18 de marzo de 2022

Felizología inmoral: la eterna pandemia del egoísmo


En pleno siglo XXI, pareciera ser que a mayor acceso a determinados conocimientos esotéricos o psicológicos, más son los vanidosos dispuestos a manosearlos con el propósito de mostrar su “fortaleza” y “resiliencia” a costa de “no importa quién”, como dicen los franceses. Hoy planteamos una serie de cuestionamientos relacionados con la nueva farandulería del “pensamiento positivo” y cómo se tejen peligrosas relaciones entre éste y ciertas ideologías que nos merecen varias sospechas.

Esta idea de la programación intelectual con finalidad de alcanzar metas personales inunda muchas páginas electrónicas y prácticamente todos los medios de comunicación, aunque como señalamos en “La magia negra y su lavado de imagen” el concepto es muy antiguo. Seguramente varios lectores estarán familiarizados con obras tales como “El Secreto”, el “Kybalión” u otras donde el tema se aborda con cierta exhaustividad.

Con todo, quien suscribe y muchos individuos de pensamiento crítico expresamos serios desacuerdos con la sobreimportancia que se otorga a las técnicas mentales utilizadas para tales efectos, pues la experiencia suele indicar que no todo en la vida está sujeto a la “actitud” o “sintonizar estados emocionales al pensamiento positivo”, y las razones son como siguen:

01. Si un teósofo da verdadera relevancia a las enseñanzas sobre el estrecho vínculo entre pensamientos-elementales y su estricta influencia kármica, debemos convenir en que no todos los humanos de este planeta producen “buenas” emanaciones mentales para mejorar sus condiciones de vida. En particular, la corrupción del sistema imperante viene estimulando hace rato una plétora de efluvios psíquicos o actitudes destinados a reforzar la competitividad desleal (lo que a su vez, y como hemos dicho hasta el cansancio, representa magia negra encaminada a intereses egoístas), ya sea de modo consciente o inconsciente, y aceptado en sociedad como un proceso “normal”.

De esta manera -y aquí vamos a pisar más de un callo-, no existe tal cosa como la “magia gris”, ni siquiera la posibilidad de combinar aspectos espirituales y materiales a la vez (modalidad “50-50”), porque eso implicaría tener una “vida perfecta”, y convengamos además que en la humanidad no existe equilibrio en una gran cantidad de ámbitos. La “escala de matices” tal vez pueda aplicarse a los resultados en el plano físico (buenos, regulares o malos), no así a los móviles subyacentes. No se puede servir a dos maestros al mismo tiempo, y eso se torna evidente si consideramos estos puntos:

a) El pensamiento es energía, y parafraseando a Lavoisier, “nada se crea ni se destruye, sólo se transforma”. La física cuántica, a pesar de sus innumerables lagunas conceptuales, ha podido establecer la presencia de energías que constituyen materia muchísimo más sutil, empezando por el éter, y con ello se demuestra que este mundo densamente burdo no es lo único que tenemos a disposición y cambia constantemente, para desgracia de quienes se aferran a sus espejismos o no quieren reconocerlos como tales. En consecuencia, todos debemos elegir entre dar prioridad a lo espiritual o lo físico, y eso está determinado por la intención, el discernimiento y la experiencia de vida que se desplieguen para tomar decisiones. Tampoco toda la gente está debidamente informada sobre los riesgos ocultos de idolatrar el materialismo psicológico, pues hoy la creencia común y laxa es que “la materia dura o las sensaciones son todo lo que existen”; por esto, en muchos casos el pensamiento positivo es únicamente una excusa para perpetuar el egoísmo en detrimento de un equilibrio entre el bienestar individual y colectivo.

b) Examimemos un poco más de cerca el sofisma de que “se puede tener todo en la vida”, acudiendo a una pregunta pisacallos: "En las regiones del globo asoladas por corrupción exitista y miseria material o cultural, ¿es la riqueza sinónimo de honradez?Wikipedia define esta virtud como sinónimo de “honestidad” y también un “adjetivo con los significados de ‘decente’, ‘decoroso’, ‘recatado’, ‘pudoroso’, ‘razonable’, ‘justo’, ‘probo’ y ‘recto’”. Así, un filántropo rico (ya sea ostentoso o bien finja su humildad) no necesariamente es honesto, pues si no abandona su estatus, privilegios o admiración sociales no está siendo justo ni razonable con su peculio (p. ej., pudiendo guardar sólo el caudal necesario para ahorros en épocas de crisis, adquirir lo indispensable para vivir con decencia, algo de ocio y repartir el resto en obras benéficas).

