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14 de marzo de 2025

Posesiones, demonios y exorcismos


(The Theosophical Movement, febrero 2022).

Desde el ángulo espiritual y ético, decimos que una persona está "poseída" al verse "controlada" por seres siniestros, o inclusive apetitos, caprichos e ideas extremistas. Según la Enciclopedia Británica, en tradiciones religiosas y populares el fenómeno sucede cuando alguien se halla bajo el arbitrio de poderes sobrenaturales externos, mostrando ademanes violentos e inusuales, gritos y lenguajes inconexos o extraños. Los científicos materialistas abordan el hecho sólo como epilepsia, histeria, esquizofrenia u otros desbalances psicológicos, y en contextos alternativos los particulares poseídos son "interpósitos" entre humanos y espíritus controlantes, por vías de trance hipnótico/mesmérico autoinducido, drogas o frenesí grupal.

El exorcismo es una práctica religiosa cuyo objetivo es ahuyentar demonios, genios u otras entidades de personas o lugares que estarían "contaminados" por dichas presencias. Se puede efectuar haciendo que juramenten a través de un ritual complejo, u ordenándoles su egreso en nombre de un poder superior.

Entre los católicos, la posesión puede indicar una serie de ataques repentinos de nociones obsesivas, o tener carices más graves en que un demonio o ser maléfico toma control del cuerpo de alguien sin su beneplácito. Las víctimas suelen exhibir fuerza sobrehumana, hablar idiomas que ignoran o revelar conocimientos no adquiridos e indemostrables en su rutina diaria. Según las culturas orientales, un individuo es susceptible de "alojar" espíritus benévolos o perjudiciales, e incluso bhuts o espectros de occisos con anhelos insatisfechos.

La doctrina teosófica enseña que los principales destinatarios de esa anomalía son aquéllos con niveles de pasividad extrema o médiumes, los cuales se dejan dominar por otros de forma que pierden todo autocontrol y carecen de iniciativas para regular sus actos. Cuanto más pasivos son, más éxito tienen como "canales". Las técnicas para desarrollar clarividencia que implican concentrar la mirada en tazas de café, albúminas, receptáculos con agua u objetos luminosos, en donde aparecen imágenes de Luz Astral, y sin disciplina férrea de la mente y los sentidos, conducen de modo paulatino y seguro a esta clase de abulia, casi irremediable una vez fortalecida. La voluntad del practicante se convierte así en títere de diantres y elementales innobles, pues al incursionar en el reino astral comienza a vivir, escuchar y ver aspectos de ese plano, sin ninguna autorregulación. Asimismo, se expone a toda fuerza que manipule su naturaleza animal, deviniendo asesino, borracho, fanático, etc.

Blavatsky llamó “enfermos sensitivos” a los canalizadores, que portan rasgos peculiares desde el nacimiento. En vigilia operamos dentro del nivel físico, y bajo trance en el plano astral donde los ojos y oídos se paralizan y el cerebro "capta" detalles que entregan sus contrapartes internas. Antiguamente había sacerdotisas mitad médiumes y mitad magas, o pitia: “Se sentaban en un trípode de bronce sobre una grieta en el piso, a través de la cual surgían vapores intoxicantes que permeaban todo su sistema, creando la vesania profética, y en esa condición anormal transmitían oráculos” (Isis Develada, p. xxxviii-ix). También los movimientos corporales repetitivos y mecánicos pueden hacer que alguien desarrolle estados mediúmnicos, como ciertas mujeres en India que mueven vigorosamente la cabeza y el torso en círculos hasta conseguir el trance -adscrito al ingreso en ellas de un "dios" o "diosa"- y responden preguntas sobre el futuro o aconsejan respecto a problemas concretos.

William Judge declaró que la mediumnidad "se mide por el tenor del aura que circunda a la persona, pudiendo ser compacta, turbia, mefítica o nauseabunda ante el Espíritu puro, y atraer seres repulsivos que se deleitan en ella (...) o verse limpia y cristalina como el rocío matinal. Todo depende del trasfondo ético del médium”. Además existen posesiones por elementales, y en la época de Moisés había hombres y mujeres consultores de espíritus “familiares”. Judge explica que ellos aún generan intercambio con elementales ígneos, aéreos u otros con sabiduría especial, y utilizan los sentidos humanos ocultos al objeto de lograr pericia que esos medios no obtienen de manera ordinaria. Esto es análogo al hipnotismo, donde el cuerpo astral se desvincula temporalmente del externo. En Hechos de los Apóstoles (16:10) se cuenta de una doncella "poseída por el espíritu de adivinación” que San Pablo expulsó gracias el poder de su voluntad. Es preciso distinguir al elemental del fantasma, bhut o residuo astral de un muerto, pues el primero no llega a la etapa humana y carece de intelecto o principios espirituales; por ello, tiende a conectarse sólo a nuestra parte inferior suprimiendo el raciocinio ético e incitando conductas hiperbólicas y provisorias.

Sócrates era médium y nunca fue introducido en los Misterios porque no respetaba las normas del santuario al acompañarse de su “espíritu guía” o daimonion. Cualquier otra persona con sus características podría ser “infundida con la voluntad y placer de este ‘dominio’", siendo inepta para recibir secretos iniciáticos (Isis, vol. 2, p. 117-18).

