16 de noviembre de 2023

Los misterios de Giza (6 de 9)

David Pratt
Noviembre 1997, última revisión noviembre 2023


Contenidos:

11. La Gran Esfinge
12. Monumentos megalíticos


11. La Gran Esfinge

Fig. 11.1. 

La Esfinge se halla estrechamente relacionada con los misterios de la Gran Pirámide, y representa el trabajo escultórico más notable del mundo antiguo. Tallada en la roca natural del altiplano guizense, mide 73 mts. de longlitud, 20,2 de alto y 19 de ancho en su parte trasera. Los egiptólogos ortodoxos creen que se elaboró durante el reinado de Kefrén, alrededor del 2550 a. de C., aunque no hay una sóla inscripción que los vincule. Supuestamente es un retrato de aquél, si bien muchos viajeros e investigadores le atribuyeron apariencia femenina con rasgos africanos y negroides.

Mark Lehner aseguró demostrar que sí es un retrato de Kefrén mediante imágenes computacionales, pero admite que utilizó una estampa del faraón como modelo, lo que simplemente evidencia que los ordenadores trabajan según las instrucciones recibidas. El detective Frank Domingo, artista forense senior del Departamento de Policía neoyorquino, y basándose en su propio análisis, concluyó que la cabeza de dicho monumento no representa al monarca, sino a una persona con semblante africano o negro (1).

La Esfinge fue excavada en un sólido lecho de caliza, dejando un hueco o foso a su alrededor que se llenó repetidamente de arena durante los últimos 4500 años, enterrándola hasta el cuello, y se requirió varios cientos de personas y muchos años para despejar su base, sugiriendo que el Sahara no era un desierto cuando la figura se labró por primera vez. Dicha área estuvo cubierta de hierba, árboles y lagos durante el período húmedo, entre el 14.500 y 5500 A.P., y luego el clima se tornó cada vez más árido (2). En tiempos prehistóricos, cuando era una exuberante sabana, estaba poblado por una etnia africana que emigró al valle del Nilo cuando el desierto se hizo extremadamente seco.

Existe contundente evidencia geológica de que la Esfinge es anterior al gobierno de Kefrén en muchos milenios. El filósofo y orientalista R.A. Schwaller de Lubicz fue el primero en señalar la posibilidad de que se hubiera moldeado por agua y no arena o viento, como se suponía hasta ahora. Esa idea fue retomada por John West, quien involucró a Robert Schoch, profesor de geología en la Universidad de Boston, y tras un examen minucioso de la ablación extrema en el cuerpo y las paredes del foso adyacente -en parte empleando métodos sísmicos-, Schoch determinó que el perfil erosivo-ondulado y las profundas fisuras verticales se deben principalmente a lluvias y escorrentía hídrica (3).

La índole y el grado de erosión no pueden explicarse mediante lluvias torrenciales y esporádicas o inundaciones repentinas desde la época de Kefrén, o por agua subterránea trazumada hacia la Esfinge durante ese período. Puede apreciarse un alto nivel de desgaste eólico en las mastabas de adobe en Saqqara, que supuestamente son varios cientos de años más viejas, y las tumbas guizenses del Reino Antiguo escindidas de la misma secuencia calcárea que el cuerpo de la Esfinge, pero no presentan signos de erosión pluvial significativa como en el caso de aquella escultura. Hay corrosión por viento en su cabeza -tallada en cal más dura-, la cual se proyecta por sobre el nivel altiplánico, y asimismo en el tramo superior del "lomo".

Actualmente, Schoch sostiene que la Esfinge debe tener al menos 10.000 años, siendo reparada con bloques calíferos en el Imperio Antiguo y Nuevo, y se han efectuado más remodelaciones hasta hoy. Inclusive podría encerrar una antigüedad incalculable, pues no sabemos exactamente cuánta lluvia precipitó en el pasado lejano, o cuántas veces el monumento fue reconstruido. Según la Estela del Sueño, erigida entre sus patas bajo la Dinastía XVIII, la Esfinge ha existido desde "la primera vez" (zep tepi), una edad próspera, remota y mítica en que los dioses gobernaban Egipto (4). Los especialistas dogmáticos rechazan cualquier nueva datación, pero recurren a argumentos inverosímiles para mantener sus creencias.

Fig. 11.2. Acción erosiva y de reparaciones en el costado de la Esfinge.

Fig. 11.3. Erosión del muro sur. El resto de tapiales presenta hasta dos metros de desgaste.