b.1) Hay otra noción interesante en la misma enciclopedia virtual, cuando refiere a las enseñanzas de Confucio: “La virtud se basa en la armonía con los demás, y en la aceptación de que en algún momento de nuestras vidas todos estamos a merced de otras personas. La honestidad consiste, por lo tanto, en ponerse en el lugar hipotético de la propia vida futura, aquélla de las generaciones pasadas y venideras, y elegir no hacer o decir nada que pueda mancillar el honor o la reputación de la familia”. Esto recuerda mucho a lo escrito por San Agustín sobre la creación de imperios y patrimonios personales en la historia antigua: “Si de los gobiernos quitamos la justicia, ¿en qué se convierten sino en bandas de ladrones a gran escala? Y estas bandas, ¿qué son sino reinos en pequeño? Son un grupo de hombres, se rigen por un jefe, se comprometen en pacto mutuo, reparten el botín según la ley por ellos aceptada. Supongamos que a esta cuadrilla se le van sumando nuevos grupos de bandidos y llega a crecer hasta ocupar posiciones, establecer cuarteles, tomar ciudades y someter pueblos: abiertamente se autodenomina ‘reino’, título que a todas luces le confiere, no la ambición depuesta, sino la impunidad lograda. Con toda finura y profundidad le respondió al célebre Alejandro Magno un pirata caído prisionero. El rey en persona le preguntó: ‘¿Qué te parece tener el mar sometido a pillaje?’ ‘Lo mismo que a ti -respondió-, tener el mundo entero. Sólo que a mí, como trabajo con una ruin galera, me llaman bandido, y a ti, como lo haces con toda una flota, te llaman emperador’” (De Civitate Dei, IV, 4).

Lo anterior sigue siendo válido hoy, especialmente en política y todos sus sectores (de extremo a extremo), en mayor o menor medida según el caso. Y con esto surgen otras inquietudes: ¿Cuántas familias de alcurnia están conscientes de su historia genealógica, y trabajan hoy para dar un uso ético a sus herencias? Por lo demás, hay un proverbio inglés muy ilustrativo que revela hasta cierto punto la obscenidad de "magnetizar bonanza" sin antes trabajar en un autoanálisis valórico: "El dinero requiere tres condiciones: saber ganarlo, saber gastarlo y saber despreciarlo". Pregúntese cuántas personas en el mundo tienen el CRITERIO para adquirir y administrar sus bienes/ganancias o vivir en armonía consigo mismas y su entorno. En su libro "Sonríe o Muere", Barbara Ehrenreich sostiene que la moda del "pensamiento positivo" es fundamental en el sistema capitalista y fue utilizada también con profusión en la U.R.S.S., como asimismo en la China contemporánea, donde según varios medios de prensa hay casos de trabajadores que son obligados a autoagredirse por no cumplir metas comerciales. 

Qué, ¿ya le empieza a temblar la barbilla? Un comunista ferviente y de clase alta que financia actividades políticas afines y no abdica de sus privilegios, ¿está abogando en realidad por su ideario? Un capitalista entusiasmado que no perdona "fracasos" o "negatividad improductiva" entre sus trabajadores, ¿podrá dormir tranquilo cultivando esa actitud? Por el lado del socialismo, ¿acaso la mayoría de sus afanosos adherentes está comprometida con una reforma ética al Estado con objeto de garantizar la mayor probidad gubernativa posible? Un anhelante anti-gobierno que promulga la repartición desatada de bienes o el libre mercado más salvaje, ¿reconocerá al menos que no toda la gente tiene la madurez para habérselas con su dinero o posesiones (si es que comprende mínimamente la palabra)? ¿Prefiere acaso pasar bochorno dirigencial o sufrir tormentos a manos de otros (como observaba San Agustín) en el caso que se materialice su ideología?

