26 de febrero de 2022

Economía: desarrollo histórico y advertencias (3 de 6)

David Pratt
Octubre de 2019


Contenidos:

08. Evolución del capitalismo
-Globalización
-Presente y futuro


08. Evolución del capitalismo

Tras una serie de auges y caídas en el siglo XIX, la primera crisis verdaderamente internacional ocurrió en 1873, lo cual marcó el comienzo de una depresión que duró hasta 1897, la primera de tres recesiones importantes (largos períodos de crecimiento bajo el promedio) que el capitalismo ha experimentado hasta la fecha. Este evento proporcionó el impulso para el desarrollo del imperialismo moderno, caracterizado por la exportación masiva de capital a otros países (es decir, inversión extranjera), el surgimiento de compañías con fondos compartidos y el papel dominante del capital financiero. Las principales potencias dividieron el mundo en zonas de influencia, al tiempo que la ascendencia anterior de Gran Bretaña comenzó a declinar, y los antagonismos resultantes condujeron a la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
 
La recuperación económica posterior fue seguida en 1929 por un colapso del mercado de valores que desencadenó la Gran Depresión (1929-1939), reduciendo la productividad mundial a la mitad y el comercio global en dos tercios. En Estados Unidos, la riqueza nacional se desplomó un 59% entre 1929-1933 y 30 millones de personas no tenían trabajo en las principales naciones industriales, con 6 millones sólo en Alemania. Los regímenes fascistas llegaron al poder en éste último país y Japón, y su persistencia para obtener una mayor parte del botín llevó a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
 
La enorme destrucción del valor del capital causada por ambas conflagraciones mundiales y la Gran Depresión, junto con las derrotas sufridas por el movimiento obrero, allanaron el camino para el auge de la posguerra, el mayor en la historia del capitalismo. Estados Unidos surgió como la potencia planetaria dominante, y a través del Plan Marshall (1947-1951) proporcionó US$ 13 mil millones en ayuda económica a Europa Occidental con el fin de impulsar la producción manufacturera, crear demanda para las exportaciones estadounidenses y garantizar la estabilidad política; igualmente entregó una colaboración similar a los nipones devastados por la guerra.
 
Bajo el sistema Bretton Woods de posguerra, las principales potencias económicas vincularon sus monedas al dólar estadounidense, que a su vez estaba relacionado con el patrón oro. Este esquema fue robustecido por el recién formado Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, mientras que el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) estableció el marco para un mayor intercambio global y libre. En 1971 Estados Unidos abandonó el patrón oro, pero el dólar estadounidense siguió siendo la moneda de reserva dominante del mundo, respaldada por su poderío militar.
 
El auge de la posguerra vio alzas masivas en la productividad que superaron con creces los aumentos en salarios. También hubo una gran expansión del crédito tanto a nivel nacional como internacional, y una creciente intervención estatal en la economía de muchos países. Para mantener el crecimiento económico, el Estado puede intervenir de varias maneras: por ejemplo, nacionalizando las industrias menos rentables, estimulando la producción mediante financiamiento deficitario y órdenes estatales, o manteniendo la fuerza laboral con la provisión de servicios de bienestar y garantizando el empleo, pero la intervención estatal es un proceso contradictorio. El gasto del gobierno en asistencia médica, educación, servicios sociales, desempleo y beneficios de seguridad social es "improductivo", es decir, no crea nueva riqueza, y se financia en gran medida con los impuestos sobre ganancias y salarios. Para mantener sus rentabilidades, las empresas particulares se ven obligadas a invertir en cada vez más maquinaria, lo que a fin de cuentas socava aún más la tasa de ganancia.
 
