7 de febrero de 2022

¿Hemos vivido antes? (partes 1 y 2)


Revista "The Theosophical Movement"
Parte I, enero de 2011

A la interrogante en este título podríamos añadir: "¿Cómo obtenemos la respuesta correcta?" El séptimo de los Aforismos Yoga de Patanjali nos dice: "La cognición correcta es resultado de la percepción, la inferencia y el testimonio". Por lo tanto, disponemos de tres enfoques para responder de buena forma a esta inquietud tan filosófica e importante. El primer método es conocer la verdad por percepción directa o experiencia personal; el segundo es llegar a lo real mediante inferencia o deducción, es decir, por el uso de la lógica y el razonamiento; y el tercer enfoque se basa en el testimonio de escrituras místicas autorizadas o individuos versados, y de este modo podemos emplear dichas modalidades para llegar a certidumbres sobre el tema del renacimiento.

La percepción directa es experiencia de primera mano; es lo que Sankara llama aparokshanubhuti, "la vivencia que no se adquiere mediante los ojos de otro". Nuestros cinco sentidos traen datos a la mente; luego ésta adquiere la forma del objeto de percepción, y por lo tanto recibe la impresión o tiene una idea de lo que se percibe, ya sea sonido, aroma, tacto, gusto o visión. Por su parte, la inferencia implica el uso de lógica y razonamiento por analogía y comparación de un objeto en relación con otras cosas conocidas; por ejemplo, si vemos humo podemos inferir la presencia de fuego, y aunque éste no se vea simplemente inferimos su presencia, por cuanto gran parte de nuestra percepción se da en términos de inferencia o atando cabos. En el caso del testimonio o cuando alguien competente comunica verbalmente algo experimentado por él con intención de transmitir a otro su propio conocimiento, se convierte en autoridad o atestación para el oyente.

Tratemos de responder la inquietud planteada sobre la base de nuestra percepción directa. ¿Tenemos alguna experiencia de primera mano o conocimiento de haber vivido antes? No. Para la mayoría de nosotros, no hay una vivencia directa que nos muestre inequívocamente que hemos tenido vidas previas. Por supuesto, de vez en cuando nos encontramos con casos de personas que afirman evocar su vida pasada y reconocen lugares y personas con detalles minuciosos e íntimos, que muestran de manera bastante concluyente que es el mismo individuo que vivió previamente como el señor X o la señora Y, y quien ahora se llama Z. Cientos de estos casos han sido investigados y autenticados de forma científica. 

Hay investigadores que registraron episodios verificados sobre recuerdos de vidas pasadas. El libro "Reincarnation and Biology" de Ian Stevenson (Universidad de Virginia) y "Claims of Reincarnation" del doctor Satwant Pasaria (psicólogo clínico de Bangalore) se basan respectivamente en el estudio de 225 y 500 casos, y han provocado un debate entre los científicos sobre su causa e interpretación. Tales casos son más comunes entre los niños que recuerdan su existencia pasada y luego la olvidan a medida que crecen, siendo éstas también instancias de personas perfectamente comunes que recuerdan su "rol pretérito".

Una breve y encantadora historia apareció en una revista estadounidense de 1915, compartida por un fotógrafo de Minneapolis sobre su hermana menor, a la que también se le permitió contar relatos que contenían fragmentos de verdad mucho más allá de la mera imaginación infantil, y de esta forma su hermana mayor los anotaba en un diario. Una vez, cuando la niña se enojó por cierta razón, amenazó con marcharse y su padre preguntó si se iría al cielo de donde vino. Ella respondió que no había venido de esa parte, y que primero iba a la luna, que solía tener gente antes "de que se hiciera más difícil". Asimismo, la niña sostenía haber estado en la Tierra muchas veces, en ocasiones como hombre y otras como mujer. Una vez fue a Canadá cuando era un hombre llamado Lishus Faber y cuando se le preguntó qué hacía para ganarse la vida, dijo “¡yo era soldado!” y “¡me apoderaba de las entradas!” Su hermana entonces estudió todas los registros historiográficos de Canadá y en una biblioteca halló un viejo libro que contenía un resumen sobre la toma de una pequeña ciudad amurallada por una pequeña compañía de soldados, en la que un joven teniente con su banda "se apoderó de los accesos". ¡Y el nombre de ese líder era Aloysius Le Faber! Es interesante notar que su familia no creía ni sabía nada sobre la doctrina del renacimiento.

