David Pratt
Noviembre de 2004, noviembre de 2020
Contenidos:
09. Tierras hundidas
-Tectónica de placas, un dogma en apuros
-Continentes hundidos
-Islas desaparecidas en el Pacífico
09. Tierras hundidas
"(...) Isla de Pascua, testigo viviente y solitario de un continente prehistórico sumergido en medio del Océano Pacífico" (H.P. Blavatsky) (1).
"Debe quedar claro que las islas de Polinesia no son parte de un continente inmerso, y jamás lo han sido" (un "especialista" moderno) (2).
Rapa Nui se encuentra a unos 500 kms. al este de la cima de un cordón montañoso submarino, llamado Elevación Oriental del Pacífico, y también se sitúa en la Zona de Fractura de Pascua. Se cree que esta isla es la cumbre de una inmensa montaña producida por efusión de roca volcánica fundida del lecho marino, y descansa sobre una plataforma a 50 ó 60 mts. bajo la superficie del océano, pero termina a 15 ó 30 kms. de la costa y el fondo desciende entre 1800 y 3600 mts.
La Isla de Pascua debe su forma casi triangular a los tres volcanes ubicados en sus esquinas, denominados Poike, Rano Kau y Terevaka, y aparte de ellos existen al menos 70 centros eruptivos subsidiarios. Los flujos de lava más antiguos se remontan hasta 3 millones de años, pero recientemente se han publicado fechas de 300.000 y 500.000 (3); asimismo, algunos científicos creen que las primeras lavas en el sector (ahora muy por debajo del nivel marino) entraron en erupción hace 4,5 ó 5 millones de años* (4).
*Para la conversión entre fechas, véase "Geocronología teosófica vs. científica".
La tradición nativa describe esta ínsula como el fragmento arcaico de un "país mucho más grande". Las sucesivas glaciaciones durante el Pleistoceno redujeron el nivel del mar en al menos 100 mts. y posiblemente mucho más en ocasiones, e Isla de Pascua habría sido más extensa. De acuerdo con la tectónica de placas reinante, Rapa Nui no tiene vínculos con terrenos hundidos, pero ese paradigma está siendo cuestionado por múltiples evidencias.
Francis Mazière pensó que el legendario continente perdido de Hiva pudo ser una extensa cordillera continental (Elevación Oriental del Pacífico). Como se verá, están surgiendo pruebas de que áreas oceánicas mucho más grandes constituyeron tierra firme en el pasado.
Tectónica de placas, un dogma en apuros
Aunque la mayoría de geocientíficos aceptó este modelo en las décadas de 1960 y 1970, siempre ha tenido detractores y su número se acrecienta conforme aparecen pruebas impugnatorias (1).
De acuerdo con esa hipótesis, la capa más externa de la Tierra o litosfera se divide en "placas" separadas que se mueven entre sí en una capa plástica subyacente, conocida como astenosfera. Se dice que aquella envoltura tiene un espesor promedio de 70 kms. bajo los océanos y de 100 a 250 kms. subdurales a continentes; sin embargo, la tomografía sísmica (que produce imágenes en 3D del interior planetario) demuestra que las partes continentales más antiguas tienen raíces muy profundas que se extienden a 400 kms. o más, y que no poseen astenosfera o es muy delgada. Incluso bajo los océanos no hay astenosfera continua, sino sólo lentes homólogos desconectados; además, en ocasiones los límites de placas principales están mal definidos o no existen. Estos hechos cruciales, ampliamente soslayados en textos geológicos modernos, hacen imposible el movimiento lateral de esas divisiones a gran escala.
La tectónica de placas afirma que constantemente se crea nueva corteza oceánica a partir del magma que brota de dorsales "medias" (incluida la Elevación del Pacífico Oriental) y se interna otra vez en el manto a lo largo de fosas, en su mayoría ubicadas alrededor de la Cuenca del Pacífico, lo cual significaría que toda esa corteza no debería tener más de 200 millones de años. Sin embargo, se han encontrado miles de rocas de las eras Paleozoica y Precámbrica en océanos del mundo; por ejemplo, aquéllas que forman las islas St. Peter y Paul (cercanas a la cima de la Dorsal Mesoatlántica) arrojaron edades de 350, 450, 835 y 2000 millones de años, mientras que según la ortodoxia sólo datan de 35 millones, e igualmente se demostró que las rocas centrales de Tahiti en el Pacífico Sur comprenden más de 800 millones. Ocasionalmente se intenta menospreciar esas irregularidades de forma artificial y laxa, atribuyéndolas a bloques corticales que de algún modo fueron producidos durante la "expansión del fondo marino".