Se lo explico de otra forma por si no capta: piense que va a adquirir una entrada al cine si lo imagina 30 minutos antes, en un horario de alta afluencia. Visualice un local para que le vendan el boleto media hora antes. Ahora encamínese al lugar elegido. ¿Consiguió cumplir su deseo? ¿Qué pasaría si 10 personas hicieran lo mismo a la vez? El Universo tendría que negarle 10 entradas a otros espectadores para que otros 10 ingresen al cine. ¿Y si fueran 100? ¿Y si 1000 clientes hicieran lo mismo a igual hora? ¿Encuentra usted que eso es aceptable? Aplique luego este problema a las grandes "revoluciones" (de la ideología que sea), sígales el rastro histórico y examine cuánto de "bueno", "ético" y "razonable" han legado a las generaciones posteriores. 

Retomando entonces el tema central, ¿están todos esos personajes “sintonizados” con la sensatez y necesidad de crear equilibrio en la humanidad y hacer que el “pensamiento positivo” tenga más trasfondo? Ya conocemos la respuesta de sobra, coreada a gritos por quienes tenemos el calvario de vivir en países corruptos. Después de todo, hasta los policías y criminólogos experimentados tienen mucho que enseñar, si sopesamos los casos horrendos donde tanto ricos como pobres canallas no escatimaron en medios -y con planes perfectamente concebidos- para satisfacer sus ambiciones y celos demoníacos. Veamos si prevalece el materialismo séptico que mueve a muchos felideólogos, muy expertos ellos en hacerse las moscamuertas para atraer felices reclutas, llenar felices billeteras y producir un mundo donde todos seamos felices a costa de lo que sea...

[Nota de escarmiento: aquí dos ejemplificantes "cazadores de prosperidad": un miembro del Opus Dei que no controló su celopatía, y un carnicero insatisfecho con meterse a la política.

"No pienses livianamente del mal, ni digas 'esto no me va a pasar'. Incluso un pote de agua se llena por la caída constante de gotas, y así un tonto puede llenarse de maldad si la acumula poco a poco (Dhammapada, verso 121).

Es consolador observar cuántos ideólogos afiebrados y sonrisofistas arbitrarios se están poniendo la soga al cuello sin darse cuenta. Porque, si esto pasa en la vida real, ¡mejor ni pensar en qué andan metidos allá arriba esos ídolos de barro!...]. 

02. El artículo “Mediocridad y ética” describe a grandes rasgos el fenómeno del desempleo, que en el ámbito profesional suele “subsanarse” con el favoritismo/nepotismo ruin y calculado de ciertas “autoridades” y los mediocres-zombi adoctrinados en dicha moda. En muchas naciones el problema del desempleo es estructural (reléase el apartado anterior), y no tiene nada que ver con el “pensamiento afirmativo/negativo”. No son pocos los filósofos o autores imparciales que protestan contra el carácter desalmado e inmoral de culpar sólo al ciudadano común por sus situaciones desventajosas, e incluso de la corrupción que produce carestía de trabajos. Nuevamente, no todos están “sintonizados” con objetivos nobles y honestos para producir “felices querubines de prosperidad”, y así seguirán manifestándose confrontaciones y resultados contradictorios mientras persista la carencia de bases éticas.

De acuerdo con las vivencias de muchos cesantes ilustrados, hay cada vez una mayor repulsión hacia la “sana costumbre” de tener más contactos laborales que un político, y creando con ello redes elitistas para acceder a trabajos decentes; se sabe incluso que, en los últimos años, respecto a muchas carreras universitarias humanistas -y con bajo porcentaje de contrato en el mercado- hay “distinguidos profesores” que recomiendan a sus alumnos principiantes/terminales no seguir los estudios debido a los incrementos de paro laboral (¡como si ellos dieran el ejemplo de renunciar a ser cómplices pasivos o activos!). En consecuencia, la estafa es doble: dinero perdido por nada (dando paso a eternas deudas) y el mérito profesional no tiene peso alguno. Tenemos así enormes diferencias entre países ricos y subdesarrollados en esta materia, estableciendo años-luz de diferencia sobre la igualdad de oportunidades… y el “pensamiento positivo”, claro está.

