Mostrando entradas con la etiqueta Crítica constructiva/destructiva merecidas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Crítica constructiva/destructiva merecidas. Mostrar todas las entradas

18 de diciembre de 2024

Discernimiento y crítica


(The Theosophical Movement, junio 2021).

[N.del T.: se han hecho cambios para suprimir idealismos torpes y cínicos]. 

El significado del término “discernimiento" (en ocasiones sinónimo con "discriminación") es un buen juicio, o percibir con la mente y los sentidos de forma clara. Gracias a esta herramienta distinguimos o escogemos entre bien y mal, sumando nuestra pericia observacional y aprendizajes de vida. El verdadero discernimiento es para quien no se identifica con su personalidad [ego animal/perecedero] y se esfuerza por “actuar para y como el Ser” de las criaturas, evaluando todo desde esa perspectiva. Dicho agílibus prorrumpe si la luz Buddhi-Manásica se refleja en nuestra psique cotidiana, siempre que mire al interior o "Padre Divino" en busca de guía.

En Notas sobre el Bhagavad-Gita, Robert Crosbie sostiene que la agudeza real distingue entre naturalezas buenas, malas y mixtas. Procede con un punto de vista y comprensión universales, que surgen del conocimiento de que todo lo manifestado o visible proviene del Espíritu Único en mayor o menor medida. Necesitamos recordar que los seres humanos son mejorables; sus desdoros corresponden a la naturaleza burda adquirida, pues los vicios se deben a ignorancia y no maldad innata [con excepciones muy conocidas en criminalística que tampoco hay que subestimar, al tenor de psicópatas que fingen "rehabilitación" o "buena conducta" en la cárcel, y reinciden una vez liberados]. Es entonces cuando desarrollamos paciencia, fortaleza, modestia, mansedumbre y misericordia, y sabremos que lo que conduce a males y destructividad puede convertirse en actos benéficos y constructivos. Por lo tanto, en lugar de condenar irreflexivamente a violadores, asesinos, prostitutas/os o drogadictos, podrían crearse instancias para reformarles. Así, Crosbie define el acumen genuino en términos de "capacidad de hacer lo correcto, en el momento y lugar exactos, en todos los planos de acción.”

El acto de discriminar engloba desde los niveles más simples hasta los más sutiles y complejos. No sólo necesitamos diferenciar en temas incómodos, sino también poseer bases congruentes, porque de lo contrario degeneraríamos en parcialidad y prejuicio. Oímos hablar de “discriminación racial” y "castas”, donde se juzga o considera a un grupo de personas como “superiores” o preferibles a otras, de acuerdo con el estatus, color de piel o sistema religioso a que pertenecen.

El poder búddhico de discernir puede evaluarse a modo de raciocinio o cognición directos, y aptitud de juicio en su máximo esplendor; por ello, cada persona exhibe este rasgo a diferentes niveles. El de tipo sáttvico nos permite saber cuándo empezar o detenerse, qué hacer o abstenernos de realizar, qué temer o rebatir, e incluso qué impide un progreso del espíritu y cómo enfrentarlo. Asimismo, el juicio aflora cuando apreciamos los pares de opuestos: quien adhiere sólo a "lo bonito"/"feo" de la existencia nunca puede alcanzar discernimiento aceptable [y de aquí la importancia gravísima de hacer que todos accedan a educación holística]. Se dice que los Devas moran en ámbitos de pureza, mientras los seres iluminados llegan a ese estrato al practicar discernimiento. Una persona espiritualmente avanzada conoce más sobre lo malo que otra pecadora, porque ésta se hunde en el vicio, y la primera es capaz de observarla con desapego.

La crítica incluye aprobar o condenar el bien o mal de otros, comparando al prójimo con nosotros. Si caemos en favoritismos se verán todos los defectos ajenos, y sólo las buenas características propias, por lo que rara vez se contrasta en el sentido contrario, ayudando a un proceso de autosuperación. Siempre que nos dirigimos obsesivamente hacia imperfecciones "extrañas", perdemos tiempo y energía para cultivar buenos atributos o prácticas. A menudo no existe derecho a juzgar, y estaremos muy equivocados si creemos subsanar conductas recordando debilidades con majadería impertinente [tal y como sucede entre muchísimos "espirituales" o "psico-influencers" de derecha o izquierda que se culpan por "lo mal que está el mundo"]. En otros contextos y premunidos de buena voluntad, haremos que nuestros destinatarios tomen conciencia de sus faltas, pero una vez cumplido, podemos orientarlos a través de consejos y estímulos, siempre que decidan liberarse de estas fallas y que sean inintencionales.

La naturaleza humana tiende a no aceptar errores propios, en especial si los descubre otro, pues pocas veces una crítica se formula con anhelos benéficos; entonces, lo ideal sería condenar el acto y no al agente [aunque hay salvedades, como las leyes que protegen la libertad de prensa contra personajes públicos que abusan de su poder para dañar a otros con hechos corruptivos, y exhortan a quienes deseen involucrarse en política a repensar sus propósitos si no detentan valores éticos suficientes; de lo contrario, más les valdría dedicarse a trabajos humildes]. En tanto el equívoco a juzgar sea sólo por ignorancia y lo separemos de su autor, nuestro criterio se vuelve impersonal. Hoy varios profesores y padres/madres hacen referencias indirectas a desatinos moceriles, comentando el asunto que gira en torno a aquéllos. De esta manera, un alumno receptivo [y que no albergue malicia ególatra] capta el mensaje y aprende que las medidas correctivas quedan a su discreción.

A veces nos enorgullecemos de ser brutalmente "francos" para señalar lo que está mal, sin contemplar el efecto que las palabras tendrían en otros que cometen errores accidentales. Uno de los preceptos en las Leyes de Manu dice “no pronunciar verdades desagradables”. Aquí deberíamos tener sinceridad diplomática sin herir emociones o el desconocimiento natural del otro, y si no somos capaces, demuestra que no hemos logrado construir el vínculo necesario con quien comete un traspié. Cuando la fuerza de una crítica se basa en un juicio impávido y razonar objetivo, es factible de inducir pesar y reforma; ítem, si la reprensión se dirige a la corruptela y cobardía moral en un sistema, con argumentos seguros y expuestos de modo impersonal, es menos alcanzadizo que produzca reparos. Los adversarios honorables podrán estar convencidos por la exactitud en dichos dictámenes, y más aún porque no les importa el triunfo de sus caprichos, sino el de la verdad.

[N.del T.: inclúyase la hipergeneralización babosa de "no criticar a nadie y ser piadosos, pues la ecúmene es producto de su tiempo y circunstancias". Ante un reproche e independiente de la época, no todos arman escándalos sempiternos, y no todos asumen su cuota de culpa; ergo, ese matiz dice mucho acerca de nuestro fuero interno y qué tan cumplidores o indignos somos en ciertos contextos].

Si es nuestro deber indicar el mal involuntario de alguien, hagámoslo abierta y personalmente. “No condenéis a nadie en su ausencia, y hacedlo a la cara cuando os veáis obligados, con suavidad y palabras caritativas, porque el corazón humano es como la planta Kusuli: abre su copa al dulce rocío del alba, y la cierra antes de una fuerte lluvia” (HPB Series, n° 33, p. 41).

No hay que juzgar sin bases fácticas, o con chismes, porque el estado interior del individuo sólo es conocido por la Ley de Karma. Cuentan que una mujer se trasladó a un barrio nuevo, y era etiquetada de “orgullosa” y “floja" por los vecinos; más tarde supieron que era tímida, pero no egocéntrica. Inclusive, el hombre que la visitaba casi a diario era su abogado, ya que hubo un divorcio en proceso. Cuando criticamos al prójimo de mala forma, incluso mentalmente, los elementales se adhieren al pensamiento y crean una entidad. Al condenar de modo irresponsable, generamos un foco en nosotros y esas "vidas" sutiles nos llevan a perpetrar la misma falta que reprochábamos. Por ejemplo, si un particular ha cometido violencia [quizás en autodefensa o por móviles abyectos] las multitudes protestan que "debería ser condenado a muerte, azotado en público", etc. William Judge escribió: “(...) a través de la injusticia en vuestro castigo meramente humano, sin conocer el origen y las causas por obras foráneas, os convertís de inmediato en partícipes de sus yerros o culpables por vuestro proceder, y el 'espíritu' expulsado regresa ‘con siete demonios peores’”. El libro Luz en el Sendero declara: “Recordad que la vil prenda que os acobardáis de tocar puede haber sido vuestra ayer, y puede ser vuestra mañana”. Si no somos codiciosos ni iracundos en esta vida, no hay garantía de que no hayamos acogido esas taras en una encarnación pretérita, o tenerlas en existencias futuras [???]. [Paradojalmente, la Teosofía Original incentiva practicar esfuerzos autodiseñados y autoinducidos para evitar caer en males, y La Voz del Silencio enseña que ningún conato en pos del bien se pierde en la "marea kármica". El extracto previo por Mabel Collins bien podría leerse así: "Si teméis enfrentar el mal que veis al día de hoy, ya sea que esté dentro o fuera de vosotros, sólo postergáis el mal rato para mañana"].

“¿Por qué observan la mota en el ojo de un hermano, sin darse cuenta de la que hay en ustedes? Hipócritas, límpiense primero, y entonces verán mejor para hacerlo con otros” (Mateo 7:3,5). Hay muchos que tienen la monomanía de detectar "suciedades" en los demás, hasta que alguien les da su merecido. Puede que la falta ajena sea pequeña o baladí como una legaña, al tanto que el censurador incurre en actos parecidos o más graves. Una historia india satiriza: “El camello alegaba que en la reunión había muchos animales sin atractivo: la grulla y su pescuezo corvo, el loro y su pico deforme, el perro de cola antiestética, un tigre de uñas torcidas, un bisonte con cuernos anómalos... Y al oír esto, el zorro le dijo: 'Mientras ellos tienen sólo una parte fea, tú tienes casi todo eso'".

[A semejanza de otros credos mundiales, el Movimiento Politisófico hoy es un papelón divisionista absoluto y atroz, y no supo mantener la unidad que le caracterizó al inicio cuando los Maestros lo apoyaron. Al objeto de garantizar concierto en un grupo que se precie de "místico", Buda sentenció]: “No debemos fijarnos en los hechos indignos de otros, ni sus pecados de omisión o comisión, sino trabajar en los propios errores”. [Es risible que la misma "espiritualidad anti-crítica" contemporánea incluya seguidores politifanáticos que, no bien practican ciertas "virtudes", se arrogan "predominio" e intransigencia frente a los "resabios" de sus "enemigos" o "adláteres". Pensando en la armonía del novel curso teosófico en el siglo XIX, Judge aconsejó]: “Todos somos humanos, débiles y pecadores. Si en un aspecto somos mejores que los demás, en otras aristas ellos nos superan (...) nadie debería pensar sino lo mejor, sin importar cuáles sean las evidencias. Si los Maestros nos juzgaran por lo que saben que representamos, ¡adiós de inmediato!, y tendríamos que hacer las maletas. Pero Ellos nos tratan con bondad ante un mayor conocimiento de nuestras fallas y malos conceptos de los que nadie está libre todavía”.

Los pocos que comprenden la certeza de dichas sugerencias pueden cultivar buena voluntad hacia todos, discerniendo el bien o mal en ellos y mostrando percepción de su índole, pero se abstienen de criticar según las "costumbres" ya descritas, y esto es el fundamento verídico para la Hermandad Universal. Si uno trabaja por la Teosofía [no sus "respetables" logias de politiqueo barato], el valor y la eficacia del servicio están inversamente relacionados con el hábito de formular críticas penosas. En Letters That Have Helped Me, Judge sostiene: “Tanto ___ como ___ son dos puntos débiles, medio corroídos”, hablando sobre dos centros teosóficos en declive por múltiples razones, siendo el cotilleo uno de esos elementos. La murmuración no sólo causa daño individual: también afecta al colectivo, indica roces y los Mahatmas no pueden brindar ayuda. “Si no observamos tan de cerca sus errores, el Maestro podrá aclararlos y hacer que todo funcione bien”. Sólo un sabio o individuo honrado tienen las facultades de culpar a quien sea censurable, según el rango de perspicacia que les atañe.