Todos aceptan que enormes áreas continentales modernas se han sumergido varias veces, pues alrededor del 90% de todas las rocas sedimentarias que componen dichas superficies se depositó bajo el agua. No obstante y debido a sus creencias arraigadas, los tectonistas ignoran la creciente evidencia de que solía haber grandes masas de tierra ahora inmersas en océanos, siendo completamente descartadas en las fantasías de la así llamada "deriva continental". Muchos especialistas vienen sugiriendo perforaciones del lecho océanico a honduras mucho mayores para corroborar -y como ya sugieren los datos disponibles- si la capa de basalto que actualmente se denomina "subsuelo" oculta sedimentos más antiguos (2).
Los sismos que tienen lugar a diferentes calados en el sector terrestre de fosas oceánicas delinean una "zona de Benioff", que se interpreta en la ortodoxia como una "placa descendente", pero no hay explicaciones satisfactorias sobre cómo la corteza oceánica declina hacia el manto más denso. Además, esas zonas tienen una estructura altamente variable y compleja, con discontinuidades y segmentaciones transversales y verticales, y se parecen poco a las imágenes altamente estilizadas de losas descendentes y continuas en manuales geológicos.
Fig. 9.2. Distribución de un terremoto perpendicular a los Andes (15-30° S). La "losa subductiva" esbozada parece ser obra del "pensamiento deseoso" (3).
Se supone que el volumen cortical generado en dorsales oceánicas es igual a la cantidad subducida, pero mientras que 80.000 kms. de cimas mesoceánicas producirían nueva corteza, sólo hay 30.500 de fosas y 9000 para "zonas de colisión", es decir, sólo la mitad de longitud en "centros expansivos". Si realmente ocurriera subducción, grandes cantidades de sedimentos oceánicos deberían arrastrarse desde el fondo marino y quedar apilados contra el margen terrestre de las fosas. Sin embargo, los sedimentos en ellas generalmente no están presentes en volúmenes requeridos y tampoco muestran el nivel de deformación esperado. Así, los tectonistas apelan a la idea descabellada de que los sedimentos oceánicos blandos pueden deslizarse suavemente hacia una zona de subducción sin dejar ningún rastro significativo.
Una visión alternativa sobre las áreas Benioff es que son fracturas muy antiguas producidas por enfriamiento y contracción de la Tierra, y actualmente representan una interfaz de deformación entre el arco insular/región continental emergente y la corteza/manto oceánicos que se hunden.
Muchos tectonistas creen que las cadenas de islas y los montes submarinos en el Pacífico son resultado del movimiento de la placa homónima sobre "puntos calientes" de magma ascendente. Esto debiera generar una progresión sistemática de edad a lo largo de los trazados para dichos centros, pero una gran mayoría muestra poca o ninguna. Por ejemplo, las edades de islas y montes submarinos a lo largo de la cumbrera donde se hallan Rapa Nui/Sala y Gómez no aumentan con regularidad hacia el este (4). Los mencionados focos se suelen atribuir a las "plumas mantélicas" que se elevan desde el límite entre núcleo y manto, pero los detractores contienden que esa explicación es ad hoc, artificial, inadecuada e innecesaria para la evidencia geológica (5). Una alternativa es que las cadenas de islas oceánicas están formadas por magma que se eleva desde profundidades mucho más superficiales, quizás desde una red magmática de "canales de tensión" en la litosfera.
Los continentes y océanos están cubiertos por una red de grandes estructuras o lineamientos, muchos de los cuales datan del Precámbrico. En la cuenca del Pacífico hay intersección de megatendencias compuestas por dorsales, zonas de fractura y cadenas de montañas submarinas, que corren en dirección NNO-SSE y OSO-ENE (fig. 9.3) (6). En la tectónica convencional, esas cadenas supuestamente indican la dirección del movimiento de placas, pero para producir estas megatendencias ortogonales dichas secciones tendrían que moverse en dos sentidos a la vez. Aunque los ortodoxos siempre recurren a "microplacas" y "puntos calientes" ad-hoc cada vez que lo consideran necesario, no ofrecen una explicación convincente para ninguna de esas macrotendencias y prefieren ignorarlas.