La caída de rentabilidad durante los '60 preparó el camino para el final del boom de posguerra. Ocurrieron recesiones en 1974-1975 (desencadenada por un fuerte aumento de los precios del petróleo), 1980-1982 (cuya causa fue la burbuja inmobiliaria en Europa y una crisis manufacturera en las principales economías), 1990-1992 (guerra de Irak y precios del crudo) y 2001 (estallido de la burbuja en el mercado de valores dotcom o empresas de internet). El posterior "auge" impulsado por la deuda fue seguido por la Gran Recesión de 2008-2009, detonada por el colapso de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, la consiguiente contracción del crédito mundial y el decremento de la demanda entre los consumidores. El telón de fondo para todas estas emergencias fue la disminución de la rentabilidad del capital productivo.
 
Para compensar la merma en la tasa de ganancia de los sectores productivos, existe una propensidad a tratar de ganar dinero apostando en la bolsa de valores y haciendo inversiones especulativas en acciones y bonos. Cuando los precios de las acciones y otros bienes financieros están aumentando, todo el mundo quiere comprarlos, provocando una "burbuja", pero tarde o temprano los inversores descubren que los activos no valen lo que están pagando por ellos y la "pompa" explota. Además, la especulación financiera no es una actividad productiva sino parasitaria; el dinero obtenido es una redistribución de las ganancias reales y no representa la riqueza recién creada.
 
El auge inmobiliario de Estados Unidos en mitad de la década 2000, combinado con tasas de interés cercanas a cero, llevó a varios prestamistas a ofrecer créditos hipotecarios a personas con mal financiamiento. Cuando estalló la burbuja inmobiliaria en 2007, muchos prestatarios no pudieron realizar los pagos de sus hipotecas de alto riesgo. El colapso provocó la quiebra en docenas de bancos, enormes pérdidas en Wall Street y también para las instituciones de todo el mundo, debido al vasto comercio de valores conexos a garantías de riesgo elevado.

Activos financieros relativos a la renta personal disponible (silverdoctors.com).

"Hemos visto que las acciones, los bonos y bienes inmuebles se han sobrevalorado tanto como cualquiera de ellos individualmente en este país [EE.UU.]. El resultado final de toda esta impresión de dinero y manipulación en las tasas de interés es la peor expansión económica a partir de la Gran Depresión, y la mayor desigualdad en riqueza desde ese período" (Jesse Felder).

Desigualdad estadounidense: los ricos se hacen más ricos y los pobres agravan su condición (reuters.com).

Las políticas keynesianas tradicionales pueden haber prolongado el auge de posguerra, pero no pudieron evitar las crisis de los años '70 cuando las economías capitalistas experimentaron una creciente inflación y desempleo al mismo tiempo ("estanflación"), un fenómeno inexplicable para la economía neoclásica y particularmente la teoría keynesiana que calculó un desempate entre ambos factores. Los gobiernos de Europa, EE.UU. y Japón recurrieron cada vez más a políticas monetaristas/neoliberales con ataques a los derechos de trabajadores y al nivel de vida, recortes de impuestos corporativos, disminuciones en el gasto estatal, privatización y desregulación del mercado.
 
La proporción de ganancia era baja a principios de los '80 y nunca se recuperó de manera sostenida porque se destruyó mucho menos valor de capital que durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Para evitar que se repitiera la radicalización de los trabajadores ocurrida durante la Depresión, los formuladores de políticas utilizaron financiamiento/garantías de deuda para retrasar y reducir la destrucción de capital. Aunque estas medidas han impulsado artificialmente la rentabilidad y el crecimiento económico, lo han hecho en una manera insostenible que ha conducido reiteradamente a burbujas y crisis de deuda.
 