Sin embargo, no todos son capaces de recordar su vida pasada, siendo ésta la principal objeción a la doctrina de la reencarnación. No nos damos cuenta de que se olvida gran parte de lo sucedido incluso en la vida actual, y sin embargo no tenemos dudas de que experimentamos nuestra niñez, adolescencia y vida adulta para convertirnos en lo que somos ahora; por tanto, el hecho de que no recordemos conscientemente no es una razón muy persuasiva para rechazar la enseñanza reencarnacionista. Los experimentos en hipnotismo revelan vivencias de la edad temprana -incluida la etapa prenatal- en los más mínimos detalles para demostrar que aquéllas no se pierden, y asimismo la regresión a vidas pretéritas también trae memorias existenciales remotas que indican la presencia de una entidad continua o ser real dentro de cada persona. En realidad, deberíamos estar agradecidos de no rememorar nuestro pasaje por otras vidas, pues -así las cosas- nos resulta difícil manejar las complejidades en las relaciones humanas durante una sóla existencia. ¿Podríamos imaginar nuestro enorme problema si empezáramos a recordar las incidencias buenas y malas de nuestras vidas pasadas? Nos perderíamos en un laberinto, y de este modo es la sabiduría del orden cósmico lo que hace que no recordemos. Incluso la ciencia admite que olvidar es esencial para sobrevivir:

"Sin el olvido, la capacidad adaptativa sufriría; por ejemplo, el comportamiento aprendido que pudo haber sido correcto hace una década [no sería correcto ahora], y también se registran casos de personas que (según los estándares ordinarios) olvidaron tan poco que sus actividades diarias estaban llenas de confusión. Por lo tanto, el olvido parece servir a la supervivencia del individuo y la especie" ("Enciclopedia Británica").

Sin embargo, la Teosofía no considera tales instancias como prueba real de la reencarnación, porque pueden ser simplemente los casos en que un alma investiga los registros astrales sobre la vida de otra persona y los narra como propios de manera inconsciente. Pero podemos confiar en el testimonio de seres espiritualmente perfeccionados como Buda, Mahavira y otros quienes no sólo predicaron esta doctrina, sino que también poseían el conocimiento de encarnaciones pasadas. En el jainismo, se enseña que a medida que avanzamos espiritualmente comenzamos a rememorar una o más existencias pasadas según el nivel de perfección espiritual. En el budismo existe la etapa más elevada de Samma-Sambuddha en donde el individuo obtiene el conocimiento completo de todas las vidas anteriores; de igual forma los llamados "Cuentos de Jataka" constituyen una colección referente a los casos de las existencias vividas por Buda. Una persona corriente acumula reserva de memoria de la infancia a medida que crece, pero en la muerte el cuerpo se destruye junto con el cerebro. En el nuevo nacimiento se adquiere una cobertura física y un cerebro nuevos, y la memoria correspondiente a esa vida se desarrolla a medida que el individuo se hace mayor. Dado que el flamante cerebro no estuvo involucrado en las experiencias de la vida anterior, no se puede esperar que recuerde algo sobre ella, y así es el alma u hombre inmortal que posee esta memoria. Si dicho órgano se hace receptivo a las influencias superiores, entonces es posible que transmita el conocimiento de la existencia anterior como sucede en la persona espiritualmente avanzada.