Además, algunas megatendencias prosiguen en Australia, Asia y América del Norte/Sur donde se conectan con los principales lineamientos precámbricos, significando que la corteza "oceánica" está compuesta al menos en parte por rocas del mismo periodo, como se constató por dragado en aguas profundas, perforación y datos sísmicos. La zona de fractura oriental se encuentra en la Megatendencia del Pacífico Central, que se extiende por todo ese océano y continúa en América del Sur hasta el Atlántico (7). Estos lineamientos conectados destronan el mito de que "placas" y continentes se han movido por miles de kilómetros sobre la superficie terrestre.
Continentes hundidos
Suele decirse que Isla de Pascua nunca estuvo asociada a un continente al no poseer granito ni rocas sedimentarias como caliza y arenisca, sino sólo material ígneo, pero H.F. Blandford señaló en 1890: "La aparición de islas volcánicas no prueba que el área donde ocurren no sea un continente hundido. Si África al sur del Atlas se zambullera dos mil brazas [3,6 kms.], ¿qué quedaría sobre el agua? Hasta donde indica nuestro conocimiento actual, las islas restantes consistirían en cuatro picos volcánicos: Camerún, Monte Kenia, Kilimanjaro y Ruwenzori, junto con una isla o más, que como las otras estarían compuestas en su integridad por rocas ígneas (...) Hay pruebas claras de que algunas zonas terrestres al interior de límites continentales se han sumergido por mil brazas [2 kms.] en fechas más o menos recientes, mientras que los fondos marinos actuales a dicha profundidad deben haber sido tierra en parte del Terciario" (1).
Las piedras volcánicas en Isla de Pascua consisten principalmente en basaltos y andesitas y una pequeña cantidad de riolita. Los basaltos son considerados parte sustancial de la corteza oceánica, pero los basaltos de inundación también se encuentran profusamente en áreas continentales; además y a medida que se inspeccionan más ejemplares, la diferencia entre aquéllos de tipo oceánico y terrestre se torna cada vez más ambigua (2). El esquema tectonista propugna que los volcanes andesíticos se forman a lo largo de un borde continental sobre una mítica "zona de subducción" (3), y Rapa Nui ahora se encuentra a 3600 kms. de Sudamérica. El equivalente en grano grueso de la riolita es el granito, que se localiza abundantemente en tierra firme y cada vez más bajo los océanos, y es así que varios geólogos en el pasado describieron sin rodeos las piedras pascuenses como "continentales" (4). P.E. Baker lo expresa con más cautela: "(...) las lavas en general son mucho más silíceas de lo común en un ambiente oceánico", y a este respecto son similares las rocas de otras islas en o cerca de la Dorsal del Pacífico Oriental como Pitcairn y Galápagos (5).
El soviético N. Zhirov aludió al hallazgo de rocas "continentales" (sial) como granito, esquisto, riolita y andesita en muchas islas del Pacífico, incluidas las Marquesas, Galápagos, Fiji, Tonga, Kermadec, Chatham, Bounty y Oakland, y también Chuuk, Yap y Man (Carolinas). Hoy la mayoría de geólogos prefiere asumir que la andesita y riolita en ambientes marinos se formaron por altos niveles de cristalización fraccionada de basaltos oceánicos, pero esto es sólo conjetural (6).
A menudo se afirma que la corteza continental tiene un grosor promedio de 35 kms. en comparación con sólo siete de la oceánica. En el primer caso llega a 40 kms. de espesor bajo Australia del Norte, 20 en el sector oriente de Mar del Coral, 22-28 en el área de Fiji-Tonga-Samoa y hasta 36 para Tonga. Hay más de 100 mesetas y cordilleras pelágicas con islas diseminadas, y muchas pueden ser escisiones de tierra inmersa y sin "oceanizar" del todo, como sugieren la corteza "anormalmente compacta" y los hallazgos de rocas continentales de "antigüedad imposible".
A principios del siglo XX y a partir de sus análisis detallados sobre geopaleontología, J.W. Gregory concluyó que masas térreas de variadas dimensiones experimentaron múltiples nascencias y zambullidas en los océanos Atlántico y Pacífico, desapareciendo principalmente durante el Mioceno. Escribió: "La evidencia geológica abrumadora y directa es que grandes bloques de corteza terrestre suben y bajan en cantidades verticales mayores que las profundidades oceánicas" (7).