West destaca el repentino surgimiento de la civilización egipcia: "En la práctica no hubo signos de un intervalo de 'desarrollo' en ciencias, técnicas de arte o arquitectura y el sistema jeroglífico; en efecto, muchos logros de las primeras dinastías nunca fueron superados ni tuvieron símil posteriormente. Este hecho asombroso es admitido por egiptólogos ortodoxos, pero la envergadura del misterio que plantea se subestima hábilmente, al tiempo que varias de sus implicancias continúan sin ser mencionadas" (5). Afirma que esta cultura no era novedosa y más bien constituyó un legado o remanente de otra anterior y perdida, describiendo la historia del Egipto dinástico como "una sucesión de fases decadentes y alcistas, donde sus cumbres eran cada vez más pequeñas" (6).

El templo de la Esfinge, el mortuorio de "Kefrén" u otros del valle homónimo, y el mausoleo de "Micerino" proporcionan más evidencias de una civilización predinástica. Están construidos en parte con enormes bloques de caliza cuyo peso promedio llega a 50 toneladas, otros poseen alrededor de 100 y existe al menos uno con 200. Se dice que estos sillares fueron removidos mientras se enhestó la Esfinge y tuvieron daños similares por erosión. No hay ningún otro lugar en el país que exhibe el mismo tipo o nivel de rozamiento (recordemos que antiguamente las pirámides estaban protegidas por revestimientos de alta calidad), y en algún momento a dichos templos se añadieron componentes graníticos de entre 3 y 15 toneladas, aunque gran parte de esa cubierta fue retirada desde entonces. En ocasiones, su flanco cimero era esculpido para encajar con la superficie tortuosa de los bloques erosionados, e incluso el área con desgaste se recortaba para hacerla un poco más recta (ver imagen siguiente).

Fig. 11.4. Bloques de caliza, templo del valle de "Kefrén".

Fig. 11.5. Piezas de granito aún en su sitio original.

Otra prueba es el Osireion subterráneo de mampostería ciclópea, excavado a principios del siglo XX en el limo y la arena tras el templo de Seti I en Abydos. El piso está a más de 15 mts. bajo el nivel de esa instalación, que data alrededor del 1300 a. de C., y al igual que los templos megalíticos de Giza, el Osireion se caracteriza por su absoluta simplicidad y carece de esculturas y decoración, exceptuando algunas inscripciones y adornos dejados por Seti I que se hallaron en cámaras ajenas al enorme núcleo del recinto. Es posible que en su mandato la estructura original haya tenido restauraciones y se amplificara, pero considerando su estilo atípico, es insostenible la opinión ortodoxa de que fue erigida por aquel faraón. Blavatsky dice que "todas las naciones del mundo, y no sólo los egipcios, comenzaron con santuarios desprovistos de ídolos e incluso símbolos", y que esa característica es evidencia de una "enorme antigüedad" (7).

Fig. 11.6. El Osireion.

Robert Bauval y Graham Hancock también piensan que la Esfinge se buriló hacia el 10.500 a. de C., durante la pasada Era de Leo, y ésta es la "primera vez" o gran época que describen los textos egipcios. West pone en duda esa teoría, porque nuestro planeta se encontraba en medio de intensos trastornos asociados con las postrimerías de la última edad glacial, mientras que todo en el altiplano de Giza apunta a una civilización avanzada, segura y establecida desde hace mucho tiempo. Plantea así que la Esfinge se habría construido alrededor del 36.000 a. de C. -es decir, todo un ciclo precesional anterior-, una fecha más acorde con la historia local como aparece en algunas nóminas de reyes. West también relata que cuando él y Robert Schoch obtuvieron permiso oficial en 1991 para explorar el habitáculo de la Esfinge con cámaras y un grupo de patrocinadores, Schoch miró las rocas y exclamó: "¡Vaya, parecen tener cientos de miles de años!", y al darse cuenta de que tenía una audiencia considerable, añadió rápidamente "pero no me citen diciendo eso" (8).

Los múltiples datos cronológicos sitúan la fundación de Egipto hasta 50.000 años antes de iniciarse el Período Dinástico Temprano, que en la historia convencional se remontaría al 3150 a. de C. Platón manifestó que los vernáculos habían observado estrellas "durante diez mil años o un tiempo infinito, por así decirlo"; en tanto, Pomponio Mela (siglo I) decía que según los anales escritos, desde comienzos del pueblo egipcio "las estrellas han completado cuatro revoluciones, y el Sol se ha puesto dos veces en donde ahora sale" (9), lo que podría significar cuatro ciclos precesionales o un periodo superior a 100.000 años. Por su parte, Simplicio (siglo VI) supo que los egipcios poseían catastros astronómicos que abarcaban nada menos que 630.000 años (10).

Si los estudios geológicos muestran que la Esfinge es mucho más antigua de lo establecido, otras construcciones deben seguir enterradas en algún sitio, quizás a mayor profundidad de lo que nadie ha buscado, o en partes aún ignotas como las orillas del antiguo Nilo -a varios kilómetros de su ubicación actual-, o en el fondo del Mediterráneo, pues ciertas zonas costeras estaban sobre el agua en la última edad de hielo; asimismo, dos tercios de Egipto permanecen cubiertos de arena y completamente sin excavar.

