3 de marzo de 2022

Plotino sobre la belleza y fealdad del alma


Plotino (204-270 d. de C.) fue la figura más influyente entre los neoplatónicos o  la "Escuela Filosófica Ecléctica" fundada por Ammonius Saccas. Fueron los primeros en autodenominarse "teósofos" y eran conocidos también como "filaleteos" -que significa "amantes de la verdad"- y "analogistas" debido a su énfasis en la ley de correspondencia y analogía en las enseñanzas espirituales y filosóficas.

Plotino, a quien algunos consideraban reencarnación de Platón, era tenido en muy alta estima por H.P. Blavatsky -fundadora del Movimiento Teosófico- y dedica algunas páginas en "La Clave de la Teosofía" al hablar sobre Ammonius Saccas y los neoplatónicos, a quienes mencionó por primera vez en su libro "Isis Develada".

Sin embargo, debe entenderse que ni Saccas, ni Plotino ni sus seguidores se refirieron a sí mismos bajo esa denominación ni a sus enseñanzas como "neoplatonismo", siendo éste un término acuñado más de mil años después por académicos como un medio conveniente por el cual describirlos e identificarlos.

En el "Glosario Teosófico", H.P.B. dice de Plotino que era "el más noble, elevado y grandioso de todos los neoplatónicos después de Ammonius Saccas, fundador de la escuela. Fue el más entusiasta de los filaleteos o 'amantes de la verdad', cuyo objetivo era fundar una religión en un sistema de abstracción intelectual, que es verdadera Teosofía, o toda la sustancia del neoplatonismo (…) Él enseñó una doctrina idéntica a la de los vedantinos [es decir, la mayoría de hindúes], a saber, que el Alma-Espíritu que emana del principio deífico del Uno se reunía con Ello luego de su peregrinación".

Blavatsky también escribe que Plotino y Porfirio, su discípulo más cercano, siguieron y practicaron "el entrenamiento indio y genuino de Raj-Yoga que conduce a la unión del Alma con la Superalma o Ser Superior (Buddhi-Manas)".

Ciertamente, las principales luces del neoplatonismo fueron iniciadas por la Doctrina Esotérica o Ciencia Sagrada, conocida como Teosofia o "Sabiduría Divina". De acuerdo con Blavatsky, el neoplatonismo constituyó el último intento en esa era por parte de la Gran Hermandad para presentar la VERDAD en medio de y como fuerza opuesta a toda la falsedad y fraude de la naciente "Iglesia" cristiana. Algunos de los neoplatónicos más conocidos e influyentes posteriores a Ammonius Saccas y Plotino fueron Porfirio, Jámblico, Proclo, Casio Longino y la joven filósofa Hipatia.

Pero la oscuridad siempre ha odiado la luz. Madame Blavatsky nos informa en el segundo volumen de "Isis Develada" que "la dispersión de la escuela ecléctica se había convertido en la esperanza más ferviente de los cristianos, que se había contemplado con intensa ansiedad y finalmente se logró. Los miembros fueron dispersados por la mano de los monstruos Teófilo, el obispo de Alejandría, y su sobrino Cirilo, ¡el asesino de la joven, sabia e inocente Hipatia!”

El salvaje asesinato de la filósofa hizo que se convirtiera “en una masa irreconocible de carne y huesos, convertida en gelatina bajo los golpes de porra de Pedro el Lector (…) su cuerpo joven e inocente cortado en pedazos, la carne arrancada de los huesos por conchas de ostra y el resto lanzado al fuego, por orden del mismo obispo Cirilo”, y esto marcó el ocaso del neoplatonismo y el comienzo de la Edad Oscura, un período en que la mayoría del mundo occidental se hundió en oscuridad mental y espiritual al imponer ignorancia, falsedad y miedo por parte de la "Iglesia" cristiana, que hoy reverencia al hombre que orquestó el asesinato de Hipatia (y también comprobado ladrón y estafador) como uno de los primeros y más grandes “santos” del cristianismo.

Los discursos y tratados escritos por Plotino se conocen colectivamente como “Enéadas”, y lo que sigue es una selección de extractos que capturan la esencia de su famoso primer tratado que se llama “Belleza”:

“Toma por ejemplo un alma fea. Es disoluta, injusta, llena de lujuria, desgarrada por discordia interna, acosada por temores cobardes y envidias mezquinas. En verdad piensa, pero sólo en lo perecedero y en la base. En todo lo perverso y simpatizante de los placeres inmundos, lleva una vida abandonada a la sensación corporal y disfruta de su depravación. ¿No deberíamos decir que esta fealdad le ha llegado como un mal externo, que la ensucia, corrompe y 'grava' con vilezas de todo tipo para que ya no tenga una actividad o sensación de limpieza? Porque la vida que lleva es oscura con el mal, sumida en la muerte múltiple. Ya no ve lo que el alma debería contemplar y no puede descansar dentro de sí misma, sino que siempre se arrastra hacia lo externo, lo más bajo y oscuro. Digo que es una cosa sucia llevada en todas partes por el atractivo de los objetos sensoriales marcados por el cuerpo, siempre inmerso en la materia y aspirando a ésta en sí misma. En su trato con los indignos, ha intercambiado su Idea por una naturaleza ajena a sí misma.

