5 de febrero de 2022

Orígenes humanos: el mito científico del mono ancestral (9 de 10)

David Pratt
Febrero 2004, septiembre 2014


Contenidos:

05. Anatomía y orígenes
-Especialización y gracilización
-Neotenia y recapitulación embrionaria
-Bipedismo inicial


05. Anatomía y orígenes

Especialización y gracilización

Al comparar las características esqueléticas y musculares de simios vivos y humanos se aprecia que los primeros han desarrollado una anatomía más compleja y especializada, mientras que nosotros preservamos una simplicidad primitiva mamífera con sólo un sistema cerebroespinal necesario para la manifestación de inteligencia autoconsciente y que está altamente elaborado. Si tanto simios como humanos descendieron de un antepasado común, éste debía tener una estructura anatómica más generalizada que los simios modernos. Es ampliamente reconocido que el antecesor común e hipotético de humanos y chimpancés debe haberse parecido más a nosotros que a aquéllos (1). Los simios fósiles anteriores a este predecesor también tienden a mostrar características más simples y homínidas mientras que todavía poseen ciertas especialidades simiescas en grados variables.

El Ramapithecus es un primate fósil de aproximadamente 1,2 mts. de altura que data del Mioceno medio y tardío (alrededor de 16,6 a 5,3 millones de años). Durante los años sesenta y setenta se pensó que era el primer antepasado directo de los humanos modernos ya que su mandíbula y dentición parecían ser transicionales entre las de simios y las nuestras (es decir, más humanas que las de los monos actuales). Para entonces la edad de los primeros fósiles encontrados encajaba con la noción dominante de que la separación de simios y humanos había ocurrido hace al menos 15 millones de años; sin embargo, se cree que la división final ocurrió hace sólo 6 a 8 millones de años y después de más hallazgos fósiles a comienzos de los años '80 -incluyendo una mandíbula completa- se abandonó en buena medida la teoría de que Ramapithecus era el antepasado humano pues se develó que sus fósiles son similares a los del género Sivapithecus de primates fósiles que ahora está considerado como ancestro de los orangutanes (2). 

También se hallaron vestigios del primate Oreopithecus -que habitaba regiones pantanosas- en depósitos datados a fines del Mioceno en África oriental y del Plioceno temprano al sur de Europa (hace 11,6 a 3,6 millones de años). En 1958 se descubrió un esqueleto completo de esta criatura con 1,2 metros de alto y tenía una serie de curiosos rasgos casi humanos en sus dientes, mandíbulas, cráneo y hueso de la cadera. Su relación con otros primates ha sido motivo de cierto debate y confusión ya que combina rasgos primitivos y avanzados que por una parte parecen vincularse con los monos del Viejo Mundo, y por otra con simios avanzados similares a nosotros. Dicha especie ya no se considera perteneciente a la línea de descendencia humana, sino que en general es visto como rama secundaria y especializada de la evolución primate. Oreopithecus tenía brazos largos adaptados para el comportamiento suspensor y aún se discute sobre la medida en que era capaz de locomoción bípeda (3). El Gigantopithecus también muestra varios rasgos parecidos a los humanos incluyendo la reducción de caninos, y como señalamos en la sección 4 algunos científicos han llegado a la conclusión de que era bípedo.

Se cree generalmente que los simios driopitécidos arborícolas y frugívoros del Mioceno se acercan al origen de la línea descendiente homínida, pero incluso los primeros driopitecos tienen la dentición especializada característica de los simios y algunos investigadores piensan que es poco probable que tal rasgo pudiera perderse por una inversión al estado primitivo (4). No obstante, al igual que los humanos modernos los driopitécidos tenían arcos superciliares pequeños, en tanto que Australopithecus, Homo erectus y neandertales -junto con los simios modernos- presentan más amplitud en esa zona de la frente. Louis Leakey creía improbable que los monos del Mioceno sin arcos superciliares pudieran dar origen a homínidos primitivos con ese patrón y más grueso, los que a su vez dieron origen a humanos modernos carentes de dicha peculiaridad.

