano -y el de todo, incluidos los niveles atómicos- es similar al que posee la Jerarquía Septenaria y Macrocósmica del cuerpo Dhyani-Chohánico: “La Mistagogia esotérica habla del nexo secreto entre la esencia o sustancia hebdómada de este Corazón angélico y el del ser humano, cuyos órganos físicos, funciones psíquicas y espirituales son un 'reflejo' o 'copia' en el plano terrestre del paradigma superior" (DS, vol. 2, p. 91-92).
El propósito del corazón y los nucléolos celulares equivalen al trabajo del Sol, pues al igual que éste último, los primeros vitalizan y nutren al esquema corpóreo, o gobiernan actividades metabólicas a nivel más reducido. “El Sol es corazón del sistema planetario, y su cerebro está oculto por la estrella visible. Desde ahí (...) transmite a cada centro nervioso del gran cuerpo, y las ondas de esencia vital fluyen a toda arteria y vena (...). Los planetas son sus miembros y pulsos” (DS, vol. 1, p. 541). Robert Hunt (FRS o Fellow of the Research Society) dijo que el efluvio del Astro Rey es suplidor de toda la vida en la Tierra y otros orbes; así y elogiando su perspicacia, Blavatsky sostuvo que él corroboraba uno de los axiomas clave en Filosofía Esotérica, a saber, “que (a) el Sol actúa como almacén de Fuerza Vital o Nóumeno de Electricidad; y (b) desde sus entrañas insondables brotan esas corrientes de vida que proliferan por el Espacio y a través de todos los organismos en la Tierra” (DS, vol. 1, p. 531).
La inspiración/exhalación de criaturas terrestres se ajusta al ciclo del Gran Aliento de lo Desconocido, haciendo que el Universo aparezca y deje de existir. Igualmente, las fases cardíacas de sístole/diástole para posibilitar el flujo sanguíneo se equiparan a los once años de mínimos y máximos solares, propalando el éter o "sangre” del cuerpo cósmico para nutrir a los planetas.
Al corazón le incumbe una amplia variedad de emociones, que van desde el Amor Universal o gentileza hasta las más burdas y maléficas. La Sabiduría Antigua siempre ha sostenido que dicho órgano aposenta la Conciencia Divina, el Manas Superior y Buddhi, tal y como el Sol representa el "proyector" de su contraparte espiritual. Aparte de ello, el ser humano es una mezcla compleja de pasiones animales vinculantes al hígado, estómago y bazo, y su intelecto cotidiano con el cerebro a guisa de upadhi o vehículo. La tentativa del Alma Humana es conquistar esos anhelos inferiores y transmutarlos en fuerzas ascendentes y altruismo, mediante el ejercicio de la Razón Superior conducida por la Luz cardíaca. En nuestra vida común reinan la Mente Kámica (Alma Animal) y el cerebro-intelecto (o Tamas y Rajas) creando oscuridad sobre el corazón, mientras su brillantez espiritual sigue intacta. Los múltiples conflictos diarios provienen en su mayoría de la ignorancia, causa crítica de nuestra esclavitud a las penurias interminables del renacimiento.
En virtud de ello, los Mahatmas señalan que el intelecto altamente desarrollado, sin la sabiduría del Alma, conduce a tanta miseria que hace de la vida un infierno [la piedad sin criterio también es muy mala consejera]. No es fácil lograr que el corazón rija nuestras vivencias, pero podemos comenzar atendiendo sus impulsos por la práctica altruista al cumplir tareas sin expectativas de recompensa, como sacrificios al Ser Superior: “En el corazón (...) vive el Maestro o Ishwara, quien por su poder mágico hace que todas las cosas y criaturas giren montadas en la rueda universal del tiempo. Toma refugio sólo en él, oh hijo de Bharata, con toda tu alma, y por Su Gracia obtendrás la dicha suprema, el lugar eterno" (Bhagavad-Gita, XVIII, 61). Y además: “A quienes siempre me son devotos, les brindo ese fervor mental con el que se acercan a mí. Por ellos, con mi compasión y morando en sus corazones, aniquilo la oscuridad que nace de la ignorancia mediante el fulgor del discernimiento espiritual" (ibídem, X, 10-11).