¿Qué es el autoexamen? Es la evaluación del yo personal/inferior mediante el Ser Superior e Impersonal. La Naturaleza nos obliga a examinar toda nuestra vida en el momento de la muerte, donde vemos con todo detalle las imágenes del proceso existencial en su integridad. Del mismo modo, es menester realizar una autoevaluación al final del día y revisar no sólo los eventos de cada jornada, sino también nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y acciones, sin tratar de explicar o justificar nuestros errores. Debemos tomar nota de nuestros puntos buenos y débiles y determinar el fortalecimiento de los primeros y eliminar las debilidades. Algunas personas comienzan a primera hora de la mañana y continúan hasta el último instante, mientras que otros invierten el proceso comenzando con el último acto y van en retrospectiva.
Si bien podemos realizar un autoexamen al final del día, es necesario practicar la conciencia a lo largo de nuestra vigilia diurna, pues de lo contrario, cuando nos dispongamos a autoevaluarnos, es posible que no recordemos mucho. De vez en cuando tiene que haber un retiro para reflexionar sobre incidentes importantes y cuál fue nuestra reacción, emoción y actitud. En un nivel, la atención plena permite tomar conciencia de nuestros procesos mentales: lo que nos enoja y por qué, con tal de hallar la mejor forma de superar la ira preparándonos para una situación similar a futuro.
Cada uno de nosotros pasa por muchas experiencias en la vida. A menudo escuchamos que la gente dice: "¿Cómo sé lo que tenía que aprender de esta experiencia?" Para asimilar nuestras lecciones en la vida, el análisis introspectivo es igualmente vital. Pasamos por la vida igual como hurgamos los libros: hay lectores voraces que leen muchos textos, pero con superficialidad, al aceptar y rechazar indiscriminadamente los pensamientos allí presentados. Así también, la mayoría de la gente experimenta muchas vivencias presentadas durante el “peregrinaje terrenal”, sin reflexionar sobre ellas ni aprovecharlas como oportunidades para captar dichas lecciones.
Sin embargo, puede haber casos en que no estamos seguros de si hicimos lo correcto o no, o bien puede suceder que nos sintamos muy seguros y que teníamos razón, pero más adelante descubrimos que estábamos equivocados; por lo tanto, es muy importante que exista una base para justificarnos o criticarnos. En lugar de suplicar en nombre de nuestro ser inferior y justificando todas sus faltas, debemos ser nuestros propios evaluadores imparciales, y para ser un buen juez y dirimir de manera ecuánime y correcta, debemos poseer conocimiento.
Por lo anterior, es importante estudiar y comprender las leyes de la vida, la ética y la moral, como también cultivar la discriminación y el desapego. Se sugiere que hagamos un autoexamen a la luz de los Paramitas o Virtudes Trascendentales y de acuerdo con el Ser Superior, ya que de lo contrario no tendríamos ningún criterio para juzgar lo bueno y lo malo. A menudo surge un terrible sentimiento de culpa por la acción incorrecta, y en tal caso podemos adoptar la posición de un observador y permitir que nuestro Ser Superior sea juez, jurado, testigo y ejecutor. Recordemos que es necesario considerar la Ética Universal como nuestra base de juicio y no la moral social o lo que puede haber funcionado para unos pocos individuos. Por ejemplo, algunas personas no arruinarán su relación con los demás bajo la premisa de que "nunca se sabe cuándo podamos necesitar la ayuda de otro" (1). Tal base es limitada y egoísta y va en contra del mantenimiento de las relaciones humanas sobre la base de la HERMANDAD UNIVERSAL.
(1) Helena Blavatsky, en una carta a Alfred Sinnett, terminó diciendo: “Mi amor a la señora Sinnett, y para usted si lo acepta. Atenta PERO NUNCA SERVILMENTE, H.P.B”. Este es un ejemplo de cómo Blavatsky escribía con franqueza (para crear una comprensión profunda) y también preocupación por su destinatario para que reflexionara bien y examinara sus acciones: "Usted no puede dudar de mi amistad y gratitud por su persona y por lo que ha hecho, pero me consideraría la más cruel de las criaturas para leer cómo rebajas al pobre Olcott -cuyos zapatos ninguno de tus teósofos más cultos es digno de desatar- sin decirte lo que pienso de esto. Yo digo que eres injusto y siempre olvidas nuestra posición desventajosa” (“The Letters of H.P. Blavatsky to A.P. Sinnett”, T. Fisher Unwin Ltd., Londres, 1925, carta XXVII, p. 61).
A medida que progresamos, el mal en nosotros asume formas sutiles y difíciles de detectar. Es posible que no odiemos ni tengamos envidia o celos, pero si nos sentimos irritados porque una persona se expresa, se viste o aparenta ser de una determinada forma indica odio en un nivel sutil. El libro “Luz en el Sendero” (Mabel Collins) señala que los vicios del ser humano común experimentan una transformación sutil y reaparecen con un aspecto diferente en el corazón del discípulo, por lo que pasarían desapercibidos si no estamos atentos. Como escribió Gandhi, “podemos no dedicarnos a robar, pero si poseemos aquéllo que no necesitamos, entonces somos como ladrones”.
Además, no sólo debemos considerar nuestros vicios, sino también la autenticidad de nuestras virtudes y sentimientos y el motivo subyacente a las acciones que realizamos. Mencio, uno de los grandes maestros de China, dice:
“Si una persona ama a los demás y ese amor no es devuelto, que se examine a sí misma en cuanto a su amor por otros. Si gobierna a otros, pero su régimen no tiene éxito, que se examine a sí misma en cuanto a su sabiduría. Si dicha persona es gentil con los demás y los otros le responden con descortesía, que se analice a sí misma en cuanto a su verdadero respeto por ellos. Si con lo que hacemos no se logra nuestro objetivo, debemos evaluarnos en cada punto”.
