Es necesario comprender el mecanismo de Justicia Absoluta en la Ley de Karma, aquélla de nuestro propio Ser, con miras a basar nuestros pensamientos y acciones de acuerdo con el orden armonioso y progresivo de la Naturaleza. En la visión mundana, el nacimiento de bebés representa un hecho normal entre otros miles que ocurren a diario, y no se discierne ningún trasfondo en eso, excepto el puramente personal para la familia aludida. Según el quehacer científico moderno es sólo un fenómeno biológico y nada más, pero el ojo perspicaz del filósofo sabe que cada uno de esos arribos al mundo no es mera casualidad ni una nueva alma creada por "Dios" -como creen algunos religiosos-, sino la enésima aparición de un Alma eterna en una nueva cobertura durante la serie de sus innumerables encarnaciones, y que cada niño lleva en sí una vasta reserva de Karma pasado, producido anteriormente por el Ego. En cada uno de estos renacimientos, el cuerpo material adquirido, los padres que lo conciben, la raza o pueblo donde aparece como unidad, su carácter, las tendencias particulares que comparte en común -buenas/malas o familiares/nacionales-, todo ello está en relación exacta con una o más fases de su amplio bagaje kármico. De ese modo, el cuerpo que asume el Ego en cada existencia y el entorno de su vida son resultado de su Karma pretérito y sirven como el instrumento o canal por donde pueden llegar a fructificar tales porciones de dicho "equipaje pendiente" y no agotado, que son sentidos por el Ego como experiencias "beneficiosas" o "perjudiciales".
Vimos anteriormente que Karma es de tres tipos: Sanchita, Agami y Prarabdha. En la literatura védica se cuenta la analogía del arquero que dispara una flecha y no puede hacer que vuelva, por lo cual ahora está a punto de lanzar otra. El manojo de proyectiles en el carcaj a su espalda es (1) Sanchita (karma acumulado); la saeta recién eyectada simboliza (2) Prarabdha y aquélla que prepara corresponde a (3) Agami (karma que se está gestando al presente). De ellos, el arquero tiene control sobre (1) y (3), pero seguramente debe desarrollar (2) o, en otras palabras, experimentar el pasado que comienza a surtir efecto en la actualidad. Cada Ego nace trayendo consigo una porción de Karma almacenado; por lo tanto, Prarabdha es esa parte o aspecto kármico con el que uno surge a la existencia y su área de acción está lista para precipitarse. Opera en la vida y el cuerpo presentes, provocando todo un conjunto de episodios y cambios. Además, lo que llamamos "destino" es simplemente Karma madurado y cuya manifestación no puede ser evitada ni pospuesta. Por ejemplo, no podemos cambiar la familia, nación o raza en que nacimos.
Así, las contingencias y eventos de nuestra vida -además del carácter, las cualidades y tendencias de la naturaleza personal- son muestras tangibles del entorno subjetivo en el Alma humana, formado a partir de los efectos morales de pensamientos y acciones previos. Entonces, es evidente que constituye una locura reñir con las circunstancias externas de nuestra vida cuando las encontramos desagradables, dolorosas u obstructivas. A menudo escuchamos decir que la vida de alguien que lucha en incidentes adversos sería mejor si fuese colocado en un lugar diferente, pero tal reflexión es insensata porque ese marco jamás podría ser distinto mientras no se agote el flujo de la causa kármica creada por uno mismo -y que provocó las condiciones aparentemente desfavorables como efectos- sin el impedimento de congojas, quejas o intentos por escapar de ellos a través de medios convenientes. El mismo conato de rehuir lo que se percibe como "circunstancias adversas" sería en sí mismo la causa de un problema aún mayor para el individuo.
