22 de febrero de 2022

Falsedades en física moderna (6 de 6)

David Pratt
Enero de 2008, febrero de 2016


Contenidos:

06. El rol del éter y modelos alternativos
-La perspectiva teosófica


06. El rol del éter y modelos alternativos

En física moderna las partículas subatómicas se describen de forma diversa como puntos de dimensión cero, cuerdas unidimensionales, cintas bidimensionales de espacio-tiempo, funciones de onda o paquetes de ondas de probabilidad, todas las cuales son abstracciones matemáticas. Algunas de las ecuaciones asociadas con estos conceptos pueden ser útiles, pero las teorías en cuestión no proporcionan un modelo realista respecto a qué son las partículas y por qué tienen propiedades particulares. Claramente deben ser entidades finitas, tridimensionales y estar compuestas por alguna clase de sustancia energética. También deben poseer estructura y ser capaces de deformarse (es decir, cambiar de tamaño y forma) pues de lo contrario no podrían absorber, emitir o intercambiar energía con otras partículas. El modelo estándar en la física de partículas es inadecuado porque no es más que un modelo matemático, y a continuación se describen algunos ejemplos sobre modelos alternativos.

Eric Lerner ha sugerido que las partículas pueden ser vórtices en un medio fluido y señala que el plasma -un fluido magnetizado- genera estructuras en forma de partículas (plasmoides) que varían en tamaño desde miles de milímetros hasta años-luz. Como se mencionó en la sección 2, los experimentos con protones de giro alineado implican que los protones son una especie de vórtice y los centros plasmoidales interactúan mucho más fuerte cuando giran en la misma dirección; y dado que el comportamiento del vórtice se haría evidente sólo en colisiones cercanas, los efectos deberían ser más pronunciados a energías más altas e interacciones más directas. Los resultados experimentales confirman esto, mientras que el enfoque de "simetría rota" favorecido por la física convencional predice que debería suceder lo contrario a energías más elevadas. Lerner agrega: "Las partículas actúan como si tuvieran 'preferencia de manualidad' y el proceso u objeto dinámico y más simple que exhibe una orientación inherente es un vórtice. Además, los vórtices diestros y zurdos se aniquilan entre sí al igual que las partículas y antipartículas" (1).

La idea de que la realidad se formó a partir de vórtices fue presentada por Anaxágoras hace 2.500 años y defendida por Descartes en el siglo XVII. A fines del siglo XIX algunos científicos propusieron que los átomos podrían ser vórtices en un medio etérico subyacente, que también fue invocado ampliamente para explicar la transmisión de fuerzas y ondas de luz. A principios de la centuria siguiente el éter pasó de moda entre los científicos de la corriente principal y fue reemplazado por un espacio vacío (curvado) que contenía una variedad de "campos". Cabe señalar que el famoso experimento de Michelson-Morley (1887) no refutó la existencia de un éter y falló al detectar una variación en la velocidad de la luz causada por el movimiento de la Tierra a través de un hipotético "éter estacionario". En 1905 Einstein descartó el éter como "superfluo" ya que la luz podría entenderse como un compuesto de partículas (fotones) en lugar de ondas que se propagan por un medio, y más tarde incluyó la noción de "éter gravitacional", pero lo redujo a una abstracción vacía negándole cualquier propiedad energética. Posteriormente abandonó el término "éter" por completo (2); sin embargo, numerosos investigadores y de modo individual han continuado desarrollando modelos basados en éter, los que ya están "unificados" en el sentido de que la materia y las fuerzas físicas se derivan de la actividad del medio etérico subyacente.

Como ya se mencionó, algunos físicos hablan de un "éter cuántico" lo cual se refiere a dos aspectos: 1) el campo de punto cero (ZPF), es decir, ámbitos de radiación electromagnética fluctuantes y producidos por alteraciones cuánticas aleatorias que según la teoría persisten incluso a una temperatura de cero absoluto (-273° C); y 2) innumerables pares de partículas "virtuales" de corta duración (como electrones y positrones), a veces llamadas "mar de Dirac". Formalmente, cada punto del espacio debe contener una cantidad infinita de energía de punto cero y al suponer una longitud de onda mínima de vibraciones electromagnéticas, la densidad de energía del "vacío cuántico" se ha reducido a la cifra aún astronómica de 10108 julios por centímetro cúbico.