Además, en el Homo sapiens esa cresta frontal consta de dos partes, mientras que en Australopithecus, H. erectus y neandertales suele estar compuesta por una sóla masa ósea en forma de barra que se extiende horizontalmente sobre las órbitas oculares. Para Louis Leakey, la presencia de tales crestas "no sugirió una etapa ancestral en la evolución humana sino una rama lateral que se ha especializado más en este aspecto que cualquier otro tipo de Homo sapiens". Además, los simios del Mioceno tienden a presentar cráneos delgados, mientras que en el caso de australopitecos, H. erectus y neandertales son relativamente gruesos. Los humanos modernos tienen cajas craneanas delgadas lo que requeriría otra inversión evolutiva, y así Leakey pensaba que las especializaciones mostradas por australopitecos y H. erectus los descartaba como antepasados conducentes a humanos modernos (5). Como se indica en la sección 1, Tattersall y Schwartz adoptan una postura similar.

Por el nombre de "gracilización" se conoce a la tendencia a producir esqueletos más ligeros y delicados. Los científicos como Leakey que ven este proceso como inverosímil han respondido situando a H. erectus y neandertales -y en algunos casos australopitecos- en ramas diferentes del árbol evolutivo respecto a los humanos modernos; sin embargo, otros darwinistas no consideran que las reversiones evolutivas sean particularmente anómalas. Es bastante improbable la idea de que las mutaciones genéticas aleatorias (incluso después que las nocivas se eliminen por selección natural) produzcan un cambio evolutivo continuo, y aún es más irracional que una secuencia particular de mutaciones se repita más tarde en orden inverso, pero los darwinistas simplemente responden que "improbable no significa imposible". Algunos científicos han vinculado la gracilización con la neotenia o condición biológica en la cual los rasgos anatómicos juveniles se retienen en adultos (ver más abajo), pero dar un nombre exótico a un problema no es igual a explicarlo.

El antropólogo Björn Kurtén creía que las características anatómicas más especializadas debían desarrollarse a partir de rasgos homólogos a menor nivel. En el libro "Not from the Apes" (1972) aseveró que los contrastes anatómicos entre simios y humanos eran tan grandes que los dos linajes debieron bifurcarse hace más de 35 millones de años y sostuvo que el ancestro más antiguo del hombre moderno era indudablemente simiesco y vivía en los árboles, pero nunca fue lo que podría llamarse propiamente un "simio". Kurtén pensó que Propliopithecus -primate oligocénico del tamaño de un gato- con sus llamativos rasgos parecidos a los nuestros podría ser ancestral a Ramapithecus -que en el momento de escribir dicho libro era ampliamente considerado como homínido u "hominino" en terminología moderna- y a todos los homínidos posteriores, incluyendo los australopitecos, mientras que otros primates simiescos del Oligoceno dieron origen a Dryopithecus y los monos/simios posteriores. Kurtén concluyó que "la respuesta más lógica sugerida por la evidencia fósil es que los homínidos no descenden de los simios, sino al revés", queriendo decir que los simios vivos evolucionaron a partir de los primeros antepasados del hombre -es decir, homínidos simiescos- que a su vez se originaron a partir de un primate antiguo y primitivo de rasgos símicos (6). 

En un artículo escrito en 1981, John Gribbin y Jeremy Cherfas preguntaron: "¿Y si en lugar de que el hombre descendiera de los simios, éstos fuesen derivados nuestros?" (7). Sin embargo, como en el caso del libro de Kurtén su teoría resulta ser mucho menos radical que lo sugerido por el título, pues aceptan que el "humano" (Homo) descendió de una rama de los australopitecos, pero afirman que en lugar de extinguirse hace un millón de años los australopitecos restantes se convirtieron en el chimpancé y gorila actuales cuyos antepasados ahora son desconocidos. Esto significa que nuestros supuestos ascendientes símicos evolucionaron hacia homínidos bípedos (Australopithecus) algunos de los cuales más tarde volvieron a vivir en los árboles. Gribbin y Cherfas comentan: "Cualquiera que sean los pequeños cambios genéticos que se necesitan para llevar a cabo los retoques anatómicos que produjeron un simio erecto, seguramente pudieron haberse invertido de modo fácil y similar" admitiendo que su propuesta "puede parecer un arrebato de fantasía o la imaginación excesiva de dos antropólogos de butaca".

Existe una tendencia generalizada a enfatizar excesivamente las semejanzas corporales entre humanos y simios, mientras que se minimizan las diferencias amplias y significativas. A principios del siglo XX el anatomista Frederick Wood Jones citó varios hechos anatómicos como evidencia de que los humanos no podrían haber evolucionado a partir de simios o sus antepasados directos y aseveró que era difícil imaginar que en toda una serie de rasgos no correlacionados los humanos pudieran pasar de una condición primitiva a la fase pitecoide especializada y posteriormente retornar al estado primitivo, por cuanto Jones creía que el hombre se originó en el Terciario temprano a partir de una pequeña criatura arbórea que se asemeja mucho al mono tarsero de hoy y que los australopitecos no forman parte de nuestra ascendencia.

