26 de febrero de 2022

Economía: desarrollo histórico y advertencias (5 de 6)

David Pratt
Octubre de 2019


Contenidos (final parte 9):

-Cuba
-China
-Perspectivas futuras

 
Cuba

Tras el derrocamiento del dictador Fulgencio Batista respaldado por Estados Unidos (1959), la revolución liderada por Fidel Castro y Ernesto "Che" Guevara rápidamente tomó un giro socialista, y Cuba se alió estrechamente con países de la misma línea. Desde entonces la nación caribeña se ha enfrentado a una hostilidad generalizada en gran parte del "mundo libre" como el bloqueo punitivo de EE.UU., ataques terroristas (invasión de Bahía Cochinos en 1961) y otras formas de interferencia.
 
De 1959 a 1965, Guevara se desempeñó primero como presidente del banco nacional, luego encabezó el Departamento de Industrialización y finalmente fue Ministro de Industrias, jugando un papel clave en el debate sobre la transición económica al socialismo (Yaffe, 2009; Williams, 2015). Visitó varios países socialistas y en privado fue crítico con muchos de los modos soviéticos que se adoptaron a distinto nivel en otras regiones. Como se vio anteriormente, el sistema de gestión soviético combinó propiedad estatal predominante y planificación central con dispositivos capitalistas, tales como la intención de ganancia, intereses, créditos, estímulos tangibles individuales y elementos de competencia. Guevara reconoció que la "sovietización" conduciría a una burocracia excesiva y al distanciamiento con el liderazgo popular, y que esto junto con el rol continuo de los mecanismos mercantiles podrían desembocar en una restauración del capitalismo.
 
Guevara quedó impresionado por el atraso de la gestión soviética y sus técnicas contables, y creó una alternativa cubana mediante el sistema de finanzas presupuestarias (SFP). Sostuvo que las empresas nacionalizadas debían manejarse como una gran corporación, siguiendo la modalidad en que las grandes firmas estadounidenses habían administrado sus filiales en Cuba. Esto incluiría el uso extensivo de sistemas informáticos, y bajo el SFP los consorcios estatales no tendrían sus cuentas en el banco gubernamental, y éste no les otorgaba préstamos ni cobraba intereses. En cambio, el Estado asignaba fondos y suministros a estos negocios como parte de un plan económico general; de hecho, no hubo relaciones financieras ni intercambio de productos entre empresas gubernamentales. Guevara también enfatizó la trascendencia de la educación en el cultivo de una solidaridad social y "conciencia socialista", y en la superación del individualismo egomaníaco para que los alicientes materiales pudieran ser reemplazados cada vez más por otros de tipo moral, aunque sus oponentes caracterizaban sus puntos de vista como idealistas y utópicos.
 
El "Che" dejó Cuba en 1965 para fomentar la revolución en el extranjero, y durante 1967 cayó en manos de fuerzas asistidas por la CIA en Bolivia y fue ejecutado sumariamente. El enfoque económico de Guevara nunca se ha adoptado al por mayor en Cuba, y posterior al colapso del bloque soviético el PIB cubano se desplomó en un 35%, creando enormes dificultades y conduciendo a reformas orientadas al mercado. Desde el año 2000 el péndulo ha oscilado en la dirección opuesta. La centralización financiera ha conseguido un nivel nunca visto desde el periodo del SFP, aunque el involucramiento popular en la toma de decisiones está lejos de lo que Guevara deseaba lograr.
 