16 de octubre de 2024

Un ejemplo de dictadura neoteosófica y sentimental en RR.SS.


Amanda Reiss, una fiel lectora de este sitio -y a quien agradezco por su valiosa retroalimentación-, denuncia el siguiente contexto de dogmatismo sentimental en la plataforma Facebook. En octubre de este año, ella quiso participar comentando en cierto posteo hecho por un administrador de una página que propala contenido "teosófico". A continuación se incluyen capturas mostrando la opinión argumentada de Reiss, que estuvo en calidad de "pendiente de publicación" por unas horas, y luego fue SUPRIMIDA (clic para ampliar las imágenes):






Es vergonzoso que el mundo teosófico -y de la espiritualidad general- siga repletándose de individuos irresponsables con DISONANCIA COGNITIVA y fobia al pensamiento crítico. Todavía tienen cara de protestar en modo "muy compasivo y fraterno" contra la supuesta "mente cerrada" de quienes enseñan y transmiten Teosofía Original, tachándolos de "anticuados", "dogmáticos" y otros calificativos, que no obstante los dejan en muy mala posición al recurrir desesperadamente a los mismos "defectos" que condenan. Señoras y señores, ésta es la "gran" y "ejemplar" postura de "tolerancia" que abunda en redes sociales, el fascismo subjetivista de la Nueva Dulzon-era que esconde su verdadero rostro bajo las sábanas y acepta únicamente lo pueril, cómodo, "bonito" y "no-dualista", pues se hace muy notorio que bastantes "administradores" ya tienen su domicilio en el Nirvana (o habrán conseguido la inmortalidad, quién sabe), evidenciando semejante "madurez filosófica" y "ausencia de prejuicios". ¡Menos mal que aún tienen cerebro para estudiar "esoterismo" de esa manera tan "ecléctica" y "prudente"! Que los lectores perspicaces elaboren sus conclusiones.

Aquila in Terris

10 de septiembre de 2024

Oye, prostisofista, ¡nadie te debe nada!


Por todas partes encontramos sabandijas "espirituales/altruistas" o "incrédulas" que con una mano promueven y perpetúan injusticias o desbalances en pos de sus interese$ creados, y con la otra seducen mediante discursos de "tolerancia", "amabilidad" y "lucidez". Esta clase de monstruos (anarco-) zurdifachos no logra dominar sus mentes-emociones desequilibradas, con anclaje obsesivo en el pasado y futuro, y se repleta de especulaciones oscuras, miedos e inseguridades por muchas formas de rencor, ya sean motivadas en dictaduras, guerras civiles, expropiaciones, crímenes de lesa humanidad, malpraxis o teorías conspirativas, amén de sus estrategias para hacerse daño mutuo o anticipar movimientos.

No desean que les examines ni analices sus móviles sórdidos, ni ates cabos para entender cómo se las arreglan al objeto de continuar sus piruetas manipuladoras. Lo que más les agrada es romantizar o condenar en un modo fanático la "riqueza" o "pobreza" materiales, desdeñando por completo el escarmiento histórico de mucha gente acaudalada que terminó en miseria, puesta en prisión o muriendo a manos de delincuentes, y otros tantos ex-menesterosos (o los típicos "don/doña nadie") que "llegan arriba" y pierden su prestigio o bonanza, todo en nombre de los VICIOS que les condenaron merecidamente a esos destinos... por ser haraganes de consciencia.

Semejantes pelagatos son el origen real de la psicopatía bipolar y ultramaterialista que afecta a millones de personas en todo el mundo, haciendo de las redes sociales su medio favorito para conseguir "admiradores" o "ayudantes". Toda su perorata de monomanía la centran en el falso "equilibrio" entre materia-espíritu (tal vez ellos vivirán en ambientes perfectos, quién sabe) y socavado por ellos mismos, pero son los primeros idiotas en hacerse las víctimas cuando alguien o algo les hace daño o expone sus mentiras. Son ellos los responsables de esclavizar con ojerizas premeditadas, sádicos infernales que encuentran gozo en ventilar sus psiques tormentosas y buscando apoyo de pelmazos útiles en todas las clases sociales.

Durante siglos, muchas "autoridades" religiosas y políticas (incluyendo cómplices) se esmeraron intencionalmente para hacer que la educación ética no fuera parte del desarrollo humano íntegro, y en vez de eso instauraron dogmas a sangre y fuego, retrasando en cada oportunidad el avance correcto y armónico de nuestra especie. Hoy están pagando las consecuencias, y seguirán rindiendo cuentas carísimas, no obstante sus "consejos-tapadera" de practicar "relajaciones", "introspección contemplativa" o "emplazamientos inconcusos" que siguen estando dentro de marcos fisicalistas y "balsámicos".

Es una vergüenza mundial que las tendencias místicas más "importantes" sean todo un ejemplo de acobardamiento en su cometido, vendiéndose al (anarco-) zurdifacherío cortoplacista. De esta forma, es evidente que muchísimas "personas", a pesar de elegir torturarse con mentes/sensaciones desbocadas (propias o foráneas), no tienen las agallas de hacer sacrificios para alcanzar la verdadera felicidad, repitiendo ciclos de perfidia como su "herencia más sublime" para las generaciones venideras.

Ahondemos un poco más en las "cualidades" de estos holgazanes e inmaduros. En general, podríamos distinguir tres tipos de lamesuelas pro-sistema:

a) Gandules éticos. Siempre utilizan los conceptos de bien/mal con fines malévolos, encasillando de "maniqueos" a los individuos más atinados que saben poner límites. Se sabe que los psicópatas politicastros y terminales (es decir, quienes ya perdieron todo nexo interno con su consciencia) se comportan con fingimientos para atraer secundantes, y suelen alardear de mucho carisma, cometiendo sus salvajadas toda vez que las presas no oponen resistencia.

Apenas olfatean que están siendo descubiertos, dichos soberbios y lamepatas con ínfulas de "impermeabilidad" despliegan el rol de víctimas a su antojo. Esta clase de charlatanes suele imponer su "ética a la carta", fluctuando entre amabilidad y prepotencia, y como creen vivir en un mundo "hecho a la medida", nunca admiten su parte de responsabilidad toda vez que son objeto de humillación o burla merecidas. Por ende, sus seguidores "deben" consentirles y los demás son "perversos". En pocas palabras, se revisten con una falsa autovalía porque tratan de convertir a otros en forofos de arbitrariedad.

También les da igual mentir o tergiversar con miras a "ganar discusiones" (cuando en realidad las pierden desde el comienzo). Uno de los ejemplos más insolentes y tóxicos es el cacareo mediático en torno a los mal denominados "debates electorales", cuyos representantes comodones apelan todo el tiempo a exaltaciones brutas y bajos instintos en los consignatarios.

b) Pelafustanes emocionales. Al tenor de múltiples observadores, esta puede ser la plaga de mayor incidencia actual. Probablemente la mejor clave de su "éxito" consiste en una búsqueda enfermiza de aprobación, pero que a la larga resulta en un total fiasco. Es muy curioso que cierta manada de psicopatrañeros e influenciadores bi-mamelucos de "todo-perfectismo" asegure "estar satisfecha con su vida y circunstancias", aun cuando se obsesiona a diario con cumplidos ajenos para adoctrinar en sus "credos infalibles". Se nota a leguas que su "verdad absoluta" los tiene "muy complacidos"...

Muchos personajes de inodoro, trastornados y narcisos se deleitan infligiendo desasosiego, creando polémicas descontextualizadas o baladíes, y cargan siempre los malentendidos en otras espaldas. Por eso, no es verdad de que "asumen el control de sus dichos o actos", ignorando con excusas de toda laya lo que sus audiencias comprenden o interpretan. Según ellos, "jamás se toman nada personal", pero viven dando explicaciones no solicitadas, por cuanto les calza bastante el dicho "tirar la piedra y esconder la mano, es de villanos".

Otra subespecie de flojos excrementales la componen los sensibleros incurables que no asimilan otros vericuetos de realidad y huyen del orden ético, viviendo encerrados en sus constructos ególatras y repartiendo tufos victimistas de "alegría" o "tristeza" a dondequiera que vayan. Tienen mucha experiencia en melodramatizar con perdones facticios y prejuzgando aquéllo que les genera menos éxtasis sensualista, en aras de su "inteligencia emocional" y "superior" al resto. Así, terminaron por infectar todos los principios valóricos en las "religiones" y el cinismo colorido "Nueva Era", involucionando con gravedad paulatina hacia lo que algunos llaman "supermercado místico", y también la dictadura de "compasión babienta", pues hoy por hoy casi nadie se atreve a poner el dedo en la llaga promoviendo instancias de diálogo responsable y cristalino para localizar o expulsar elementos pútridos.

Asimismo, y referente al tipo previo, esta banda de facilones "ilustrados" nunca acepta intercambiar ideas ni aprender con transparencia, menos todavía si se trata de contextos públicos, porque necesitan el apoyo y las órdenes contumaces de sus dueños bajo el más turbio secretismo. La espontaneidad para ellos no existe; lo más apremiante es fingir las poses, siempre maquilladas de acuerdo con sus objetivos infames.

c) Zánganos mentales. El caso más difundido actualmente es la paranoia conspirativa entre zurdeques y derechistoides ociosos. Uno se pregunta cómo pueden llegar a esas cotas de vagancia adictiva, siendo que es innecesario especular cuando en nuestros trabajos, familia o vida social hallamos tanto gente mala como bienintencionada. Esto recuerda mucho a un artículo que compuso William Judge en la revista teosófica The Path, para un lector que inquiría cómo reconocer magos negros en la cotidianidad. Judge fue lacónico y directo: si no tienes motivos para convertirte en uno de ellos, entonces no te servirá de nada saber los pormenores, pues semejante atrae semejante. De esta manera, las paranoigallinas son auténticas buenas para nada al discernir entre conocimiento provechoso e inútil, creyéndose "paladines" de misticismo y, obviamente, anhelando que todos los extraterrestres e "Illuminati-satanistas" sepan de su actividad, por ser muy peligrosos e intocables al poseer la "certeza definitiva". Quizás varios youtubers o tiktokianos podrían agradecer sin ambages ni rodeos a sus "enemigos de la Matrix" por dejarles la lengua enterita... si es que antes no se les cae o enreda para candidatearse a un trasplante, pobrecitos.

También hay que mencionar su especial predilección por la estulticia del "mal menor", no obstante sus arengas llenas de "fraternidad" en ocasiones concretas. Esta es la causa de que ventilen contenidos para atosigar audiencias/lectores, cayendo en permanentes incongruencias conductuales y reflejando su pereza de mantener hilos discursivos o argumentos sólidos, haciéndose los melifluos o dominadores según corresponda a las instrucciones o pagas recibidas. Esa característica los lleva sutilmente a desplegar orgullo intelectual/pedantería y disonancia cognitiva cuando se les presentan hechos o constancias que remecen sus estructuras demoníacas.

************

Es tu condena diaria creer a rajatabla que tu "izquierdita" o "derechita" de burdel te deben otorgar "decencia" o una "buena imagen", ya que no fuiste capaz de creártelas por ti mismo (a). La premisa más desafiante en ello es aceptar, desde una postura adulta, que tu papi-mamistema sólo te enseña los vicios que conoce, y nada más. Por lo tanto, y conforme vas creciendo, forjarte los principios y autonomía valóricos que te faltan son sólo TU RESPONSABILIDAD, y SÓLO TÚ debes proporcionártelos. Dice una sentencia que "no eres culpable por la programación venenosa que te inculcaron en tu madurez de pacotilla, pero como grandulón (a) y viejo (a) que eres, te haces 100% consciente y metódico al buscar soluciones".

Los anarco-zurdifachos mediáticos, superficiales, de mala vida y peor muerte se tornan más que ridículos ante la existencia mundana, cada vez que asumen el papel tenaz de rezongones por "lo mal que actúan" otros, o pensando que "podríamos estar mejor si se extinguieran -o nos hicieran caso- aquéllos del frente contrario" para obtener "más reconocimiento o aprecio".

