De todos los cuerpos astronómicos y desde tiempos inmemoriales, la Luna viene recibiendo mucha atención por ser el más próximo a nosotros, iluminar la noche y sus diversas influencias en asuntos humanos. Se la describe como "reina nocturna" y está conectada con mareas oceánicas, plantas, procesos reproductivos y tesituras anímicas. De acuerdo con especialistas, es el único satélite natural y permanente de la Tierra, pero su origen verdadero continúa siendo un misterio, si bien se cree que apareció hace unos 4510 millones de años a partir de restos producidos por el impacto entre un objeto llamado Theia y nuestro globo. La historia astronáutica recuerda a Neil Armstrong como la primera persona en caminar sobre la Luna en 1969, y se afirma que el conocimiento acerca de ella experimentó un vuelco desde que arribaron las misiones pioneras. Se pensó que buena parte de su material provino de Theia, con una composición "muy distinta" a aquella de la Tierra; sin embargo, las rocas lunares traídas exhibieron iguales rasgos químicos entre ambas.
Robin Canup, astrofísico estadounidense, lidera una pesquisa financiada por el Instituto de Ciencia Lunar de la NASA (NLSI), y conjetura que esos cuerpos planetarios se crearon en una gigantesca colisión, donde cada uno era cinco veces más grande que Marte. Tras el evento, adquirieron tamaño parecido y volvieron a chocar, formando una Tierra primitiva circunscrita por un disco de material que se combinó para generar la Luna, lo que explicaría su similitud.
El Ocultismo enseña que la Luna nunca se separó de nuestro planeta, y constituye la "madre" de éste último: "Si nuestros científicos hubieran conocido tantos misterios de la naturaleza como los antiguos arios, seguramente nunca habrían imaginado que la Luna se proyectaba desde la Tierra" (Doctrina Secreta, vol. 1, p. 398); por ende, aquélla es más antigua. Todo orbe comporta principios genéricos al igual que el ser humano (Espíritu, psique, intelecto, cobertura astral y parte física). La Tierra no es un "simple trozo de materia bruta", sino una entidad séptuple porque tiene otros seis globos compañeros, y juntos dan origen a la Cadena Terrestre. Si bien difieren entre sí respecto a su hechura, se hallan unidos en una sóla masa y dicho sexteto puede ser visto en un nivel de consciencia diferente [ver diagrama aquí].
Se afirma que la Luna también es septenaria, y en tiempos remotos cuando no existía la Tierra, aquel satélite era un globo habitado. Al extinguirse su periodo de vida, cada "esfera" lunar soltó energías que actuaron sobre la materia cósmica, provocando condensación gradual y el ulterior grupo terrestre.
Helena Blavatsky declaró que el "centro Laya" es núcleo de la Sustancia Primordial en un nivel indiferenciado, y si se activa por los principios de un cuerpo sideral abiótico, esa materia crea mundos habitables pues todos ellos nacen en modo recíproco. Esto se compara a la "tertulia de los Fuegos", donde siete sabios aparecen en el umbral del templo con varillas fúlgidas de incienso; los ascetas proporcionan fuego a la primera hila de peregrinos, éstos a otros y así sucesivamente. De igual manera, un núcleo laya se despierta con la "luz" de un ítem sidéreo muerto; luego viaja al espacio y deviene cometa, que tras perder velocidad se asienta a guisa de cuerpo cósmico, formando en nuestro caso la cadena terrestre (DS, vol. 1, p. 203-4).
Cuando una persona muere, sus elementos superiores emigran al Devachán, los cuales corresponden a las mónadas o "Egos" de una cadena planetaria disuelta, y posteriormente alcanzan el nirvana (reposo), permaneciendo en ese grado hasta construirse otra serie. Asimismo, los principios inferiores humanos -o envoltura kamarúpica- se atomizan y generan skandhas, que a su vez se utilizan para preparar una nueva personalidad, tal como sucedió con los globos de la cadena lunar para inducir la secuencia terrestre.