Aunque se dice generalmente que varios resultados experimentales son consistentes con la existencia de energía de punto cero, se necesita más trabajo para probar la teoría y las explicaciones alternativas. Algunos científicos han sugerido que masa, inercia y gravedad están conectadas con la energía electromagnética fluctuante de ZPF; sin embargo, ésta en sí misma suele considerarse como el producto de materia-energía que supuestamente se produjo en el "Big Bang", mientras que las teorías modernas del éter en general sostienen que la materia física se cristaliza o disuelve en el éter preexistente. En la actualidad el único campo de energía electromagnética omnipresente y verificado es la radiación cósmica de fondo de microondas, que comúnmente es aclamada como "resplandor" del Big Bang, pero también es explicable como la temperatura del espacio o más bien del éter (3).

Paul LaViolette ha desarrollado una teoría conocida como "cinética subcuántica" que reemplaza el concepto decimonónico de un éter mecánico e inerte con el de un éter que transmuta continuamente (4). Las partículas subatómicas físicas y los cuantos de energía se representan como patrones de concentración en el éter con forma de onda o vórtice. Se dice que los campos gravitatorios y electromagnéticos de una partícula son resultado de los flujos de diferentes tipos de partículas etéricas o "eterones" a través de sus límites y los gradientes de concentración en estos componentes asociados.

(...) LaViolette (...) escribe: "Se han observado estructuras vorticales (...) similares a las dibujadas por Besant y Leadbeater a un nivel más macroscópico en los experimentos de física de plasma. Por ejemplo, se aprecia que el dispositivo de enfoque plásmico -un aparato de descarga para chispas de alta corriente utilizado en experimentos de fusión- produce vórtices de plasma esféricos que miden aproximadamente medio milímetro de diámetro. Cada uno de estos plasmoides consiste en ocho o diez filamentos plásmicos de corriente eléctrica, torcidos en una estructura helicoidal con forma de rosquilla" (6).

Los científicos del siglo XIX estaban confundidos acerca de las propiedades del éter porque para explicar la transmisión de ondas de luz ésta tenía que comportarse como sólido vibrante, pero para no retrasar el movimiento de los cuerpos celestes debía ser un fluido perfecto. El modelo de éter muy detallado según Harold Aspden considera que dicha sustancia tiene las propiedades de un cristal líquido y está compuesto de partículas cargadas (quones) establecidos en una matriz cúbica estructurada dentro de un continuo de carga uniforme de polaridad opuesta, por cuanto es eléctricamente neutro en general. Su paradigma puede explicar el valor de la constante de estructura fina (que vincula la constante de Planck, la carga de electrones y la velocidad de la luz), la relación de masa protón-electrón (basada en la propuesta de que los protones se forman a partir de muones virtuales que proporcionan el entorno energético principal en el éter) y la constante gravitacional, entre otros aspectos. La teoría de Aspden explica la gravitación como un fenómeno electrodinámico, permite la existencia de antigravedad y propone que la inducción del giro del éter permite la extracción de energía "libre" (es decir, etérica) (7).

Aspden se refiere al siguiente experimento simple que apunta a la existencia de un éter. Un rotor que contiene un imán se lleva a una cierta velocidad de rotación, se detiene repentinamente y luego es reiniciado de inmediato. Aspden descubrió que la energía requerida para llevarla a igual velocidad la segunda vez era sólo una décima de la que se requería la primera ocasión, pero éste dejó de ser el caso si esperaba media hora antes de reiniciar el rotor. Esto sugiere que el éter es coextensivo con el rotor que lo hace girar, pero mientras que el motor se puede detener en unos pocos segundos, el éter tarda mucho más tiempo en dejar de girar (8).

Paulo y Alexandra Correa también han desarrollado un modelo de éter dinámico con gran detalle, conocido como "eterometría". Sus experimentos con electroscopios, "acumuladores de orgón" (recintos metálicos especialmente diseñados o jaulas de Faraday) y bobinas Tesla apuntan a la existencia de formas eléctricas y no eléctricas de energía etérica (9). Descartan un éter puramente electromagnético, como el campo de punto cero, y sostienen que las unidades de éter se "superponen" para formar partículas físicas que toman la forma de un toroide. Siguiendo la visión de Wilhelm Reich, han encontrado pruebas de que los fotones no viajan a través del espacio: el Sol emite radiación eléctrica y etérica que puede viajar mucho más rápido que la velocidad de la luz, y los fotones son estructuras transitorias -como vórtices- generadas a partir de la energía, deshaciéndose al desacelerar las cargas físicas (como los electrones). Argumentan que la gravedad es esencialmente una fuerza electrodinámica y han encontrado evidencia experimental de antigravedad (10). La eterometría propone que los movimientos de rotación y traslación de planetas, estrellas y galaxias son el resultado de giros o movimientos vorticales de éter en escalas múltiples.

