23 de febrero de 2022

Explorando los "Aforismos sobre Karma" por William Judge (6 de 19)


Aforismos 9, 10 y 11: "El Karma de esta Tierra es la combinación de actos y pensamientos de todos los seres y de todo nivel, que estaban involucrados en el Manvantara anterior o corriente evolutiva desde donde fluye la nuestra"./"Y como esas entidades incluyen a los Señores del Poder y Humanos Santos, así como a débiles y malvados, el período de duración para la Tierra es mayor que el de cualquier individuo o raza sobre ella"./"Debido a que el Karma de esta Tierra y sus razas comenzaron en un tiempo extremadamente antiguo para ser alcanzado por mentes humanas, una investigación sobre su origen es inútil e infructuosa".

En muchas personas prevalece una visión estrecha de la Ley kármica, en el sentido de que su funcionamiento se limita al humano sólo como individuo, y también en un sentido fatalista. Si constituye un precepto moral y universalmente operativo, entonces debemos ser capaces de rastrear su labor en la totalidad del Ser Universal y Aquél de nuestra especie, en todos los planos y estados atañentes a la gradación septenaria del Cosmos, desde el espíritu hasta la materia. Esto se afirma claramente en el "Bhagavad-Gita" (VIII-16): "Todos los mundos hasta el de Brahma están supeditados a renacer una y otra vez", y se debe a que el Universo no es una "concurrencia fortuita" de átomos y "fuerzas ciegas carentes de diseño o propósito", sino una conciencia encarnada que incluye seres vivos e inteligentes y en evolución, pertenecientes a todo nivel de desarrollo, desde un átomo de polvo mineral hasta los reinos inferiores de la naturaleza -respecto al ser humano- y de allí al Dhyani Buda celestial y perfecto en la escala incesante de progreso, hacia el gran objetivo de la perfección divina universal. Esta odisea de los seres está gobernada por el Karma, la Ley de todas las leyes.

La evolución de individuos, naciones, razas y mundos procede sistemáticamente en ciclos gobernados por la mencionada Ley y mediante la aparición y caída de civilizaciones, el nacimiento y muerte de particulares y países, alternancia de actividad y descanso o al crear, destruir y recrear sistemas planetarios. Los ciclos y el Karma son inseparables, pero aquél de los seres es la causante que produce los ciclos del tiempo. La Ley opera en toda entidad, ya sea elevada o pedánea, sobre los planos espiritual, psíquico y material.

El tercer capítulo del "Bhagavad-Gita" enseña que nadie alguna vez descansa ni un momento en inactividad, y todos los seres obran de acuerdo a su naturaleza adquirida por su propio Karma, determinado por la calidad de sus emanaciones mentales y hechos. Esto se aprecia al notar que no existen dos personas que respondan a la misma situación de igual manera. El pensamiento subyace a cada obra; es más, el primero de ellos en sí ES actividad, que crea una impresión en la naturaleza del pensador. La ley cíclica sobre el retorno de dichas improntas le devuelve la "marca" que lo impulsa a repetir el acto, lo que a su vez se convierte en un hábito que forma el personaje y configura su destino.

[N.del T.: Conviene recordar aquí un excelente adagio indio:

Siembras un pensamiento y cosechas una acción.
Siembras una acción y tienes una reacción.
Cultivas una reacción y cosechas un hábito.
Estimulas un hábito y obtienes una característica.
Siembras una característica, y cosechas un DESTINO"].

Así, mediante nuestras obras elaboramos ciclos, haciendo o deshaciendo el carácter, avance o retroceso. La Ley universalmente operativa se aplica igualmente a nuestras familias, la nación o raza constituida por tales grupos y la humanidad formada por pueblos y etnias que componen el mundo en general. Nuestra Tierra con sus siete principios -análogos a aquéllos del ser humano y el Cosmos- conforma una corriente evolutiva para seres de todo nivel, incluido el humano, y relacionados específicamente con ella; de manera similar, otros globos en el espacio son escenario de crecimiento para entes y otras "humanidades" afines con dichas esferas. El Karma colectivo de todos los seres involucrados en esta corriente de progresión es el Karma de la Tierra; por lo tanto, ella no es un mero bulto de materia burda, sino una entidad viviente o agregado de seres en cualquier fase de desarrollo, y todos ellos se encaminan a etapas más elevadas por ciclos más pequeños o grandes, producidos por su acción colectiva. Esto es lo que Platón quiso decir cuando llamaba "animal" a nuestro planeta.

Los pensamientos y las acciones de un individuo y los resultados morales, mentales, espirituales y físicos que engendran esos actos -que él mismo se ve obligado a experimentar como placer y dolor merecidos con justicia- no se limitan únicamente al autor, sino que inciden para bien o mal en la familia, raza, nación y la Tierra misma en su conjunto, debido a la Unidad Esencial de todos los seres y la norma de causalidad universal. De este modo, el Karma singular ejerce un efecto distributivo que afecta a todos, y la sumatoria de ese Karma se convierte en aquél del planeta. Cada humano comparte el Karma nacional al que corresponde, así como el de la especie. En esta profunda aserción comprendemos la gran responsabilidad de toda persona, en el sentido de que con su actuar puede posponer o facilitar el progreso superior de todos.