Estos infantes bravucones, deschavetados, cotorrientos y básicos no ganan dinero honradamente, no tienen habilidades de crear ni mantener familias, y tampoco hacen lo necesario para ejercitar la confianza en sí mismos, sin apoyarse en las muletas dicotómicas del papi-mamistema. Un niñato como éstos siempre espera que aquél haga todo con tal de "no sentirse perdido", por cuanto su único destino es bloquearse o padecer estancamiento a todo nivel, y de aquí la fanfarronería de "tapar sus vergüenzas" dándoselas de "intelectuales", mostrando desesperación por "regalar" su "bondad" y que todo el mundo les aplauda. Los ñoños malcriados detestan la frialdad racional y el análisis en perjuicio de ellos, al ser indignos de la "almohada perfecta" que les aguante el peso de su "conciencia" manipuladora.

Seamos claros: si ya tienes la edad suficiente, NADIE está obligado a echarte crema en el trasero ni disimulártelo con billetes cuando te deshonren los del "bando antílogo", y ahora la responsabilidad de CUESTIONAR y RENUNCIAR a tu pantano calientito es sólo TUYA. Lloriquear por chupetes ideológicos y falsos paradigmas es de vagos "cuchi-cuchi", pedorrientos hechizos y envidiosos de neuronas. Los fuertes jamás demuestran ni sienten compasión por gente diabólica, venga de donde venga, arropada con el pellejo ovino y cagueta de lo "políticamente correcto". Ciertamente y desde esa óptica, es "muy inspirador" vivir con miedo y resentimiento bajo un disfraz de "autoestima" y arrastrándote con clichés.

Ambos lados -y sus extremos- se la pasan sufriendo en un masoquismo patológico, y esperan que sus "amos todopoderosos" les brinden todas las energías o pautas para sacarlos de la desgracia personal. Es evidente que jamás apreciarían la ayuda de personas realmente amables, porque dependen de traiciones, malquerencias y una serie de delitos que continúan impunes. No tienen la iniciativa para levantarse y seguir un camino de libertad honesta, y en su lugar gimotean por "trabajo" a esperpentos individualidiotas/colectivimarranos. Lo que les obsesiona es camuflar su dolor, limosnear al poder establecido o clandestino, y armar rabietas por todas las circunstancias en que "nadie escuchó su gimoteo sincero" al negarse a quemar puentes o averiguar caminos alternativos de bienestar.

Nadie os debe absolutamente nada, filosoretes y odiosos remunerados de cuarta. No tenéis derecho a nada sólo por existir, pues ¿para qué querríais vivir con seriedad si en el fondo sentís que muchos aspectos "no funcionan", aguardando que otros acarreen el peso de vuestros desencantos y "errores"? Lo mejor de todo es que más personas los ignoran, y el "espejito de proyección" no servirá de nada en el juicio inclemente que hará la posteridad.

Aquila in Terris

21 de marzo de 2024

La moda "anti-rabia" es la pasión de mojigato$ pervertidos

(Imagen cortesía de shutterstock.com).

Respuesta-parodia a teosocharlatane$ egocéntricos, 
polarizados y polarizantes

(Ver además este y este otro artículo para más detalles y filípicas).

En tiempos de descalabro ético, muchos remedos geopolíticos llamados "países" (en realidad, tribus plenas de salvajes sensorio-nihilistas con cuello y corbata, y aficionados de ética sólo para salvar pellejos seborreicos) experimentan múltiples divisiones, y sus circunstancias desafían la manoseada y cada vez más lejana "armonía colectiva". Hay muy pocos líderes que desean preservar diálogos honestos y el equilibrio entre diversos puntos de vista, cuyas iniciativas son ahogadas permanentemente por "camaradas" indignos de toda compasión. Así, por una parte los medios convierten a la rabia en siutiquería condenatoria hacia todo individuo crítico de hartazgo filoso, y por otra se canaliza en un lavado de imagen cínico respecto a tendencias "políticas" manchadas o hediondas de sangre, pero sigue siendo ira, repulsión u odio al fin y al cabo, sólo que más "aceptable".

El alcornoque politizado y bipolar promedio, como consecuencia de esta guerra cotidiana de estupidez, de modo consciente o inconsciente se autoconvence de que "todo aquél que piense distinto a mí es deshonesto", y dicho arrellanamiento mameluco le provee una falsa excusa para dejar la honestidad. Hoy la mala intención y la ingeniería social del temor gobiernan la agenda paroxista, haciendo que la gente no defienda lo ético con odio y desprecio merecidos -en momentos excepcionales y cuando el entendimiento se hace del todo imposible- contra basuras desalmadas en la (anarco) derecha y la (anarco) izquierda que necesitan alimentarse de nuestra sumisión irracional e innecesaria.

Hay algunos teosofastros (muy "sátvicos" ellos al "no culpar a nadie" de sus elecciones bipolares) que sin ningún escrúpulo se "amparan" en lo dicho por Blavatsky de que "la ira es la pasión de los tontos, pues no hace a un hombre más sabio". Esas mismas bestias sanguinarias de "ira diplomática y perfumada" son los que apoyan directa o indirectamente regímenes autocráticos (y pro-ortodoxia cristiana) con "mandamases" de corrupción probada, o "democracias" dirigidas por alcahuetes de interese$ corporativos/individuales. Esos sanguinarios bastardos que vienen prometiendo "hacer mejor las cosas si nos apoyas" son, sin duda, los principales destinatarios de aquella cita blavatskiana, aún sabiendo que Helena jamás consintió la politización de Teosofía, y describió la actividad gubernamental de su época en duros términos.

George Bernard Shaw sentenció: "Una persona inteligente se adapta a las circunstancias, mientras que un estúpido insiste en arreglar el mundo a sus propias ideas. Hoy el progreso depende sólo de los irracionales". Añádase que el irlandés se quedó algo corto, en vista de que ahora no basta con ejercer "adaptabilidad", sino "hiper-desenvoltura" y ojalá "sin ningún tipo de límite" (salvo el resentimiento codicioso de SIGLOS entre las tarascas duopolistas que ahora se presentan a modo de "religiosas" o "escépticas"), patrocinada por los reverendos y seglares improvisados del dios-dinero.

Se hace cada vez más necesario denigrar y exponer a los desperdicios "humanos" que han hecho y siguen haciendo del Movimiento Teosófico un cabaret de prostitución intelectual, donde es muy fácil encontrar odiadores y miedosos controlados y paupérrimos de principios. Son ellos y sus acólitos los que contribuyen al espectáculo descarado de "ideología$" capaces de destruir matrimonios, familias, instituciones y países enteros, una y otra vez. Son ellos quienes hacen más infernal la búsqueda de verdaderas orientaciones espirituales y psicológicas; como si fuera poco, aparentan limpiarse lágrimas y mocos con nociones tales como "ignorancia acumulada", "cooperación plena", "posibilidades de justicia/sabiduría ilimitadas" y otras imbecilidades repetitivas que no alcanzan a cubrir sus vergüenzas contradictorias. Esos pendejos serviles de poder corrupto y casquivano perdieron la oportunidad de detenerse a pensar con miras a una autorreforma, condenando la rabia incomodadora de los "poco inteligentes" que "se esfuerzan por cambiar a otros", mas dichos periforros evitan denunciar de modo transparente el odio/rencor "acaramelado", bipolar/multipolar, CONVENIENTE y MULTIMILLONARIO en los "gobiernos" del mundo y sus adversarios.

[Existen varias formas en que un "peregrino teosófico" puede evaluar el estado de su "puente interior" psicoespiritual (Antahkarana). Quizás la más polémica es comparar los niveles de hostilidad y gratitud fraudulenta en la manera que observa a otros, y en su vida real. Para los casos descritos anteriormente, la primera suele camuflarse entre "sentimientos nobles"; la frustración y envidia tradiciobestia/progremelona por los atributos de individuos anónimos es un signo seguro de que dicho conector esotérico está contaminado por los tufos del orgullo, el miedo y la ambición, lo cual es persistente en algunos "preservadores" cuyos nombres reales aparecen hasta en la sopa. Es cierto que H.P.B. y quienes colaboraron con ella eran muy conocidos por relacionarse con grupos aristócratas, pero hoy el auge de internet hace el anonimato más preferible entre quienes podrían abandonar sus payasadas gárrulas de pseudoliteratura y "fraternidad" hechiza.

La mala voluntad de estos ejemplares los torna proclives al atarantamiento y reprimen diabólicamente su sana autovalía, haciendo partícipes a sus audiencias ingenuas o comercializadas. En consecuencia, los muy estúpidos no tienen razones para ocultar su "gratitud" desazonada con la vida, y se sienten muy "orgullosos" de armar y repartir toda una parafernalia de "humildad", "alegría" y "sentimientos amigables" de trincheras divisionistas. Ese aspecto les lleva al deseo de competir y ver a sus enemigos seculares como "inferiores" y autoetiquetarse de "más sabios". Su egocentrismo partidista y revulsivo los tienta a manejar sus críticas "hermanables" o periodos de silencio de modo muy calculado, exponiendo mutuamente defectos reales o imaginarios. 

Entonces, cuando captamos una atmósfera así en el Movimiento Teosófico -u otros-, donde se practican culpabilidades deferentes o sardónicas, se puede concluir que esos grupos están muy cerca de su muerte espiritual. "Ommmmm... No todos mis semejantes son colegas en este 'viaje sagrado' de intereses fiero$. Son más imperfectos que yo, pues al menos elijo siempre 'el menor de dos males' según las órdenes que obedezco. Ommmmm... Desde mi defensoría política les muestro cómo interactuar con los detalles sublimes y toscos de la existencia, pero no quieren hacerme caso; el deber encomendado por mis amos es sembrar cizaña y codearnos con lo injustificable con tal de que nuestra visión emerja triunfante con la venganza que cocemos a fuego lento. Ommmmm..."].  

Aquellos aprendices de idiotas representan sólo una tropa de pusilánimes mediáticos que no salvarán a sus cochambres de "países", estimulando que la letra muerta de la legislación formal tenga poca o nula utilidad durante los "terremotos" que ponen al sistema contra la pared. Mientras no haya condena fuerte, peyorativa y transversal, no evidenciarán nunca la voluntad de crear confianza mutua para concretar reformas éticas y urgentes. Vemos que tampoco les interesa que sus naciones remedien el peligro de enfrentamientos sociales (¡cómo serán de imbéciles!: ¿puede un SEPARATISTA DEGENERADO y fanático zurdo/facho/anarco/demócrata/autoritario/misticoide fomentar verdadera "unidad"?), y de esa manera la familia es para ellos sólo un medio de control sátrapa, un "cadáver" moral disputado por carroñeros anarcos y estatistas, como muy bien insinuara cierto Mahatma teosófico en una de sus Cartas para Alfred Sinnett.

Cualquier persona decente percibirá que una legión de mercaderes espirituales aborrece las críticas directas a los males en sociedad, en razón de que sólo intentan preservar su esquema de negocios a través de la manutención de dichos problemas. Siempre les sale más fácil ser eternamente MEDIOCRES y monicacos con apariencia de sabihondos, vendiendo "soluciones metafísicas" a corto plazo. Pero H.P.B. fue muy clara en su posición, al enviar sendas "bofetadas" en publicaciones a los rapaces de medios económicos, y al igual que William Judge, estuvo de acuerdo en que se cobraran cantidades austeras para financiar directamente los esfuerzos de la Causa Teosófica y transparentando hasta el más mínimo gasto, nunca al objeto de alimentar los bolsillos de gandules, tutores babiecas de medias tintas o lujópatas chillones como sucede hoy en no pocos "centros de estudio". En otras palabras: según los neo-demonios de pacotillería emocional/ideologicastra, estamos "obligados" a aprobar su comercio místico porque ahora no basta con sólo "estar en el mundo", y nos intimidan para "ser del mundo" con odios y formas de violencia sonrientes o escondidas, ya que eso les representa más ingresos.

