13 de febrero de 2022

América Precolombina: migraciones, contactos y atlantes (4 de 12)

David Pratt
Mayo 2009, agosto 2011


Contenidos:
 
04. Contactos transpacíficos
-Presencia china
-Presencia japonesa
-Presencia polinésica


04. Contactos transpacíficos

Al parecer existieron intercambios culturales masivos entre Asia y América, particularmente desde comienzos del primer milenio a. de C. hasta fines del primero d. de C. Patrick Huyghe afirma que estas transferencias involucraron "todos los estilos y motivos de arte incluyendo calendarios; desde sistemas de contabilidad a juegos de mesa, plantas, confección de papel y más, por lo que una sola lista de los paralelos ocuparía varias páginas". Dichos ítemes culturales tendieron a hacer su primera aparición en el Nuevo Mundo por toda la costa oeste de América, desde Alaska hasta Perú.

"Al menos deben haberse realizado numerosos viajes ocasionales desde Asia al Nuevo Mundo (...) Muchos de los visitantes llegaron provenientes del sudeste asiático, incluyendo regiones como India, Camboya, Tailandia, Malasia, Indonesia y Java, principalmente en la era moderna, pero la primera contribución y quizá la más importante parece haber venido de China" (1).


Presencia china

Según Gavin Menzies, el almirante Zheng He arribó con una flotilla de barcos a la costa pacífica de Norteamérica en 1421 (1), pero parece ser que fue sólamente el último de una larga serie de viajeros chinos que cruzaron el Pacífico y que tales odiseas se remontan al menos a comienzos del tercer milenio a. de C. Mientras que los eruditos chinos se muestran más abiertos a la posibilidad de viajes transpacíficos desde su país, los arqueólogos norteamericanos son menos entusiastas.

De acuerdo al libro chino Shan Hai Ching ("Clásico de las Montañas y los Mares") escrito en 2.208 a. de C., dos agrimensores llamados Ta-Chang y Shu-Hai fueron enviados a explorar el mundo hace unos 4300 años durante el reinado del emperador Yao. Aunque a menudo la historia se descarta como ficción -e indudablemente ciertas partes de la obra lo son- algunos de los datos en el Shan Hai Ching y que figura en antiguos mapas chinos parecen referir a lugares, características y fauna específicas del continente americano. Uno de esos mapas indica que la Tierra tiene "84.000 lis" (45.060 kms) en cada dirección, comparada con la circunferencia promedio real de 40.041 kms. (2).

Hacia el siglo III a. de C. los chinos construían embarcaciones mercantes oceánicas de hasta 24 mts. de largo y que pesaban 60 toneladas. Según la crónica de Shi-Chi, en el 219 a .de C. y durante el reinado del emperador Shih Huang una flota de barcos conducida por el capitán Tzu Fu dejó China rumbo hacia Fu Sang, una lejana tierra oriental conocida también como la "Isla de los Inmortales", y el propósito era traer las legendarias setas ling shih para el enfermizo emperador. En ocasiones, Fu Sang era un nombre dado a la costa oeste de Norteamérica, pero al parecer en este caso se refería al sur de México. De esta forma la colonia china que se estableció en esa zona tuvo una importante influencia en la civilización maya (ver sección 5) (3).

El primer milenio conoció una gran actividad en los mares del lejano oriente, pues hacia fines de la dinastía Han (202 a. de C-220 d. de C.) los chinos tenían barcos de cuatro mástiles que podían llevar hasta 70 personas y 260 toneladas de cargamento. Según el Chu I Chuan ("Crónicas de los Bárbaros") el monje budista Hui-Shen partió de China en el 458 d. de C. y viajó a través del Océano Pacífico hasta Fu Sang. Permaneció allí por 40 años observando el país, sus gentes y costumbres, su flora y fauna, evangelizó en nombre de su religión y finalmente volvió a China a finales del siglo, y así los chinos consideran su relato como historia, siendo corroborada mucha de su información. Probablemente este monje navegó a través del Pacífico Norte por vía de las islas Kuriles y Aleutianas, bajando luego por las costas de Alaska y California hasta que finalmente arribó a las costas de México (4).