La evidencia que apunta al primitivismo del reservorio humano es resumida [por algunos autores] e incluye estas observaciones (8):

a) En muchos aspectos la estructura craneal humana está construida sobre líneas de mamíferos primitivos que se han desviado en alguna medida en todos los monos y simios. Por ejemplo, nuestros huesos del cráneo se articulan tanto en la base de dicha estructura como en sus costados en la manera característica de los mamíferos primitivos (p. ej., lemures) estableciendo así un marcado contraste con las articulaciones encontradas en monos y simios antropoides.

b) El esqueleto humano, especialmente en sus variaciones, muestra la misma condición de simplicidad en el mamífero primitivo.

c) También el sistema muscular humano conserva muchos elementos primitivos que se han perdido en el resto de los primates. Por ejemplo, en nosotros y otros animales extremadamente primitivos el músculo pectoral menor está unido al proceso coracoideo de la cintura escapular. En los antropoides se halla unido parcialmente al coracoide y en parte a un ligamento que pasa por debajo al húmero (brazo superior). En los monos se fija aún más abajo en el mismo ligamento, pero también en el húmero, mientras que en muchos cuadrúpedos está unido al húmero por completo.

d) Nuestros huesos nasales, lengua y pies son extremadamente primitivos en comparación con los de antropoides y otros reservorios símicos. El pie del simio en realidad es más parecido a la mano humana que a la suya, y es por eso que los simios a veces son llamados cuadrumanales (cuatro manos) en lugar de cuadrúpedos (cuatro patas).

e) Los músculos, los huesos y las articulaciones de mano y antebrazo humanos son extremadamente primitivos y no podrían haberse desarrollado en una fecha posterior durante la historia evolutiva del hombre. Algunos de los reptiles extintos del Mesozoico tenían patas y miembros anteriores de un parecido sorprendente con nuestra mano y antebrazo, y no existen indicios de que ambas estructuras fueran utilizadas para sostener su cuerpo cuando se suponía que era un mamífero cuadrúpedo.

f) El apéndice vermiforme humano es curioso como en el caso de ciertos marsupiales de Australia y se ve muy diferente en monos y simios.

g) Las grandes arterias que salen del arco aórtico en los humanos tienen los mismos números y clase y están dispuestas en igual orden que en el primitivo ornitorrinco australiano, mientras que simios y monos muestran una disposición muy distinta.


Neotenia y recapitulación embrionaria

La noción de neotenia (literalmente "mantener la juventud") implica la retención de los rasgos juveniles de una especie ancestral en la forma adulta de otra descendiente. Es el resultado de una desaceleración en la tasa de maduración física, de modo que el individuo se "congela" en un estado físicamente juvenil al alcanzar la madurez sexual. Como ya se mencionó, los humanos tienen varias características físicas que parecen ser más juveniles o primitivas que las mismas particularidades en otros primates. Muchas singularidades externas en los simios difieren de las de los humanos, pero estas divergencias tienden a ser menos pronunciadas a medida que nos remontamos al desarrollo corporal de los simios hacia los estadios juvenil y embrionario. En lo que respecta a la anatomía, esto sugiere que los simios están más especializados y evolucionados que los humanos y así muchas de nuestras características se hallan "retardadas" en su desarrollo. En la década de 1920 el anatomista Louis Bolk llegó a sostener que en realidad los humanos son fetos reproductivamente maduros o "embriones de andar erguido", una teoría a la que llamó "fetalización".


Fig. 5.1. Un chimpancé joven tiene un rostro muy similar al humano, pero los adultos desarrollan un hocico prominente (1).

En 1866 el archidarwinista Ernst Haeckel formuló la "ley biogenética" que establece que el desarrollo del embrión (ontogenia) recapitula la ascendencia evolutiva del reservorio en cuestión (filogenia) y a medida que un organismo pasa por el desarrollo embrionario vuelve a trazar cada etapa adulta de su ascendencia evolutiva, debido a que un organismo progresa marcando nuevas fases para su proceso de desarrollo embrionario. Los biólogos pronto descartaron esta idea reconociendo que la embriología no es una repetición estricta de la ascendencia, puesto que la evolución puede afectar todos los estadios de desarrollo eliminando y añadiendo pasos en dicho proceso. Sin embargo, todavía se acepta que muchas de las etapas que atraviesan los embriones pueden entenderse como remanentes de su pasado evolutivo. La Teosofía está de acuerdo con esto (2) aunque rechaza la teoría neodarwinista de que aparecen nuevas reservas de criaturas a través de la continua transformación de una forma física en otra como resultado de mutaciones aleatorias y selección natural.