En la etapa presente de nuestro desarrollo, y ya que no somos capaces de recordar existencias pasadas, podemos recurrir al testimonio de nuestras Escrituras y de los seres espiritualmente sabios, por cuanto debemos estudiar y comprender lo que tienen que decir sobre esta importante doctrina las religiones mundiales ampliamente aceptadas y los individuos místicamente perfeccionados. Las doctrinas de karma y reencarnación son las enseñanzas fundamentales del hinduismo, el jainismo y el budismo. En el cuarto capítulo del Gita, Shri Krishna dice a Arjuna: “Tanto tú como yo hemos pasado por muchos nacimientos, ¡oh, acosador de tus enemigos! Los míos me son conocidos, pero no sabes acerca de los tuyos". Gandhari, madre de cien kauravas, tuvo la terrible desgracia de presenciar la muerte de todos sus hijos y le dijeron que buscara su causa en su vida pasada. Finalmente, llegó a su quincuagésima primera existencia, en que por descuido vertió agua en un hormiguero y mató a cien hormigas, por lo que ahora fue castigada con el deceso de sus vástagos, aunque este caso debe interpretarse alegóricamente.

Jesús y los padres de la Iglesia también creyeron en la reencarnación hasta que se impuso el carácter de anatema a esta idea en el concilio de Constantinopla, alrededor del año 500 d. de C., por cuanto la nueva doctrina enseña que "Dios crea nuevas almas para cada bebé recién nacido". Pero ¿qué base tenemos para afirmar que Jesús creía en la reencarnación? Ese fundamento puede encontrarse en la misma Biblia. La obra "El Océano de la Teosofía" por William Judge nos dice que los cristianos deben recordar que Jesús era judío y debía haber conocido bien las doctrinas que sostenía su pueblo, pues todo hebreo tenía fe en el renacimiento. En la época de Jesús se pensaba que el antiguo profeta Elías aún no había regresado, y el Nazareno dijo a sus discípulos que Juan el Bautista en realidad era el Elías de antaño que la gente esperaba. En su calidad de vidente, Jesús podía mirar hacia el pasado y decir cuál fue el personaje histórico de cualquier persona, y así otorgó los detalles sobre Juan. Si la doctrina fuera falsa y el Mesías no creyera en ella, entonces la habría refutado, pero los judíos siempre aplicaron la misma idea a Adán, David, Moisés, Seth y Abel. Éste último, asesinado por Caín, renació como Seth y luego en Moisés. Caín murió y reencarnó como Yethrokorah, que a su vez falleció y volvió a vivir como el egipcio asesinado por Moisés. Aquí encontramos la confirmación de la creencia del pueblo judío en las doctrinas de Karma y Reencarnación. San Pablo también da la teoría del renacimiento donde se refiere a los casos de Jacob y Esaú, diciendo que el Señor amó a uno y odió al otro antes de que nacieran. Es obvio que el Señor no puede estimar ni aborrecer una cosa que no existe, y eso significa que Jacob y Esaú habían tenido vidas anteriores buena y mala respectivamente; de aquí la postura del Señor o Karma frente a ambos antes que vinieran al mundo. Igualmente, la voz del Todopoderoso dijo a Juan el Revelador que el hombre vencedor no debería "salir más" del cielo, lo cual significa que, por el esfuerzo constante de muchas vidas, el individuo por fin supera los delirios de la materia y ya no tendrá necesidad de emerger a la vida, sino que a partir de ese momento y para siempre será un pilar [de luz] o lo que los teósofos llaman Dhyani-Chohan. Y ésta es exactamente la doctrina antigua y oriental sobre el punto.


Parte II y última, febrero de 2011

Las doctrinas de Karma y Reencarnación son las enseñanzas fundamentales de la Teosofía, y ésta se basa en el conocimiento acumulado o testimonio de los sabios a lo largo de siglos. Enseña que el ser humano tiene una constitución triple: cuerpo, alma y espíritu. El primero es instrumento del alma, que a su vez es el pensador que utiliza el cuerpo para conectarse al mundo y pasar por las experiencias de la vida para llegar a la perfección, pero sobre ambos está el Espíritu, la fuente inmutable e inmortal de todas las fuerzas y la conciencia.