03. Siguiendo con lo anterior, el hecho de tener trabajo -según las capacidades y méritos individuales- es un derecho, y no un antojo ni privilegio. Lo dicen muy claro las Constituciones nacionales y la Declaración Universal de Derechos Humanos (“ninguna persona será excluida de la posibilidad de trabajar por razones que no sean su decoro e idoneidad personal y valórica”, o acápites por el estilo). Por ello y para alguien que alberga intenciones decentes de ganarse la vida, es el colmo de la humillación aplicar técnicas de “atracción mental” y forzar las circunstancias para obtener dinero honradamente, además de sufrir discriminaciones arbitrarias por edad, género, raza o experiencia laboral. Es más: ¿por qué cree usted que hay tanto charlatán ofreciendo “métodos mágicos” con miras a “resultados positivos más rápidos” al buscar empleo? ¿Es "casual" la programación de idearios o "religiones" en determinados grupos, diseñada a fin de reclutar nuevos zombies, proteger avaricias o jerarquías despóticas? ¿Tal vez -y como vimos que el pensamiento es energía- con eso nos están dando razón de que primero hay que contrarrestar infinidad de pensamientos egoístas en la Luz Astral antes de ver efectos en el plano físico?

04. Continuando con la advertencia de los videos anteriores, es muy cuestionable que los felizólogos de moda o la gente común tengan un concepto decente o correcto de “felicidad” cuando ésta se lleva a efecto con fines materiales. ¿Cuántas personas capacitadas y ejemplares existen para juzgar las aspiraciones de alguien como “elevadas”, “mediocres” o “malas”, siendo que la actual confusión de castas muestra la existencia de individuos pobres o ricos que son verdaderos ángeles o demonios en su fuero interno? Mediante sus reprimendas y cavilaciones, Helena Blavatsky consignaba que la “supervivencia del más apto” está completamente malentendida, y ahora se aclama a los mentirosos seductores, prepotentes, manipuladores, fanáticos, avaros, sediciosos y subjetivistas histéricos a guisa de nuevos “gurúes”, y con lo cual podríamos llamar a esta tendencia como “cultura de la vejación”, donde la guerra psicológica del capricho personal es imitada con gran alegría por indigentes de alma (¡otra vez el “pensamiento positivo” pariendo a quienes no merecen fortuna!). Por esta razón muchos “sátrapas de la felicidad” se esfuerzan por convertir a personas en objetos para cumplir “MIS deseos”, “MI estabilidad”, “MI fama” o “MI prosperidad”, perpetuando más insatisfacción, consumo irresponsable, hedonismo, enfrentamientos, inequidad, etc.

Como ya señalamos, el equilibrio no es una característica de la especie humana en su conjunto. La cultura materialista del “pensamiento positivo” apunta en realidad a “felicitar el mal” en vez de propiciarse una búsqueda de sus orígenes reales e implicaciones en nuestras vidas para determinar responsabilidades inequívocas. Sobra decir que este artículo no promueve de ninguna manera el pesimismo o la depresión, sino un realismo cimentado firmemente en valores éticos, y es así como su ausencia -o desprecio- explica la total falta de empatía en un grupo no despreciable de felizólogos hacia el infortunio de alguien. Y ojalá sólo la cantidad fuera lo despreciable, si pensamos en toda la suciedad que ocultan...

Bertrand Russell señaló: "Un optimista es un imbécil simpático, y un pesimista un idiota antipático, porque ninguno de ambos sabe lo que va a pasar”. ¿Se estaba refiriendo indirectamente a la Ley de Karma con esto? O parafraseando a Schopenhauer, nadie debe ni tiene el derecho de tomar su ignorancia por los límites del mundo. Siempre es necesario, fraternal y bienvenido brindar ánimos a una persona que lo pasa mal, pero es estúpido y ofensivo ayudarla diciendo o insinuando constantemente “mira qué bien me va”. El carrusel kármico puede dar enormes giros, ¿o no, don Confucio? O usted, don Coronavirus, ¿a cuántos “resilientes” y “japi-pipol” pseudoespirituales, desdeñosos y pervertidos está poniendo a prueba? Que le vaya MUY bien en su cometido, ¿eh? 😉.


APÉNDICE
Lo bueno de la depresión
 
Por Christian Cristi, revista El Guardián de la Salud (Santiago de Chile, nº 103, noviembre 2012/párrafos seleccionados y leves cambios lingüísticos; énfasis añadidos).

La depresión no es una enfermedad del cerebro. Y en este artículo quiero proponer, controversialmente, que ella puede ser algo bueno para nosotros. Todo esto surge cuando leí “El Significado de la Locura” por el psiquiatra y filósofo Neel Burton (Universidad de Oxford) y con el cual concuerdo. La depresión es algo ambigua, y hay muchas diferencias culturales y geográficas que marcan el surgimiento o la casi inexistencia de ella. La determinan en gran medida factores socioculturales en lugar de aspectos biológicos.