La interpretación darwinista de la neotenia es que los humanos evolucionan conservando las características juveniles (más similares a las nuestras) de antepasados supuestamente simiescos. Desde una perspectiva teosófica las peculiaridades humanas de simios embrionarios y juveniles son un signo de su ascendencia semihumana (ver sección siguiente), esto es, los simios son humanos que evolucionaron físicamente y se desarrollaron en el aspecto mental.

Fig. 5.2. Comparación entre los cráneos de un humano (columna izquierda) y el mono capuchino (columna derecha) que representa a la mayoría de primates antropoides. Los individuos juveniles humanos y de monos (parte inferior) son similares al tener ambos una cabeza grande y redondeada, un hocico relativamente poco proyectado, ojos grandes, arcos superciliares débiles y mandíbulas y dientes pequeños. El humano adulto típicamente retiene estas características juveniles mientras que los adultos de monos y otros mamíferos tienden a desarrollar hocicos y crestas frontales más grandes y proyectadas (3).

La sutura o unión entre el premaxilar (parte anterior de la mandíbula superior que lleva los dientes incisivos) y los huesos maxilares se fusionan en una etapa temprana del desarrollo embrionario humano. Wood Jones afirmaba que esto imposibilita un origen a partir de monos, simios e incluso australopitecos en los cuales la sutura se cierra más tarde y las líneas en ella permanecen visibles en sus rostros. Los dientes humanos y de simios son similares en muchos aspectos, pero existen diferencias y son más pronunciadas en la segunda dentición (dientes permanentes) que en los dientes de leche. Las características juveniles se mantienen en los humanos mientras que los monos pasan a desarrollar caninos grandes, esmaltes finos y la geometría dental que les da su "perfil canino" (4).

Los monos y gorilas adultos son totalmente peludos, pero los monos nacen con pelo sólamente en cabeza y lomo, y los gorilas con cabello únicamente en la cabeza. Los humanos recién nacidos también presentan vello en esa parte y en comparación con monos y simios adultos los humanos maduros no son muy peludos. Desde una perspectiva darwinista la velocidad con que se extiende el cabello para cubrir el cuerpo se ha retardado significativamente en nuestro caso, y teosóficamente hablando ese mismo proceso se aceleró en los simios.

En una cierta etapa de su desarrollo el feto humano está cubierto con una capa de pelo suave que a veces permanece en la piel de los recién nacidos. Los darwinistas interpretan esto diciendo que el feto humano pasa por una "etapa simiesca"; sin embargo, este vello no tiene nada que ver con el de los animales y es completamente humano. En realidad, el pelo de los animales se convierte en la primera capa cabelluda de tipo humano, lo que constituye otra indicación de que los simios evolucionaron más allá de los humanos (5). 

Reconociendo que muchos rasgos anatómicos humanos se "retardaron" mientras nuestro desarrollo mental experimentó un desarrollo acelerado, E.D. Cope escribió:

"En la estructura de sus extremidades y dentición, el humano se corresponde con el tipo de Mammalia que prevaleció durante el Eoceno. Por lo tanto, en estos aspectos él se asemeja a las fases inmaduras de aquellos mamíferos que sufrieron modificaciones especiales de extremidades o miembros (...) En la forma de su cabeza el humano se asemeja a los embriones de todos los vertebrados en la frente protuberante y mandíbulas y rostro verticales. En esta parte de la estructura la mayoría de los vertebrados se han desarrollado más desde el tipo embrionario que el hombre, de modo que realmente puede decirse que el rostro de éste último es resultado de una retardación. Sin embargo, en la estructura de sus sistemas nervioso, circulatorio y reproductivo -éste último en su mayor parte- el humano se encuentra en la cúspide entre los vertebrados. Podemos establecer que el hombre es retardado y embrionario en aquellas partes de su estructura que son necesarias para la supremacía sólo por fuerza corporal" (6).


