David Pratt, enero 2001-julio 2005, noviembre 2019
"¿Puede el crecimiento poblacional excluir la reencarnación?" Esta es una inquietud que suele aparecer en debates, y es también el epígrafe de un texto por David Bishai en el Journal of Scientific Exploration (1).
Se estima que en 8000 a. de C. la población mundial era de unos cinco millones. Al 1 d. de C. era casi 300~; hoy llega a 7700~ y aumenta a un ritmo de 85~ por año (135~ de nacimientos versus 50~ de muertes); sin embargo, el clímax actual parece estar llegando a su fin. Bishai afirma: "Hace más de 20 años la tasa fértil comenzó a decaer en forma sostenida a nivel planetario, y no muestra señales de revertirse. Salvo que existan imprevistos económicos o epidemiológicos graves, el mundo debería alcanzar un máximo de 10.000 millones de personas en 2050".
Si la reencarnación es un hecho, y asumimos que el número total de almas humanas -encarnadas o no- que evolucionan en la Tierra continúa más o menos fijo, el ecúmene sólo puede aumentar si disminuye el periodo medio entre dos vidas. A la inversa, para que dicha cantidad baje, el tiempo entre dos existencias debe incrementarse.
Sería razonable pensar que cambia el transcurso medio en los diversos estados posteriores a la muerte, de acuerdo con los yugas y otros ciclos que enfrenta la humanidad, y habríamos de esperar "titubeos" demográficos no lesivos para la idea de reencarnación. Bishai también llega a este corolario, quien estudia el asunto matemáticamente.
Según la Teosofía, el canon general es que la fase post-mortem equivale a 100 veces la duración de la vida experimentada; en ocasiones se habla de 1500 años, pero tomando una vida promedio actual de 15. El periodo real varía enormemente, de acuerdo al desarrollo mental y espiritual de la persona. Respecto a casos muy esporádicos, la reencarnación puede tener lugar en pocos años, como los infantes que mueren en sucesos violentos. El crecimiento poblacional explosivo y reciente señala que la reencarnación se está generando más deprisa que antaño, lo que evidencia en parte los hábitos acelerados de vida y las proclividades ultramaterialistas de hoy.
En obras teosóficas leemos que, por lo común, las almas no encarnadas superan en número a las que viven en nuestro planeta (3). Ciertos autores creen que éstas eran una céntima parte de aquéllas, pero como la población fluctúa en el curso de la historia, mientras el volumen de mónadas permanece igual (5), este porcentaje se aplicaría sólo al monto promedio de personas en el mundo, sea cual sea. Otros sugieren que la cifra total de almas humanas en evolución terrena puede ser de 10 mil millones, o cinco veces los habitantes globales en ese momento.
Se estima que la presencia humana alcanzará un nivel cercano a 10 mil millones en 2050; así, el importe de almas encarnadas obviamente no puede ser menor y de facto lo superaría. Aplicando el factor de cinco ya descrito, podría haber 50 mil millones de ellas correlativas a nuestro "hogar azul".
Bishai adelanta un guarismo de 100 mil millones de almas; esto se basa en que vivió en la Tierra un colectivo similar desde aproximadamente el 50.000 a. de C., que según él es cuando aparecieron por primera vez los humanos del tipo contemporáneo. Por otro lado, la Teosofía rastrea los orígenes civilizatorios muchos millones de años atrás. No obstante, y si asumimos que cada alma humana tuvo al menos una encarnación desde esa fecha, entonces el máximo de "espíritus" no puede remontar los 100 mil millones.
Tertuliano, el enardecido padre de la Iglesia cristiana, fue uno de los primeros en contender que el alza demográfica opugnaba la reencarnación. Gottfried de Purucker cuenta que uno de sus aportes más notables a la teología fue cuando dijo: "Sostengo que murió el mismo Hijo de Dios; ahora bien, esto es algo que debe aceptarse, porque es un absurdo monstruoso, y además declaro que Él resucitó luego de la sepultura, y lo creo absolutamente cierto porque es del todo imposible". Semejante proclama no inspira mucha confianza en el apologista para el pensamiento analítico...
Quienes emplean el recurso poblacional para "invalidar" la reencarnación asumen que el "paréntesis" regular entre dos existencias sigue absolutamente invariable a lo largo de la historia, pero como señala Bishai, ¡sigue siendo un misterio comprender cómo estos pseudoescépticos lograron obtener "conocimiento trascendental" sobre un estado en el que ni siquiera creen!
Referencias
1. David Bishai, "Can Population Growth Rule Out Reincarnation? A Model of Circular Migration", Journal of Scientific Exploration, vol. 14, n° 3, 2000, p. 411-20.
3. William Judge, El Océano de la Teosofía (1893), Theosophical University Press (TUP), p. 86-8.
5. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta (1888), TUP, 1977, 1:171, 173, 182-3, 2:302-3.