La Luna y Tierra físicas son las cuartas esferas de sus series análogas, mientras el resto continúa invisible. Aquélla está muerta sólo en términos psíquicos y espirituales, pero sigue activa su parte "dura" a modo de "cuerpo semiparalizado" (DS, vol. 1, p. 149) y es arrastrada por su compañera, a la que transfiere poderes bajos todavía cohesivos, pues sólo se encuentra a mitad de su desintegración. Podríamos etiquetarla de "madre insana" al carecer de principios sublimes, y en casos de locura humana crónica, se destruye el nexo entre los "módulos" inferior/superior, por cuanto la mente de vesánicos funciona en el plano astral y lejos del organismo corpóreo.
La Luna ejerce influencias de vida activas o perjudiciales. Blavatsky expone símiles con los camposantos, pues abarcan emanaciones que pueden causar muerte o trastornos, y también grandes fuerzas vitales gracias a los inánimes descompuestos, haciendo que la hierba crezca más en comparación con otros lugares. Probablemente aquí encontramos base en el ideario popular de que "la Tierra o los niños vampirizan la Luna" o viceversa, refiriéndonos al traspaso energético desde criaturas fuertes a débiles.
El doctor Richardson concluyó que la vitalidad animal o "éter nervioso" se difunde en toda la naturaleza, y los tejidos animales la absorben según su carácter patológico o saludable, descendiendo a vegetales en mayor cuantía mediante el Sushumna solar que ilumina y alimenta a la Luna. Los efluvios de ésta última posibilitan que dicha sustancia penetre en humanos y animales, básicamente durante el sueño; los centros nerviosos la acumulan para restablecer su tónica e impulsa los músculos a un despertar y vida renovados (DS, vol. 1, p. 537-38).
Parte 2, abril 2019
Hasta hoy, la Luna mantiene profundos secretos de índole psíquica y metafísica. Sus verdaderas propiedades son conocidas por todo ocultista serio, en especial las hechiceras de Tesalia y los tantristas bengalíes (DS, vol. 1, p. 156). La filosofía esotérica menciona Siete Planetas Sacros, pero no considera tales al Sol, nuestro satélite ni a la Tierra, y los primeros son sólo "reemplazos" de ítemes encubiertos. El segundo subroga "un planeta con movimiento retrógrado (...) y visible en ocasiones a cierta hora de la noche. Su influencia esotérica es transmitida por la Luna" (Transactions, p. 47-48).
Conforme esta luminaria nocturna viaja en derredor nuestro y dependiendo de su ángulo por intuito al Sol, se iluminan u oscurecen zonas en ella, generando fases que se repiten cada 29 días y medio. El ciclo metónico implica 19 años (mínimo común múltiplo establecido por Metón), y una vez completo, la Luna nueva y llena coinciden en los mismos días solares del mes. Igualmente, finaliza su camino espacial en 27,322 (mes sideral/tropical) volviendo a señalar idénticas estrellas de fondo al cabo de ese periodo [fundamento para calcular los Nakshatras o casas lunares en el Jyotish].
Puesto que la Tierra se mueve en torno al Sol, la Luna tarda más en alcanzar la misma posición con respecto a él (después de cumplir un mes sideral o círculo íntegro); es decir, el tiempo que demora en retornar de una fase a la siguiente llega a 29,5306 días, o mes sinódico (...). Dado que 235 meses sinódicos y 254 tropicales equivalen a 19 años aproximativos, tenemos: 365,24 x 19 = 6939,56 días; 235 x 29,5306 = 6939,691, y 254 x 27,322 = 6939,788. Además, de este ciclo metónico, 12 de los 19 años tenían 12 meses, y 7 incluyeron 13 lunares.
Respecto a las susodichas fases, ellas se dividen "en cuatro puramente psíquicas y tres fenómenos astronómicos" (DS, vol. 1, p. 396). "El número siete está muy relacionado con la Luna, cuyo influjo esotérico trabaja de continuo en períodos de esa cantidad; guía el cariz oculto de la naturaleza terrestre, mientras el Sol es regulador y factor de la vida manifestada" (vol. 2, p. 595). Los hebreos hablan del séptimo día semanal o Sabbath, pero en Génesis leemos que el mes lunar engloba cuatro partes de siete días, teniendo en cuenta las fases (...) [ver aquí para detalles].