Refiriéndose a los muertos vivientes de codicia, y como sabia que era, la propia Agente de los Maestros anticipó y recomendó la estrictez requerida contra semejante plaga y otros flagelos en "La Clave de la Teosofía": "Estúpido es el jardinero que trata de eliminar plantas venenosas (...) cortándolas sólo en la superficie, en lugar de arrancarlas desde su raíz". E incluso: "Al servir a dos dueños, sufrirá uno de dos: el trabajo mundano o el filantrópico". Lo correcto, por ende, es hacer conciencia de que TODA actividad decorosa y generadora de capital tenga una base ética, y no hacer que sólo "algunas" tengan más "relevancia" entre ciertos bribones clasistas y de colmillos largos, los mismos fascistoides que en internet y sus libros vacuos avientan "no juzgar a nadie", pero con la pandemia de 2020 fueron los primeros en responsabilizar a blancos conscientemente elegidos, azuzando la misma rabia ciega -o "amable"- entre hordas de pseudoesceptiranos zurdeques y cientifimohínos antiparapsicología y antiesoterismo.

A los "pobres e inocentes hijos de su tiempo" envueltos en escándalos corruptivos hay que darles muchas oportunidades, incluso más de las que merecen, para ser perdonados "setenta y siete veces siete" (y ojalá también 77 elevado a un millón) y sobornar a jueces, abogados o fiscales con tal de que jamás se abran los sepulcros fétidos y bien custodiados en todas las clases sociales. Los "pobres e inocentes hijos de sus circunstancias" necesitan mucho tiempo para reorganizar sus hampas "aristocráticas/arrabaleras" y posar como "guardianes de patriotismo", mientras los cesantes ilustrados (gente meritoria, esforzada y con bastante más cacumen que muchas "prostiautoridades" juntas) y víctimas de estafa universitaria deben "trabajar" en rubros hacinados de prepotencia, pecuniofilia y chingadería explotacional, dando en el gusto a los multimillones de puñeteros zurdos/fachos que se repletan los bolsillos amansando y encubriendo a los verdaderos responsables y autores ideológicos del crimen. Y es muy inteligente, también, que esos "pobres e inocentes hijos de su tiempo" sean bendecidos por todos nosotros, el Universo y los arcángeles orgásmicos y ansiosos de misericordia, pues ellos -cómo no- son nuestras brújulas intocables que siempre deben estar por encima de las leyes y buenas costumbres, liberándose con fianzas sólo porque debemos suponer que al sistema judicial "se le antoja" cobrarles por "inspiración" u "ocio". Como "todos nosotros" somos "indignos" de lanzarles piedras, y "todos" hacemos el mismo mal "de manera exacta e irredargüible", hay que aferrarse a las puras e inmaculadas tradiciones generacionales "de banderita" (meras felicidades inútiles que alimentan a babiecas sensualistas), pues "todos" los oligarcas de nuestros "países" saben muy bien lo que hacen y debemos confiar ciegamente en ellos, todo el tiempo, para que éstos últimos y los nigromantes que les asesoran nunca lleguen a prisión.

Es imposible tener un "país" armónico si el altruismo y el espíritu de ciudadanía responsable no forman parte de la vida diaria, lo cual es muy diferente de las leyes escritas. Hoy casi nadie quiere zafarse del control político putañero ni sacrificarse con tal de contribuir a una mejora de la "civilización", ni trascender la búsqueda de placeres inmediatos y fracasados. Por las amenazas continuas desde las cúpulas partidistas, casi nadie tiene la hombría/mujería de servir verdaderamente a sus compatriotas, sacando a la luz sin compasión los excrementos pervertidores de la "pobrecita progenie de su tiempo" o sus tráficos de influencias (siendo que varios especímenes provienen de sedicientes "alcurnias"), y que de paso "aleccionan" a las clases desfavorecidas, casi igual de chabacanas y desorientadas como la mesocracia o "los de allá arriba". El exceso de egoísmo y la ignorancia están plenamente naturalizados, por cuanto sólo resta humillar en retorno con abominaciones y aspereza de palabra SUBSTANCIALES e INEGOÍSTAS a los agentes visibles u ocultos.

Sembraron rencores e inequidad en su "carácter incuestionable", y eso es lo que tendrán, amén de dolorosas catástrofes en el mediano plazo. "NI PERDÓN NI OLVIDO, NI COMPASIÓN NI RESPETO POR QUIENES NO LOS MEREZCAN". La espiritualidad nunca nos fue concedida para servir como "retrete de consciencia". Y suele ser muy cierto que quien muestra más espectáculo externo, alberga mayor vacío por dentro. Vaya que hacen falta más Zazies (el inolvidable personaje de Raymond Quenau), pour envoyer tout de suite ces déliquants à la con...

Aquila in Terris


APÉNDICE (noviembre 2022)
Ejemplo de represión emocional por "alumnos fervientes" (créditos de fotos: Amanda Reiss U., octubre 2024)







¿Cuál es la idea para catalogar de "pseudointelectual" una postura fundada, y sin dar mayores argumentos? Hay varios que debieran recibir una medalla en letramuertología...

26 de enero de 2024

La violencia no es siempre buena, ni siempre mala

Por Gerald Runkle
The Journal of Politics, vol. 38, n° 2, 
mayo de 1976, p. 367-389.
Publicado por Cambridge University Press, 
en nombre de Southern Political Science Association


Muy a menudo, el término "violencia" tiene significados peyorativos; por ejemplo:

"En su definición fundamental, es cualquier violación de los derechos humanos básicos de una persona, y puede ser de tipo social, económico, moral y político" (1); "(...) uso ilegítimo o no autorizado de la fuerza para tomar decisiones contra la voluntad o los deseos de otros" (2); "(...) ejercicio irracional de fuerza, generalmente acompañado de vehemencia, indignación o furia" (3).

Un hecho violento debe comenzar con una acción física inmediata (ocupar edificios, agredir oponentes, quemar propiedades, etc.) que siempre reviste una limitación para la persona, y en última instancia los derechos de otra (4).

Puesto que el regaño a la violencia es casi universal, nuestras sensibilidades no se ven gravemente perturbadas por acepciones despectivas. A pesar de la observación por Rap Brown de que "la violencia es tan común entre los estadounidenses como el pastel de manzana", las acciones análogas suelen ser deploradas tan pronto como se las conoce. Además, el término latino violare del que deriva esa palabra, es claramente normativo pues significa "deshonrar", "ultrajar", "transgredir" o "profanar". Atentar contra la persona o los derechos de otra constituye un modo de infracción, que siempre es inmoral o injusto (5).

Sin embargo, es erróneo adscribir a dicho concepto un trasfondo injurioso, porque con esto trivializamos la interrogante "¿está alguna vez justificada la violencia?" Si conlleva necesariamente una transgresión de derechos o leyes morales, o si es siempre "ilegítima" o "no autorizada", entonces seguramente es cierto que la violencia nunca se justifica. Las tesis del pacifismo y "no-violentismo" se convierten en tautologías, mientras las afirmaciones de sus críticos son autocontradictorias. Si la violencia es incorrecta, tendríamos razón para utilizar otro vocablo con tal de nombrar en una forma descriptiva esa clase de acto comúnmente conocido como violento. Si no lo hiciéramos, podríamos ser víctimas del equívoco contra el que advirtió Robert Audi: "(...) la violencia [constituye] uso injustificado de fuerza; los disturbios son claramente un caso concreto (en el sentido ordinario), por lo cual las revueltas son injustificadas" (6).

Si la violencia es mala per se, no tiene mucho sentido hablar de ella, y en cambio debiéramos referirnos a derechos y justicia. Si tuviéramos claro en qué consisten, todas las acciones que les sirvan se convertirían en "no-violentas", y todas las enérgicas que debilitan esos parámetros serían "agresivas". En el ámbito real, y dado que la gente nunca estará de completo acuerdo sobre qué son los derechos y la justicia, el resultado es que todos los actos individuales no serán violentos, mientras que muchos perpetrados por otros sí lo son. La recaudación de impuestos o cursar multas son intolerables para quienes sienten que el gobierno es ilegítimo, y lo contrario entre quienes no lo ven así. La insurrección armada contra autoridades no es violenta para los que están convencidos de que no tienen legitimidad, y representa una catástrofe según los individuos que las apoyan. Que la pena capital sea violenta depende de si el Estado que la administra se acoge a la ley; de igual manera, una embestida física contra alguien sería objetable sólo si fuera moralmente ilegítima.

¿No sería mejor examinar objetivamente un tipo de acto, y luego pasar a las cuestiones éticas relativas a su utilización? Esto es lo que solemos hacer con el cumplimiento de promesas, las relaciones sexuales, el asesinato u otras circunstancias. ¿No podemos hacer lo mismo con procederes aparentemente violentos como ataques con bombas, apuñalamientos o patadas en la cabeza?

Hay otro obstáculo en tres de las definiciones citadas anteriormente, y es que no contienen el elemento de fuerza física. El primer significado habla de muchísimos tipos de violaciones de derechos humanos, sin mencionar en absoluto la fuerza. El segundo sí la incluye, pero no tiene necesariamente un fin tangible. La tercera acepción va un poco más allá, indicando la ira que "normalmente" acompaña a la fuerza cuando es violenta, y sólo el cuarto extracto particulariza en conformidad un hecho que es "inmediatamente físico".

Sin este importante criterio, ciertos actos de estafa, soborno, chantaje y boicot serían violentos. Los empleadores que sobrecargaran a sus dependientes atemorizándoles con perder el trabajo estarían actuando violentamente; asimismo, los sindicatos que logran reparar sus agravios mediante huelgas habrían actuado por la fuerza, y las presiones sociales/tradiciones y la opinión pública que influyen sobre nosotros podrían considerarse ofensivas. Así, sostener que "toda fuerza genera violencia" desarmaría completamente a los pacifistas, pues se les negaría el uso de coerción, persuasiones e incluso la pasividad. En ese contexto, la "fuerza de la verdad" según Gandhi (Satyagraha) y la "fuerza del alma" por Martin Luther King pueden tildarse de conflictivas. Sobre la base de las tres primeras definiciones, estas modalidades quedarían excluidas de la categoría violenta sólo apelando a motivos morales, puesto que su empleo no es ilegítimo ni injustificado.

Resumiendo, los cuatro pasajes iniciales de este artículo son demasiado estrechos, al restringir la violencia a eventos que son inmorales en algún sentido. Tres de aquéllos no son lo suficientemente exactos, ya que no descartan vías de fuerza que no sean materiales.

Para quien suscribe, una postura algo mejor es la de Ronald B. Miller: "Un acto de violencia es cualquier hecho realizado por X que implica gran fuerza, siendo en sí mismo intencional y capaz de herir, dañar o destruir a Y (un ser) ó Z (objeto inanimado)", y cuando en esto último "no se hizo con el fin de hacer algo de valor para el propietario del objeto" (7). Esto se acerca más al adjetivo latino violentus ("forzado", "vehemente", "impetuoso" o "bullicioso") que al verbo normativo violare.

Hay un rasgo en el deslinde previo al que se puede contradecir: la referencia al objeto inanimado. Es obvio que pueden emplearse ítemes para causar violencia (cuchillos, pistolas, venenos, etc.), pero ellos no la padecen. La brusquedad física ejercida contra una propiedad es muy distinta de la realizada contra una persona; además, las cosas no experimentan pérdida de sangre, huesos rotos ni sienten dolor. Es cierto que un individuo puede padecer congoja por daños a sus haberes (o incluso cosas que no le pertenecen); de hecho resulta perjudicado, aunque no directamente. El estrago que recibe es consecuencia indirecta de la acción enemiga, y no muy disímil al hecho de ser víctima de estafa. Cuando su casa es destruida o su obra de arte robada, sólo sus intereses han sido atacados directamente y no su persona, de modo que es ilegítimo transferir la "violencia" sobre una propiedad al dueño, simplemente porque éste en realidad no experimenta el menoscabo. Es debido a la similitud entre el "daño" (de objetos) y la "lesión" (contra particulares) que uno se tienta de llamar al primero un "caso de violencia" (8), mas dicho parecido es superficial. El agravio no es más violento que cualquier otra forma de actividad que en última instancia podría causar males a personas. A lo sumo, el quebranto deliberado, activo, vehemente y físico de objetos es otro tipo de agresividad, esencialmente diferente del que aquí nos ocupa.