El alma adquiere carácter imperecedero cuando toma la naturaleza del espíritu universal e impersonal. Todo el propósito de la evolución es aprender que en nuestro ámbito interior verdaderamente somos un Espíritu Eterno, el Perceptor y Experimentador. Para esto, el alma primero tiene que pasar por experiencias en los reinos inferiores (como el mineral, vegetal y animal) para alcanzar la etapa humana, y luego esforzarse por llegar la perfección física, intelectual y espiritual. El progreso en los reinos inferiores tiene lugar a través del impulso natural, pero el individuo humano tiene poder para pensar y elegir, o libre albedrío. La evolución está ahora en sus propias manos, pues a diferencia de los animales tiene una mente que puede discriminar entre el bien y el mal. Por lo tanto, el ser humano se vuelve moralmente responsable de sus acciones; puede cooperar con la naturaleza y otros seres para acelerar su progreso o retrasarlo por sus malas acciones.

En un Universo infinito hay posibilidades ilimitadas, y por ende en una sóla vida y entre numerosas aspiraciones somos capaces de perseguir sólo unas pocas, y podemos o no tener éxito en cumplirlas totalmente. ¿Qué pasa entonces? En el capítulo sexto del Gita, Arjuna pregunta a Shri Krishna: ¿qué sucede con la persona que no ha alcanzado la perfección en sus observancias al final de una vida, ya que su mente descontrolada se desvió de la disciplina? ¿Se desperdician sus esfuerzos de esa vida? ¿Tiene que empezar de nuevo? La respuesta de su maestro fue:

"Un hombre así, oh hijo de Pritha, no perece aquí ni en el más allá (...) El hombre cuya devoción ha sido interrumpida por la muerte va a las regiones de los justos, donde vive una inmensidad de años, y luego nace de nuevo en una familia pura y afortunada en la Tierra o incluso en un grupo de personas que están espiritualmente iluminadas (...) Al renacer de este modo, entra en contacto con el conocimiento que le pertenecía en su cuerpo anterior, y desde ese momento lucha más diligentemente hacia la perfección, oh hijo de Kuru" (Gita, VI).

Cada individuo nace en la familia y el entorno que mejor corresponden a sus necesidades kármicas, y vuelve a la vida en compañía de aquéllos con quienes estableció afinidades de amor u odio en vidas pasadas. Además, en el periodo entre dos vidas una persona disfruta de una estadía en las “regiones de los justos” o mundo celestial. Este período para una persona promedio dura entre mil y mil quinientos años, pero se extiende por una "inmensidad de tiempo" para la persona justa y que es bastante lógico, pues si la persona volviera a nacer inmediatamente no habría descanso para el alma agotada. El período de permanencia en el cielo o devachan es tranquilo y permite la asimilación de las nobles aspiraciones. También otorga al alma la oportunidad de renacer en la civilización que ya debe haber cambiado en el período intermedio, y así Krishna dice a Arjuna: "Naciste con un destino divino".

Pero aquéllos que persisten en el mal, encarnación tras encarnación, comienzan un viaje descendente y nacen en el "útero infernal" para finalmente ser destruidos. Esto no significa que un ser humano pueda renacer como animal o criatura inferior, pues la enseñanza oculta sostiene que "fue hombre una vez y siempre lo será". Son sólo los átomos o "vidas" [también elementales en terminología teosófica] usados por el individuo de una forma u otra que, habiendo recibido impulsos e impresiones bestiales, van de regreso a los reinos inferiores haciendo que la serpiente sea más venenosa y la fiera más salvaje, por cuanto un ser humano no puede renacer como animal

Otro concepto erróneo con respecto a la reencarnación es pensar que la misma personalidad es lo que nace de nuevo: el mismo individuo con igual actitud, pensamiento e incluso apariencia. No es así, porque en cada existencia la nueva personalidad asumida por el Ego reencarnado no es la misma que la anterior, sino que es una nueva combinación de acuerdo con el karma de vidas pasadas. La única excepción son los casos de aborto, muerte infantil e idiotez como se menciona en "Isis Develada":

"Por lo tanto, en casos de aborto, de bebés que mueren antes de cierta edad e idiotez congénita e incurable, se ha interrumpido el diseño original de la naturaleza para producir un ser humano perfecto. Así, mientras que la materia burda de cada una de estas varias entidades sufre al dispersarse en la muerte a través del vasto reino del ser, el espíritu inmortal y la mónada astral del individuo -donde ésta última se aparta para animar una cobertura y la primera arroja su luz divina sobre la organización corpórea- deben intentarlo una segunda vez para llevar a cabo el propósito de la inteligencia creativa" (I, 351).

