13 de febrero de 2022

América Precolombina: migraciones, contactos y atlantes (3 de 12)

David Pratt
Mayo 2009, agosto 2011


Contenidos:
 
-Presencia griega
-Presencia hebrea
-Presencia egipcia
-Presencia fenicia
-Minería de cobre
-Flora y fauna


Presencia griega

Enrico Mattievich sostiene que varios mitos griegos y romanos reflejan un conocimiento de Sudamérica (1) y además de otras capas de significado, los relatos y leyendas sobre héroes tales como Heracles y Odiseo que viajaban al inframundo (Hades o Tártaro), localizado más allá del océano occidental o bajo tierra, contienen detalles geográficos que podrían derivarse de viajes a las altiplanicies andinas a lo largo del río Amazonas y también a los ríos Marañón y Ucayali de cuya confluencia se origina. Estos ríos corresponden al Styx (Estigia) o Aquerón de la mitología griega, y el bosque sería análogo a los pantanos de Hades. La garganta conocida como Pongo de Manseriche ("puente del miedo") donde el Marañón se une con el Amazonas, contiene un célebre lugar de piedra caliza blanca, la cual equivale a las "rocas blancas" donde convergen los dos grandes ríos del inframundo. Mattievich asegura que los viajes transatlánticos realizados por pueblos mediterráneos como los minoicos, creto-micénicos y aqueos-pelasgos cesaron o fueron extremadamente raros a comienzos del primer milenio a. de C.

Este investigador también afirma que muchos elementos de la mitología griega apuntan a contactos con antiguas culturas americanas. Por ejemplo, en las ruinas del templo principal de Chavín de Huántar en las altiplanicies andinas de Perú -el cual puede datar del 1300 a. de C.- existe una cámara cruciforme que contiene un pilar elaborado en diorita de 4,5 mts. de alto (conocido como el "Lanzón" debido a su parecido a una lanza) en el cual está esculpida la principal deidad del santuario. Esta escultura solía estar suspendida del techo entre dos bloques de granito que formaban parte del piso de la habitación superior donde las víctimas eran sacrificadas y cuya sangre probablemente corría por debajo a la espantosa imagen. La cabeza retratada en ambos lados del Lanzón es sorprendentemente similar a aquélla de la Gorgona griega (Medusa) que a menudo era representada con colmillos, garras y cabello de serpientes. De igual forma, otras imágenes en Chavín de Huántar se asemejan a Cerbero, el perro que custodiaba el Hades (2). 


Fig. 3.4. Arriba: el "Lanzón", Chavín de Huántar. Debajo: cabeza en el lado opuesto de la estatua.

Fig. 3.5. Gorgona de Siracusa (Sicilia), siglo VI a. de C. Los rasgos faciales y el cabello con sus seis espirales son muy similares a aquéllos encontrados en el Lanzón.


Presencia hebrea

Tennessee y Kentucky parecen haber constituido asilo para refugiados judíos luego de sus revueltas contra los pogromos durante los primeros tiempos de la cristiandad, pues en Kentucky se han encontrado varias monedas hebreas inscritas que datan de una rebelión contra Roma en el 132-135 d. de C. También existen varios artefactos localizados que exhiben escritura hebrea, siendo el más importante de ellos la llamada Piedra de Bat Creek (1). 

Fig. 3.6. La Piedra de Bat Creek, recuperada en Tennessee en 1889, mide unos 12 cms. de largo y 5 de ancho, y está inscrita con ocho caracteres paleohebreos de los siglos I ó II d. de C. (2).

La Piedra de Grave Creek es una tableta oval en piedra caliza de 4,8 cms. de ancho y 3,6 de alto que fue extraída en 1838 a una profundidad de 18 mts. desde el montículo de Grave Creek, Virginia Occidental, junto con un esqueleto y brazaletes de cobre. En 1922 un granjero que trabajaba en su campo cerca de Morristown, Tennessee, arrancó con su arado una roca de tamaño similar a la tableta de Grave Creek y tallada con la misma inscripción. Desde entonces, se han encontrado otras dos piedras (una en Ohio y la otra cerca de Braxton Creek, Virginia Occidental) con caracteres idénticos, y los textos de dichos vestigios pueden representar una forma de paleohebreo que data del 250 a. de C. (3).