Bipedismo inicial

Esta teoría (1), como fue propugnada por François de Sarre del Centro de Estudio e Investigación sobre Bipedismo Inicial (CERBI), afirma que en lugar de ser una transformación evolutiva bastante reciente de un ancestro simiesco, los humanos son un reservorio extremadamente antiguo y han permanecido morfológica y anatómicamente más cercanos al vertebrado original del que descienden todos los demás. En opinión de Sarre, este prototipo era una hipotética y pequeña criatura marina que vivió hace unos 60 millones de años.

El autor describe la historia evolutiva tradicional humana como "una farsa gigantesca basada en observaciones erróneas y viejos prejuicios" y añade que como el registro paleontológico es tan incompleto debemos basarnos principalmente en la embriología y anatomía comparada para descubrir nuestros verdaderos orígenes. En lugar de interpretar la estructura primitiva humana ("juvenil") para dar a entender que somos simios fetales maduros, Sarre sostiene -y al igual que la Teosofía- que los simios descienden de nosotros y evolucionaron anatómicamente más allá del punto en que concluyó el desarrollo humano.

Los humanos constituyen los únicos mamíferos conocidos que habitualmente son bípedos. De modo significativo, en los embriones de humanos, ciertos primates y muchos otros mamíferos el foramen magnum (abertura en el cráneo por donde pasa la columna vertebral) se sitúa en posición central. En los humanos adultos esta ubicación se conserva -necesaria para el bipedismo- mientras que en otros animales, incluidos los simios, la abertura se dirige hacia atrás para la posición requerida por un cuadrúpedo a medida que avanza el crecimiento (2). 

Un hecho relacionado es que en todos los embriones de mamíferos -incluyendo humanos y simios- el ángulo entre el plano de la cara y el de la base craneal por donde pasa la médula espinal se halla extremadamente flexionado en unos 90°. Este ángulo permanece más doblado en humanos adultos (120°) lo que se vincula con nuestro modo bípedo de locomoción, pero en los animales maduros el ángulo se abre subiendo a 140° en simios y hasta 180° en los mamíferos totalmente cuadrúpedos.

Fig. 5.3. Representación del ángulo entre el esqueleto facial y la base del cráneo en un perro (arriba) y un humano (abajo) mostrando la etapa fetal (columna izquierda) y la etapa adulta (columna derecha) (3).

Un análisis de manos y pies humanos demuestra que nunca hemos sido cuadrúpedos. Los simios y monos tienen pies prensiles (es decir, un dedo gordo oponible) que son como manos inferiores y permiten el agarre de ramas, etc.; además, el tercer dígito de sus pies es el más largo de los cinco. El pie nuestro orientado al bipedismo es muy diferente y típicamente humano desde el momento de su primera aparición temprana en el desarrollo embrionario. De modo significativo, en el embrión todos los pies primates comienzan siendo similares a los nuestros, lo que implica que el pie de simios y monos es de un tipo humano que se convirtió en prensil a través de la adaptación a la vida en los árboles. Además, el tercer músculo peroneo de la pierna -uno de los más importantes que nos permiten estar de pie y caminar- no se encuentra en ningún otro mamífero; se puede apreciar en el embrión humano durante los inicios de su desarrollo sugiriendo así que debimos haber tenido una postura erguida tal vez desde el mismo origen del reservorio humano (4). 

La mano humana con sus cinco dedos ha permanecido muy primitiva y no puede haber evolucionado desde una pata animal. La estructura de nuestros brazos y manos ha servido como punto de partida para diversas transformaciones evolutivas como los antebrazos en los mamíferos cuadrúpedos, las alas de murciélagos y las aletas pectorales en cetáceos. Mientras que los humanos tienen un pulgar oponible bien desarrollado, dicho dígito en los primates no-humanos es corto y a menudo macilento o se halla totalmente ausente como resultado del desuso. En algunas especies de monos la especialización al escalar árboles ha producido que su pulgar se redujera a un tocón mientras que al mismo tiempo sus brazos se alargaron. Por su parte, los simios conservaron las manos que son anatómicamente muy similares a las nuestras, pero a menudo las emplean para caminar con los nudillos (5). 

Fig. 5.4. Cambios en la proporción corporal en humanos y simios. Max Westenhöfer sostuvo que si no tenemos ninguna opinión preformada, este diagrama excluye una ascendencia simiesca para el ser humano (6). Los miembros anteriores de los simios son más largos que los posteriores como resultado de la especialización en la vida arborícola.