La desaceleración en los '90 siguió a un período de neoliberalismo, pero estos planes de acción -como las políticas keynesianas anteriores- no causaron las crisis y tampoco pudieron evitarlas. En Estados Unidos, los ingresos de los trabajadores han crecido lentamente desde los '70, pero su participación en el ingreso nacional no ha disminuido. Esto significa que, al contrario de lo sostenido por los subconsumistas, la acumulación de deuda no se basó en la caída salarial de los operarios. Algunos economistas han atribuido el último receso a una "financiarización", esto es, la ampliación del sector bursátil y un incremento de inversiones especulativas y basadas en el crédito, en una variedad de instrumentos financieros con riesgo elevado. Sin embargo, la razón por la que los inversores han inyectado más dinero en la especulación financiera es la baja rentabilidad en la esfera productiva. En Estados Unidos, la participación de las finanzas en el producto interno bruto (PIB) creció del 14 al 21% entre 1960 y 2017, mientras que la manufactura cayó de 27 al 11%, y el comercio disminuyó de 17 al 12% (globalresearch.ca).
 
En 2003 el Premio Nobel de Economía Robert Lucas declaró que el problema de prevenir las depresiones económicas "había sido resuelto". Los modelos macroeconómicos convencionales, como los altamente complejos del Equilibrio General Dinámico-Estocástico (DSGE), no pudieron predecir el colapso de 2008, la mayor crisis a partir de los años '30; de hecho y utilizando paradigmas DSGE, las entidades oficiales como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico pronosticaban que 2008 "sería un año excelente". Los estándares suponen que la economía capitalista es un sistema estable que siempre vuelve al equilibrio (oferta=demanda) luego de un shock e ignoran el sector financiero, la deuda privada y la creciente desigualdad (Keen, 2017), mientras que Yanis Varoufakis (2013, cap. 5) caracteriza tales modelos como "superstición matematizada".
 
Los gobiernos respondieron al colapso de 2008 utilizando dinero de los contribuyentes para apuntalar y rescatar a las instituciones financieras clave, cuyo fracaso podía causar el derrumbe de todo el sistema bursátil. Esa medida ha aumentado el "riesgo moral", esto es, que los prestamistas y accionistas ahora tienen un "incentivo" aún mayor para participar en una toma de riesgos imprudente, pues saben que los contribuyentes finalmente pagarán la factura por las pérdidas resultantes. De este modo, al parecer existe poca o nula voluntad política para introducir regulaciones con miras a reducir tales prácticas.
 
Generalmente los bancos centrales tratan de estimular la inversión reduciendo las tasas de interés. Desde 2008 el Banco Central Europeo y las instituciones homónimas de Suiza, Dinamarca, Suecia y Japón han adoptado la política no convencional de tasas de interés negativas. Esto significa que a los organismos financieros se les cobran intereses por depositar el exceso de efectivo con ellas, con la esperanza de alentar los préstamos a empresas y consumidores. Sin embargo, los índices negativos no han tenido éxito, ya que adicionalmente reducen el margen que las corporaciones monetarias obtienen de dichos empréstitos (reuters.com). Tras la crisis de 2008, los bancos centrales también adoptaron la política poco habitual de inyectar dinero extra en la economía comprando bonos gubernamentales, corporativos e hipotecarios de bancos, pero esta política de "facilidades cuantitativas" tampoco ha logrado impulsar los préstamos, la inversión y el crecimiento.

 
Globalización

La primera ola de globalización -o el fenómeno que implica reducir las barreras comerciales y atenuar restricciones en los flujos de capital transfronterizo- comenzó en el siglo XIX y llegó a su fin al inicio de la Primera Guerra Mundial, caracterizándose principalmente por el aumento y posterior colapso del comercio intraeuropeo. La segunda oleada se produjo luego de la Segunda Guerra Mundial, donde se recuperó la compraventa dentro de Europa y la parte occidental de ésta también negoció cada vez más con Asia, América y en menor medida África y Oceanía. La expansión del intercambio fue posible en gran parte gracias a las reducciones en los costos de transacción derivados de avances tecnológicos, como el desarrollo de la aviación civil comercial. A fines de los '80 tuvieron lugar nuevos incrementos en el libre mercado mundial y flujos de capital. Para hoy, se exporta aproximadamente una cuarta parte de la producción mundial íntegra, y casi el 30% del valor de las exportaciones globales proviene de insumos extranjeros.