Un debate sobre toda clase de hecho "siniestro" requeriría descripciones muy amplias y estudios profusos del término "violencia". Así como excluimos (quizás arbitrariamente) el daño o la destrucción de objetos inanimados, también se desecha la violencia atribuida a fenómenos naturales (tornados, sismos, marejadas...). La razón para deponerlos es que no hay ningún agente que emplee fuerza física con el propósito de causar destrozos (a menos que sea "Dios"); ídem, los incendios accidentales, derrumbes de edificios y explosiones se dejan de lado por la misma causal. Las bombas y armas de fuego participan en actos ofensivos sólo si son empleados por una persona con ánimo de provocar daño, y disparar contra blancos de cartón no es un hecho agresivo. También quedan fuera las acciones por animales y "potencias divinas", pues el estorbo en ello es circunscribir su designio.

Existe otro tipo de actividad que debe proscribirse, aunque algunos filósofos la toman como forma de arremetida. Robert Audi, por ejemplo, habla de la "violencia psicológica" cuando alguien grita de modo "amenazador o abusivo a otros" o les provoca "mediante crueldad verbal, un colapso nervioso o ira explosiva" (9), lo cual parece comportar un sentido más metafórico que concreto. Audi añade la noción de "desgarrar a alguien" psicológicamente y el uso de asertos "agudos", "mordaces" y "cáusticos", todos ellos aplicaciones no literales de ataques corpóreos. Robert L. Holmes vincula esto con lo que llama "violencia 2", que "contrariamente a la 'violencia 1', atañe a los casos en que se transgrede el carácter humano y digno de las personas, es decir, se les aplica agresividad aunque no haya fuerza física" (10). Gandhi tenía eso en mente cuando declaró: "Bajo violencia incluyo la corrupción, la hipocresía, el engaño y otros similares" (11). Tanto Holmes como Audi utilizan el concepto "violencia psicológica", pero se ocupan de fenómenos algo desacordes; por tanto, en ambos sentidos quedará fuera de este artículo.

En la discusión siguiente, el autor se referirá por "acto violento" a todo aquél donde una persona emplea fuerza tangible directamente contra un ser vivo y con miras a dañarlo (12); esto considera todas las exclusiones previas, y especifica que las potencias utilizadas deben ser concretas, acudiendo a la definición por Miller, pero la ofrecida aquí es más simple y restrictiva. La atención se centrará en el acto y la intención de los agentes, siendo una postura empírica y libre de valores, mas nos permite plantear cuestiones éticas sobre la conveniencia de los hechos afrentosos.


La violencia justificada

El criterio general de que "la violencia y sus actos afines son malos" no carece de fundamento; están muy cerca de constituir perjuicios intrínsecos, ya que producen directamente en su objeto daño material/corpóreo, dolor o pérdida de libertad. Sin embargo, no todos los hechos vulneratorios resultan en lesiones físicas. Los maestros o estudiantes avanzados de defensa personal pueden golpear oponentes con bastante fuerza sin siquiera dejar hematomas, aunque infligiendo dolor. Otras formas violentas no irrogan menoscabo físico (por ejemplo, esposar a un delincuente o encerrarlo), pero sí pérdida de autonomía. Éstas parecen ser las manifestaciones más comunes de daño que se generan con el uso directo de vigor concreto.

No son únicamente indeseables los efectos inmediatos de la violencia, sino también aquéllos de largo plazo. Se ha dicho que la agresividad engendra más arrebatamiento y un desorden social extendido; además, los causantes que practican ofensivas suelen quedar brutalizados. De hecho, los individuos que voluntaria o alegre/sádicamente dirigen acciones bruscas manifiestan disposiciones viciosas o enfermizas.

Todos los matices anteriores son reales, y han sido bien expresados en documentos religiosos, éticos, sociales y políticos. El propósito de esta composición no es ampliar la extensa literatura sobre el pacifismo y la no-violencia, sino indagar qué podemos rescatar desde el otro lado. ¿Se justifica alguna vez la violencia? Y de ser así, ¿en qué condiciones?

Si es inequívoco que la rudeza origina daños para quien la padece, y que las heridas físicas, el dolor y la carencia de libertad son males intrínsecos, la justificación de violencia debe cimentarse en un bien empírico más valioso, o con miras a prevenir un agravio mayor con igual estándar. Si bien su impacto inmediato puede considerarse malo, en algunas circunstancias puede ser extrínsecamente bueno (13). El gran fin al que apeló Bertrand Russell era preservar la civilización; sin lugar a dudas, era pacifista en la Primera Guerra Mundial y apoyó el activismo durante la Segunda: "Algunas conflagraciones han sido justificadas, y otras no" (14). Es posible oponerse conscientemente a una guerra, no porque utilice violencia, sino al dirigirla hacia fines equivocados (15), y de esta manera, los hechos agresivos como sus medios debieran respaldarse por el valor de sus consecuencias.

Algunos feligreses anti-violencia descartan lo supradicho, y Diderich H. Lund escribió: "Nunca debemos engañarnos creyendo que 'el fin justifica los medios', sino comprender que con malas vías, las mejores intenciones fracasarán" (16), mientras Albert Camus sostuvo: "Una vez comenté (...) que no adhiero a ninguna verdad que pueda obligarme, directa o indirectamente, a exigir la vida de otra persona" (17).

En principio, es ridículo negar que la meta perseguida apruebe los instrumentos. Al examinarlas, muchas acciones indeseables se consideran las más prudentes o éticas de que disponemos. Ejemplos obvios son las visitas al odontólogo, leer textos aburridos, comprar boletos de estacionamiento y apagar el televisor a los niños para obligarles a hacer sus tareas escolares. Si queremos estar saludables, volvernos ricos y sabios, o alcanzar cualquier objetivo seleccionado como digno de nuestra preocupación, debemos realizar acciones que de otro modo no haríamos. Nos autoimponemos formas indeseables (trabajo) con intenciones de lograr una meta (salario) y para nosotros o nuestros hijos (verduras) y conseguir una finalidad (buena salud). No hay duda de que los objetivos justifican sus métodos, pues aceptamos la solidez de este principio en cada momento de nuestra vida.

Si podemos exigirnos medios poco atractivos (o esencialmente "incorrectos") -y a nuestros seres queridos- en aras de metas que apreciamos más, no es inmoral forzar guisas indeseables a otros para concretar fines válidos; por ejemplo, los profesores pueden dar tareas largas y elaborar exámenes "difíciles". En un contexto social, donde los vínculos pueden ser complejos, alguien puede suscitar dolor a un grupo de personas para beneficiar a otro gran número. El impuesto gradual sobre la renta es otro caso que puede mencionarse.

Todo esto parece muy ostensible, y sólo se añade en vista de que ciertos maniáticos del pacifismo y la no-violencia acusan a sus oponentes de "aprobar fines para cumplir intenciones". ¿Y qué más podría justificarlo? El principio nunca debería estar en duda, sino su aplicación. Toda persona que niegue esto, a menudo impone la tiranía de simplificar excesivamente las decisiones éticas, y evitar el análisis de los medios particulares y el fin concreto, para determinar si éste último vale las estrategias previstas para lograrlo.

Los enemigos de la violencia pueden admitir que la máxima tiene alguna aplicación, pero insisten en que ciertos hechos son tan despreciables en sí que ningún fin podría justificarlos, o que "su mal es siempre mayor al bien que se puede esperar que produzcan", afirmando que la hostilidad es precisamente una de esas acciones.

La vía más sencilla de contrariar dicho enfoque es imaginar eventos donde la violencia esté involucrada tanto en los medios como en el propósito. Un ladrón ataca físicamente a otra persona en la calle; un transeúnte derriba al sociópata con golpes de kárate y es puesto tras las rejas. La actuación providencial evitó mayores daños por el agresor. Si la acometida presenta repercusiones claves, el proceder fue correcto y adecuado al reducir la violencia, implicando no obstante el uso de la misma. Puede liquidarse a un francotirador encaramado en lo alto de un edificio para bajar la cantidad de muertes que ansía provocar, y nuevamente, la fuerza bruta sirve a un objetivo útil. No sólo era un medio racional, sino el mejor asequible. La policía lleva armas, y se supone que debe utilizarlas con finalidades de amedrentamiento o amilanar consecuencias violentas. Por ello, alguien con la más profunda antipatía hacia la agresividad tiene que felicitar una acción que contribuya a menguarla, incluso cuando es brutal. Martin Buber, en su carta a Gandhi y quien en 1938 exhortaba a los judíos alemanes que no utilizaran arrebatamiento contra los nazis, escribió: "Se puede adoptar un criterio resolutivo en forma de no-violencia contra humanos insensibles, con la esperanza de acercarlos gradualmente a su conciencia; pero una aplanadora diabólica y universal no puede contrarrestarse así (...). Si no hay otra manera de impedir que el mal destruya al bien, confío en que usaré la fuerza y me entregaré a las manos de Dios" (18). Los efectos inminentes de la combatividad pueden ser malos, pero correctos a la luz de objetivos más nobles.

En este punto, los críticos anti-violencia cambiarían un poco su argumento, enunciando que la agresividad sólo se justifica cuando neutraliza otras formas análogas. La violencia per se siempre entraña un mal, pero es aceptable una dosis menor a otra más pronunciada o fuerte. Los activistas contrarios insistirán, sin embargo, en que la violencia tiene que rehuirse en todos los otros casos, al ser "tan mala" que sólo la evitación en un mayor grado puede consentir su empleo.

¿Es cierto que la violencia "es lo más malo imaginable", y de hecho "tan adverso" que no puede ser compensado por ningún bien concebible? No. Hay muchas situaciones potencialmente peores que el estropicio verosímil causado por violencia, tales como pobreza, angustia, alienación, enfermedades, inseguridad, deshumanización y esclavitud. Se pueden concebir y ejecutar actos más terribles a otros que tratarlos con brutalidad. Los estoicos eran muy conscientes del quebranto crucial que puede sufrir el alma, sosteniendo que la violencia simplemente daña el cuerpo, y es el espíritu lo que debe ser protegido; ergo, las arremetidas son casi triviales comparadas con la subversión de la personalidad humana (19).

El arte y la ciencia del engaño es una industria relevante en el mundo moderno. Sus adláteres, ya sean comerciantes, políticos y líderes religiosos o de otra clase, utilizan tecnología sofisticada y no aporrean individuos hasta dejarlos comatosos; simplemente destruyen sus poderes de pensamiento y sensibilidad. Estos "ingenieros de la mente" les bombardean con estímulos, llamamientos emocionales y amenazas para manipularlos. ¡Qué refrescante sería un poco de violencia honesta! Por lo menos es más fácil de reconocer y opugnar. ¿Qué prisionero bélico no preferiría las palizas diarias a un lavado de cerebro? El éxito final de semejantes patrañas es establecer corrupción moral; así, millones de alemanes se convencieron de que "era necesario eliminar a los judíos", y otros millones de estadounidenses aceptaron a rajatabla que Camboya tenía que ser destruida, y el llamamiento a la "seguridad nacional" justificaba cualquier acto que el gobierno quisiera llevar a cabo. Los oprimidos a menudo se tornan dóciles gracias a mitologías político-religiosas (debidamente transmitidas por el sistema educativo); se les mantiene en sumisión no por violencia o amenazas, sino con algo mucho más insidioso y operativo.

Si algunos fenómenos revisten más estragos que ciertos desmedros producidos por violencia, es falso considerarla como "el método menos deseable" o que "nunca se utiliza". Puede ser lo más expedito en la situación, o de lo contrario su mal inmediato quedaría superado por la desarmonía mayor que su empleo evitaría. En otras palabras, una acometida puede proteger valores existentes que no pueden custodiarse de otra forma. Freud sentenció: "Nuestra lógica es errónea si ignoramos la verdad de que el derecho se basa en la fuerza bruta, y todavía hoy necesita violencia para mantenerse" (20). Entonces, la negativa a examinar el resquicio benéfico de hechos pugnaces nos haría recurrir a instrumentos peores, aceptar condiciones que pueden alterarse con hechos beligerantes y renunciar a principios éticos que necesitan amparo. La secuela de un prejuicio recalcitrante contra un tipo de acción instrumental es la escogencia transitoria de medios que son cualitativamente peores, o menos eficaces.