Las almas suelen volver al ámbito espiritual tras la muerte física, pero en muchas instancias los deseos inconformes, el apego familiar o un deceso brusco/antinatural les bloquean ese viaje y "entran" en humanos vivos. Los hindúes acostumbran ofrecer pinda (bolas de arroz) a congéneres o amigos muertos e invocan sus nombres, mientras que en Rusia y durante seis semanas posteriores al óbito, se colocan platos llenos de arroz con una vela encendida sobre la tumba, amén de organizar responsos.

Hacia enero de 1882, la revista The Theosophist contó el caso de una mujer llamada Lakshmibai cuyo deseo era permanecer en otro cuarto antes de expirar, por cuanto se creyó que quien muriera en dicho sitio se convertiría en fantasma, pero no fue así y su vida acabó. Seis meses después, un pariente lejano que dormía en ese lugar tuvo fiebre alta y tremores, lo cual se interpretó como "posesión" de un espíritu. Cuando se le preguntó "quién era" en medio de las convulsiones, el "intruso" dijo llamarse "Lakshmibai" y adujo continuar "atormentado" al no cumplirse su propósito. Entonces, ¿podría ser que estas ansias detuvieran al Ego trayéndole de vuelta?

Blavatsky señaló que el pensamiento o avidez intensos de moribundos emiten influencias magnéticas y nocivas que afectan largo tiempo a sus cercanos, a guisa de los objetos o la ropa de difuntos por achaques contagiosos que transmiten bacterias a personas sensibles varios meses más tarde, y que pueden no estar cerca de pacientes. A menudo los pensamientos de gente viva psicologizan intelectos ajenos, y así ocurre también con aquéllos de individuos muertos que se adhieren al cerebro y sistema nervioso de otros, preparando el ingreso repentino de "ideas flotantes"; sin embargo, no es fácil determinar si se trata de un espectro que ejerce raptos somáticos.

El astral del médium puede quedar "letárgico" o salir del cuerpo en cierto nivel, invitando a su disfrute por algún ser inmaterial que perdió todo vínculo con su naturaleza divina al existir sólo entre vicios, crímenes y pasiones animales, hasta ser expulsado por voluntades puras y firmes. “Con demasiada frecuencia, la causa del delito más célebre se busca en tal posesión (...). Semejantes espíritus nunca controlan a los de carácter decidido y que resisten todo influjo externo, mas convierten en crápulas a quienes albergan lasitud mental o ética” (Isis, vol. 1, p. 487-490).

John G. Fuller, en su libro Surgeon of the Rusty Knife, cuenta la obra del campesino brasileño Arigo que en trance realizó cientos de curas "milagrosas" con simples cuchillas, desprovisto de antisépticos o anestesia. Hizo miles de diagnósticos certeros sin examen, salvando a muchos enfermos de cáncer y otras dolencias que ciertos "profesionales" catalogaron de "desahuciados". Alrededor de 1950 empezó a tener "alucinaciones" y "embelesos" espontáneos, cuando un día la "voz persecutora" se apoderó del cuerpo y vio a un sujeto calvo con delantal blanco, quien supervisaba un grupo de médicos en un quirófano. Ese huésped dijo llamarse “Adolf Fritz”, un cirujano alemán muerto durante la Primera Guerra Mundial.

Judge afirmó que la locura también debe incluirse en contingencias de obsesión, aún si los especialistas no aclaran cómo un individuo extravía su identidad y se torna maniático o delirante. En casos leves y por periodos extensos, los enfermos son "otra persona" y no tienen recuerdos de actos previos, o alternan entre dos personalidades. La vesania se definiría como una tesitura en que el Ego Superior pierde todo dominio sobre la parte psicofisiológica, aunque sin dejar el cuerpo. Nuestra mente se conecta al organismo a través de cauces electromagnéticos, pero flaquean si no somos cuidadosos, a guisa del agua que escapa desde un receptáculo con grietas. Luego el insano abandona su cuerpo y lo "arriendan" otras fuerzas -buenas o malas-, pero el Ego es capaz de volver por ratos a ese marco físico, de modo que el afectado tiene episodios lúcidos. Si esto continúa, llegará un instante en que dichos "conductos" energéticos se rompen o degeneran, y así el infausto dejará su materia orgánica para siempre (Forum Answers, p. 32-33).

El autor observa que en todo humano cuerdo el alma y su capa astral tienen una relación armónica; sin embargo, los sometidos al "sueño artificial" del hipnotismo pierden sensatez porque ese nudo se corta pro tempore, atrayendo cascarones [basuras psíquicas post-mortem] que aparentan ser "individuos genuinos", y por ello varios maníacos son títeres de criaturas foráneas.

Jesús, Apolonio de Tiana y algunos seguidores echaban demonios purificando la atmósfera dentro y fuera de las víctimas (Isis, vol. 1, p. 356). Un verdadero exorcista discierne correctamente el hecho y demuestra pericia en su tarea. Personajes como aquéllos detentaron auras divinas creadas por praxis ética sobrehumana, haciendo retroceder energías malignas (ibídem, vol. 1, p. 487); de ello, en lo posible hay que mantener la conciencia limpia y ejercer neutralidad inegoísta con ánimos fraternos y severos al unísono.

Blavatsky sugiere: “[Un obseso] puede ser asistido por magnetizadores con gran fuerza de voluntad, que comprendan la naturaleza del problema, aparte de ser puros y sanos en cuanto al físico y la moral. Sin embargo, la lucha (...) tendrá que ser librada por el propio paciente en su volición; debe alimentarse de manera simple, evitando estimulantes y comidas de origen animal (...). Tiene que controlar sus pensamientos y obligarlos a concentrarse en ideas enaltecedoras y espirituales" (H.P.B. Series n° 9, p. 44).