Parte 2
Otras hipótesis para los altibajos de población incluyen: a) mónadas de otras cadenas planetarias -no necesariamente en nuestro Sistema Solar- que se unen al camino evolutivo en la Tierra, u otras que dejan este globo para continuar el progreso en otros sitios; y b) almas animales que reencarnan como humanos, o "espíritus" nuestros en formas animales.
Sobre el primer aspecto, Blavatsky escribe: "(...) la humanidad del primer manvantara es la del séptimo y todos los intermedios. Aquélla de la Primera Raza-Raíz es también de la Segunda, Tercera, Cuarta, Quinta, etc.; y hasta la última, constituye una reencarnación cíclica y asidua de mónadas pertenecientes a los dhyani-chohans de nuestra cadena planetaria" (1).
"Nuestra humanidad, desde la primera a la última -o Séptima Raza- está hecha por una misma 'compañía de actores' que descendió de ámbitos superiores para realizar su 'gira artística' (...). Comenzando como espíritus puros en nuestro viaje degresivo alrededor del mundo (¡literamente!) con la sapiencia intrínseca de lo verdadero (...) la Ley Cíclica nos lleva hasta el 'vértice inferior de la materia', que se pierde aquí en la Tierra y cuyo fondo tocamos; luego, el mismo 'canon de gravedad' espiritual nos hará ascender con lentitud a esferas todavía más altas e impolutas de aquéllas de donde partimos" (2).
Dicho de otro modo, una vez que nos asociamos con una cadena planetaria particular, debemos recorrer todos sus ciclos de principio a fin, es decir, a través de las Siete Razas-Raíz en todos los globos, en cada una de las siete rondas y siete encarnaciones genéricas, avanzando a través de los reinos [mineral, vegetal, animal] y elevándonos desde chispas divinas inconscientes (elementales) hasta convertirnos en dioses supraconscientes. No parece factible que una mónada humana "vuelva su espalda" a la Tierra en medio de un ciclo, y se lance a procesos evolutivos en un planeta distinto, quizás en otro sistema.
La mayor parte de mónadas que hoy evoluciona en la Cadena Terrestre también pasó por la misma secuencia en su vida anterior (cuyos restos son la Cadena Lunar). El contenido espurio sobre "rondas externas" señala que tras completar el ciclo (de siete manvantaras planetarios) en la serie terrenal, procedemos al siguiente de los orbes sagrados [!!!] donde emprendemos un viaje similar, y así sucesivamente alrededor de todos ellos por siete veces. ¡Incluso hay quienes "aseguran" que por etapas aún más largas cambiamos "de un sistema solar a otro"!
Las enseñanzas puruckerianas y por G. Barborka -en gran medida falsas- establecen que, además de esas "rondas externas" que las mónadas transitan colectivamente a grandes intervalos, también hay "rondas externas menores", donde nuestra parte divina realizaría visitas breves a otras cadenas planetarias o sistemas solares tras la muerte, y durante el sueño o las iniciaciones, enunciando sin fundamentos que "hay mónadas peregrinas" de astros foráneos en la secuencia terrestre. Se dice que esta clase de almas vive al interior de cuerpos adecuados en esos globos, pero no está claro si ello comprende o no la encarnación en cuerpos humanos tangibles en nuestro planeta.
En términos reencarnatorios, la Teosofía no acepta el dogma budista y exotérico de que "alternamos entre cuerpos humanos y animales" a guisa "bastante normal". Una vez obtenida la autoconciencia, no solemos regresar entre los animales que funcionan predominantemente por instinto (3). Sólo en muy raras circunstancias y habiendo cometido actos perjudiciales por múltiples vidas físicas, un individuo corta el nexo con su Ser Divino y se convierte en "alma perdida" que vuelve a expiarse en ámbitos inferiores.
Asimismo, esta Sabiduría declara que el "portal" hacia el reino humano se clausuró a mediados de la Cuarta Ronda actual (4,5 millones de años AP), y no habrá más mónadas animales que se "gradúen" entre nosotros durante el resto del manvantara planetario (5). La excepción son aquéllas encarnadas en simios y monos superiores, que podrán participar de los niveles básicos en la especie Homo debido a su linaje semihumano.
Conforme avanza la evolución mediante el arco de ascenso o espiritualizador, y en lo que queda de las Siete Rondas, algunos dicen que un grupo de mónadas humanas saldrá del flujo progresivo y entrará en un cuasi-Nirvana al ser incapaz de aprender lo suficiente, y tendrá que esperar hasta la próxima reencarnación planetaria. Esto puede concernir a criaturas animales, pues la mayoría de "chispas divinas" que les componen dejará de encarnar antes que termine la Séptima Ronda.
Referencias
1. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, TUP, 1977 (1888), 2:146 nota al pie.
2. Blavatsky Collcted Writings, Theosophical Publishing House (TPH), 1950-1951, 14:303.
3. Ibídem, 4:399.
5. La Doctrina Secreta, 1:173, 182-183.