Uno sólo puede razonar en términos de propósitos y medios cuando considera que lo bueno y malo son conmensurables. Los valores deben medirse o ser sometidos a evaluaciones; hay que considerar que dos vidas son más importantes que una, la felicidad de un decenio es más valiosa que la alegría de un momento, el dolor de una persona es preferible a la opresión de toda una ciudad, y la pérdida de ganancias financieras [exorbitantes] sería deseable a la deshumanización de trabajadores. Nadie debería pretender que estas comparaciones resulten fáciles, pero deben hacerse mediante cualquier persona cuya acción sea deliberada y responsable. Para bien o mal, el individuo afecta su porvenir y el de otros con sus obras; por supuesto, alguien con preocupaciones éticas indaga por lo mejor, y en algunas circunstancias ello significa el menor de los males. El daño que inflige la violencia representa sólo uno de los valores (o perjuicios) involucrados, y seguramente es de fanáticos convertirlo en absoluto y declararle "inconmensurable con todo lo demás".

A ojos vistas, existen niveles de intensidad en la violencia que van desde el prurito por una palmada en la muñeca, hasta el dolor insoportable de ingerir veneno. O adoptando un principio diferente, las categorías abarcan desde la molestia esporádica de ser empujado en medio de una multitud, hasta la pena capital por fusilamiento. Una bofetada y los empujones pueden considerarse más deseables que la ponzoña o hacer justicia por las armas, y podemos interponer los principios declarando que una cachetada es preferible a morir en el paredón, o los empellones al veneno.

También deberíamos estar dispuestos a asignar valores relativos a una acción dentro del ámbito violento, y otra perteneciente al esquema no-violencia. Se consideraría que una obra poética tiene más importancia que un azote, los reglazos en el opistenar son mejores que el robo, y la hostilidad de una revolución se consiente más que la porfía del tirano. A los cohortes del pacifismo les encanta restregarnos casos en que mucha violencia ha producido muy poco bien, pero quienes cuestionan su absolutismo sólo tienen que recordarles instancias donde un poco de agresividad produjo gran cantidad de armonía. Entre los extremos se hallan los contextos difíciles que el individuo debe afrontar, pero alguien así está condenado al error si adscribe a la violencia un "peso infinito" que las cosas del otro lado nunca podrán equilibrar (21).

No es difícil evaluar la conmensurabilidad, pero sí aplicarla. Audi observa que "no existe una manera sencilla de determinar cómo replantearse la pérdida de vidas, especialmente de inocentes o personas en gran medida libres de culpa por los errores morales que queremos subsanar, frente a los beneficios morales que podrían obtenerse". La preservación de la vida humana es de tal incidencia que tal vez ningún conjunto de reformas endosaría su aniquilamiento, en particular la muerte de seres no responsables, siendo éste "uno de los argumentos más poderosos esgrimidos contra los usos más típicos de la violencia" (22). Seguramente lo es, pero tampoco ofrece un 100% de exactitud. La vida es conmensurable con la vida, y tres personas no culpables son más valiosas que dos. ¿Cuánto sufrimiento inocente equivale a una muerte análoga? Nadie lo sabe, pero siguen siendo medibles. Quien sacrifica cien vidas inocentes para aliviar la miseria y el deterioro de toda una generación indica que esto último es más valioso; por el contrario, quien se niega a suprimir cien existencias para socorrer un número mayor de individuos afirma que el primer objetivo es más aceptable. Ninguno de ambos puede sentirse muy cómodo con su decisión, pero la vida no siempre plantea disyuntivas morales que tengan soluciones bonitas.

La pregunta más interesante es: ¿cuántas vidas culpables equivalen a una inocente? ¿Cuál es el principio de distribución para todos los beneficios que intentamos generar, y de los males que buscamos deprimir? Esto no requeriría que las personas compartan valores por igual. La naturaleza de la justicia, el principio de distribución que implica y las exigencias especiales que reconoce sobrepasan los límites de este artículo (23); sólo se sugiere que cuando uno contempla qué valores producirán sus acciones y cuánto de cada una, también deberá definir quién los recibirá, constituyendo problemas serios para abordar éticamente los hechos de violencia o de cualquier otro tipo. Los actos agresivos deben tener su lugar en un sistema de justicia (24), pues así como no están más allá de la conmensurabilidad, tampoco lo son respecto al derecho.

El presente autor no recomienda la violencia, y primero deberían examinarse procesos democráticos limpios, negociaciones, capacidad persuasiva y otras técnicas, pero cuando se ven ineficaces, originan agravios mayores o tardan demasiado, entonces podemos recurrir a la beligerancia, que fue indispensable para liberar las colonias norteamericanas del yugo británico, asegurar la continuidad y el reconocimiento de los primeros sindicatos que ocasionalmente enfrentaban represiones con violencia, o contribuir a la derrota del fascismo. El bombardeo de Hiroshima fue horrible, mas acortó una guerra agonizante. Los actos brutales suelen ser requeridos en contra de inadaptados que amenazan nuestra persona y propiedad. El hecho de que a menudo -tal vez habitualmente- echemos mano de la violencia cuando otros métodos hubieran sido más deseables, no significa que aquélla no tenga un rol legítimo que desempeñar en asuntos humanos (25).

A pesar de la sangrienta historia de naciones y sectas cristianas, la no-violencia ha llegado a ser considerada su doctrina distintiva, citando mandamientos bíblicos como: "Habéis oído que se dijo: 'Ojo por ojo y diente por diente', pero yo os digo: No resistáis al mal, y si alguien os golpea en la mejilla derecha, presentadle también la otra" (26); "No paguéis mal por mal (...) nunca os venguéis vosotros mismos, sino dejadlo a la ira de Dios, porque escrito está: 'Mía es la venganza y yo pagaré', dice el Señor" (27).

El cristiano ideal está lleno de amor por todas las personas, incluidos sus enemigos. No lo mueven consideraciones egoístas, ni siquiera la justicia, sino un afecto negligente e indiscriminado hacia el otro. Sócrates había dicho que era mejor sufrir una arbitrariedad que causarla, ¡pero algunos religiosos se inclinan por padecer injusticias en vez de fomentar la equidad!

Los no cristianos piensan y sienten de otra forma. Si bien considerarían a todos los demás y a ellos mismos en igual importancia (significado de la "Norma Dorada"), no dan al resto de la gente una prioridad "superior", y practicarán violencia contra un atacante para evitar perjuicios graves o de merecimiento inferior.

Algunos cristianos o místicos pacifistas se niegan a producir daño (o cualquier otro mal), sea cual sea el propósito. La gran parte de ellos, sin embargo, se defenderá cuando estén involucrados otros blancos [o interese$ cuestionable$] aparte de sí mismos. El samaritano de la parábola fue bueno ayudando al sujeto atacado por ladrones, y también habría hecho bien en llegar antes y protegerlo; entonces, aplicarían violencia para evitar daños a sus seres queridos (28).

Pero como los brutos, malos y disgregadores son personas, también a ellos hay que compadecerlos. De esta forma, tenemos necesariamente un conflicto de "amor", pues como éste no indica otra salida, los cristianos u otros religiosos deben apelar a cánones de justicia. Destacan -incluso con ardor combativo- la "inocencia" de unos y la "agresión inaceptable" de otros. Es cierto que pueden llevar a cabo su defensa con un espíritu amoroso (29) o recurrir a las armas con gran pesar, pero lo que valida su acción no es el amor (porque éste se suprimió), sino el reconocimiento de que la justicia está de su lado y no del otro (30).

Y si las consideraciones de justicia son apropiadas cuando está en juego el bienestar de otros, ¿por qué no es así cuando el individuo sólo tiene que salvar su propio pellejo? Aquí el amor sí proporciona un motivo: no resistas, porque tu devoción por el prójimo siempre debe ser mayor que tu autoestima. La aceptación de este principio, que va mucho más allá de la Regla Dorada, es una cuestión de fe y ante ella "la razón debe guardar silencio".

Es posible, no obstante, que la no-resistencia sea cuestionada por motivos propios del feligrés o el amor mismo. ¿No hay acaso circunstancias en que éste último podría inspirar una vigorosa defensa propia? Por muy llenos de afecto que estemos, ¿no debería uno al menos contener la mano que sostiene el cuchillo, impedir que un loco dé libre expresión a su enfermedad, o que un ciudadano se hunda más profundamente en el crimen? Y si es inviable refrenarlos con métodos pacíficos, ¿por qué no se puede hacer con tácticas violentas? De hecho, sería un deber cristiano evitar que alguien concrete un mal (a sí mismo y otros) con cualquier habilidad que tengamos. Es factible que al sociópata se le anime a reiterar sus nefastas acciones si no encuentra resistencia, por cuenta propia y de otros desconocidos; de esta manera, se puede invocar el "espíritu amoroso" para justificar las prisiones y casas de orates en sociedades cristianas.

La apelación por justicia, como se ha visto, plantea muchas preguntas. ¿Qué constituye en realidad? ¿Qué es la agresión? ¿En qué se distingue el hecho ofensivo del defensivo? ¿En qué circunstancias uno es inocente? ¿Qué derechos posee el individuo frente a quienes le desearan menoscabo? Éstas y otras interrogantes no tienen respuesta fácil, y se tornan ineludibles a guisa de múltiples cuestiones abordadas por filósofos. Los remedios no se encuentran sólo en "doctrinas de amor" o actitudes prejuiciosas contra la violencia. Si bien tampoco se hallan en el presente artículo, quien suscribe declara que la agresión en nombre de los derechos es correcta cuando sirve a la naturaleza de la justicia: distribuir adecuadamente el bien y el mal.

En resumen, hay al menos dos factores a evaluar cuando las opciones violentas aparecen en el cálculo moral: (1) la conmensurabilidad del daño causado con otros bienes y males, y (2) las demandas de justicia. Ambos hacen que el pensamiento ético sea difícil y exasperante, pero si alguno de ellos queda fuera, corremos el riesgo de simplificar demasiado. Ignorar el primero es autonegarse arbitrariamente un medio que podría ser útil y pasar por alto la gravedad de males distintos de la violencia; desechar el segundo criterio implica que nos privemos de derechos y desestimar los reclamos legítimos de otros.


La no-violencia y su retórica

Si en ocasiones la violencia queda justificada, ¿por qué tantas personas la niegan? Algunas razones ya están implícitas. Los individuos pueden abstraer el hecho agresivo de un amplio conjunto de circunstancias complejas e interconexas. Reconocen el mal inmediato generado, pero no lo ven en todo el contexto, y se sienten tan seguros de que "la violencia es mala" que no se molestan en definir si es realmente perjudicial en una coyuntura específica; es más, suponen que una acometida es "el reflejo de personalidades crueles" y "vengadoras". Por supuesto, ello no es verídico porque la violencia puede practicarse con gran apatía como respuesta al llamado del deber, o con la misma preocupación que muestra un médico cuando repara un brazo roto. Si bien es dudoso que los aviadores lancen bombas con un espíritu de amor, también es imprudente sentenciar que "muchos de ellos" cumplen esa misión sólo "estimulados por el odio". En un mundo de grandes imperfecciones, deben concretarse muchos actos desagradables.

Algunos antagonistas de violencia, reconociendo que ella a menudo produce más conflicto, se disponen a asumir que los medios pacíficos no lo harán, pero esto no siempre es así. La tranquilidad de los judíos europeos no frenó a Hitler ni amortiguó en nada la barbarie que experimentaron. El pacifismo cuáquero en los siglos XVII y XVIII sólo les convirtió en presa más fácil para sus verdugos; asimismo, el carácter benigno entre ciertas tribus indígenas norteamericanas contribuyó a su masacre. Por sus efectos, la postura militante del gobierno de EE.UU. durante la crisis de los misiles [1962] puede compararse con el desesperado anhelo de paz de algunos signatarios en el Pacto de Munich. Vemos entonces que los "senderos calmos" no siempre plantean la mejor opción para obtener buenos frutos. En ocasiones irrogan menos bien y más males que los instrumentos más decididos; de facto y por su impotencia explícita, la paz provoca violencia (31) [N.del T.: Si creéis aún que esto es "inaudito", examinad los MILES de casos DIARIOS de parejas o familias donde existe dominación y control narcisópatas, y cómo los desequilibrados conscientes/inconscientes de esa categoría eligen a personas empáticas y con aversión al conflicto para aprovecharse de ellas].