La Luna es un símbolo masculino-femenino y también el más complejo debido a sus múltiples trasfondos. Para los hindúes encarna al rey Soma, y otras naciones veían en ella a personajes como Diana, Lucina y Artemisa, quien fomenta la concepción y el parto (DS, vol. 1, p. 395).
Las "diosas selenitas" siempre estuvieron anexas a lo fecundo y el alumbramiento, mas la ciencia lo descarta a guisa de "fraude". Cuando ese planeta asumía un rol masculino (p. ej., Soma, cuyo hijo es Budha-Mercurio) se vinculaba al Conocimiento Oculto, y luego adquirió contrapartes en Isis, Juno, etc. Si estas tradiciones fueran perquiridas, probablemente no tendríamos excesos demográficos, pues antes se creía que bajo ciertas fases lunares la unión física no generaba descendencia, pero quienes emplearon ese método eran "diabólicos" y "pecadores". Sin embargo, lo que antaño se catalogó de "horrendo" es más preferible a los delitos sexuales contemporáneos (DS, vol. 1, p. 228 y nota al pie).
En el artículo "Whence the Name 'Lunatic'?", Blavatsky menciona experiencias donde personas normales no podían estar quietas ni dormir mucho tiempo en un cuarto iluminado por la Luna, sin perjudicar su salud; asimismo, cualquier mayordomo perspicaz sabe que con igual condición las reservas de alimento se deterioran más rápido. Hay vínculos entre fases lunares y enfermedades de plantas, animales y humanos (en particular epilepsia, neuralgia y otros desórdenes nerviosos, factibles de curarse con energía solar). El 21 de enero de 1693, fecha de un eclipse análogo, murió el triple de víctimas que en los días previo y posterior. El propio Lord Bacon solía caer inconsciente al comienzo de cada eclipse y recuperando su salud al concluir, pareciéndose a Carlos VI quien se trastornaba con Luna nueva y llena preliminar.
Nuestro cuerpo astral -modelo del físico- proviene de Pitris o seres lunares avanzados, y junto con Kama y Prana tiene engarces importantes con dicho planeta. En eventos de locura irremediable, quedan escindidos los "estratos" animales y sublimes humanos (o inmóviles en vesania transitoria) y la mente inferior sintoniza con el plano astral, lo cual explica por qué los enfermos de ese tipo se descontrolan en noches de Luna llena.
Un eclipse de Sol ocurre si la Luna pasa entre la Tierra y aquél, interceptando su luz. Al ahondar en simbolismos, podemos ver nuestro satélite a modo de "discípulo" o alguien que refleja y transmite la Verdad (Astro Rey) a sus semejantes, haciéndolo en mayor o menor cuantía según el progreso particular. Mientras sea fiel al criterio de inegoísmo, beneficiará a muchos sacándolos de tinieblas, pero desvía la atención cuando "infla" su personalidad o se sitúa en un pedestal [adrede o inconsciente] y genera un "bloqueo" espiritual que será escaso o completo al tenor del grado que manifieste el engaño. Tras un tiempo el Sol recupera su brillo, y la Luna se muestra oscura en pleno egreso como los narcisistas o temerarios expuestos.
También es plausible equiparar los bajos instintos de alguien con nuestra luminaria nocturna, y al Ego (Manas) a título de "sol". Un gran número de personas vive "eclipses parciales", y el remedio es purificar aquéllos para convertirlos en espejos de lo Divino. Los materialistas y egomaníacos radicales ahogan su sentido moral, y la personalidad efímera es rechazada por el Ser o termina aniquilándose si deja de recibir guía superior.