De acuerdo con sus estudios sobre perforaciones, el ruso E.M. Ruditch determinó que no existe vínculo sistemático entre la edad sedimentaria de aguas poco profundas y su distancia desde los ejes de dorsales medias, rebatiendo la hipótesis de "expansión del fondo marino"; según ésta última, la edad de sedimentos debería aumentar progresivamente a mayor intervalo desde la dorsal. Algunas áreas oceánicas habrían experimentado hundimiento continuo, mientras que otras tuvieron fases alternas de elevación y subsidencia. Ruditch creía que antaño las principales zonas marinas constituyeron tierra firme: el Pacífico posiblemente se formó desde finales del Jurásico hasta el Mioceno, el Atlántico desde fines del Cretáceo hasta concluir el Eoceno, y el Índico entre el Paleoceno y Eoceno (8). Esto se corresponde estrechamente con las enseñanzas teosóficas sobre el hundimiento de Lemuria en postrimerías del Mesozoico y principios del Cenozoico, y el colapso atlante en la mitad inicial de ese periodo (9).
Fig. 9.5. Mapa de antiguas regiones terrestres en los océanos Pacífico e Índico actuales, realizado por J.M. Dickins y D.R. Choi sobre la base de muestreos y perforaciones en el lecho marino, datos sísmicos y ubicación de fuentes sedimentarias con prolongada datación (10). Sólo se incluyen masas terrestres para las cuales ya existe evidencia concreta, pero aún se desconocen sus contornos exactos y superficie total. Algunos geólogos sostienen que el área en el Pacífico Sudeste -denominada S3- probablemente se extendía mucho más al oeste y abarcaba lo que ahora es Isla de Pascua (11).
Islas desaparecidas en el Pacífico
El leyendario pascuense afirma que llegaron colonizadores a la isla después que se hundiera su patria lejana, y refiere al coloso Uoke quien en un arrebato de ira destruyó un gran continente, del cual Isla de Pascua era una parte. También se encuentran relatos análogos de tierras sumergidas en Polinesia-Melanesia y otras áreas que bordean el Pacífico; por ejemplo, en Hawai cuentan que hubo una gran comarca extendida desde aquél hasta Nueva Zelanda, pero se hundió dejando sólo cimas montañosas como "trozos" aislados en el mar. Sin embargo, las tradiciones no especifican el periodo en que existieron dichas zonas, y aunque es seguro que ningún continente amplio en el Pacífico se ha sumergido durante milenios recientes, varios escritores creen que sí ocurrió con islas de tamaño razonable.
En 1722 el holandés Roggeveen descubrió Isla de Pascua, pero realmente iba tras la pista de Davis Land. Un bucanero inglés llamado John Davis informó haberla divisado en 1687 a 27° 20' S; estaba a 800 kms. de la costa chilena y lucía baja, plana y arenosa, incluyendo no obstante "una larga extensión de tierra muy elevada" al noroeste. Esta reseña es inaplicable a Rapa Nui, pues hoy la creencia general es que Davis calculó mal su posición -un "gaje del oficio" común entre los primeros navegantes- y que ese sector correspondía a Mangareva, la isla principal del archipiélago Gambier y situada muy al oeste de Pascua.
Sin embargo, a principios del siglo XX Lewis Spence y John Macmillan Brown tomaron al pie de la letra el informe sobre Davis Land, deduciendo que un archipiélago de considerable amplitud fue engullido por el mar entre 1687 y 1722. Brown pensaba que Sala y Gómez, un islote rocoso 415 kms. al noreste de Rapa Nui, probablemente era un resto de Davis Land, considerando los numerosos arrecifes y el agua poco profunda en sus inmediaciones (1). Los pascuenses le llamaron Motu Matiro Hiva que significa "islote frente a Hiva", donde éste último nombre era el de su patria original.