"Exportaciones de Europa Occidental por región de destino (% PIB). Los datos corresponden a tasas de exportaciones/PIB. Por ejemplo, la serie llamada 'Europa Occidental-Europa Occidental' alude a la suma de las exportaciones entre todos los países de esa zona, dividida por el PIB de igual región; y la serie nombrada 'Europa Occidental-Asia' representa el total de exportaciones desde la primera al continente asiático, dividido por el PIB de aquélla. Todos los cálculos corresponden a estimaciones de intercambio mercantil a partir de datos diádicos de transacciones". Fuente: Fouquin & Hugot; CEPII, 2016 (ourworldindata.org).
 
La mayoría de colonias en África, Asia y América Latina obtuvo su independencia tras la Segunda Guerra Mundial, a menudo como efecto de luchas prolongadas y sangrientas contra las potencias coloniales, pero su sometimiento económico a los países más ricos continuó y muchas de esas zonas permanecen en un severo subdesarrollo. Gracias a su inmensa mano de obra barata y a menudo no sindicalizada, la tasa de retorno de inversión en los países retrasados puede ser el doble que en las naciones industrializadas. Los índices salariales en China e India varían del 10 al 25% respecto a aquéllos de trabajadores comparables en Estados Unidos y el resto del mundo más adelantado.
 
Los siguientes dos cuadros muestran cómo los niveles/esperanza de vida han cambiado con el tiempo en diferentes partes del mundo, y por supuesto las cifras promedio ocultan grandes disparidades al interior de los países. Hoy más de 800 millones de personas -aproximadamente una de cada 10- están desnutridas y un niño muere de hambre cada 10 segundos; al mismo tiempo, 1.900 millones de individuos tiene sobrepeso u obesidad (worldhunger.org).

"Promedio del PIB per cápita en países y regiones; ajustado para cambios de precios en el tiempo (inflación) y diferencias de valores entre países, y está medido en moneda internacional (precios 2011). Nota: las series se ajustaron para diferencias de precios entre naciones, utilizando múltiples años como cotas de referencia, y de este modo son apropiadas para comparaciones a través del país sobre niveles de ingreso y en diferentes momentos". Fuente: Maddison Project Database, 2018 (ourworldindata.org).

"Expectativa de vida mundial en 1800, 1950 y 2012. Los países se ordenan a lo largo del eje X (ascendente) junto con la esperanza de vida. Se muestra la información para casi todas las naciones, pero no todos los puntos de datos se nombran con el país" (gapminder.org). En la actualidad, ningún país tiene un ratio de longevidad promedio más bajo que las naciones con el índice más alto en 1800 (ourworldindata.org).
 
A principios de los '80 estalló una crisis de deuda en el Tercer Mundo, porque los enormes aumentos de las tasas de interés hicieron que muchos países en desarrollo no pudieran pagar los préstamos que habían recibido de bancos occidentales con fines de crecimiento económico. Varios se vieron obligados a recurrir al FMI, que proporcionó asistencia financiera adicional sólo a condición de que recortaran el gasto público en salud y educación, introdujeran medidas de austeridad y vendiesen valiosos activos públicos (directivas acuíferas, telecomunicaciones, etc.) a empresas occidentales, lo que provocó un descontento social masivo.
 
Tradicionalmente, el imperialismo ha implicado la exportación de capital, que puede tomar tres formas: a) inversión extranjera directa (IED), que denota establecer o adquirir empresas en el extranjero; b) inversión de cartera, es decir, erogar en acciones y valores extranjeros, que a diferencia de la IED no otorga al inversor una participación mayoritaria en empresas foráneas, y c) préstamos. En los últimos tiempos la IED ha aumentado el doble de rápido que el comercio, mientras que la inversión de cartera escala aún más, pero la exportación de capital fue superada por la práctica en las empresas transnacionales de externalizar sus procesos de producción a países de bajos salarios (China, Bangladesh, Vietnam, México, etc.), donde hacen un uso cada vez mayor de proveedores formalmente independientes en lugar de sus propias subsidiarias (Smith, 2016). Alrededor del 80% del comercio mundial está vinculado a las redes productivas internacionales de estas corporaciones, que suelen llamarse "cadenas de valor globales" (unctad.org).
 