A menudo, esto sucede en coyunturas como la Cuarta Raza o Atlante que finalizó con gran degeneramiento, llegando incluso a practicar idolatría, y así el Diluvio se encargó de destruir su gran continente. De acuerdo con cierta "tradición oculta", las catástrofes similares ocurren siempre que hay obstáculos al fulgor del Sol Espiritual (DS, vol. 2, p. 250 nota al pie).
Parte 3 y final, mayo 2019
Gerald Massey escribió que el Egipto Antiguo identificó la Luna con los gatos por ser ambos "capaces de ver en la oscuridad" o "arrojar lumbres". Se sostiene que, de todas las especies nocturnas, los felinos y búhos gozan de la mejor aptitud visual en ausencia de luz. Hay dos tipos de células fotorreceptoras en nuestra retina, denominadas bastones (o "crepusculares") y conos (que ayudan a distinguir colores), pero en dichos animales los primeros son más abundantes.
Un adivino psíquico o espiritual percibe detalles recónditos para el ojo común, y gracias a los rayos solares, la Luna vigila o "patrocina" lo misterioso. La diosa egipcia Pasht tenía cabeza de félido, emblema del "ojo de Osiris" o el Sol durante la noche; custodiaba la "serpiente del mal", poseía arbitrios de "reunir o distanciar" y su credo era "reprender al culpable y eliminar impurezas" (Glosario Teosófico).
En tiempos remotos, los espíritus malignos "luchaban contra la Luna", muy relacionada con el Dragón en teogonías paganas, donde la Virgen/Madonna aparecía de pie sobre un Satanás endeble bajo ella. Para el Jyotish, la cabeza y cola de esta criatura son los nodos lunares ascendente y degresivo (puntos donde se cruzan las órbitas de nuestro planeta y satélite), o "dueto de ofidios" entre los griegos (DS, vol. 2, p. 403).
En astrología india, esos sitios se denominan Rahu y Ketu, y constituyen "planetas-sombra" (Chhaya-grahas) pues no tienen existencia material. Rahu fue el Daitya (demonio) cuya parte inferior era una cola de serpiente, y robó néctar Amrita o "aguas de inmortalidad" durante el "revoltijo del Océano". El Sol y la Luna, tras percibir el hecho, informaron a Vishnu quien entonces decapitó al responsable cuando la pócima aún estaba a la altura de su garganta; el dios colocó la parte superior del cadáver a fuer de cabeza y la otra como rabo. Se declara que ellos cobran venganza "tragando" ocasionalmente a esos planetas, lo cual es una metáfora de los eclipses. Rahu tenía un rol destacado en los misterios iniciáticos solares al enfrentarse candidato y dragón, o bien/mal (DS, vol. 2, p. 381), lo que apreciamos además en la pareja Osiris-Tifón/Apofis.
El aspirante representa al Sol, quien debe extinguir todo vicio y llevar "corona de espinas" previo a renacer en completa limpieza. Los Puranas dicen que Sanjana (conciencia espiritual), hija de Viswakarman, se quejó por la "luz insoportable" del cónyuge Surya (Astro Rey). El suegro crucifica a éste en su torno y corta la octava parte de sus rayos, creándole una faja oscura; de este modo, Surya pareció rodearse de "espinas" y devino "Vikarttana" o "sin brillo".
El término Pitri significa "ancestro", y Blavatsky consigna: "El hechicero o dugpa siempre trabaja sus ritos infernales el día de Luna nueva, cuando la influencia benigna [sabiduría] de los Pitris está en su punto más bajo; cristaliza parte de la fuerza diabólica de sus predecesores en el mal, y la dirige hacia sus propios fines. Los brahmanes [verdaderos] siguen un curso antílogo, respecto a la energía legada por aquellos antecesores". Soma es uno de los nombres sánscritos de la Luna y también el líquido místico de dichos sacerdotes, quienes logran el poder de establecer nexos con el área brillante del planeta, inspirándose en el vigor intelectual de los ascendientes homónimos (Raja-Yoga or Occultism, p. 98-99).