La flota de Zheng He llevó influencias Ming a América a comienzos del siglo XV. El Códice Selden (siglo XV) de Mixtec (México), el cual apareció en China, puede ser una reliquia del comercio ultramar de Ming. Un cuenco de bronce encontrado en el valle del río Sacramento de California y un disco del mismo material proveniente de la costa este tienen inscripciones chinas de tiempos del quinto emperador Ming. El soberano inca Túpac Yupanqui (1471-1493) aseguraba haber navegado con una flota a través del Pacífico a las Indias Orientales en una travesía de ida y vuelta, el mismo tipo de periplo que los Ming ya realizaban en el siglo XV. Además, hacia 1532 y en época de la conquista los hispanos contaron que el inca Atahualpa vestía túnicas de seda, lo cual puede apuntar a una conexión china. En reservas indígenas del noroeste americano ha aparecido un cúmulo de artefactos religiosos chinos de bronce no datados y algunas monedas Ming; también se localizaron jarrones incas con escritura china y petroglifos simbolizando el ying-yang en graffitis peruanos y en California del sur, aunque son imposibles de datar. Entretanto, en el segundo mapa de Ming la península de Florida se muestra con toda claridad, y un explorador florentino posteriormente declaró haber encontrado naranjos y almendros en las Carolinas al norte de Florida, siendo ambas plantas asiáticas. Asimismo los españoles dijeron haber visto amplios huertos de limoneros y granadas cultivados en Perú, y éstas también son especies asiáticas domesticadas (5).

Hace más de 100 años se dragaron anclas chinas de piedra desde la bahía de San Francisco, y a lo largo de toda la costa occidental de América han sido extraídas monedas chinas junto a reliquias budistas de bronce comerciadas u otorgadas como regalo por marinos de paso. En 1882 un minero de Columbia Británica descubrió 30 monedas chinas a 7,6 mts. bajo la superficie, que se cree fueron producidas durante el reinado del emperador Huungt alrededor del 2.637 a. de C. (6).

La rosa cherokee o Rosa laevigata es nativa de China, pero los primeros exploradores europeos la encontraron creciendo en estado salvaje en la parte más austral de América. La rosa de China o Hibiscus rosa sinensis primero fue localizada en Asia y se pensaba que era nativa de China, pero en realidad se originó en América. Los chinos afirmaban haber exportado esta flor a Persia alrededor del 200 a. de C. y dijeron haberla adquirido desde Namviet, una región compuesta por Vietnam del Norte y el sur de China. Por su parte los marinos vietnamitas sostienen que consiguieron la flor largo tiempo atrás desde una gran tierra a través del mar situada "por debajo del horizonte del este" (7).


Presencia japonesa

Aparte de las reivindicaciones nórdicas de arribo en Terranova hacia el 1.000 d. de C., la otra y única afirmación por la que los especialistas de cabecera han mostrado alguna simpatía es de una visita a Ecuador en botes de carga japoneses hace más de 5.500 años (1). La alfarería apareció repentinamente en la cultura de la edad lítica de Valdivia en torno al 3.600 a. de C., siendo ésta una tecnología totalmente formada con un elaborado rango de técnicas decorativas que cambiaron durante los siguientes 2.000 años, pero devinieron más simples en lugar de complejizarse. La alfarería muestra poca o nula conexión con algún estilo americano homólogo más antiguo, pero es asombrosamente similar a la producida por la cultura Jomon en la isla Kyushu (la más austral de Japón) durante el mismo periodo y también el número de similaridades estilísticas descarta la invención independiente.

Inclusive se han desenterrado fragmentos de alfarería más antigua bajo el nivel cultural de Valdivia. Esta alfarería conocida como San Pedro encaja dentro de los rangos de variaciones en la cerámica Valdivia y puede haber sido elaborada por los mismos artistas. Las excavaciones en la costa norte de Columbia desenterraron restos de alfarería datados en el 3.800 a. de C. que comparten rasgos con el periodo cerámico Jomon, pero se asemejan más a la artesanía hallada en Honshu, la isla más grande de Japón. 

Fig. 4.1. Restos cerámicos de la cultura Valdivia (izquierda) y Jomon (derecha) (2).


Fig. 4.2. En las alfarerías de Jomon (arriba) y Valdivia anterior (debajo) se aprecia una técnica para castelar o empuntar el borde del pote (3).