¿Hay alguna forma en que podamos convencer a quienes no creen en la doctrina de la reencarnación? Mientras algunos la rechazan sin pensar apropiadamente, otros la descartan sobre la base del testimonio de sus profetas, que en ocasiones es la versión distorsionada o malinterpretada de las enseñanzas reales de aquéllos por parte de sus seguidores o sacerdotes recientes. Existe una firme creencia de que "sólo hay una vida", después de la cual "vamos a un cielo o infierno sempiternos". Eso nos advierte contra la aceptación indiscriminada del testimonio de los demás, y a este respecto el comentario de Vyasa sobre los aforismos yoga de Patanjali señala que “si el orador original lo ha visto o deducido, generalmente no sospechas de la autoridad; pero cuando un hablante dice cosas cuestionables, ni vistas ni deducidas por sí mismo, es una autoridad falaz” (p. 84), constituyendo un falso testimonio. Además, nuestra percepción directa puede ser defectuosa o ilusoria, como ver al Sol saliendo por el Este y ponerse en el Oeste, o pensar que una cuerda es en realidad una serpiente. Por lo tanto, es importante comprobar la percepción individual y del testimonio varias veces, incluso de alguien a quien podamos respetar inmensamente, razonándolo y verificándolo con la sabiduría tradicional o escritural que se encuentra en otras religiones.

Esto nos lleva al tercer enfoque para llegar a la verdad, o el método de inferencia. Podemos usar la lógica, el razonamiento y los argumentos a favor y en contra para verificar nuestra creencia y ver si pasa la prueba. Por ejemplo, cuestionemos la creencia de que "se crea un alma nueva para cada bebé recién nacido y que 'sólo hay una vida', tras lo cual habrá un cielo o infierno perennes para el alma, dependiendo de cómo hayamos vivido nuestra existencia". La pregunta es: si se genera un alma nueva para cada bebé, ¿por qué algunos niños son concebidos con enfermedades o defectos congénitos, mientras que otros nacen sanos? ¿Por qué algunos nacen en una familia pobre y con padres borrachos que no se preocupan por sus hijos, mientras que otros vienen al mundo en un entorno suntuoso y con progenitores dedicados? Nuestro sentido de justicia se rebela contra tales iniquidades perpetradas por el supuesto "Dios". Además, ¿cómo puede un Dios "justo y misericordioso" echar una persona a un infierno eterno por las malas acciones o recompensarlo con un cielo de igual categoría por sus buenas acciones de una única vida? ¿Acaso no son desproporcionados la pena o premio? Además, el infierno eterno no da a esa persona la oportunidad de transformarse en buena, lo cual se vuelve particularmente terrible en los casos donde la muerte es prematura, sea por accidente, asesinato o pena capital. Sólo las doctrinas del Karma y Reencarnación pueden explicar las miserias e inequidades de la vida y ofrecer consuelo y solución. El karma es el estatuto de la responsabilidad, y la reencarnación el precepto de esperanza: "así como siembras, así cosecharás".

Es aquí en la Tierra donde hemos creado karma en compañía de otras personas, y por lo tanto necesariamente debemos regresar a este plano y con esas almas en una u otra vida para cosechar las consecuencias. El Ego reencarnante busca nacer en una familia que corresponda de forma similar a sus requisitos corporales y ambientales, y asimismo el alma reencarna en una familia con que ha desarrollado vínculos estrechos. De este modo, un hijo descarriado puede nacer de padres buenos en la actualidad porque están conectados por acciones pasadas; es la ocasión de castigar a los padres, pero la oportunidad de reforma para el ungénito. Eso también explica cómo es que se concibe un niño prodigio con soberbias habilidades musicales, matemáticas o intelectuales, y esto simplemente se trata de que el alma puede expresar su aprendizaje pasado porque el instrumento de mente-cuerpo es el correcto. También explica por qué, sin ninguna razón aparente, tendemos a gustar o no a una persona. El "amor a primera vista" o el desagrado instantáneo e intenso por un total extraño son experiencias personales que no pueden explicarse sobre la base de una única vida.