Así, las unidades familiares humanas -que constituyen naciones y razas- generan Karma nacional a través de pensamientos y hechos, y el conjunto del Karma internacional inflige consecuencias a escala planetaria, estableciendo ciclos de ascenso o declive civilizatorios, evolucionando gradualmente hacia niveles superiores mediante la asimilación de experiencias provocadas por la justicia kármica retributiva.

Como la Tierra incluye entidades inferiores a nosotros -en los diversos reinos naturales-, los propios humanos y otros seres altamente progresados, ella siempre tendrá en su corriente una jerarquía de "Señores del Poder", "beatos", "Adeptos de la Buena Ley" e individuos benéficos y nobles, así como personas débiles y malvadas, y también varios seres visibles e invisibles no evolucionados respecto al hombre. Éstos últimos avanzan con ayuda humana, el Manasa o Pensador que está a la cabeza de los ámbitos inferiores. Los individuos adelantados en las etapas de desarrollo suprahumano son Adeptos, Jivanmuktas y una vasta jerarquía de Dhyan-Chohans ["Señores de la Luz"] quienes, habiéndose convertido en colaboradores de la Naturaleza, participan de forma oculta en el gobierno y evolución de mundos y descienden a la Tierra como Grandes Maestros, Guías y Avatares de acuerdo con la ley cíclica para inducir reformas y enseñar la nota clave del verdadero conocimiento, impulsando así la evolución superior de la humanidad.

Así como atravesamos el ciclo de llegada al mundo, crecimiento, decadencia y óbito, seguido por un descanso recuperatorio post-mortem y la asimilación de experiencias esenciales en el reino espiritual de Devachán -con el ulterior renacimiento en otra vida terrena-, así también sucede con todo, incluyendo cada criatura y pensamiento, país, civilización, la Tierra, el Sistema Solar y más allá; todo ciclo más pequeño ejecuta su trayecto espiral al interior de una etapa más grande. Y en la misma forma que acontece con nuestro planeta, igualmente la vida, el carácter, el progreso y la etapa de desarrollo en cada persona durante todas sus existencias terrenas es el resultado preciso y equitativo de sus cogitaciones y hechos vitales pretéritos.

El lapso de vida para la Cadena Terrestre (esto es, el planeta con otros seis globos compañeros de materia más fina y sutil, todos en coadunación entre sí) se denomina Manvantara, que significa el intervalo (antara) entre dos Manus (prototipo espiritual de la humanidad a ser evolucionado). La Tierra con todos sus seres progresan en siete grandes rondas o Manvantaras, y por ende todo ese ciclo tiene lugar entre catorce Manus, al final de los cuales la especie adquiere perfección. Nuestro orbe es reencarnación de una serie anterior, la Lunar, con sus humanidades y seres que ya se extinguieron. Al concluir esas siete rondas, toda la prole de entidades muertas en una esfera y liberadas de cuerpos burdos y sutiles, ingresan en un período de reposo con objeto de asimilar las vivencias colectivas de todos los seres de cualquier nivel evolutivo, de modo análogo al Devachán del alma humana.

Entonces, el Karma del astro donde moramos es resultante del Karma colectivo de todas las entidades englobadas en la "Tierra" anterior que terminó en disolución o Pralaya. Por esto, el renacimiento de mundos es necesario pues permanece sin agotar cierta cantidad kármica del planeta muerto, lo que se resolverá en su próxima encarnación dispuesta por la Ley. Algunos seres perfeccionados ingresan a la bienaventuranza del Nirvana -que dura hasta la "Edad de Brahma"-, los cuales permanecen en felicidad inefable y separados de todas las preocupaciones con entes de menor avance; otros renuncian a ese gozo y "quedan atrás" -aunque emancipados cuando surge la nueva cadena terrestre con sus habitantes- y se les conoce como Nirmanakayas, quienes colaboran en el desarrollo y la perfección de los semejantes que luchan por zafarse de las ilusiones materiales.

Los mundos están construidos "a semejanza de ruedas más antiguas", es decir, las que existían en el Manvantara anterior y entraron en Pralaya, porque la Ley es ÚNICA para la génesis, el crecimiento y la descomposición de todo en el Kosmos, desde el Sol hasta la luciérnaga en el césped. Es un trabajo eterno de perfección con cada nueva nascencia, pero la Materia Sustancial y las Fuerzas son todas una y la misma (véase "La Doctrina Secreta", vol 1, p. 144-145).

Muchos investigadores reflexivos se preguntan cuándo se originó y terminará la evolución terrestre mediante sus ciclos de renacimiento, encaminados hacia una mejora gradual cada vez que eclosionan. La Teosofía enseña que este avance por fases reencarnatorias no tiene comienzo ni final, porque el Universo infinito no alberga un término para ello. En el espacio inconmensurable hay posibilidades y perfección eternas: “La Doctrina Secreta enseña el desarrollo progresivo de todo, tanto en mundos como átomos; y este magnífico curso no tiene principio ni fin imaginables. Nuestro 'Universo' es sólo uno entre un número infinito de otros, todos ellos 'Hijos de la Necesidad' y constituyen eslabones en la gran Cadena Cósmica de Universos, cada uno en relación de efecto por lo que respecta a su predecesor, y siendo causas respecto al siguiente" (DS, I, 43).

("The Theosophical Movement", noviembre 2019).