Aparte del mencionado archipiélago, Spence y Brown indicaron que también se sumergió tierra en otras áreas durante los últimos miles de años (2); como ejemplo, decían que el grupo de las Carolinas pudo tratarse de reliquias de un vasto imperio insular en el Pacífico centro-oriente. Asimismo, las ruinas de Nan Madol en Pohnpei habrían requerido trabajadores por decenas de miles con sus enormes paredes, movimientos de tierra y grandes templos atravesados por kilómetros de conductos artificiales (ver sección 10). Brown señaló que en un radio actual de 2400 kms. no hay más de 50.000 personas, y agregó: "Es uno de los milagros del Pacífico, a no ser que aceptemos una subsidencia de veinte veces tanta masa firme como la que existe hoy" (3). En la pequeña isla coralina de Woleai -1600 kms. al oeste de Pohnpei- el autor localizó una escritura todavía en uso, muy diferente a cualquier otra en el mundo (ver sección 7).
Varias islas reseñadas por marineros desaparecieron con el tiempo (4). Por ejemplo, en 1879 un capitán italiano anunció el hallazgo de Podestá, con poco más de un kilómetro de circunferencia y 1390 kms. al oeste de Valparaíso (Chile), pero no se ha encontrado desde entonces y fue eliminada de los mapas en 1935. Hacia 1912 se avistó otra cercana a Rapa Nui y tampoco hubo más noticias. La isla Sarah Ann, al noroeste de aquélla, fue excluida de cartas navales cuando una búsqueda en 1932 no logró localizarla. En 1928 el capitán y dos oficiales de un transatlántico inglés aseguraban que la propia Isla de Pascua "había desaparecido", pero una cañonera chilena corroboró su presencia in situ. Por ende, esta anécdota subraya la necesidad de cautela al interpretar informes relacionados.
En 1955 pilotos militares estadounidenses detectaron una isla 615 kms. al oeste de Honolulu, pero se disipó algunas semanas más tarde dejando sólo rayas azufradas en las olas. En febrero de 1946 un buque de guerra británico presenció el nacimiento de dos conos volcánicos 320 kms. al sur de Tokio; se elevaron por 15 mts. abarcando un área de aproximadamente 2,5 km2, y se disolvieron a los dos meses en un bajío más grande que su tamaño inicial. Además de las islas volcánicas temporales que afloran de improviso en cuencas marinas profundas, también hay otras que se elevan y descienden en regiones someras. Fonuafo'ou (Isla Falcon), correspondiente al grupo de Tonga, aparecía en 1885 cuando una erupción levantó un bajío de 88 mts. sobre el mar. Durante los siguientes trece años se extinguió su masa de 3 kms. en diámetro; para 1927 volvió a surgir y hoy tiene unos 30 mts. de alto. Un contexto similar acaeció con la isla Metis a 120 kms. de Falcon, divisada en 1875 y perdida veinticuatro años después.
Hunter Island fue descubierta en 1823 a 15° 31' S y 176° 11' O. Era una tierra fértil, ocupada por polinesios instruidos que solían amputarse el meñique de su mano izquierda a ras de la segunda articulación, pero la isla nunca más fue vista. El trío Tuanaki, parte del grupo Cook en el Pacífico Sur, desapareció a mediados del siglo XIX e igualmente tenía moradores polinesios; en 1844 un barco misionero no pudo localizarlo y varios habitantes prístinos de dichas ínsulas -que abandonaron en su juventud- murieron en Rarotonga durante el siglo XX.
Si bien algunas islas del Pacífico se sumergieron durante los últimos milenios, la evidencia de archipiélagos como los imaginados por Spence y Brown continúa siendo inconsistente, pero no hay dudas repecto a la presencia antigua de masas firmes para este océano.
Referencias
1. The Theosophist, vol. 8, n° 91, abril de 1887.
2. www.islandheritage.org/mysteries.html.
3. K.M. Hasse, P. Stoffers y C.D. Garbe-Schönberg, "The petrogenetic evolution of lavas from Easter Island and neighbouring seamounts, near-ridge hotspot volcanoes in the SE Pacific", Journal of Petrology, vol. 38, n° 6, 1997, p. 785-813.
4. R.I. Rusby, "GLORIA and other geophysical studies of the tectonic pattern and history of the Easter Microplate, southeast Pacific", en: L.M. Parson, B.J. Murton y P. Browning (eds.), Ophiolites and their Modern Oceanic Analogues, London: Geological Society Special Publication n° 60, 1992, p. 81-106 (p. 101).
Tectónica de placas, un dogma en apuros
2. J.M. Dickins, D.R. Choi y A.N. Yeates, "Past distribution of oceans and continents", en: S. Chatterjee y N. Hotton III (eds.), New Concepts in Global Tectonics, Lubbock, TX: Texas Tech University Press, 1992, p. 193-9.