Las demostraciones de que la energía puede obtenerse de fuentes no reconocidas por la física oficial ayudarán a revivir un interés científico más amplio en el éter, que es una fuente infinita de energía no contaminante. Varios científicos opinan que se necesita un éter energético para explicar las reacciones nucleares de baja energía (o "fusión fría") (11). Muchos especialistas tradicionales niegan la posibilidad de una fusión a temperatura ambiente con reactores de tablero simplemente porque las teorías convencionales dicen que la fusión requiere temperaturas de decenas de millones de grados. De hecho, se desperdician miles de millones de dólares en un esfuerzo por crear un reactor de fusión en caliente que supuestamente imita los procesos que impulsan a las estrellas. Aspden argumenta que el Sol no puede ser un reactor de fusión nuclear porque está ionizado y la repulsión electrostática entre protones evitaría que se compactara lo suficiente para producir en su núcleo las temperaturas y presiones extremas requeridas para la fusión en caliente (12).


Fig. 6.2. Arriba: los doctores Paulo y Alexandra Correa con reactores PAGD en su laboratorio (13). Debajo: el díodo PAGD en funcionamiento (www.aetherometry.com).

Los Correa han desarrollado tres tecnologías para generación de energía:

• el reactor plásmico patentado de descarga anormal e incandescente por pulso (PAGD) que produce un exceso de energía al establecer una resonancia entre el plasma de electrones acelerado y la energía etérica local;

• el motor de éter autosustentable (patentado) que extrae energía etérica de recintos o cavidades resonantes tipo jaula de Faraday, seres vivos, antenas terrestres de vacío y atmosféricas, y

• el convertidor de energía HYBORAC que aprovecha el calor latente de una jaula de Faraday y puede suministrar calor, trabajo mecánico y electricidad durante todo el día utilizando energía solar y atmosférica etérica (14).

La ciencia del éter todavía se encuentra en su infancia y es natural que haya una multitud de modelos que son conflictivos en gran medida. Estas teorías muestran al menos que son posibles los modelos más racionales y en el mejor de los casos pueden identificar relaciones y ecuaciones numéricas útiles y proponer conceptos que se aproximen a las realidades de la naturaleza, pero todos los modelos inevitablemente incorporan simplificaciones, idealizaciones y abstracciones en algún grado y así el futuro de la física dependerá mayoritariamente de un esfuerzo científico concertado para explorar el éter invisible.


La perspectiva teosófica

De acuerdo con la Teosofía no puede haber un último nivel e "inferior" de realidad. El éter subyacente no puede ser continuo de modo perfecto, es decir, absolutamente sin estructura y homogéneo, ya que ésta es una abstracción imposible y debe consistir en discontinuidades similares a partículas que pueden actuar juntas para formar ondas. Siguiendo el principio de analogía, tales partículas serían concentraciones de un éter más profundo y sutil que puede considerarse relativamente continuo, pero en realidad consiste en partículas aún más finas que a su vez son concentraciones de un éter incluso más sutil, y así sucesivamente hasta el infinito. El espacio "vacío" que separa las partículas y los objetos en cualquier plano determinado -a través del cual parecen moverse- no está tan lleno de los niveles interpenetrados e invisibles de sustancias-energía (ni tampoco compuesto ni generado por ellos) que forman esferas y planos superiores e inferiores más allá de nuestro rango perceptivo. Por lo tanto, el espacio no está absolutamente vacío ya que esto sería equivalente a la nada pura; más bien se trata de la existencia de una totalidad infinita de sustancia-energía o conciencia.

Indudablemente, lo que para nosotros son partículas subatómicas en su propio nivel son tan complejas como nuestro propio planeta y estrella. Desde nuestra perspectiva un electrón puede ser considerado como partícula elemental, pero obviamente tiene forma y estructura y por lo tanto es divisible. Al ser una configuración de energía etérica condensada, se puede dividir y su energía es susceptible de transformarse en "resonancias" similares a partículas menos estables y de muy corta duración. Lo que llamamos un electrón probablemente no sea una entidad única y de existencia continua, pues denota el comportamiento promedio de un ente que se está encarnando de modo permanente y con una rapidez increíble. Un año para nosotros significa una sóla órbita del Sol, y ese mismo periodo para un electrón equivale a una sóla órbita del núcleo atómico; así, un segundo para nosotros es igual a unos 4 mil cuatrillones de años electrónicos (15). 