La maza denominada "lucero del alba" es un arma consistente en una cabeza con forma estrellada unida a la empuñadura por medio de un agujero redondo, y que fue utilizada en Japón y Corea, como también en Ecuador, Perú y Bolivia. Las mazas asiáticas similares con cabezas de piedra datan del último periodo Jomon -en torno al 1.000 a. de C.- mientras que en los Andes se elaboraban armas semejantes primero de piedra y más tarde de bronce, datando del 500 al 1.500 d. de C. Puesto que este artefacto se encuentra sólamente en el área de Sudamérica influenciada por los japoneses de Jomon, se deduce que puede haber sido importado por ellos (4).


Presencia polinésica

Los polinesios de Rarotonga en las islas Cook tenían una leyenda sobre una gran expedición que navegó más allá de la Isla de Pascua (Rapa Nui) a una tierra de "cumbres", una posible referencia a los Andes. Otra tradición de Mangareva habla de viajes a lugares llamados Taikoko y Ragiriri, representando la región del Cabo de Hornos al extremo final de Sudamérica y el Estrecho de Magallanes. Existe también una leyenda en las Islas Marquesas sobre una canoa doble muy grande que navegó al este a una tierra llamada Tefiti y el único territorio hacia esa dirección es el continente americano.

La patata dulce (Ipomea batatas) es nativa de Sudamérica y alcanzó Asia en los primeros siglos de nuestra era. La evidencia disponible sugiere que no ingresó a Polinesia desde Asia, sino desde el este, y que la gran variedad de especies de este tubérculo en dicha región pacífica no podría haberse desarrollado en los últimos 500 años. La patata dulce es llamada kumar en la lengua quechua de Perú y Ecuador y kumara en el maorí de Mangareva, Paumotu, Isla de Pascua y Rarotonga. De igual forma, el amplio cúmulo de palabras para designar a la patata dulce en Polinesia indica que era conocida en esa zona por largo tiempo. La evidencia también establece que fue transferida desde Sudamérica a Polinesia en algún momento entre el 400 y el 700 d. de C. a través de Hawai o que pudo haber llegado a Polinesia por Isla de Pascua incluso en una época anterior, por lo que los sudamericanos la llevaron a las islas polinesias, o los nativos de éstas realizaron un viaje de ida y vuelta al territorio austral de América (1).

Es posible que hayan existido contactos entre polinesios y los indios chumash y gabrielino del sur de California. La principal evidencia es la avanzada canoa o barco cosido que se usa en todas partes de las islas polinésicas, pero es desconocida en Norteamérica excepto entre estas dos tribus. La lengua chumash no tiene parientes lingüísticos en otra parte de su continente originario, pero tiene muchas afinidades con la lengua hawaiana. Además, un examen practicado en una momia peruana en el Museo de Bolton reveló que había sido embalsamada usando una resina arbórea extraída de una variedad de conífera que se encuentra sólo en Oceanía y probablemente Nueva Guinea, y tanto la resina como el cuerpo fueron datados con carbono en torno al 1.200 d. de C. (2).

La literatura arqueológica raramente menciona que muchas armas polinésicas típicas de piedra han sido halladas en montículos indígenas norteamericanos y también en sitios sudamericanos, cuyos descubrimientos se localizan a lo largo de la costa pacífica del continente. Algunas calaveras humanas y herramientas de piedra en el sitio arqueológico de Serra da Capivara en el noreste de Brasil tienen características que se asemejan mucho a aquéllas existentes en la Australia y Melanesia contemporáneas de hace 60.000 años (3).

Algunas de las artes, costumbres y creencias religiosas de las tribus en el oeste sudamericano, junto con sus rasgos y color, son muy similares a aquéllos de las comunidades en las islas del Pacífico. Los indios sirionó del este de Bolivia, de los cuales sólo quedan unos 500 miembros, son cazadores-recolectores con características típicamente oceánicas, incluyendo su cabello fino y ligeramente ondulado y las grandes barbas pobladas, sin mostrar parecido a algún otro pueblo indígena conocido. Entre casi todas las tribus del oeste sudamericano encontramos muchas palabras muy semejantes y a menudo idénticas a los vocablos del mismo significado en los dialectos oceánicos (4).