Comentando sobre la falta de pruebas respecto a una "gloria anterior y mucho más remota", un Adepto indotibetano escribía en la década de 1880: "(...) debido al incremento anual de la crecida del Nilo, que asciende sólo a unos pocos centímetros en un siglo (...) para el conocimiento de vuestras subrazas, están ocultos eternamente los rastros de la civilización egipcia más antigua, una que era tan superior a la última, o aquélla que los egiptólogos afirman conocer (...) ya que [vuestra cultura inglesa] es ahora superior al Tíbet. Como fuisteis los últimos conquistadores de Egipto, os corresponde calcular cúantos milenios pasaron sobre pirámides que superan a las actuales, arrojando cada vez uno o dos metros de arena sobre ciudades sepultadas y en ruinas, esfinges y palacios aún más viejos. Cavad más profundamente en la arena y el limo de los siglos, y tal vez encontréis algo; después podréis emitir y sumar las cifras" (11).

Según la Teosofía, hubo varias oleadas migratorias cuando la masa continental de Atlántida -entonces situada en el océano de su nombre- se fragmentó y hundió lentamente dejando islas grandes y pequeñas. Algunos grupos viajaron a nuevas tierras emergidas de las aguas del Lejano Oriente, y otros escogieron áreas que se formaban en lo que hoy es África, empezando por las mesetas etíopes (Abisinia), luego a nuevos sitios más al norte y finalmente el delta del Nilo, creado por enormes acumulaciones de sedimentos provenientes del interior africano. De igual manera, se establece que una gran masa de colonos arribó a Egipto hace 400.000 años (13).

Hace unos 430.000 años, la inclinación del eje planetario era de 90° y la Tierra yacía oblicua con sus polos en el plano orbital (eclíptica). En ese lapso habría existido una fase de luz diurna continua y calor tropical en verano, y otra de oscuridad permanente y frío invernal severo; por consiguiente, las latitudes menos inhóspitas eran más cercanas al ecuador. Así y cuando Egipto se creó, la Tierra comenzaba a despertar de la última "era de horror" como le llamó S.A. Mackey (14), y de acuerdo con ciertas tradiciones, los primeros pobladores habrían llegado desde el corazón de África.


Referencias

1. Robert M. Schoch y Robert Bauval, Origins of the Sphinx: Celestial guardian of pre-pharaonic civilization, Inner Traditions, 2017, p. 135-44; John Anthony West, Serpent in the Sky: The High Wisdom of Ancient Egypt, Quest, 1993, p. 230-2.

2. wikipedia.org/wiki/African_humid_period.
3. Origins of the Sphinx, p. 35-88, 234-69, 337-432; Serpent in the Sky, p. 184-232.
4. Origins of the Sphinx, p. 113-4.
5. Serpent in the Sky, p. 1.
6. Serpent in the Sky, p. 210.
7. Blavatsky, The Theosophical Glossary, p. 135-6.
8. I.P. Cory, Ancient Fragments, 2da edición, Wizards Bookshelf, 1975, p. 177.
9. R.A. Schwaller de Lubicz, Sacred Science: The king of pharaonic theocracy, Inner Traditions International, 1961, p. 279.

10. John Anthony West, "Giza: the (half) truth", parte 4, jawest.net.
11. Blavatsky Collected Writings, 13:319-20.
13. La Doctrina Secreta, 2:750.
14. Mackey, Mythological Astronomy of the Ancients Demonstrated.


12. Monumentos megalíticos

Helena Blavatsky reseñó una fase subsecuente a la migración inicial a Egipto hace 400.000 años, pero muy anterior al terceto piramidal en Giza: "(...) hay registros que muestran a sacerdotes egipcios -Iniciados- viajando por tierra en dirección noroeste, a través de lo que más tarde se convirtió en el Estrecho de Gibraltar, y enfilaron hacia el norte pasando por los futuros asentamientos fenicios del sur de Galia; luego, aún más al septentrión y hasta pisar Carnac (Morbihan), volvieron al oeste llegando al promontorio noroccidental del Nuevo Continente [Islas Británicas contemporáneas, aún no escindidas de la masa térrea primaria] (...). Las inscripciones arcaicas dicen que los Iniciados de la Segunda Subraza de la familia aria se movían entre una comarca y otra, con el fin de supervisar la construcción de menhires y dólmenes*, colosales zodíacos en piedra y sepulcros que sirvieran como receptáculos para las cenizas de generaciones venideras" (1).

*Los menhires son piedras individuales, en tanto que los dólmenes representan conjuntos de rocas múltiples que sostienen losas horizontales.