La Naturaleza es infinita en todas direcciones; no existe un tamaño finito más pequeño ni una magnitud finita más grande. Entre los dos límites abstractos de lo infinito e infinitesimal hay una inimaginable diversidad de entidades y cosas concretas y finitas, con tamaños y grados de sustancia-energía infinitamente variados, todos ellos vivos y conscientes hasta cierto punto. Cada entidad o sistema (átomos, planetas, estrellas, galaxias, etc. y los seres vivientes que los forman y habitan) está compuesta por entidades más pequeñas y forman parte de otras cada vez más grandes. Además, cualquier ente o conjunto en particular se compone de un espectro de sustancias energéticas que van desde las relativamente físicas hasta las relativamente espirituales, y cada jerarquía de mundos interactivos es simplemente una en una serie interminable que se extiende a reinos superiores cada vez más etéreos y a ámbitos inferiores más densos.

Aparte de los niveles etéricos más bajos que pueden considerarse como subplanos más altos en nuestro propio nivel físico, los mundos invisibles internos no pueden ser investigados directamente con instrumentos físicos. Sin embargo, la existencia de planos y cuerpos más sutiles puede inferirse según una amplia gama de fenómenos "anómalos" (16). El conocimiento exacto sobre algunos planos superiores que forman parte de nuestro propio sistema de mundos sólo puede ser obtenido por quienes han desarrollado suficientemente sus facultades y poderes ocultos internos (17). Los Adeptos teosóficos dicen que construyen su filosofía en "experimento y deducción" (18), pero su campo de investigación se extiende mucho más allá de la capa física y externa de la Naturaleza.


Referencias

1. Eric J. Lerner, The Big Bang Never Happened, New York: Vintage, 1992, p. 370-1.

2. "Espacio, tiempo y relatividad".
3. Harold Aspden, Creation: The physical truth, Brighton: Book Guild, 2006, p. 82; Harold Aspden, "The heresy of the aether", 1998, www.energyscience.org.uk.

4. Paul LaViolette, Genesis of the Cosmos: The ancient science of continuous creation, Rochester, VE: Bear and Company, 2004; Paul LaViolette, Subquantum Kinetics: A systems approach to physics and cosmology, Alexandria, VA: Starlane Publications, 2da edición, 2003 (www.etheric.com).

6. Genesis of the Cosmos, p. 237-8.
7. Aspden, Creation, www.aspden.org, www.energyscience.org.uk.
8. Harold Aspden, "The Aspden effect", 2002, www.energyscience.org.uk; Creation, p. 20-1.

9. Paulo N. Correa y Alexandra N. Correa, Experimental Aetherometry, vols. 1, 2A & 2B, Concord: Akronos Publishing, 2001, 2003, 2006 (www.aetherometry.com).

10. "Eterometría y gravedad: una introducción".
11. Eugene F. Mallove, "LENR and 'cold fusion' excess heat: their relation to other anomalous microphysical energy experiments and emerging new energy technologies", 2003, www.infinite-energy.com; Paulo N. Correa y Alexandra N. Correa, "The Correa solution to the ‘cold fusion’ enigma", 2004, www.aetherometry.com.

12. Creation, p. 147-57; Harold Aspden, "A problem in plasma science", 2005, www.aetherometry.com.

13. Michael Carrell, "The Correa invention: an overview and an investigation in progress", Infinite Energy, v. 2, 1996, p. 10-14.

14. "Correa Technologies", www.aetherometry.com; Keith Tutt, The Search for Free Energy: A scientific tale of jealousy, genius and electricity, London: Simon & Schuster, 2001, p. 218-22, 315-7.

15. "The infinite divisibility of matter", davidpratt.info.
16. "Worlds within worlds", davidpratt.info.
17. "The Mahatmas", "The Theosophical Mahatmas", davidpratt.info.
18. The Mahatma Letters to A.P. Sinnett, TUP, 2da edición, 1975, p. 144/TPH, ed. cron., 1993, p. 285; "Physical vs. occult science", davidpratt.info.