El comercio entre países adelantados y subdesarrollados tiende a caracterizarse por un intercambio desigual; por ejemplo, una hora de trabajo en regiones avanzadas puede cambiarse por 10 horas laborales correspondientes a sectores en desarrollo. El único ejemplo de tráfico verdaderamente justo entre naciones industrializadas y en vías de progreso estaba representado por las relaciones de Cuba y los países del bloque soviético (Comecon). Para garantizar el intercambio igualitario en mano de obra, Cuba recibía, verbigracia, 40 centavos por cada libra de azúcar exportada a la Unión Soviética, en lugar del valor-mercado de cinco centavos. Tras el derrumbe de los países socialistas a principios de los '90, Cuba perdió rápidamente el 85% de su comercio exterior cuando los antiguos países Comecon se sometieron a la presión estadounidense para romper relaciones comerciales con Cuba, como condición para préstamos y asistencia con reformas mercantiles (Smith, 2016, cap.7).

 
China

El régimen chino describe su sistema socioeconómico como "socialismo con características chinas"; sin embargo, es una forma muy extraña de dicho esquema ideológico (Roberts, 2016). Aunque ha habido una expansión significativa de empresas privadas nacionales y extranjeras en los últimos 30 años, junto con el establecimiento de un mercado de valores y otras instituciones financieras, los medios de producción siguen perteneciendo principalmente a manos estatales. No obstante, la agricultura colectivizada se ha eliminado y las firmas o instituciones públicas controladas por el partido comunista representan la gran mayoría del empleo y la inversión. No existe flujo libre de capital foráneo dentro y fuera de China; la inversión directa del exterior representó poco más del 1% del PIB en 2016, pero aunque todavía los activos del sector público chino casi duplican a los recursos en el ámbito privado, la brecha se está reduciendo.
 
China apenas se vio afectada por la recesión de 2008, debido al programa de aportación estatal dirigido a gran escala por corporaciones homólogas y financiadas mediante bancos del gobierno; sin embargo y como resultante, la deuda china ha explotado al 250% del PIB. Además, la desaceleración mundial en el comercio ha mermado las exportaciones chinas, un motor clave del crecimiento pecuniario. La economía del gigante asiático aún se está expandiendo a un 6-7% anual, pero los salarios son muy bajos y hay desempleo masivo. Ahora esta nación constituye la segunda potencia manufacturera y exportadora de bienes más grande del mundo, y ha sacado a 620 millones de habitantes de la pobreza definida internacionalmente. A principios de los '80 el 75% de la población planetaria estaba mejor que el chino promedio; hoy esa cifra sólo llega al 31%.
 
La élite del partido comunista está decidida a preservar su gobierno autocrático y los privilegios asociados, y la democracia obrera no es considerada en el modelo chino de "socialismo". El régimen todavía tiene un gran apoyo, pero la ciudadanía está preocupada por la corrupción y la desigualdad masiva. Incluso existe un número creciente de multimillonarios, muchos de ellos asociados con el liderazgo comunista.
 
Los gobernantes chinos dan una evaluación sobria sobre la guerra comercial con Estados Unidos:
 
"En el proceso de globalización económica, las multinacionales estadounidenses han transferido cada vez más industrias a los países en desarrollo para lograr la máxima rentabilidad (...) Al mismo tiempo, una mayor cuantía de capital ha abandonado el sector económico real con márgenes de beneficio más bajos, y ha recurrido al sector financiero para participar en la especulación monetaria, lo que lleva al vaciamiento y la virtualización de la economía norteamericana (...)."
 
"El actual gobierno de Estados Unidos [Trump] espera provocar fricciones económicas y comerciales al imponer aranceles y erigir altas barreras. Requiere que las transnacionales financiadas por Estados Unidos regresen a ese país, utilizando los trucos de etiquetarlas como 'traidoras' y amenazando con aumentos de impuestos. Estas prácticas no ayudarán a lograr los frutos deseados. En lugar de darse cuenta del retorno de la industria manufacturera, socavará seriamente la cadena de valor global, afectará la asignación mundial de recursos, provocará efectos de contagio negativos y generalizados y reducirá la eficiencia del comercio en el planeta (...)."
 