En los pueblos originarios del mundo, la angustia se entiende como un indicador para prestar atención a los problemas importantes de la vida y nada más. Antes que llegaran los occidentales a Japón, entre los nipones no había una palabra para definir “depresión”, y aún hoy existen culturas que no la conocen -como esquimales y punjabis-; es más, algunas mujeres de esos pueblos reaccionan confundidas cuando tras dar a luz en un hospital de ciudad se las deriva a un psicólogo para tratar una “presunta depresión post-parto”.

En las sociedades modernas, las personas hablan de la depresión como si fuera tan común como un resfrío, y por lo tanto son más susceptibles a interpretar cualquier tipo de estrés o angustia como “depresión”, e incluso a veces buscan que se les diagnostique con una modalidad de aquélla. Fijándose en esto, la mayoría de empresas farmacológicas, “gurús” emocionales y expertos en salud mental promueven la idea de la “felicidad” como un estado "natural" y "predeterminado", mientras consideran el estrés y la angustia como “trastornos”.

Por supuesto, el hecho de clasificar la depresión como patología tiene su uso en hospitales psiquiátricos y respecto a casos severos, pero NO ES el tipo de concepto que debiera emplearse en muchos otros de menor duración. Además, en un mundo como el actual, con una sociedad cada vez más individualista donde estamos más rodeados de gente pero en soledad, y corriendo de un lugar a otro, ¿quién no se va a sentir angustiado o estresado más de alguna vez? (…).

Todos nacemos con ciertas situaciones o ambientes que pueden hacernos más o menos susceptibles a una depresión, estados de ansiedad o leve tristeza. A estas condiciones les llamaremos pre-liberación, o el nivel previo a encontrar una salida que produce nuestra inteligencia (…) En ocasiones nos distraemos tanto por la vida diaria que ni siquiera tomamos en cuenta esas señales y perdemos de vista nuestro propósito de vida. Es en estos momentos que abandonamos los pensamientos positivos y necesitamos más ayuda para crear un plan que nos permita sacar a relucir lo mejor de nosotros. Quizá lo mejor sería un retiro o aislamiento de lo cotidiano, del bullicio o todo estímulo que nos cause estrés, y con la asistencia de supervisión experta, comenzar a construir un nuevo entendimiento de nosotros mismos y la existencia, encontrando así en este desafío al ser que realmente representamos y la respuesta a la inquietud “de dónde venimos”. Somos seres sociables, y darnos un espacio de reflexión permite re-evaluar nuestras relaciones para acercarnos con mayor sentido de pertenencia, compasión y amor, como han hecho las personas más creativas del mundo.

Los individuos con estado depresivo o de pre-liberación son catalogadas frecuentemente como “fracasadas” o “perdedoras”. Nada puede estar más lejos de la realidad, porque si ellas experimentan esa condición es porque han intentado con todas sus fuerzas [o recursos] salir de una determinada situación, y al no poder hacerlo han caído en esta suerte de “pozo negro”.

En otras palabras, el mundo no es lo suficientemente bueno para estos individuos e intentan cambiarlo (…) querían ser mejores ciudadanos y también transformar a otros para bien. Llámeles como quiera, pero ellos son los que por lo general dictan los estándares que persigue el resto de nosotros. Podrían haber ignorado toda necesidad de cambio, pero no fue así, y a diferencia de la mayoría, tuvieron la fortaleza moral y la honestidad de admitir que algo no funcionaba bien en esta sociedad. De este modo y en lugar de tratarlos como “perdedores”, veámosles como valientes y sinceros. Como decía Michael Proust: “La felicidad puede ser conveniente para el cuerpo, pero es la pena lo que desarrolla la fortaleza mental”.

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"Vivimos en una atmósfera de tristeza y desesperación, pero esto se debe a que nuestros ojos están abatidos y clavados en la tierra, con todas sus manifestaciones físicas y groseramente materiales. Si, en lugar de eso, la persona que se halla en su viaje existencial mirara dentro de sí mismo (no hacia el cielo, que no es sino una metáfora) y centrara su punto de observación en su aspecto interior, pronto escaparía de las vueltas en el gran carrusel de la ilusión. Entonces, desde la cuna hasta la tumba, su vida sería soportable y digna de continuarse, incluso en sus peores etapas"
(Helena Blavatsky).

Aquila in Terris