Algunas personas se oponen a lo anterior diciendo que "obtenemos nuestro cuerpo y medio ambiente de nuestros padres". La ley de herencia se presenta como explicación de enfermedades o rasgos mentales en una persona, pero en realidad ese mecanismo es uno de los medios utilizados por el Karma para proporcionar al alma el ambiente apropiado con miras a un mayor progreso o impartir las sanciones necesarias. Si bien da cuenta de las similitudes, hay una gran cantidad de desviaciones que no son consideradas. Toda madre sabe que cada uno de sus hijos es único, como los cinco dedos de nuestra mano; por tanto, si la herencia fuese una "ley infalible", ¿cómo explicamos entonces la desaparición del genio musical de la familia de Bach? ¿O el nacimiento de alguien como Napoleón en una familia común, a diferencia de su genio guerrero?

Cada ser es único. Mientras que la constitución física y composición de todos los seres humanos es más o menos similar, la expresión de inteligencia o conciencia difiere. Algunos científicos atribuyen la aptitud mental a la "calidad del cerebro humano"; no obstante, si la materia gris fuese la verdadera medida de esa facultad, ¿por qué un salvaje que tiene un cerebro similar o incluso superior en comparación con individuos de naciones civilizadas no puede usar esa cualidad? Porque el alma no tiene la experiencia suficiente para hacer un uso completo del instrumento.

Además, las fobias podrían explicarse sobre la base de vidas pasadas. Ciertas personas tienen profundo temor a la altura, el fuego, el agua o los espacios cerrados, y así sucesivamente. Nada en su vida presente podría esclarecer tales temores, y a menudo esto es manifestación de la memoria sobre una existencia anterior. Si el individuo murió en un incendio o se ahogó, su alma puede llevar las fuertes impresiones de esa experiencia en una vida futura que luego puede manifestarse como trastornos fóbicos.

Las recompensas y los castigos son las formas en que el Karma nos trae consecuencias de nuestra acción y pueden llegarnos en esta vida o alguna futura. Lo que nos sucede está estrictamente de acuerdo con nuestra acción; así, el conocimiento de estas leyes proporciona la base para la práctica de la ética. Si una persona se da cuenta de que no hay escape del Karma, evitaría hacer el mal. Ninguna confesión ni declaración sobre la creencia personal en la sangre de Cristo puede absolvernos de nuestros pecados. Si el arrepentimiento es sincero, nos abstendremos de repetir el pecado y también haríamos todo lo que esté a nuestro alcance para reducir el dolor de nuestra víctima; por tanto, esa actitud nos ayudaría a enfrentar las consecuencias cuando ocurran.

La ciencia materialista parece ser el mayor oponente a la teoría de la reencarnación, pero sus pruebas y fundamentos en realidad fortalecen esta doctrina. La ciencia enseña el principio de conservación de la energía, en donde una forma energética puede transformarse en otra, pero sin ser destruida, y mientras las formas cambian, la masa-energía total de nuestro globo permanece constante. Ahora bien, si la "materia" per se es indestructible, ¿no es lógico decir que la "conciencia" que vivifica y mueve la materia también debe ser indestructible? Espíritu y materia son coetáneos y co-eternos en el mundo manifestado:

"Para los conceptos de lógica, coherencia, filosofía profunda, misericordia divina y equidad, esta doctrina de Reencarnación no tiene símil en la Tierra. Es una creencia en un progreso perpetuo para cada Ego encarnado o alma divina en una evolución de lo externo a lo interno, de lo material a lo espiritual, que llega al fin de cada etapa en una unidad absoluta con el Principio divino" ("La Clave de la Teosofía", p. 182).