Fig. 3.7. Molde de la Piedra de Grave Creek.


Presencia egipcia

En 1976 se encontró nicotina en el cuerpo momificado del faraón Ramsés II (quien reinó entre 1279 y 1213 a. de C.) y también en sus vendajes. Para 1992, un examen de nueve momias egipcias en el Museo de Munich -que databan aproximadamente del 1070 a. de C. al 395 d. de C.- halló coca y hachís en todas ellas, y nicotina en el cabello, tejido suave y huesos de ocho individuos. Desde entonces se han llevado a cabo 3.000 pruebas similares en otros cuerpos preservados de entre 800 y 7.000 años de antigüedad y desde países tales como Alemania, China, Sudán o Egipto, y varias de estas muestras también han revelado la presencia de nicotina y/o coca (1).

La hoja de coca es nativa sólo de América y su presencia en las momias egipcias apunta a un contacto comercial entre aquélla y el continente africano. Igualmente, la planta de tabaco es autóctona del Nuevo Mundo, aunque una forma silvestre de dicha especie existe también en algunas partes de África. Las partículas gramaticales para el concepto de "fumar tabaco" son similares en ambos continentes, sugiriendo que incluso antes de la era de Colón hubo visitantes americanos que llevaron esta planta a África, o bien que viajeros negros la trasladaron a América. En esta última región las dos pipas más antiguas hasta la fecha fueron descubiertas en Brasil y Louisiana y datan de unos 1500 años a. de C., sólo 300 años antes que aparecieran pipas líticas en el norte de Siria. Entretanto y para el caso del hachís o la marihuana, estas especies tuvieron su origen en el Asia Central.

En un mural del templo de Hatshepsut en Deir al Bahri se identificaron una mazorca de maíz y una piña, ambas comúnmente consideradas como especies provenientes del Nuevo Mundo. Hace unos 100 años trabajadores agrícolas musulmanes hallaron granos de maíz en un sarcófago egipcio, ¡lo cual incitó a un historiador botánico francés para acusar a los árabes de intentar confundir a los especialistas occidentales! Otros ejemplos son los jeroglíficos egipcios hallados en ruinas antiguas del sur de Chile cerca de la costa atlántica, un tallado en piedra de una esfinge-grifo cerca de Cuzco en Perú y una estatuilla de la diosa Isis y otra de un faraón desconocido descubiertas cerca de San Salvador. Durante el reinado de Hatshepsut se enviaron expediciones a la Tierra de Punt y el primer viaje reportado a esta región fue organizado por el faraón Sahure en torno al 2480 a. de C. Gunnar Thompson sostiene que Punt era una base comercial fenicia cerca del Ecuador emplazada en el continente americano. Asimismo, el Nuevo Mundo fue una importante fuente de cobre el que se encuentra principalmente en los Andes peruanos y la isla Royale del Lago Superior (EEUU). Por su parte, Paul Gallez afirmaba que la Tierra de Punt corresponde a la región peruana de Puno, en las costas del Lago Titicaca, donde existen muchas minas antiguas de oro y antimonio, metales que de acuerdo a la tradición eran traídos desde Punt. De igual manera los botes de juncos usados en el lago Titicaca son casi idénticos a aquéllos empleados en tiempos del antiguo Egipto (2). 

Fig. 3.8. Estatuillas egipcias halladas en El Salvador.