3. "Problems with plate tectonics", https://davidpratt.info/lowman.htm.
4. J.G. Clark y J. Dymond, "Geochronology and petrochemistry of Easter and Sala y Gomez Islands: implications for the origin of the Sala y Gomez Ridge", Journal of Volcanology and Geothermal Research, vol. 2, 1977, p. 29-48.
5. H.C. Sheth, "Flood basalts and large igneous provinces from deep mantle plumes: fact, fiction, and fallacy", Tectonophysics, vol. 311, 1999, p. 1-29.
6. N.C. Smoot, "Magma floods, microplates, and orthogonal intersections", New Concepts in Global Tectonics Newsletter, n° 5, 1997, p. 8-13.
7. N.C. Smoot, "Earth geodynamic hypotheses updated", Journal of Scientific Exploration, vol. 15, n° 4, 2001, p. 465-94.
Continentes hundidos
1. Citado en Lewis Spence, The Problem of Atlantis, London: William Rider & Son, 1924, p. 34-5.
2. A.A. Meyerhoff, I. Taner, A.E.L. Morris, W.B. Agocs, M. Kaymen-Kaye, M.I. Bhat, N.C. Smoot y D.R. Choi, Surge Tectonics: A new hypothesis of global geodynamics (D. Meyerhoff Hull, ed.). Dordrecht: Kluwer, 1996, p. 192-3.
3. D. McGeary y C.C. Plummer, Physical Geology: Earth revealed, Boston, MA: WCB, McGraw-Hill, 3era ed., 1998, p. 170, 266.
4. P.L. Lyons, "Continental and oceanic geophysics", en: H. Johnson y B.L. Smith (eds.), The Megatectonics of Continents and Oceans, New Brunswick, NJ: Rutgers Univ. Press, 1970, p. 147-66 (p. 162).
5. P.E. Baker, "Preliminary account of recent geological investigations on Easter Island", Geology Magazine, vol. 104, n° 2, 1967, p. 116-22.
6. N. Zhirov, Atlantis. Atlantology: basic problems, Honolulu, HA: University Press of the Pacific, 2001 (1970), p. 150-1.
7. J.W. Gregory, "The geological history of the Pacific Ocean", Quarterly Journal of Geological Society, vol. 86, 1930, p. 72-136 (p. 132).
8. E.M. Ruditch, "The world ocean without spreading", en: A. Barto-Kyriakidis (ed.), Critical Aspects of the Plate Tectonics Theory, Athens: Theophrastus Publications, 1990, vol. 2, p. 343-95.
9. "La Teosofía y los Siete Continentes", esoterismo-guia.blogspot.com.
10. J.M. Dickins, "What is Pangaea?", en: A.F. Embry, B. Beauchamp y D.G. Glass, Pangea: Global environments and resources, Canadian Society of Petroleum Geologists, Memoir 17, 1994, p. 67-80; D.R. Choi, "Geology of the southeast Pacific", partes 1-3, New Concepts in Global Tectonics Newsletter, n° 7, p. 11-15; n° 8, p. 8-13; n° 9, p. 12-14, 1998. Ver también B.I. Vasiliev y D.R. Choi, "Geology and tectonic development of the Pacific Ocean. Part 3: Structure and composition of the basement", New Concepts in Global Tectonics Newsletter, n° 48, 2008, p. 23-51; B.I. Vasiliev y T. Yano, "Ancient and continental rocks discovered in the ocean floors", New Concepts in Global Tectonics Newsletter, n° 43, 2007, p. 3-17.
11. L.S. Dillon, "Neovolcanism: a proposed replacement for the concepts of plate tectonics and continental drift", en: C.F. Kahle (ed.), Plate Tectonics-Assessments and Reassessments, Memoir 23, Tulsa, OK: American Association of Petroleum Geologists, 1974, p. 167-239 (p. 222); Zhirov, Atlantis, p. 154-5.
Islas perdidas del Pacífico
1. John Macmillan Brown, The Riddle of the Pacific, Kempton, IL: Adventures Unlimited, 1996 (1924), p. 45.
2. Lewis Spence, The Problem of Lemuria, Kila, MT: Kessinger, sin fecha (1933), p. 143.
3. The Riddle of the Pacific, p. 52.
4. Vincent Gaddis, Invisible Horizons, New York: Ace Books, 1965, p. 25-47.