La paleontóloga Yvette Deloison cita la estructura primitiva de la mano humana como evidencia de que el antepasado común de los australopitecos, grandes simios y humanos no pudo haber sido ni arbóreo ni cuadrúpedo. Por otra parte, el pie humano está especializado para la locomoción bípeda y en el supuesto de que la evolución nunca retrocede, Deloison afirma que nuestro primer antecesor primate debe haber tenido manos y pies no especializados y que tanto humanos como australopitecos tenían un ancestro común bípedo que apareció hace unos 15 millones de años. Por ende y en lugar de evolucionar hacia el bipedismo humano, los australopitecos semi-bípedos se estaban adaptando a un nuevo modo de vida en los árboles (7). 

Sarre adopta una posición similar y al igual que Gribbin y Cherfas cree que los simios antropoides actuales podrían estar relacionados con los australopitecos, pero en lugar de decir que éstos últimos eran bípedos que evolucionaron a partir de antepasados cuadrúpedos que después involucionaron para convertirse en simios cuadrúpedos, argumenta que los australopitecos tenían antecesores bípedos y en realidad estaban en proceso de perder su bipedismo avanzando hacia el cuadrupedismo como parte de una fase de deshumanización, y de acuerdo con esto Sarre considera a los salvajes como Bigfoot y los Yeti como reliquias de homínidos deshumanizados (8). 


Referencias

Especialización y gracilización

1. C. David Kreger, "Modern Human Origins", www.modernhumanorigins.com.
2. britannica.com/EBchecked/topic/490510/Ramapithecus.
3. britannica.com/EBchecked/topic/431788/Oreopithecus; William R. Corliss (comp.), Biological Anomalies: Humans III, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1994, p. 72-3.

4. Björn Kurtén, Not from the Apes: A history of man’s origins and evolution, Nueva York: Vintage Books, 1972, p. 31-2.

5. Michael A. Cremo y Richard L. Thompson, Forbidden Archeology, San Diego: CA: Bhaktivedanta Institute, 1993, p. 679-81.

6. Not from the Apes, p. vii, 4-5, 37-42.
7. John Gribbin y Jeremy Cherfas, "Descent of man – or ascent of ape?", New Scientist, 3 de septiembre de 1981, p. 592-5.

8. Frederic Wood Jones, The Problem of Man’s Ancestry, London: Society for Promoting Christian Knowledge, 1918; Frederic Wood Jones, Man’s Place among the Animals, London: Edward Arnold & Co., 1929, p. 307-53.


Neotenia y recapitulación embrionaria

1. William R. Corliss (comp.), Biological Anomalies: Humans I, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1992, p. 26.

2. Ver "Sex and sexuality", sección 2, http://davidpratt.info.
3. Jeffrey H. Schwartz, Sudden Origins: Fossils, genes, and the emergence of species, Nueva York: John Wiley, 1999, p. 138.

4. Biological Anomalies: Humans I, p. 91-3.
5. François de Sarre, "Man, as an ancestral vertebrate", parte 1, Bipedia, n° 4, marzo de 1990, http://perso.wanadoo.fr/initial.bipedalism/4.htm.

6. Citado en Stephen Jay Gould, Ontogeny and Phylogeny, Cambridge, MA: Belknap, Harvard University Press, 1977, p. 355.


Bipedismo inicial

1. François de Sarre, "La théorie de la bipédie initiale: avancées récentes et perspectives", Bipedia, n° 26, marzo de 2007, http://initial.bipedalism.pagesperso-orange.fr/26a.htm.

2. Corliss, Biological Anomalies: Humans I, p. 27, 180-3.
3. Schwartz, Sudden Origins, p. 134-5.
4. Biological Anomalies: Humans I, p. 26-7; François de Sarre, "Initial bipedalism: an inquiry into zoological evidence", Bipedia, n° 1, septiembre de 1988, http://perso.wanadoo.fr/initial.bipedalism/1.htm

5. Sarre, "Man, as an ancestral vertebrate".
6. Biological Anomalies: Humans I, p. 31.
7. Yvette Deloison, "L’homme ne descend pas d’un primate arboricole! Une évidence méconnue", Biométrie Humaine et Anthropologie, v. 17, 1999, p. 147-50.

8. François de Sarre, "Essai sur le statut phylogenique des hominoïdes fossiles et récents", partes 1 y 2, Bipedia, n° 5 y 7, septiembre de 1990 y septiembre de 1991.