Además, no siempre es axiomático que "la violencia conduce a más espirales agresivas en una cadena interminable de odio, venganza y destrucción". William R. Marty señala que Estados Unidos hoy mantiene relaciones amistosas con Japón y Alemania (occidental), "pese a la profunda índole de la guerra que se libró" (32). Un caso muy diferente, aunque similar, es el de los niños o jóvenes que se enfrascan en golpizas estudiantiles al objeto de repeler acosos. Con tal de reafirmar su postura de no ser "esclavizados" ni padecer humillaciones, un individuo o grupo pueden ganarse el respeto en vez de incentivar los conatos de someterlos, al igual que con sólo mostrarnos armados con una pistola se ahuyentaría a los ladrones.

Algunos pacifistas aducen que quienes enfrentan la violencia con maneras homólogas únicamente luchan contra "los síntomas de una enfermedad" en vez de sanarla. Vera Brittain, en su libro Humillation With Honor (1943), argumentó que las causas bélicas están profundamente arraigadas (como el capitalismo, la pobreza, el imperialismo, etc.) y permanecerán incluso después que la guerra haya sido "ganada". La réplica a esto es señalar que dichos orígenes (en el propio país u otro) no pueden ser abordados hasta que los "buitres" echen pie atrás. Volviendo a la analogía, primero hay que aplicar aspirina, torniquetes y antibióticos, y después atacar la enfermedad.

No debe despreciarse en modo alguno el éxito de las estrategias no-violentas de Mahatma Gandhi y Martin Luther King. Sus acciones se realizaron con el espíritu positivo del amor, un mérito eterno para ambos y sus seguidores comprometidos. No obstante, y aun cuando las vías funcionaron para mucho bien, los resultados no fueron puramente buenos, como tampoco lo son jamás aquéllos de hechos sociales significativos. Por causa de los boicots y huelgas incentivados por Gandhi, mucha gente quedó sin trabajo y estallaron graves disturbios en ciudades textiles inglesas. Y no sólo sus partidarios eran blanco de brutalidades (que se preveían), sino también sus oponentes y personas más o menos neutrales. En el ejemplo de King, se despertaron fuertes sentimientos entre blancos y negros; éstos últimos padecieron actos violentos -anticipados hasta cierto nivel- junto con enemigos y transeúntes que no tenían arte ni parte. Si estos caudillos no esperaban semejantes finales, es obvio que no demostraron cautela; caso contrario, estarían dispuestos a aceptar las consecuencias pleitistas de sus métodos persuasivos. Si se quiere prohibir absolutamente la violencia, también debieran suprimirse muchas estrategias de las personas más benignas.

Gran parte de la protesta anti-violencia es cínica y falsa. Los radicales de izquierda, por ejemplo, transgreden la ley, se manifiestan, generan desbalances y promueven amotinamientos. Los líderes pueden abstenerse de agresiones y recomendar su opuesto, pero terminan creando coyunturas en que es muy probable el uso de acometidas. Si la violencia se considera "mala", entonces aquellos actos que la precipitan también lo son. Si los policías son atacados físicamente, todos quienes despiertan odio contra ellos deben compartir la culpa. El individuo que contribuye a una circunstancia de probable violencia no puede fingir "tener las manos limpias", por mucho que proclame su aborrecimiento por ella.

De igual modo, los radicales de derecha incentivan una atmósfera susceptible de engendrar violencia. La ferocidad con que atacan a sus contrarios, su rencor hacia comunistas y socialistas, el desprecio por rivales políticos, su impaciencia por reformas y compromisos, la falta de simpatía por los pobres y desfavorecidos, su espíritu de venganza contra los infractores de ley y los delincuentes juveniles, la beligerancia de su política exterior, su oposición a las leyes de control de armas y otras actitudes, se suman a una personalidad que no es humana ni amorosa. La derecha extrema no es conocida por la violencia de sus modales, pero sí promueve ambientes de rabia y desconfianza, en que los arrebatamientos pueden acaecer u originarse de hecho.

Muchos particulares "justifican" sus maneras apacibles sosteniendo que, después de todo, "no son violentos". Tienen carácter decidido, pero "no hacen daño a nadie". Trabajan de forma plácida, y por tanto se supone que presentan "inmunidad a la crítica". Aunque "siguen las reglas", sus metas pueden encaminarse a infligir sufrimiento o amenazar con ello. Huelgas, cierres patronales, embargos, boicots o advertencias de retener una contribución de campaña, pueden ser tan eficaces como las coerciones violentas, ya que el bienestar material de las personas en conflicto puede ser tan importante para ellas como su seguridad física. Recuérdese que todo el modus operandi en la investigación "Watergate" era pacífico; ergo, deberíamos examinar los métodos no-violentos tan de cerca como sus contrarios. La violencia puede al menos ser abierta y directa, mientras el pacifismo se expone a representar una máscara engañosa que alberga hechos tan productivos de perjuicios al igual que la propia agresividad corporal (33).

Es admonitorio escarbar en las razones de algunos objetores de conciencia. No se oponen verdaderamente al esfuerzo bélico cuando aceptan trabajos no relacionados con guerras, como médicos o funcionarios industriales ("servicios alternativos"), ya que estas labores son tan necesarias para el conflicto como disparar proyectiles. A menos que rehúsen participar de alguna manera en la dirección de refriegas por parte de la sociedad, sus manos (según sus principios) no están limpias, pues tampoco logran llevar su ideario lo suficientemente lejos. Están dispuestos a ser tan útiles como cualquier otro individuo en el proyecto agresivo, ¡pero retroceden al presionar el gatillo! Si su negativa a contribuir en guerras se basa en no querer involucrarse directamente, la razón parecería ser no un tema de ética, sino de gustos. El motivo más innoble de todos es la cobardía, y Gandhi señaló: "Creo que cuando sólo existe una opción entre falta de coraje y violencia, aconsejaría ésta última" (34). Por supuesto, las estrategias del pacifismo exigirían mucha audacia, y sólo es en ese espíritu que las impugnaciones a la guerra pueden ser verdaderamente "de conciencia" (35).

A veces encontramos el argumento falaz de que "algo/alguien es mejor" porque se les han hecho amenazas o acciones violentas. Dado que X (llámese persona, movimiento o régimen) fue sometido a coerción brutal y eso es malo, luego X debe ser "bueno". El anarquista Emile Henry y el traidor Julius Rosenberg fueron ejecutados, por lo que son vistos como mártires. Un anticomunista es objeto de conminaciones, y se lo considera benefactor. Los anabaptistas y miembros del Weather Underground fueron perseguidos, así que debiéramos verlos a guisa de "inocentes". El odio a la violencia se fomenta para generar el sentimiento contrario, que se adjunta a aquéllo que la agresividad combate. Si los regímenes o individuos no quieren ser canonizados, ¡al menos podrían verse asediados por fuerzas siniestras!

En ocasiones se cree que una institución es "buena", o "vale la pena conservarla", porque las tácticas forzosas serían el único modo para deshacerse de ella. Esto es injusto: por ejemplo, un gobierno reaccionario puede seguir existiendo ya que la violencia, el medio por el cual es susceptible de derrocamiento, es tachada de "incorrecta" en sí misma. Quienes la emplearían deben ser peores que los adláteres del régimen y predicadores contra aquélla. Es aceptable todo lo que hace el poder establecido, siempre que no sea palpablemente violento, mientras los deseos o intenciones de sus enemigos se consideran "malvados". El statu-quo "debe prevalecer" cuando la única arma que tiene su oponente le es arrebatada (moralmente hablando), siendo ésta la defensa clásica de los esquemas tiránicos (36).

En otros contextos, los anti-violencia poseen mucho dominio concreto, que puede traspasarse a las fuerzas policiales o armadas, la guardia nacional o habitantes celosos. Es factible que dicho poder no se utilice, pero sí se mantiene en reserva para el momento necesario. Thoreau dijo: "El Estado no se arma de ingenio u honestidad preeminentes, sino con una fuerza física superior" (37). El hecho de que esté ahí implica sumisión a la voluntad de quienes la controlan, y los que no deseen acatar sólo podrán lograrlo movilizando sus planes agresivos; por lo tanto y en lo que respecta a la violencia, se debe pensar que están nivelados. Sin embargo, ocurre que el partido cuyo uso de la misma se cuestiona, recibe menos críticas que sus antagonistas. ¿Por qué siempre es "mejor" apoderarse o retener por violencia, que atacarla con vías sinónimas? (38). Una parte preferiría mantener sus privilegios sin el uso de fuerza, y la otra obtener fines sin pelear, pero debido a la militancia del otro, cada uno llevará a cabo lo que "tiene que hacer" (39).

En igualdad de condiciones, ambas partes deberían tratarse con cierto asco. Un gobierno cuyo poder se basa en virulencia -o la provoca mediante su represión- está obligado a compartir la culpa con quienes reaccionan brutalmente contra él. Las otras cosas rara vez son "iguales", por lo que la cuestión moral debe resolverse (una vez más) examinando el conjunto total de circunstancias, y no simplemente colocando la etiqueta de "violencia" en un lado u otro.

Incluso un buen Estado debe emplear fuerza bruta, aunque sólo sea para implementar sus buenas leyes y proteger ciudadanos-modelo. El anarquista niega que sea posible un Estado ideal, porque éste es necesariamente represivo, mas su rencor no se fundamenta en un odio por la violencia misma, porque puede estar dispuesto a destruirlo mediante cursos análogos, y éste es el precio que paga con miras a restaurar su concepto de libertad (40). El defensor del buen Estado aprueba las acometidas para asegurar los valores de una buena sociedad, en tanto que los hostiles echarán mano de aquéllas para desmantelarlo. El problema no es la fiereza en sí, sino las convicciones sobre si los humanos debieran vivir con o sin mandatos externos. Si una de las partes tiene razón, entonces la violencia no está mal por temas de principios.

Desde que apareció la bomba nuclear, la supervivencia humana es el gran fin al que se apela para rechazar prácticas agresivas. Martin Luther King observaba: "Hoy la elección ya no es entre violencia o paz, sino entre no-violencia o no-existencia" (41), y Russell preguntó: "¿Pondremos fin a la humanidad, o debemos renunciar a la guerra?" (42). El desarme unilateral podría funcionar, pero también someter un país indefenso a correrías enemigas. Por otro lado, la posesión de armas nucleares y la voluntad declarada de usarlas establece una postura violenta, pero mantendría la paz al disuadir ataques con dicho recurso. El escollo es determinar qué funciona mejor, y no si los medios son violentos o benignos. Por supuesto, sería estúpido causar hechos beligerantes o amistosos que conduzcan a una destrucción total. Quizás existan valores humanos tan profundos, que sería inaceptable cualquier aspecto que los amenace, pero lo erróneo se basaría principalmente en su función extrínseca más que la naturaleza intrínseca. Seguiría siendo un hecho que es necesario demostrar el valor incontrovertible de un fin determinado, así como la probabilidad de que el acto violento sugerido lo pusiera en riesgo.

Un concepto que a menudo subyace a la anti-violencia fanática por causas sociales es la suposición de que "en democracia es innecesario apelar a la fuerza". Dejando de lado si existen o hubo democracias genuinas, podemos convenir en que esta forma de gobierno es sólo un medio para lograr justicia; quizás el mejor, pero no infalible. Cuando el pueblo es soberano, no hay protección para los derechos y beneficios de los individuos más allá de su virtud y sabiduría. La igualdad de poder político no garantiza el equilibrio en otros derechos, las desigualdades legítimas o la maximización de bienes, libertades o prerrogativas, y de esta manera la democracia puede equivocarse gravemente. Podría resistir con obstinación los empeños más sistemáticos, resueltos y basados en principios de establecer una justicia humana rudimentaria. El individuo consciente puede valorar la democracia y la versión particular de ella que tenga su país, y aun así, formar parte en su desesperación de hechos violentos que no toleraría ningún mandato. Su arrebatamiento puede ser un desafío a las leyes e instituciones, o expresarse como rebeldía armada.