Para 2010 la fuerza de trabajo industrial se había reducido a 145 millones en las economías capitalistas maduras, pero aumentó a 541 millones en los países menos desarrollados. Se han perdido muchísimos empleos manufactureros en los sectores industrializados, a medida que las empresas buscan mano de obra superexplotable en las naciones más pobres. Antes de la era neoliberal, las regiones en desarrollo exportaban principalmente materias primas y productos manufacturados traídos del exterior. En 1970, apenas el 10% de las importaciones fabricadas de países ricos provenía de pueblos en desarrollo, pero hacia el cambio de milenio la cifra subió al 50%.
 
Desde principios de los '90 la proporción del ingreso interno que se destina a mano de obra ha disminuido en casi tres cuartos de los 69 países con información disponible, y a menudo este decremento es mayor en países emergentes y en desarrollo que los avanzados. En Asia y África dicho cociente disminuyó en 10 puntos porcentuales entre 2000 y 2011 (Smith, 2016). La "opinión" común es que "los trabajadores deben laborar cada vez más duro" por menos dinero, con menos derechos y un mayor riesgo de ser despedidos. Incluso en Gran Bretaña hay 2 millones de trabajadores con "contratos de cero horas", es decir, aceptan estar disponibles para operar cuando sea necesario y generalmente por un salario mínimo. A partir de los años '80 la pobreza se incrementó entre el 10% inferior de los grupos familiares en el "norte" capitalista, incluyendo Estados Unidos.
 
Existe una asimetría básica entre el capital universal y la mano de obra global: en gran medida el primero es libre de recorrer el mundo a voluntad buscando mano de obra más barata y mayores ganancias, mientras que los trabajadores enfrentan severas restricciones en su capacidad de migrar a otros países en busca de mejores empleos y sueldos. Como resultado, las diferencias salariales entre los países más pobres y más ricos se ensanchan en vez de aminorar.
 
El objetivo de la globalización es producir todo lo más barato posible, independiente de los efectos sociales; básicamente se trata de una "carrera hacia el abismo" e involucra una transferencia masiva de riqueza de las regiones más pobres a las más pudientes. Entre 1980 y 2012 los escapes netos de capital de países en desarrollo y emergentes que se canalizaron a naciones capitalistas/desarrolladas totalizaron US$ 16,3 billones, y en general por cada $ 1 de ayuda que reciben los pueblos en desarrollo, pierden $ 24 en flujos netos (gfintegrity.org).
 
Este traslado de abundancia no se refleja completamente en las estadísticas oficiales (Smith, 2016, cap. 9). Si una corporación transnacional repatria las ganancias de sus filiales en las naciones más pobres, esto aparece como tal en sus cuentas; no obstante y como sucede con más frecuencia, si la corporación compra bienes de consumo a precios muy bajos a proveedores independientes en las naciones más pobres, y luego los vende con una gran rentabilidad en el país donde tiene su sede, el margen de beneficio ("valor agregado" en jerga oficial) se incluye en el PIB de la región donde se venden, no en aquélla donde se produjeron. Pero al comercializar estos productos, en realidad las transnacionales no crean ningún valor nuevo, pues simplemente capturan una parte del precio creado por las empresas explotadoras en el extranjero.
 