Como ya se mencionó, Barry Fell develó evidencia de una antigua influencia egipcia en ciertas lenguas de los nativos americanos. A comienzos del siglo XX, se encontró un objeto ritual mortuorio en un antiguo montículo sepulcral de Libertyville, Illinois, que parece haber sido confeccionado durante la dinastía 26° (Saíta) en Egipto, que se inició en torno al 685 a .de C. Este artefacto finamente elaborado tiene 23 cms. de alto, está hecho de esteatita y representa a un hombre que lleva una especie de vestido ajustado y sostiene un cayado pastoril en la mano izquierda y un mayal en la derecha (3). 

Fig. 3.9. Estatuilla egipcia encontrada en Libertyville, Illinois (4).


Presencia fenicia

Gran parte del comercio en Egipto era administrado por los fenicios quienes eran conocidos en el Antiguo Testamento como "canaanitas" por ser originarios de Canaán o la "tierra púrpura", nombre que se traduce en griego como "Fenicia". Esta denominación es una referencia al teñido púrpura que los fenicios extraían de un molusco, y el químico extraído de dicho animal también era utilizado en el Nuevo Mundo precolombino, desde México hasta Ecuador. Como en el Mediterráneo, el color púrpura era símbolo de riqueza, estatus y fertilidad en Mesoamérica y el norte de Sudamérica. La extracción y el proceso de teñido era una actividad extremadamente laboriosa, por cuanto los fenicios pueden haberla introducido en el Nuevo Mundo (1).

Luego que los españoles hubieran invadido Perú en la década de 1530, el historiador hispano José de Acosta se convenció de que sus compatriotas habían encontrado el sitio perdido de las minas del rey Salomón. Gunnar Thompson sostiene que los pozos mineros vacíos que encontraron habían sido hechos previamente por los fenicios, y así los peruanos ganaban una porción del oro extraído aparte de herramientas metálicas importadas y textiles, aprendiendo también los secretos fenicios sobre la aleación de cobre y estaño para producir bronce y una variedad de técnicas de moldeado metálico para manufacturar armas y joyería; además, los fenicios habrían dejado algunas inscripciones (2).

En 1787 un grupo de trabajadores desenterró un caudal de monedas en Massachusetts, acuñadas en el siglo III a. de C. y que mostraban breves pictogramas en cúfico, escritura usada por los cartagineses (fenicios asentados en el Mediterráneo occidental) y también otras monedas cartaginesas más antiguas han sido halladas en tiempos recientes. En un sitio amerindio de New Hampshire se localizó una lámpara de aceite del Mediterráneo oriental, datada en el siglo III a. de C., y una hoja de hierro de una antigua espada ibérica que mostraba una inscripción perteneciente a la misma cultura (3).


Minería de cobre

En la región norteamericana de los Grandes Lagos y durante el pasado remoto tuvo lugar una intensa minería cuprífera. En la Isla Royale del Lago Superior se encuentran unas 2.000 minas antiguas de cobre a cielo abierto, junto a otras 5.000 más que se extienden por 1.600 kms. a lo largo de las costas sureñas en la península Keweenaw (Michigan). Se piensa que la minería puede haber comenzado en épocas tan lejanas como el séptimo o quinto milenio a. de C., y que el período de explotación más importante ocurrió entre el 3.000 y el 1.200 a. de C. En contraste, los indígenas tardíos fueron esencialmente una cultura de la Edad de Piedra con pocas herramientas metálicas, si es que tuvieron alguna. Las estimaciones sobre la cantidad total de cobre extraído van de las 9.000 a las 680.000 toneladas, mientras que todos los artefactos indígenas de este metal hallados en tumbas y escondites norteamericanos no exceden las 4,5 toneladas, lo cual sugiere que un volumen considerable de cobre de alta pureza fue trasladado por vía marítima, quizás a la Europa de la Edad del Bronce (1), y así los fenicios-egipcios, minoicos, celtas y nórdicos podrían haber utilizado parte de esta extracción.