En varios aspectos, la ingesta de soma es igual que la cena eucarística para el cristiano, y mediante oraciones sacrificiales o mantras esa bebida puede transformarse en Brahma: "[el iniciado] vuelve a nacer, y su naturaleza espiritual supera a la física; otorga el poder divino de la inspiración y desarrolla al máximo la facultad clarividente. Según los exoteristas, soma es una planta, pero a la vez un ángel. Conecta por la fuerza el espíritu interior y supremo del individuo (...) con su alma irracional o cuerpo astral (...) se elevan juntos por encima de lo mundano y participan de la bienaventuranza y las inefables glorias del Cielo" (Glosario Teosófico). La "embriaguez" puede aludir al frenesí mántico, en que "mientras un candidato toma el jugo con eutrapelia (...) el 'espíritu' de Brahma lo posee", generando éxtasis y dones proféticos (Isis, p. xxxv).
La tradición india cuenta que Brihaspati (Júpiter) simboliza la letra muerta o los rituales vanos, y su esposa Tara anheló sabiduría real aunque continuaba inmersa en fervor dogmático. Se dejó llevar por Soma, quien la introduce en los misterios o Gupta Vidya, y ese vínculo originó a Budha (Hermes/Mercurio/Ganesha); en otras palabras, la conciencia encarnada del alma se une con Buddhi, dando lugar al conocimiento divino. A este nivel, la persona se mantiene en su cuerpo, y sin embargo fuera de él, alzándose temporalmente a planos superiores y conserva en su cerebro lo que ve y aprende. Soma es el fruto del Árbol del Conocimiento, prohibido por los Elohim contra Adán y Eva (DS, vol. 2, p. 499).
Los antiguos conocían bien los engarces de la Luna con las mujeres, la concepción y el parto, pero el falicismo terminó imponiéndose al interpretar símbolos literalmente (DS, vol. 2, p. 264, 460), como sucedió con las nociones de lingam y yoni. Jehová es el andrógino masculino-femenino, activo y pasivo, que se descompone en Yod (membum virile o himen), Hé (útero), Vau (gancho/clavo/bastón) y Hé ("abertura"), formando el emblema bisexual perfecto (Y (e) H (o) V (a) H).
En muchos templos existe un Sanctasanctorum con murallas en tres de sus lados, y una cortina frente al acceso del cuarto, o Adytum. El recinto indica la "matriz", y los judíos pudieron tomar la idea de egipcios e indios. Los misterios iniciáticos en el país del Nilo se llevaron a cabo al interior de las Pirámides, y la famosa "Cámara del Rey" corresponde a aquél aposento secreto. Los postulantes (dios solar) descendían al sarcófago elíptico (principio femenino) y en forma de barcaza, para "fecundarlo" o iniciar la concepción espiritual. Los neófitos "resucitaban" tras permanecer allí dos días y dos noches, y sufrir las pruebas más horribles al terminar. En Egipto la femineidad se representó con una vasija que tenía figura de navío; el Argha helénico se relacionaba con Diana (Luna), y a través de la Vaca Dorada india los candidatos se convertían en Dwijas o "nacidos dos veces" (DS, vol. 2, p. 462-63). Osiris e Isis eran delineados como personajes con cabeza de toro y res, porque vacas y mujeres tienen el mismo período gestacional de 280 días ó 10 meses lunares de cuatro semanas; no obstante, el culto degeneró en ceremonias fálicas (ibídem, vol. 1, p. 390-91).
Se cree que cuando la Tierra era una masa plástica fundida, parte de ella fue proyectada al espacio y creó la Luna (...). Los astrónomos son ignaros de por qué Venus y Mercurio no tienen satélites, al servirse sólo de una clave material, mas la Filosofía Oculta emplea siete para entender cualquier símbolo. Esos planetas no disponen de "acompañantes", pero sí tuvieron progenitores. La Luna desaparecerá si nuestro "globo azul" llega a a su séptima ronda, y es lo que debió acontecer con esferas solitarias, a diferencia de otras que retienen múltiples lunas (DS, vol. 1, p. 155-56).