"En esta era de globalización económica, el proteccionismo comercial es un veneno más que una buena receta. No hay ganadores al involucrarse en fricciones económicas y mercantiles, y dañar a otros significa también lastimarse uno mismo. Una razón importante para la depresión mundial durante el decenio de 1930 fueron las altos obstáculos arancelarios y las grandes guerras comerciales en potencias como Estados Unidos y las europeas" (qstheory.cn).

 
Perspectivas futuras

Los marxistas arguyen que el fracaso del socialismo de Estado funcionarial y su economía semiplanificada no significa la imposibilidad de un esquema eficiente y pujante dispuesto en un método central y democrático. El número de productos monitoreados por el planeamiento soviético a mediados de los '80 llegó a alrededor de 200.000, muy por debajo de los 24 millones de artículos producidos en ese momento, lo que se relacionaba con el estado primitivo de las instalaciones informáticas y telecomunicacionales soviéticas en ese momento.
 
Varios investigadores han señalado que sería factible una planeación central efectiva y detallada utilizando supercomputadoras modernas, con el tiempo laboral como unidad contable en lugar del dinero (Cottrell y Cockshott, 1993; Cockshott y Cottrell, 1993). Aducen que dicho entorno podría reaccionar con mayor rapidez a los cambios que una economía de mercado, y por tanto ser más ágil para responder a fluctuaciones en las demandas de consumidores. Los flujos de datos computarizados que acompañan automáticamente al caudal de bienes contribuirían en gran medida a garantizar la entrada correcta de información con fines organizativos (Mandel, 1986). El voto electrónico puede garantizar que el público tenga voz directa en las medidas económicas a adoptarse, en vez de que estas decisiones fuesen zanjadas por una élite política.
 
Sólo el tiempo dirá si algún país pondrá a prueba esta recomendación, aunque quizá las circunstancias económicas en deterioro primero tendrían que causar dificultades masivas y disturbios sociales. Es difícil considerar cómo la propiedad privada de los medios productivos pudiese terminar sin una guerra civil, y la agitación social violenta no conduzca a la construcción de una nueva sociedad libre y democrática.
 
En ciertos momentos, algunos países capitalistas han hecho uso efectivo de planes dirigidos por el Estado para promover su desarrollo económico, cuyos ejemplos más notables son Japón y Corea del Sur. Durante varias décadas el Ministerio de Comercio Internacional e Industria japonés proporcionó investigación y desarrollo financiados estadualmente a las industrias que ofrecieran la mejor perspectiva de crecimiento competitivo a largo plazo, y el éxito en esta política se hallaba condicionado a la disposición cooperadora de las empresas capitalistas. Como demuestran las respuestas de los gobiernos al colapso de 2008, incluso hoy los comerciantes libres no tienen objeciones a los rescates y nacionalizaciones estatales a gran escala si ello es necesario para salvaguardar el futuro del capitalismo.
 
Bajo el esquema capitalista, la anarquía de mercado contrasta marcadamente con la estructura de producción cada vez más sistematizada y consciente en las firmas privadas a medida que se expanden gradualmente en tamaño. Con el desarrollo de las corporaciones transnacionales, la planificación corporativa interior se ha vuelto internacional y muchas veces de alcance múltiple. Dentro de tales entidades los bienes intermedios se generan por encargo, en lugar de asignarse a través del mercado. Hay reformistas políticos de izquierda que sueñan con volver a una etapa más temprana cuando las empresas eran más pequeñas, los monopolios aún no habían surgido y la competencia tenía más libertades. Sin embargo, existen límites estrictos sobre lo que se puede lograr a este respecto, porque es precisamente la lógica interna de competencia capitalista lo que ha llevado a la creciente concentración y centralización del capital.
 
Desde la visión marxista, cuanto más se reúna el educto global en manos de algunas corporaciones gigantes, más fácil será la transición al socialismo. La propiedad de esas compañías simplemente tendría que transferirse de sus accionistas a la sociedad en su conjunto, y la producción podría planificarse para satisfacer mejor las necesidades sociales en lugar de la especulación privada. O al menos ésa es la teoría...