El Instituto Smithsoniano posee una muestra que representa a indígenas de aspecto primitivo en ropas de tela y que rompen trozos de cobre con rocas, y de hecho, se han descubierto más de 200.000 martillos de piedra antiguos. Cerca de las riberas del Lago Superior se localizó un canto rodado de cobre que pesa más de 2,6 toneladas exhibiendo marcas que muestran las partes donde los trozos habían sido desprendidos con martillos líticos, pero no está claro cómo estos vestigios enormes fueron extraídos y transportados. Los expertos británicos confesaron no conocer método alguno capaz de trabajar cantos rodados que pesaran 1,8 toneladas o más, y aunque el foso promedio del yacimiento tenía cerca de 6 mts. en diámetro y 9 de profundidad, en algunos casos se cavaron grandes zanjas de 30 mts. de largo y hasta 18 mts. en roca sólida. También es relevante que el tamaño del grano en muchos objetos de cobre indica que se utilizaron temperaturas de 700, 800 o incluso 1.000°C, mucho más de lo necesario para suavizar el metal y emplearlo en trabajos posteriores (2). 


Flora y fauna
 
Una extensa investigación realizada por John Sorenson y Carl Johannessen reveló que 98 especies de plantas (principalmente cultivares) estaban presentes en los hemisferios oriental y occidental antes del primer viaje de Colón a América, y además, que 21 especies de microfauna y 6 variedades mayores de animales eran comunes entre el Viejo y el Nuevo Mundo, lo que también puede ser el caso para otros 70 organismos, aunque se necesitan estudios adicionales. Sorenson y Johannessen sostienen que esta distribución bihemisférica no pudo haberse debido sólamente a mecanismos naturales de transferencia o a migraciones humanas al Nuevo Mundo mediante el Estrecho de Behring, y dicen: "La única explicación posible para estos hallazgos es que se realizó un número considerable de viajes transoceánicos en ambas direcciones a través de los dos grandes océanos entre el séptimo milenio a. de C. y la época europea de los descubrimientos" (1).

Anteriormente se mencionó el descubrimiento de nicotina (Nicotiana tabacum) y coca (Erythroxylon) en momias egipcias que demuestra la transferencia precolombina de estas plantas desde América. Algunas de dichas momias también contenían trazas de hachís (Cannabis sattiva) la cual ha sido usada por largo tiempo como psicotrópico en Asia. De igual forma se han identificado residuos químicos de hachís, junto con tabaco y coca, en momias peruanas datadas entre el 100 al 1.500 d. de C., indicando que el hachís debe haber sido llevado a América en una época no posterior al 100 d. de C. ya sea de India (por el Pacífico) u Oriente Medio (por el Atlántico) (2). Dados estos hechos, no es sorprendente que el escarabajo de las camas (Alphitobius diaperinus) y el gorgojo del pan (Stegobium paniceum), ambos de Eurasia, también hayan formado parte de momias peruanas datadas en el siglo XIII d. de C. (3).

La distribución de diferentes especies de algodón (Gossypium) indica una larga historia de viajes transoceánicos, pues la evidencia cromosómica señala que una especie de esta planta fue llevada desde el sur de Asia (probablemente India) a América en una fecha temprana, quizás en el quinto milenio a. de C., donde se hibridizó con una forma nativa, y antes del tiempo de Colón los algodones americanos eran transportados por embarcación a África, como asimismo otra especie de este último continente se llevó a Mesoamérica. Los algodones del Nuevo Mundo también fueron exportados a la Polinesia oriental, mientras que su utilización en Sudamérica se remonta al cuarto milenio a. de C. Los dos tipos de telar usados por los peruanos igualmente fueron empleados en Egipto y es probable que uno de ellos tenga sus orígenes en Mesopotamia (4).


Referencias

1. James P. Grimes, "The pre-Columbian connection: ancient transatlantic ships", en Joseph (editor), Unearthing Ancient America, p. 225-34.

 
Graffiti

1. Barry Fell, America B.C.: Ancient settlers in the New World, New York: Pocket Books, 1989; Huyghe, Columbus Was Last, p. 65-81.

2. America B.C., p. 5-7.
3. Columbus Was Last, p. 57-64.
4. John Gallagher, "Dighton Rock: the ancient enigma of Massachusetts", en Unearthing Ancient America, p. 90-4.