Hace falta tomar precauciones. Un ciudadano puede reclamar igualdad ante la ley, pero no tratos privilegiados o excepcionales. El estado de derecho es una gran ventaja sobre las reglas despóticas y los actos violentos espúreos; así, la fuerza brutal en nombre de la ley es preferible a la ejercida de manera individual y ad hoc. El simple hecho de que algunas consecuencias de una sociedad legal sean indeseables para una persona, no es razón de desobediencia o ataque a los funcionarios e instituciones de aquel colectivo. Existe una obligación prima facie de apoyar cualquier gobierno político que sea moderadamente sensible al pueblo, y que a través de las leyes y su aplicación, proporcione una medida de paz y seguridad. Aunque siempre es necesario examinar de cerca el nivel de capacidad de respuesta gubernamental, la naturaleza de sus normas y el modo de hacerlas cumplir, la calidad de justicia nunca resultará perfecta, y en ninguna parte. Un régimen defectivo puede ser tolerado no por sus fallas (que siempre estarán presentes), sino por sus virtudes (que pueden ser considerables). Es más, puede que no exista seguridad de que la transformación radical de un Estado injusto resulte en uno mejor. Por lo tanto, si bien un ciudadano debe oponerse a las arbitrariedades y considerar opciones de emplear violencia, primero hay que evaluar los medios legales, el desacato, la no-violencia coercitiva o agresiones dosificadas, antes de derrocar un sistema que ha servido a las masas con algún grado de éxito.

En conclusión, sería más prudente considerar la violencia como dañina, pero sopesándola de acuerdo con los resultados previstos. Así como la no-agresividad no siempre es buena ni intrínseca ni extrínsecamente, su opuesto no siempre es malo en apariencia. Debe analizarse concienzudamente todo el aparataje de circunstancias y elegir el acto, cualquiera sea, que parezca más probable de maximizar el bien, minimizar perjuicios y distribuirlos justamente. Las fuertes emociones sinceras o mojigatas contra episodios violentos hacen que sea más complejo llevarlos a cabo.


Referencias y notas

1. Peter J. Riga, "Violence: A Christian Perspective", Philosophy East and West, n° 19 (abril 1969), p. 145.

2. Robert Paul Wolff, "On Violence", Journal of Philosophy, 66:19 (2 de octubre de 1969), p. 606.

3. Webster's New International Dictionary.
4. John E. Smith, "The Inescapable Ambiguity of Non-Violence", Philosophy East and West, n° 19 (abril 1969), p. 155.

5. Francis C. Wade, "On Violence", Journal of Philosophy, 68:12 (17 de junio de 1971), p. 37 y siguientes.

6. Robert Audi, "On the Meaning and Justification of Violence" en Violence, ed. Jerome A. Shaffer (New York: David McKay Company, Inc., 1971), p. 72-73.

7. "Violence, Force and Coercion", en ibídem, p. 25-26.
8. Otra razón para asemejarlos es que una persona iracunda, frustrada y hostil tiende a desahogarse tanto contra la propiedad como otros individuos.

9. "Violence, Force and Coercion," en Violence, p. 52.
10. "Violence and Nonviolence", en ibídem, p. 110 y siguientes.
11. Gandhi, cita en ibídem, p. 110.
12. Cabe señalar que falta el elemento de restricción. Por ende, un acto que no se realiza contra la voluntad de otro podría ser violento (p. ej., causar dolor a masoquistas). Este marco también deja abierta la opción de que el agente se autoinflija violencia. El concepto de "ser vivo", como receptor de pugnacidad, incluye a los animales.

13. El pasaje no debe interpretarse como "renuncia" a emplear hostilidades de forma moralmente neutra, pues la definición habla simplemente de daño. Sólo fuera de ella, un moralista puede juzgar que el desmedro es un mal intrínseco. La violencia no es mala de por sí; en rigor, la mayoría de personas cree que su daño es lesivo, pero tal opinión no es necesaria para el significado del término.

14. Commonsense and Nuclear Warfare (Nueva York: Ams Press, 1968), p. 90. Russell estaba a favor de amenazar a Rusia para hacer que colaborara en la internacionalización de energía atómica, y cuando el país no tenía armamento de ese tipo; pero tras adquirirlo, el filósofo abogó por un desarme unilateral.

15. Algunos socialistas se han negado a respaldar guerras capitalistas. Muchos estadounidenses (no pertenecientes a la izquierda) se opusieron al conflicto en Vietnam al parecerles que involucraba fines innobles.

16. "Pacifism Under the Occupation," en The Pacifist Conscience, ed. Peter Mayer, Chicago: Henry Regnery Company, 1967, p. 356.

17. "Neither Victims Nor Executioners", ibídem, p. 425.
18. "Letter to Mahatma Gandhi", ibídem, p. 272, 281.
19. Privar a un individuo "de su libertad, degradarle o destruir su confianza son todas formas de anularlo, y pueden lograrse sin recurrir a violencia física. La mayoría de éstas se consigue a través de modos más sutiles de interacción personal y social, dado que es en estas áreas donde la gente suele ser más vulnerable. En gran medida, la maldad del racismo consiste en que algunos de sus frutos más dañinos son esencialmente invisibles, y se ejercen sobre la psique de todo un pueblo mediante opresiones prolongadas" (Holmes, "Violence and Nonviolence", en Violence, p. 111).

20. Sigmund Freud, "Letter to Albert Einstein: Why War?"; Pacifist Conscience, p. 243.

21. Algunos han proclamado su "negativa absoluta" a participar en guerras o apoyarlas, y más tarde cambiaron de opinión, indicando que la conmensurabilidad, una vez rechazada por ellos, finalmente se aceptó. Einstein se autodenominó "pacifista absoluto" en 1929, pero defendió a EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial y colaboró en el diseño de la bomba atómica. A.A. Milne, que era anti-violencia según declaraba en su libro Peace With Honour (1934), se pasó al otro lado y en 1940 publicó War With Honour.

22. Audi, "Violence, Force and Coercion", en Violence, p. 87.
23. A lo largo de este ensayo, el autor evita fundar sus argumentos contra la no-violencia en alguna teoría moral delimitada; en cambio, presupone varios juicios éticos que mucha gente podría aceptar (verbigracia, que las lesiones, el dolor y el encierro son malos; los hechos producen efectos de valor cambiante; muchos valores son conmensurables; los actos más productivos de valía son -en ocasiones- preferibles a los menos provechosos; la justicia se ocupa de una distribución adecuada de esos valores, etc.). Dado que estos supuestos generales subyacen a los argüendos ofrecidos, y para que tengan acogida, se espera que exista algún fundamento ético común entre los lectores y quien suscribe.

24. Bernard Harrison propone un sistema particular de justicia en su ensayo premiado "Violence and the Rule of Law". Ver Violence, p. 139-176.

25. Al parecer, Gandhi habría tolerado medios hostiles en India, siempre que tuvieran posibilidades de éxito y su doctrina del ahimsa resultara ineficaz. De manera bastante inusual, declaró en 1920: "¿No he manifestado repetidamente mi preferencia a que India sea libre, incluso mediante violencia, antes que permaneciera esclavizada?" (The Collected Works of Mahatma Gandhi, XXIII; Delhi: The Publications Division, Ministry of Information and Broadcasting, 1965, p. 30).

26. Mateo 5:38-39.
27. Romanos 12:17, 19.
28. No todos asumirían igual postura: "¿Qué importa si somos una raza conquistada, mientras sigamos sirviendo a Dios?" (A.A. Milne, "Onward, Christian Soldiers", Pacifist Conscience, p. 266).

29. Martín Lutero decía en "Whether Soldiers, Too, Can Be Saved" que sí se puede pelear con un espíritu de amor. Arjuna, héroe de los Pandavas en el Bhagavad Gita, decidió combatir sólo después que Krishna le explicara que debía y podía hacerlo sin odio ni esperanza de beneficio propio. Martin Buber escribió: "Deberíamos poder luchar por justicia, pero haciéndolo caritativamente" (ver Pacifist Conscience, p. 282).

30. El anhelo por relaciones humanas justas puede constituir una expresión de amor, y el mandato cristiano de querer eficazmente a la humanidad es la base del "evangelio social". George Fox, fundador de la Society of Friends, pareció más interesado en la vida de ultratumba: "Cuando Cristo estaba entre nosotros, dijo que Su Reino no era de este mundo. Si así fuera, Sus siervos habrían luchado, pero no era cierto, y por eso no pelearon" (The Journal Of George Fox, ed. Rufus M. Jones, New York: GP Putnam's Sons, Capricorn Books, 1963, p. 385).

31. Lao-Tse expresó: "Como aquél no combate, nadie en el mundo se le opone", y Motse sentenció: "Quien ama a los demás, es querido por el resto". Se trata de falsías agradables, similares a la que Mill explotó en su ensayo sobre la libertad: que "la verdad siempre triunfará".

32. "Nonviolence, Violence, and Reason", Journal of Politics, n° 33 (febrero 1971), p. 18.

33. Respecto a la propaganda moderna, Charner Perry sostuvo: "La violencia o su falta han llegado a ser tomadas como un signo confiable de culpabilidad o inocencia, que puede reconocerse sin llegar a resolver problemas abstrusos de derechos y creencias en conflicto (...). El público se concentra en la violencia más que en los derechos reclamados, porque ella se acepta como señal relevante de diagnóstico, y el signo se ha traducido a una forma visual" ("Violence-Visible and Invisible", Ethics, n° 81, octubre 1970, p. 15).

34. "The Doctrine of the Sword", Collected Works, XVIII, p. 132.
35. De acuerdo con Gerald Runkle, es inicuo que por lo general un gobierno imponga objeción de conciencia a las guerras. El pacifismo "selectivo" puede ser tan concienzudo como el absoluto, y no tiene por qué haber inconsistencia lógica en tal punto de vista.

36. Reinhold Niebuhr, tras renunciar a la Comunidad de Reconciliación, escribió: "Si estuviéramos de acuerdo (...) para utilizar coerción no violenta en favor de los menesterosos, y desalentando cualquier otra que pueda resultar en agresividad, sentimos que daríamos una ventaja moral indebida para esa parte de la comunidad que siempre recurre a impedimentos pacíficos contra los pobres. Esto es precisamente lo que la iglesia liberal se ve constantemente tentada a hacer. Además, ignora que la no-violencia puede ser tiranía encubierta, mientras los ancianos mueren congelados en la miseria de nuestras ciudades, una pobreza por la cual debieran sentir alguna responsabilidad todos los que tienen más con tal de cubrir necesidades básicas (...). Reconociendo -al contrario del cristianismo liberal- que el mundo de la política está lleno de fuerzas demoníacas, hemos elegido apoyar al diablo de la venganza contra el de la hipocresía" (The Christian Century, 3 de enero de 1934).

37. Henry David Thoreau, "Civil Disobedience", Thoreau's Vision: The Major Essays, ed. Charles R. Anderson, Englewood Cliffs, N. J.: Prentice- Hall, Inc., 1973, p. 207.

38. La mayoría de estadounidenses desaprueba la violencia con que la Unión Soviética reprime -o intenta sofocar- los movimientos revolucionarios, pero consiente las embestidas de esos grupos. Es más fácil ver lo violento de un régimen odiado, que lo enjundioso de otro apenas malo o incluso bueno.

39. Al menos Garrison fue coherente en su pacifismo. No sólo se opuso a la guerra (durante un tiempo), sino a la ciudadanía misma: "Como todo gobierno se sostiene con la fuerza física, y sus normas se hacen cumplir virtualmente a punta de bayoneta, no podemos ejercer ningún cargo que apremie a su titular el mandato de obligar a los hombres a hacer el bien, bajo pena de prisión o muerte. Por ello, nos excluimos voluntariamente de todo cuerpo legislativo y judicial, y repudiamos toda política humana, honores mundanos y puestos de autoridad. Si no podemos ocupar un escaño en la legislatura o el banquillo, tampoco podemos elegir a otros para que actúen como nuestros sustitutos en dicha capacidad" (William Lloyd Garrison, "Declaration of Principles", Selections from the Writings and Speeches of W.L.G., New York: Negro University Press, 1960, p. 74).

40. Otros anarquistas, sin embargo, rechazan la violencia como medio: Proudhon, Adin Ballou, Tolstoi, Benjamin R. Tucker y otros.

41. Martin Luther King, Jr., "Pilgrimage to Nonviolence", The Christian Century, 13 de abril de 1960.

42. Bertrand Russell, Portraits from Memory and Other Essays, New York: Simon and Schuster, 1956, p. 235.