Un excelente ejemplo de esto se ve en nuestra actitud en el tratamiento de enfermedades. La postura y el enfoque correctos hacia una dolencia que nos aflige es permitirle salir del organismo sabiendo que funciona a partir de Karma pasado, y por lo tanto purifica nuestro Ser interior de la corrupción. Una faceta prudente para combatir patologías es adoptar reglas higiénicas estándar y recurrir a medicamentos prescritos por profesionales. Los malestares físicos deben abordarse por medios homólogos y no con prácticas de la llamada "curación mental", porque crea perturbaciones en las corrientes vitales de nuestra parte sutil y debilitan el vínculo mente-cuerpo, obstruyendo la manifestación de esa enfermedad en el plano tangible. Aquélla simplemente es empujada hacia capas mentales más profundas haciendo creer al paciente que está sanado, pero en realidad no es así. La enfermedad que ha sido rechazada permanece en el plano mental y saldrá del sistema físico con más poder dañino que antes y en cualquier momento, ya sea en la misma vida o otra futura.
El "Brihadaranyaka Upanishad" (5-11-1) enseña que el padecimiento de alguien enfermo es su tapas más elevado, y quien conoce esta verdad accede a los mundos más sublimes. Sri Shankaracharya comenta: “Un hombre debería pensar que el sufrimiento, la fiebre y otras formas de achaque representan el tapas de mayor rango o continencia ascética, pues la afección es común a ambos: los tapas y éste en particular, o respecto a la modestia eremítica y esa enfermedad, porque su dolor borrará los efectos de acciones en el sabio que toma esa carga como tapas, mirándola sin reproche ni queja. Con el dolor así transformado en tapas que es su meditación, quien sepa esto y con todos sus males destruidos gana los mundos más gloriosos”.
Cuando el karma ha madurado y comienza a precipitarse, todo lo que podemos hacer es experimentarlo con la actitud correcta. El libro "La Voz del Silencio" dice: “Enseña a evitar todas las causas; dejarás que la onda del efecto siga su curso, como la gran marejada". Dado que la Ley es justa y misericordiosa no puede haber un "día erróneo"; entonces y en lugar de quejas, debe existir una correcta aceptación, e incluso podríamos ir un paso más allá al pensar "esto no es sólo lo que yo merecía, sino lo que de hecho deseaba, y todo regresa a mí". Ésta es una actitud de entrega suprema y fe inquebrantable en dicha Ley, la postura interna a cultivar por todo verdadero aspirante espiritual. Con esto en mente no se recurrirá a plegarias o ceremonias propiciatorias para desviar el curso kármico y esquivar las consecuencias.
Sin embargo, "aceptación" no significa quedarse pasivo o impotente. Si somos capaces de cambiar la contingencia, debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance pues no se espera que sigamos pobres, discapacitados, ignorantes, débiles, oprimidos o cualquiera que sea nuestro contexto. Podemos utilizar el problema como materia prima y extraer lecciones necesarias como fortaleza, simpatía, desapego, paciencia, etc. Uno de los "Aforismos sobre Karma" sostiene que en una vida determinada podemos actuar para reprimir malas tendencias y eliminar defectos. Cuando se despliegan esfuerzos intensos, el influjo de la tendencia kármica se acorta. La Ley nos ha colocado donde estamos, pero no nos mantiene allí; podemos hacer más que simplemente asimilar la moraleja, sino además responder a esos obstáculos de manera que inspire a otros.
El sabio entiende el significado de los eventos en la vida como obra del Karma, y cuando se encuentra con adversidades nunca protesta ni recurre a conveniencias para escapar de ellas, sino acepta dichas circunstancias como lo que él mismo deseó y obtuvo como justos merecimientos. La misma actitud de asumir esa responsabilidad permitirá al afectado entender los aprendizajes contenidos en la dolorosa experiencia, y una vez se cumple ese requisito termina la necesidad de sufrir y la persona crece en sabiduría y progresa hacia una vida superior. De este modo, la enseñanza debe permitir que las causantes kármicas ya puestas en movimiento continúen hasta agotarse. Son insensatos quienes recurren a oraciones y ritos religiosos en un intento por soslayar el decreto kármico, sin saber que el empeño de eludir los justos decretos retributivos tiene como resultado pagar una sanción todavía mayor, en la misma encarnación u otra futura, por desafiar la Justicia absoluta e infalible. William Judge escribe: “Es buena y justa una estadía para toda persona en un cuerpo nacido de todos los dolores, privaciones y miserias de la pobreza moderna. Como la condición civilizatoria presente surgió del pasado -y en el cual fuimos sus 'trabajadores'- con todos los horrores de pobreza, crimen, enfermedad y relaciones incorrectas en casi todas partes, es justo que debiésemos experimentar todo eso en algún momento de nuestro viaje" ("Vernal Blooms", p. 11).