5. http://en.wikipedia.org/wiki/File:Dighton_Rock-Davis_photograph.jpg.

 
Presencia romana

1. Thompson, Secret Voyages to the New World, p. 42-3.
2. Unearthing Ancient America, p. 232-3; Andrew Collins, Gateway to Atlantis: The search for the source of a lost civilisation, London: Headline, 2000, p. 147-50; Gary Fretz, "The first Europeans to reach the New World", www.freerepublic.com/focus/f-news/1038045/posts.

3. www.faculty.ucr.edu/~legneref/ethnic/jpg/fig76.jpg.
4. http://encycl.opentopia.com/term/Pre-Columbian_trans-oceanic_contact.
5. Lloyd Hornbostel, "A Roman-era figurine recovered off New Jersey", en Unearthing Ancient America, p. 141-3; Columbus Was Last, p. 97-8; Gateway to Atlantis, p. 152.

6. J. Huston McCulloch, "A few coin finds", 2001, www.econ.ohio-state.edu/jhm/arch/coins/coins.htm.

7. Secret Voyages to the New World, p. 43.

 
Presencia griega

1. Enrico Mattievich, Journey to the Mythological Inferno: America’s discovery by the ancient Greeks, Denver, CO: Rogem Press, 2010.

2. Ibídem, p. 25-7, 62-70.

 
Presencia hebrea

1. Columbus Was Last, p. 98-100.
2. J. Huston McCulloch, "The Bat Creek Stone", 2005, www.econ.ohio-state.edu/jhm/arch/batcrk.html.

3. Wayne May, "The lost inscription of Grave Creek", en Unearthing Ancient America, p. 45-9; Ida Jane Meadows Gallagher, "The Grave Creek Tablet is genuine", en ibídem, p. 50-3; J. Huston McCulloch, "The Grave Creek Stone", 2008, www.econ.ohio-state.edu/jhm/arch/grvcrk.html.

 
Presencia egipcia

1. Gateway to Atlantis, p. 115-26; John L. Sorenson y Carl L. Johannessen, "Scientific evidence for preColumbian transoceanic voyages to and from the Americas", Sino-Platonic Papers, n° 133, 2004, p. 1011, 13, 99, 134-7.

2. Secret Voyages to the New World, p. 16-17, 26-7; Rick Sanders, "Where is Punt, the 'Land of God'?", 21st Century Science & Technology, 2009, p. 54-7.

3. Wayne May, "An ancient Egyptian statuette found in Illinois", en Unearthing Ancient America, p. 13-24.

4. www.ancientamerican.com/issue64.htm.

 
Presencia fenicia

1. Robert M. Schoch y Robert Aquinas McNally, Voyages of the Pyramid Builders: The true origins of the pyramids from lost Egypt to ancient America, New York: Tarcher/Putnam, 2003, p. 130-1.

2. Secret Voyages to the New World, p. 35-6.
3. Gateway to Atlantis, p. 145-6.

 
Minería de cobre

1. W.R. Corliss (compilación), Ancient Infrastructure: Remarkable roads, mines, walls, mounds, stone circles, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1999, p. 109-13.

2. Fred C. Rydholm, "An achievement to rival the pyramids", en Unearthing Ancient America, p. 114-23; Gregory L. Little, John Van Auken y Lora Little, Mound Builders: Edgar Cayce’s forgotten record of ancient America, Memphis, TN: Eagle Wing Books, 2001, p. 73; David Hatcher Childress, Lost Cities of North & Central America, Stelle, IL: Adventures Unlimited Press, 1992, p. 375-6.

 
Flora y fauna

1. "Scientific evidence for pre-Columbian transoceanic voyages to and from the Americas", p. 1.

2. Ibídem, p. 74-5.
3. Ibídem, p. 41, 44, 196, 203.
4. Ibídem, p. 11-12, 100-11; Voyages of the Pyramid Builders, p. 128-30.