A tenor de la literatura teosófica, nuestra humanidad aria o indoeuropea moderna evolucionó hasta transformarse en una raza-raíz distinta en Asia Central, hace aproximadamente un millón de años. Si dividimos su historia en subrazas, donde cada una se mantuvo por unos 210.000 años (2), entonces la tercera de ellas comenzó hace unos 370.000 y puede denominarse "segunda subraza de la familia aria" dado que la primera todavía fue claramente "atlanto-aria".

Fig. 12.1. Menhir granítico de Champ-Dolent, Bretaña. Se eleva a 9,5 mts. y pesa unas 100 toneladas.

Hay cientos de palestras líticas y monumentos similares en África, Medio Oriente, Europa, Escandinavia y otras partes, e incluso algunos fueron intervenidos con el paso del tiempo. Los de Carnac en Bretaña y aquél de Stonehenge (Wiltshire, Inglaterra) figuran entre los vestigios cuyas estructuras prístinas se remontarían al periodo que refiere Blavatsky (3). El nombre moderno "Carnac" tiene un claro parecido a "Karnak", la zona donde se encuentra y conserva el templo egipcio más grandioso, e igualmente Thoth -dios de sabiduría- sobrevive en cientos de colinas llamadas Toot o Tot esparcidas por Inglaterra. El vocablo "henge" puede ser una permutación del egipcio ankh, que significa "vivo" o "vida", y el sistema de mensuras piramidales, basado en magnitudes planetarias, se refleja en obras antiguas de varias localidades; por ejemplo, el anillo sarsen de trilitos en Stonehenge posee el mismo tamaño que el "círculo anual" egipcio (4).

Fig. 12.2. Piedras en Avebury, Wiltshire.

Fig. 12.3. Reconstrucción informática de Avebury, que muestra cómo pudo verse alrededor del 2300 a. de C.

Se han propuesto diversas teorías -en parte contradictorias- sobre el uso de Stonehenge como observatorio solar y lunar, todas ellas basadas en la creencia de que su edad es de sólo "pocos miles de años". El Sol estival no sale hoy sobre la heelstone ("Piedra Talón"), sino justo al norte de ella, y esta discrepancia habría sido mayor hace 5200 años cuando se piensa que comenzó la primera fase del levantamiento (5). Las dataciones "oficiales" se sustentan en gran medida por análisis de radiocarbono sobre fragmentos orgánicos y encontrados en el suelo adyacente, pero no hay garantías de que sean tan antiguos como la estructura original.

Fig. 12.4. En Stonehenge, las piedras sarsen del círculo exterior miden cuatro metros de alto y tienen unas 25 toneladas. Los cinco trilitos internos, dispuestos en "herradura", presentan hasta 7,3 mts. y 50 toneladas.

Fig. 12.5. Los dinteles permanecen en su lugar por ensambladuras de caja-espiga y machihembrado, y se nivelan con mucha exactitud.

Frederick J. Dick ofrece una interpretación más radical (6), señalando que hace aproximadamente 150.000 años el eje de Stonehenge apuntó hacia la salida de Aldebarán u "Ojo de Tauro", el astro que los egipcios utilizaban para sus cálculos del nuevo ciclo (7) (350.000 años atrás era probablemente el más luminoso del cielo nocturno), y sugiere que datarían de esa época los peñascos del altar, la heelstone y quizás las "piedras azules" (bluestones).

En periodos antiguos, el templo de Stonehenge se llamaba Danza de los Gigantes. Las leyendas cuentan que las colosales piezas fueron llevadas a Irlanda por gigantes africanos y después a Inglaterra por Merlín. Blavatsky dice que los megalitos de todo el mundo son obra de antepasados con tamaño físico mucho mayor que el nuestro, como los atlantes en su apogeo hace varios millones de años, pero los humanos se redujeron en talla de 5 a 4-3 mts. a partir de la tercera subraza del linaje ario (8). En tiempos recientes se han descubierto muchas osamentas análogas de hasta 4 (9), y hace 150.000 años los individuos con dos o más metros pudieron ser comunes.


Referencias

1. La Doctrina Secreta, 2:750.
2. Ibídem, 2:435.
3. Ibídem, 2:754.
4. J. Michell, The New View Over Atlantis, Thames and Hudson, 1983, p. 121-52; Lemesurier, The Great Pyramid: Your Personal Guide, p. 145-6.

5. G. Cornelius y P. Devereux, The Secret Language of the Stars and Planets, Chronicle Books, 1996, p. 116-20; P.L. Brown, Megaliths, Myths and Men, Book Club Associates, 1977, p. 60-161.

6. F.J. Dick, "Restoration of Stonehenge", The Theosophical Path, febrero de 1921, p. 134-8.

7. La Doctrina Secreta, 2:785.
8. Ibídem, 2:753.
9. Ibídem, 2:276-80, 293, 336, 753-6; "Orígenes humanos", partes 6 y 7.