26 de febrero de 2022

Economía: desarrollo histórico y advertencias (4 de 6)

David Pratt
Octubre de 2019


Contenido:

09. Socialismo de Estado

 
09. Socialismo de Estado

Los socialistas de la variante socialdemócrata propugnan la gestión del capitalismo en un modo que satisfaga mejor las necesidades de la gente. En cambio, los de la corriente marxista -es decir, comunistas- creen que el capitalismo debe ser derrocado y reemplazarse por una economía planificada y centralizada socialmente. Así, esta sección analiza las experiencias de los países que han intentado dicho modelo.
 
Marx y Engels reconocieron la extraordinaria aptitud del capitalismo para desplegar fuerzas productivas, al tiempo que criticaban severamente sus deficiencias e injusticias, en particular las crisis periódicas y el enorme desperdicio. Sostuvieron que el modo de rendimiento capitalista eventualmente se convertiría en un obstáculo para el desarrollo de fuerzas productivas, y que la clase trabajadora -liderada por un partido comunista- accedería al poder para nacionalizar los medios de producción y reemplazando la anarquía del mercado con una planificación económica racional, a efecto de cubrir los menesteres del pueblo. La construcción de una colectividad socialista más igualitaria y basada en el principio "de cada uno según su capacidad, a cada quien según su trabajo", es considerada como el primer paso hacia una futura humanidad comunista sin clases y con profusión de bienes, y el axioma rector sería "de cada uno según su capacidad, a cada quien de acuerdo con sus necesidades". La tecnología avanzada se considera clave para garantizar una sociedad de abundancia y la emancipación final de la especie humana.
 
Marx y Engels esperaban que ocurriera primero una revolución socialista en los países capitalistas o avanzados. Sin embargo, aquélla se produjo durante 1917 en Rusia, un país atrasado y predominantemente agrícola. El alzamiento estuvo comandado por el partido bolchevique (comunista), que a su vez tenía por líder a Vladimir Lenin, y tuvo amplio apoyo entre trabajadores y campesinos. Fue seguido por varios años de guerra civil e intervención militar extranjera, y posterior a la derrota de las fuerzas opuestas vino un período de reformas orientadas al mercado (la "nueva política económica"). La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se fundó oficialmente en 1922, y si bien comenzó constituyendo un Estado de soviets (consejos) elegidos por vía democrática, la participación activa de los trabajadores fue reemplazada poco a poco por un sistema en que la burocracia partidista tomaba decisiones en nombre del pueblo.
 
La planificación económica central comenzó en torno a 1928, y los años '30 atestiguaron un esfuerzo heroico para industrializar rápidamente el país y rediseñar la agricultura. En sólo dos décadas, la Unión Soviética alcanzó el nivel de industrialización que había tomado siglo y medio en Gran Bretaña, y se transformó en la segunda potencia fabricante del mundo. De 1928 a 1940 su producción manufacturera creció en un promedio de 17% por año y los ingresos llegaron a un 15% anual, una hazaña "incomparable en la historia" (Suny, 2011, 259), todo lo cual le permitió combatir y derrotar la maquinaria bélica nazi de 1941 a 1944. Entre un 70 a 75% de las fuerzas hitlerianas se desplegó en el frente oriental, y murieron allí 10 millones de los 13,6 millones de alemanes asesinados, heridos, desaparecidos o hechos prisioneros durante la conflagración. Los soviéticos perdieron de 26 a 27 millones de vidas (19 millones correspondientes a civiles y 7-8 millones de soldados), en comparación con los 405.000 estadounidenses y 375.000 británicos.
 
Terminada la guerra y basado en acuerdos hechos por los líderes aliados Franklin Roosevelt, Winston Churchill y Joseph Stalin, el socialismo de estilo soviético se extendió a las regiones bálticas (Estonia, Letonia y Lituania) y a Europa del Este (Alemania Oriental, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria y Rumania). Yugoslavia y Albania tomaron la senda socialista por sus propios esfuerzos, y también se establecieron regímenes homólogos en Vietnam septentrional y Corea del Norte, ocupada por soviéticos. En China tuvo lugar una revolución socialista durante 1949, y a mediados de los '70 los gobiernos de orientación marxista tomaron el poder en todo Vietnam, Laos y Camboya, tras derrotar a la intervención militar estadounidense. Además, se establecieron repúblicas populares encabezadas por partidos marxistas en varios estados de Asia, África y el Caribe.
 