Como el ejercicio del autoexamen continúa día tras día, también es importante determinar si estamos haciendo un esfuerzo genuino para enfrentar nuestras debilidades y fallas. Séneca escribió:
“Todas las noches deberíamos someternos a una revisión: ¿qué debilidad he dominado hoy? ¿A qué pasión me opuse? ¿Qué tentación resistí? Nuestros vicios disminuirán si los llevamos todos los días a la bancarrota”.
No es fácil aceptar con calma nuestras fallas y debilidades, y a menos que se cultive una cierta cantidad de desapego y se asuma la posición de drashta o testigo, el ejercicio de la autoexploración puede generar miedo e incluso depresión, porque lleva nuestra atención a malas tendencias y hábitos objetables. No necesitamos deprimirnos, sino de hecho sentirnos contentos de haber descubierto el tipo de persona que somos. Además, es esencial estudiar otros corazones humanos para tomar conciencia del bien y el mal en una persona desde su perspectiva más amplia, de modo que no nos desequilibremos ni sintamos desesperación al descubrir el mal en nosotros. Como señala “Luz en el Sendero”, "es una especie de bastón en el que apoyarse para saber que otros han seguido ese camino". Por lo tanto, si durante el autoexamen de muchos días resulta obvio que somos codiciosos o que fingimos la mayor parte del tiempo, entonces debemos pensar seriamente que esa debilidad o falta no representa nuestra total persona. “Mi Ser Superior es más grande y poderoso que ese defecto y puedo elevarme por encima de él”.
Siempre se recomienda que ningún autoexamen termine con la observación de las debilidades y flaquezas del ser inferior. El último paso en el ritual de esta introspección es permanecer en la posición de testigo, en unión con nuestra naturaleza divina, y ser gentil con la naturaleza inferior de uno, como una madre que después de reprender al niño que se comportó mal le habla de forma tranquilizadora y lo alienta a seguir madurando. Nuestra mente inferior es producto de la Mente Superior, y también un alumno que puede aprender por medio de la disciplina a lograr mejores cambios.
El autoexamen persistente y el reconocimiento de nuestras imperfecciones pueden dar lugar a una tendencia mórbida, enraizada en el egoísmo (2) o en la fantasía de que "tenemos más fallas que otros" y que "los nuestros son defectos terribles". En nombre de la humildad nos permitimos incurrir en la morbosidad, pues como dicen: “si no podemos ser alguien especialmente 'bueno', queremos ser alguien especialmente 'malo'". En el libro “Cartas que me han ayudado”, William Judge habla sobre la falta de sabiduría que implica "analizar siempre nuestros errores y fallas" y también da el importante consejo de que "lamentarse es un desperdicio de energía".
(2) El autor ha identificado un principio práctico muy útil de la psicología: no sólo se sabe en el esoterismo que el Ego puede actuar para humillarnos o exaltarnos (en este caso, a través de la autoidentificación mórbida con los defectos), aunque también puede crear orgullo cuando nos comportamos mejor. Sin embargo, si se transforma y redirige desde cualquiera de estas tendencias egoístas a través del Raja Yoga y se ponen a su servicio, la personalidad puede ser un gran aliado y ayudante del ser humano.
A muchas personas les disgusta cuando se les muestran sus debilidades o las ven por sí mismas y, por lo tanto, la práctica del autoexamen puede tomar bastante tiempo antes de nos enfrentemos cara a cara con esas fallas y defectos. Sólo cuando la sinceridad auténtica del corazón y la honestidad de la mente estén suficientemente desarrolladas podremos evaluar nuestras debilidades. El primer paso es tomar conciencia, incluso antes de que comencemos el trabajo de transformación; al respecto debemos reflexionar sobre estas palabras de Robert Crosbie:
“Nadie que vea sus errores puede ser un caso sin esperanza. Cuando nos damos cuenta que estamos engañados, en ese momento la ilusión desaparece, aunque nos encontremos rodeados por las consecuencias de esa quimera y tengamos que abrirnos paso a través de ellas. Cualquier problema e impedimento proviene de la autoidentificación con delirios y errores, y éste es el engaño de los engaños”.
Indudablemente, podemos tomar conciencia de nuestros defectos al compararnos con otros compañeros de estudio. Además, los estudiantes mayores y más experimentados pueden señalar las imperfecciones y errores en los aprendices más jóvenes y con menos camino recorrido, pero la mejor manera es tomar conciencia de esos defectos por nosotros mismos. Habiendo notado estos vicios uno debe trabajar de manera constante y sin perder tiempo, aunque también teniendo cuidado de no apresurarse demasiado ni entusiasmarse para lograr mucho en el corto plazo. La planificación de las horas de trabajo, sueño, recreación, etc., es el requisito externo, mientras que las necesidades internas son motivos limpios, pensamientos/sentimientos correctos y asiduidad en la aplicación teosófica. A menos que se cumpla este doble requisito, el autoexamen no tiene sentido.
El método introspectivo es un camino hacia el autoconocimiento. En parte, cada estudiante es un (a) "teósofo (a) de nombre" que sinceramente entiende y adhiere a la Doctrina del Ojo, y es en parte "teósofo (a) por naturaleza" que no sólamente predica sino practica las doctrinas teosóficas y que se ha transmutado a sí mismo (a) para convertirse en devoto (a), una persona "diferente" que vive por y sirve a la Teosofía y la humanidad a través de ella; de esta manera, la autoexaminación nos lleva cada vez más a convertirnos en "teósofos por naturaleza".
(De la revista "The Theosophical Movement", junio 2018).