Un aspecto relevante que exige la Ley Kármica es nuestra responsabilidad ante el sufrimiento de los semejantes. Muchos poseen una visión mezquina del Karma debido a su conocimiento parcial y egocentrismo, pero si uno se abstiene de ayudar a quien lo necesite, diciendo "sufre por su culpa" y "no debo interferir con ello", comete un acto de omisión por el cual tendrá que pagar. Si el karma de alguien es una situación desesperada, también constituye el nuestro pues esa persona puede atestiguar todo lo que hagamos para aliviar el dolor tanto como sea permitido: “La inacción en un acto de misericordia se convierte en pecado mortal”, como sostiene "La Voz del Silencio". La equidad retributiva sigue a quien transgrede el principio de Hermandad Universal, y deberá aprender que uno no puede separarse de ningún ente, bueno o malo. La obra "Luz en el Sendero" consigna otra metáfora: la prenda sucia que rehusamos tocar hoy pudo vestirnos ayer y probablemente lo haga mañana, y si la rechazamos con horror cuando es arrojada sobre nosotros, se adherirá con más fuerza hasta entender que en realidad no existe separación, y que cada uno de nosotros está indisolublemente ligado a todos los seres, cualquiera sea su condición:
"Si durante su próxima encarnación una persona que ignora la miseria de hombres y mujeres viene al mundo en un barrio marginal citadino, se grabaría en su alma la penuria de tal circunstancia, lo cual conduciría más tarde a tener compasión y cuidar de otros; pues a menos que experimentemos los efectos de un estado de vida, no podríamos comprenderlo o apreciarlo por una mera descripción" ("Vernal Blooms", p. 11).
Ninguno de nosotros actúa de forma aislada. Todos estamos unidos en planos internos e invisibles, y sin cesar nos afectamos mutuamente a través de ideas, emociones y hechos. Ignorar el sufrimiento ajeno pensando "es su karma" refleja un gran malentendido sobre la Doctrina. Si alguien se encuentra con un accidente y somos los únicos presentes en escena, entonces es nuestro deber colaborar con los afectados, al igual que cuando un semejante se nos acerca pidiendo dinero, buscando consuelo o requiere solucionar un problema jurídico o moral. Mucha gente en India creyó que la pobreza entre los "intocables" se debía a "su propia culpa" y durante mucho tiempo nadie tuvo iniciativas para defenderlos, lo cual terminó siendo una mancha en la religión hindú.
Es difícil decir qué parte del karma en otros es estrictamente su propia creación. Judge sugiere: "La unidad humana indisoluble exige que consideremos los problemas de cada persona como debidos en parte a nosotros mismos, porque siempre hemos sido unidades en la especie y ayudamos a crear condiciones que causan sufrimiento" ("Forum Answers", p. 55). Aparte del karma individual, también existe aquél de categoría colectiva y distributiva, pues la humanidad gesta su propia condición tal y como la encontramos hoy. Recordemos que no es fácil desconectarse de la familia, comunidad o el país porque no habríamos nacido en ellos si no fuera por nuestra responsabilidad en concebirlos del modo que los vemos ahora. Por lo tanto, la Sabiduría en acción es cumplir con el deber hacia el prójimo, sin desear nada ni rehuir todo lo que Karma tiene reservado para cada alma, por más desagradable que sea a ojos de nuestra parte personal y efímera.
("The Theosophical Movement", diciembre 2019).