Si alguien está inmerso en barro o embadurnado con él, su belleza nativa desaparece; todo lo que uno ve es el fango con que está cubierto. La fealdad se debe a la materia extraña que lo engalana, y si volviera a ser atractivo tendría que lavarse nuevamente, hacerse lo que era antes. Por lo tanto, tendríamos razón al decir que la fealdad del alma proviene de su mezcla o fusión con el colapso en lo corporal y material, y el alma es fea cuando no es puramente ella misma. Es lo mismo con el oro que se mezcla con partículas terrosas: si se remueven queda el oro y luce hermoso; separado de todo lo que le es extraño, es áureo por su propio material. Así también sucede con el alma; separada de los deseos que le llegan del cuerpo con el que tiene un vínculo demasiado estrecho, limpia de pasiones y liberada de todo lo que la encarnación ha embadurnado o retraído en sí misma otra vez, en ese momento se desvanece la fealdad que es extraña al alma.

Porque es como se dijo en el pasado: 'La templanza, el coraje y cada virtud son purificaciones, incluso la prudencia misma'. Pues, ¿qué otra cosa es la templanza, así llamada correctamente, sino abstenerse de los placeres corporales y rechazarlos más bien como inmundos e indignos de lo limpio? ¿Qué otra cosa es el coraje, sino abandonar el miedo a la muerte, esa simple separación del alma desde el cuerpo, un evento que nadie puede temer y cuya felicidad reside en ser su propio yo sin mezcla? ¿Qué es la magnanimidad, excepto el desprecio de las cosas terrenales? ¿Qué es la prudencia, sino el tipo de pensamiento que aleja al alma de las cosas terrenales y la atrae hacia lo elevado? (...)”.

“Cuanto más intelectiva es [el alma], más hermosa se vuelve. La intelección y todo lo que proviene de ella es para el alma una belleza que es propia y no de otra, porque es entonces cuando el alma es verdaderamente como tal (…) Como una entidad divina y parte de la belleza por así decirlo, en la plenitud de su capacidad el alma hace bello todo lo que toca o controla (...)”. 

¿Cómo es esta visión? ¿Cómo se logra? ¿Cómo se puede ver esta inmensa belleza que habita, por así decirlo, en santuarios interiores y no llega a ser avizorada por lo profano? Que el que pueda levantarse se retraiga en sí mismo, abandone todo lo conocido a los ojos y se desvíe para siempre de la belleza corporal que una vez fue su alegría. No debe anhelar las formas gráciles que aparecen en los cuerpos, sino tratarlas como copias, tracerías, sombras, ni apresurarse hacia lo que dicen. Porque si uno persigue lo que es como una hermosa forma que se mueve sobre el agua, ¿acaso no recuerda el mito acerca de cierto estúpido que se hundió en las profundidades de la corriente, y fue arrastrado a la nada? Así también alguien que es atrapado por la belleza material y no se libera a sí mismo se precipitará, no en el cuerpo, sino en el alma, hacia las profundidades oscuras que la Inteligencia detesta, y donde estando ciego incluso en el Hades sólo transitará allí con sombras como hizo aquí (...) Debemos cerrar los ojos e invocar una nueva forma de ver, una vigilia que es el derecho de nacimiento de todos nosotros, aunque pocos la ponen en práctica (...)”.

“¿Cómo puede uno ver la belleza de un alma buena? Retírate a ti mismo y mira. Si todavía no ves la belleza dentro de ti, haz lo mismo que el escultor de una estatua que se va a embellecer: corta aquí, alisa por allá, haz más clara esta línea, esta otra más pura, hasta que se desengarzan hermosos lineamientos en el mármol. Haz esto también contigo. Corta todo lo que sea excesivo, endereza todo lo torcido, trae luz a todo lo que está cubierto y trabaja para hacer que todo sea un resplandor de belleza. Nunca dejes de 'trabajar en la estatua' hasta que brille sobre ti el resplandor divino de la virtud, hasta que veas la perfecta 'bondad firmemente establecida en el altar incorruptible'. ¿Te has vuelto así? ¿Te ves a ti mismo permaneciendo dentro de ti y en soledad pura? ¿Ya no queda nada que destruya esa unidad interior, ni nada externo se aferra a tu auténtico ser? ¿Eres del todo esa única luz verdadera que no está contenida en el espacio, no se limita a ninguna forma circunscrita ni se difunde como algo sin término, sino siempre inconmensurable y superior a toda medida y toda cantidad? ¿Te ves en ese estado? Entonces te has convertido en la visión misma. Sé de buen corazón. Quedándote aquí has ascendido a lo alto y ya no necesitas una guía. Esfuérzate y contempla.

Sólo el ojo de la mente puede contemplar esta poderosa belleza. Pero si se trata de la contemplación cegada con vicio, impura y sin la fuerza para mirar objetos brillantes, entonces no ve nada incluso si se coloca en presencia de un objeto que se puede ver (…) Que cada uno, por lo tanto, se vuelva bello y divino y lo contemple”.