En el apogeo de su poder e influencia a mediados de la década '80, las naciones socialistas albergaban un tercio de la humanidad, y todas ellas eran esencialmente estados de un único partido. Un conglomerado que adoptase la ideología marxista-leninista ejercía un poder indiviso, y la oposición política generalmente era reprimida, aunque en diferentes grados en diversos países y en momentos distintos.

Los países sombreados son aquellos donde existían regímenes socialistas estatales a fines de 1987 (Kornai, 1992, 8).
 
Los comunistas sostienen que el socialismo es superior al capitalismo y a fin de cuentas traerá justicia social, bonanza y libertad a las masas trabajadoras; prevén que la naturaleza humana se transformará a medida que las personas estén cada vez más al "servicio del bien general" y construyan un colectivo basado en solidaridad y cooperación mutuas en lugar de individualismo, codicia e interés propio. Asimismo, esperaban en su convicción que las economías socialistas sobrepasaran a sus adversarias. Durante el decenio de 1960 el líder soviético Nikita Khrushchev hacía la jactancia memorable de que el socialismo "enterraría" a la tendencia opuesta, pero entre 1989-1991 el referido modelo estatal se derrumbó desde su interior en todos los países involucrados, excepto cuatro, y se restauró el capitalismo junto con un sistema de partidos múltiples. Los marxistas argumentan que esto no se debió a la insuficiencia del socialismo en sí, sino a las imperfecciones burocráticas de la variante estadual (o "capitalismo de Estado" según algunos teóricos) que existía en las naciones comprometidas.
 
Las economías socialistas estatales lograron tasas de crecimiento impresionantes en las primeras etapas (Suny, 2015, cap. 17); por ejemplo, a principios de los '50 dicha proporción de desarrollo era de 14% en Rumania, 11% por año en Albania y Polonia, 10% en Alemania Oriental, 9,5% para Checoslovaquia y 8,5% en Hungría. Durante igual periodo el producto nacional bruto (PNB) soviético se alzaba a una tasa anual del 7,1%, en comparación con el índice de crecimiento de 2,9% para Estados Unidos. A partir de 1958 dicha tasa en el caso soviético se desaceleró a 5,3% al año, permaneciendo así hasta 1964. Luego este progreso se redujo por las siguientes décadas, y en ese contexto la ulterior carrera armamentista contra Occidente ("Guerra Fría") representó una gran pérdida de recursos.
 
Bajo el socialismo clásico de variante soviética se priorizó la expansión del rendimiento industrial a costa de los servicios, el consumo, la calidad en productos y el medio ambiente. La falta de prioridad hacia los primeros significó un subdesarrollo crónico para los sistemas de transporte, distribución, almacenamiento y reparación (incluidas piezas de repuesto), creando así graves desequilibrios. El consumo real per cápita tendió a subir sustancialmente con el tiempo, pero no tanto como en algunos países capitalistas. Por ejemplo, en el período 1951-1978 creció un 3,7% anual en la Unión Soviética y 2,6% en Hungría, comparado con el 2,3% de Estados Unidos y 3,9% en Francia (Kornai, 1992, 303). Las élites gobernantes en las zonas socialistas gozaban de ciertos privilegios, pero las disparidades en salarios y el acceso a bienes fueron mucho menores que en la mayoría de naciones capitalistas.
 
Una economía de planificación centralizada puede abolir las crisis periódicas que afligen al capitalismo y también garantizar el pleno empleo o un nivel cercano a éste. Para justificar su regla, un gobierno socialista busca proporcionar educación y cuidados médicos gratuitos, y asegurar que los precios básicos de alimentos, alquileres de casas, las tarifas de transporte público y el costo de otros servicios y comodidades permanezcan bajos. Sin embargo, a menudo la calidad en servicios sociales y vivienda dejaba mucho que desear, y el sistema socialista estatal se veía plagado de escasez crónica en alimentos, bienes de consumo (teléfonos, automóviles), viviendas, etc. Esa carestía tuvo un efecto adverso sobre la moral y motivación de los trabajadores, pues la productividad laboral soviética llegaba al 50% con respecto al nivel industrial de EE.UU., y menos del 20% en agricultura (Mandel, 1991). La eficiencia de inversión también fue muy baja: por ejemplo, para que la productividad aumentara a 4-6% anual durante un largo período, las aportaciones tenían que crecer entre 8-11% al año (Kornai, 1992, 167).
 