A menudo los trabajadores en países de bajos salarios operan por hasta 60 ó 70 horas/semana y en condiciones inseguras por menos de US$ 2 al día. Uno de los peores desastres conocidos en un sitio de labores fue el colapso de un edificio de ocho pisos en Bangladesh durante 2013, que mató a 1.133 empleados de confección e hirió a otros 2.500. La subcontratación a los países más pobres ha expandido las ganancias entre las empresas de todo el mundo imperialista y ha ayudado a mantener el estándar de vida para sus habitantes, pero también conduce a la desindustrialización, creando desequilibrios globales que amenazan con hundir al mundo en guerras comerciales destructivas.

 
Presente y futuro

Actualmente se alzan muchas voces en todo el espectro político contra el orden mundial globalista, incluidos movimientos ideológicos que exigen medidas más nacionalistas y proteccionistas. Dado que existen "buenas razones" en el capitalismo para trasladar la manufactura de los países más ricos a pueblos en desarrollo, queda por ver hasta qué punto los gobiernos pueden contrarrestar esta tendencia y "corregir" los desequilibrios comerciales dentro de un marco capitalista.
 
La rentabilidad en las economías capitalistas avanzadas alcanzó su punto máximo a principios de la década 2000, y como los beneficios siguen siendo bajos a pesar de la gran recesión en 2008, ahora la mayoría de esas naciones está atrapada en una depresión continua de inversión, con productividad y comercio disminuidos, crecimiento débil, salarios estancados, deuda creciente y desigualdades amplificadas. En lugar de invertir en nuevas fábricas y maquinaria para mejorar la productividad, las empresas occidentales están cambiando cada vez más el rendimiento a regiones con bajos salarios. Se prevé oficialmente que el alza anual del PIB de 2014 a 2064 caerá al 2,1% a nivel mundial y a 1,9% para las naciones avanzadas.

Tasa de beneficio (%) del G20 (Roberts, 2018, 121).
 
Tanto la deuda pública como privada han aumentado en la última década. El adeudamiento global alcanzó un récord de US$ 164.000 trillones en 2016, equivalente al 225% del PIB mundial. El 63% de este monto es débito del sector privado no financiero (adeudado por hogares en hipotecas y empresas en bonos y préstamos), y el 37% corresponde al del sector público. Las economías avanzadas tienen la mayor deuda global, pero en los últimos 10 años los mercados emergentes han sido responsables de la mayor parte en este incremento.

"Deuda global en un nuevo récord (porcentaje del PIB global). Nota: el endeudamiento mundial refiere a la suma de la obligación neta en los sectores públicos y no financieros. El promedio ponderado se calculó usando el PIB nominal/año convertido a dólares estadounidenses, para una muestra desigual que comprende a 190 países". Azul: economías avanzadas; amarillo: economías emergentes; púrpura: países en desarrollo con bajos ingresos (imf.org).

"Deuda gubernamental: alzas históricas en las tasas promedio deuda/PIB (%)". Gráficos de arriba-abajo (indicadores): guerras mundiales Primera/Segunda y crisis financiera global; Segunda Guerra, crisis de deuda en los '80 y crisis asiática; iniciativas de países pobres con enormes deudas y disposición multilateral en el alivio de obligaciones. "Nota: el promedio se calcula utilizando el PIB a la paridad del poder adquisitivo. Las líneas discontinuas refieren al nivel de deuda en 2017" (imf.org).
 
Estados Unidos tiene un creciente adeudamiento de inversión neta con otras economías mundiales, situándose en el 9,8% del PIB mundial en 2018 (thenextrecession.wordpress.com), lo cual significa que está extrayendo el valor neto de otras zonas para financiar su crecimiento y deuda, pero a costa de volverse más subsidiaria al "tributo" de ciertos países (como China) en lugar del comercio y con un superávit de la balanza de pagos. Esta nación es capaz de salirse con la suya porque sigue siendo la mayor economía del mundo, con el sector financiero más grande y con el dólar como moneda de reserva mundial.
 
Sin embargo, la hegemonía estadounidense es cada vez más desafiada por naciones como China, India, Rusia, Corea del Sur y Brasil. El orden geopolítico unipolar -dominado por EE.UU.- que surgió tras el final de la Guerra Fría se está transformando en un sistema bipolar, con el surgimiento de un segundo bloque de poder representado por China y Rusia. Esto se refleja en la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda, que implica desarrollo de infraestructura e inversiones en Asia, Europa, África, Oriente Medio y América, destinadas a crear una vasta red comercial y que debiera completarse en 2049.
 
En Estados Unidos, los enormes recortes de gravámenes corporativos durante la administración Trump (2017) y financiados por un aumento masivo en el déficit del presupuesto federal, hicieron subir drásticamente las ganancias tras-impuestos de las mayores corporaciones estadounidenses, en particular los bancos y las empresas de supertecnología; pero en lugar de que el dinero se asigne principalmente a inversiones productivas adicionales, las compañías lo utilizan para recomprar sus propias acciones a precios elevados para subir el coste de éstas últimas y realizar pagos de dividendos adicionales a los accionistas, por cuanto desde agosto de 2019 se detecta una rápida desaceleración.

"Standard and Poor's 500: uso del dinero en compañías" (thenextrecession.wordpress.com).
 
En 2016 la tasa de ganancia en dicho país estuvo de un 6 a 10% por debajo del máximo en 2006, y de aproximadamente 25 a 30% más bajo de lo que era en la década de 1960. Esta es la principal razón de que la inversión corporativa haya sido tan débil desde 2009 y por qué las ganancias se han utilizado para fusionamiento de empresas y adquisiciones, recomprar acciones y pagar dividendos. La administración Trump considera más recortes de impuestos y presiones al banco central (la FED) para reducir las tasas de interés (incluso bajo cero) con la esperanza de que esto estimule la inversión. También se persigue una cruzada proteccionista que podría impulsar la fabricación estadounidense, pero hay temores de que una [constante] guerra comercial y tecnológica con China desencadene una nueva recesión en el mundo.
 
En Europa, las medidas de austeridad no redujeron sustancialmente deficiencias presupuestarias ni deudas, sino que perjudicaron la participación de trabajadores en la riqueza nacional, particularmente respecto a la angustiada eurozona de Grecia, Irlanda, Chipre, España y Portugal donde cayeron los salarios reales, el desempleo se disparó y cientos de miles de personas abandonaron sus países vernáculos para buscar trabajo en otro lugar. En regiones como Islandia, donde se aplicaron políticas keynesianas de estímulo fiscal y devaluación, los hogares sufrieron una pérdida de ingresos reales debido a precios más elevados, caída de la moneda y en última instancia el incremento en las tasas de interés (Roberts, 2016). Se espera que el PIB de la eurozona crezca sólo un 1,2% en 2019, y la rentabilidad en muchas economías aún no supera el máximo de 2007. Con la esperanza de retrasar la próxima recesión, el Banco Central Europeo continúa su política de tasas de interés negativas, ha lanzado una nueva ronda de flexibilización cuantitativa (impresión de dinero) y alienta a los gobiernos a ejecutar déficit presupuestario y mayores gastos.

"Promedio estimado en ganancias corporativas globales, respecto al año anterior" (thenextrecession.wordpress.com).
 
Es posible que otra recesión severa y una reducción en los estándares de vida suban la rentabilidad para aquellas compañías que salgan adelante, e inicien nuevos aumentos en inversión y crecimiento. La pregunta siempre subyacente es cómo responderán los trabajadores comunes a tal movimiento.
 
En el largo plazo, continuará el curso hacia la robotización y es factible que su efecto general sea la pérdida de trabajos calificados y no calificados. A medida que aumente la productividad, teóricamente las personas podrían laborar menos horas y disfrutar del mismo nivel de consumo. Sin embargo, los beneficios de una sociedad de autómatas probablemente sean percibidos sobre todo por la minoría que posea los medios productivos, lo que resultará en una desigualdad aún más extrema.