Bajo el sistema de autogestión financiera desarrollado en la Unión Soviética y que más tarde se adoptó en otros países socialistas, si bien las empresas estatales debían cumplir con los objetivos establecidos por el plan económico central, todavía disfrutaban de gran autonomía financiera, comerciaban entre ellas, solían operar sobre una base de pérdida-ganancia y pagaban impuestos como las firmas capitalistas. Pese a ser propiedad del Estado, las compañías mantuvieron sus propias cuentas en el banco estatal y las usaban para financiar su rendimiento y expansión; además, dicha entidad otorgaba préstamos a empresas y les cobraba intereses. Los bienes básicos eran intercambiados entre corporaciones estatales, las granjas colectivas (cooperativas que cultivaban tierras operadas estadualmente) vendían sus productos en el mercado y el gobierno compraba ítemes en el comercio extranjero, lo cual significó que los mecanismos mercantiles siguieron desempeñando un rol importante.
 
Bajo el capitalismo la ineficiencia se castiga en último término con bancarrotas y despidos, pero con el socialismo soviético las empresas no iban a quiebra, sin importar cuán ineficientes fueran, y los trabajadores no podían ser desvinculados. De hecho, las economías socialistas maduras tuvieron que lidiar con la carestía en mano de obra, que se reconoció como un debilitamiento de disciplina laboral. El crecimiento económico en las primeras etapas fue impulsado por una avalancha de potencial humano desde la agricultura a la industria, y de mujeres hogareñas al empleo (a menudo por necesidad económica), pero estas fuentes finalmente se agotaron. Si bien se garantizaba el derecho al empleo, habría tenido más sentido económico negar a los trabajadores la facultad permanente de operar en cualquier empresa o fábrica.
 
Con el arbitrio del socialismo soviético, las corporaciones estatales no tenían ningún incentivo para reemplazar equipos obsoletos con otros modernos, porque durante el cierre no obtendrían ganancias, lo que implicaba una pérdida de ingresos a nivel de gerencias y en menor medida para los trabajadores, cuyos salarios eran cada vez más dependientes de las rentabilidades. Los directores y administradores de firmas estatales tendían a subestimar deliberadamente el potencial productivo y exagerar los requisitos de insumos, por lo que era más fácil cumplir con los objetivos de productividad establecidos por el plan económico central. También evitaron castigos al cumplir sus metas, pero se abstenían de exceder masivamente dichas aspiraciones ya que esto conduciría a finalidades más elevadas en el próximo plan. Hubo tendencias a exagerar los beneficios que se esperaban de los proyectos inversores propuestos, y no existían incentivos para innovar y asumir riesgos que no aseguraran el éxito. Y tampoco tenía sentido tratar de reducir los precios, mejorar la calidad o introducir nuevos productos para ganar compradores, porque la escasez significó que las ventas estaban garantizadas.
 
Los precios de los bienes eran fijados por el gobierno, pero no reflejaban oferta ni demanda, ni tampoco el tiempo de actividad requerido para su producción. Dado que los salarios se mantuvieron reducidos, se utilizaban subsidios para conservar artificialmente bajo el coste de los bienes y servicios esenciales, pero esto contribuyó a la escasez y generó colas de espera. Si los sueldos (y precios) hubieran sido más altos, esto podría haber proporcionado el incentivo para innovaciones que ahorrasen trabajo.
 
A medida que la economía soviética se desaceleró y endureció, los mercados negro y gris se expandieron para darle la flexibilidad necesaria. El comercio "informal" agregó cerca de un 20-25% al PNB oficial (Mandel, 1991), y por decenas de millones los ciudadanos soviéticos participaron en actividades que eran técnicamente ilegales, pero toleradas. Las empresas estatales a menudo comerciaban entre sí de manera más o menos antirreglamentaria para obtener materias primas adicionales, y de ese modo cumplir más fácilmente los objetivos de producción, lo que ocasionó escasez artificial y daños a la economía en su conjunto.
 
Kornai (2014, 5-10) enumera 111 innovaciones revolucionarias desde 1920, todas las cuales se originaron en países capitalistas, excepto una creada en la Unión Soviética (caucho sintético, 1932). El disquete fue ideado por un ingeniero húngaro hacia 1974, pero el gobierno no deseaba arriesgar la producción masiva y tampoco permitió que el inventor comercializara su propio producto; por consiguiente, los japoneses lo reinventaron más tarde. La Unión Soviética realizó adelantos en la esfera militar (por ejemplo, el primer misil balístico intercontinental) y también inventó el primer satélite llamado Sputnik (1957). Sin embargo, los avances en la esfera del consumidor no fueron priorizados, y cualquier progreso técnico bajo el socialismo clásico consistió principalmente en copiar las novedades introducidas en los países capitalistas, aunque a menudo tras largas demoras. 
 
A medida que la economía se volvió más compleja, la inflexibilidad y falta de respuesta desde el sistema de planificación se convirtieron en un problema evidente. Los economistas soviéticos estaban conscientes de las deficiencias, pero no pudieron o no quisieron rectificarlas. El interés propio y materialista en la capa "gerencial" burócrata bloqueó cualquier progreso importante (Mandel, 1981) y se intentaron varios tipos de reformas durante los años sesenta y setenta, pero fueron básicamente un fracaso, lo que condujo a estancamiento y apatía bajo Leonid Brezhnev (1964-1982). Polonia y Hungría lograron algunos éxitos económicos en la década '70, pero estos se financiaron en gran medida con préstamos occidentales.
 
Sin duda, el planeamiento económico de línea soviética habría necesitado una revisión completa para establecer un sistema de monitoreo, recompensas y puniciones que pudieron haber mejorado la innovación, productividad y eficiencia. Tal esquema recompensaría a las empresas que hicieran un uso particularmente efectivo del trabajo social al asignarles más faenas y medios productivos, otorgando estímulos para economizar la operación de insumos por unidad de producto y mejorar la efectividad. Sin embargo, las agencias de planificación fueron resistentes al cambio; a mediados de los '80 la mayoría de economistas soviéticos aparentemente había perdido su creencia en el potencial de una planificación eficaz, y muchos se subieron al carro del "mercado libre" representado por las administraciones Reagan y Thatcher en Estados Unidos y Gran Bretaña.
 
En la década de 1980 era difícil argumentar que el "socialismo" al estilo soviético era superior, dado que la brecha de desarrollo económico entre países capitalistas/avanzados y socialistas no logró reducirse durante decenios, y en algunos casos se había ampliado. Los esfuerzos para combinar una economía parcialmente planificada con reformas de mercado parecieron resaltar las peores características de ambos sistemas. En vista de que los medios comunicacionales modernos facilitaron la difusión de noticias sobre Occidente, muchas personas se mostraron menos propensas a aceptar las restricciones a la libertad individual o de expresión y la propaganda gubernamental deshonesta.
 
Al mismo tiempo, las élites comunistas gobernantes empezaron a perder la confianza en sí mismas y en la legitimidad de su mandato. Sus días estaban contados cuando decidieron que ya no se utilizarían represiones masivas para sofocar los elementos opositores. De los países donde un partido marxista aún detenta el poder, Cuba y Corea del Norte han conservado economías planificadas, mientras que China y Vietnam llevaron a cabo reformas mercantiles de gran alcance, comenzando en 1978 para la primera nación y durante 1987 en el segundo caso.
 
La restauración del capitalismo en la Unión Soviética y Europa del Este hacia los '90 se vivió de manera traumatizante, pues una enorme cantidad de quiebras creó el primer shock de desempleo masivo tras décadas de seguridad laboral. La inflación desenfrenada llevó a muchos a una pobreza extrema, mientras que la privatización hizo que una pequeña minoría fuera excesivamente rica. Luego del colapso de la URSS, la economía se redujo a 40% y la esperanza de vida masculina cayó de 64,2 años en 1989 a 57,6 en 1994. En Rusia, el aumento en la tasa de mortalidad posterior a la transición hacia el capitalismo resultó en un exceso de muertes cercano a los 6 millones durante un período de 10 años; de esta forma, no es sorprendente que un gran sector de la población sienta nostalgia por el pasado socialista y un fuerte rechazo por especuladores y usureros parasitarios.

Población anterior y posterior a la restauración capitalista en torno a 1990. Línea de puntos: Europa del Este; línea continua: Europa Oriental+Rusia (paulcockshott.wordpress.com).