El término "Ego", como se alude aquí, no debe confundirse con el significado que le atribuye la psicología occidental moderna. En Teosofía, Ego significa el sentimiento de "yoidad" o principio de autoconciencia en el ser humano: “La filosofía esotérica enseña la existencia de dos Egos en el hombre: uno mortal y personal, y otro Superior, Divino e Impersonal, llamando al primero 'personalidad' y al segundo 'Individualidad'” ("The Theosophical Glossary").
La Entidad genuina e imperecedera en nosotros se llama Ego Superior o "Individualidad", o también Humano Real [y Manas Superior], a diferencia del cuerpo físico o forma externa mortal. Lo que denominamos "personalidad" o "instrumento" es la mente inferior en íntima asociación durante el pasar terreno con los principios de Prana, Cuerpo Astral -vehículo del anterior- y Kama, las pasiones y deseos. El compuesto burdo de esos cuatro integrantes con la mente inferior modela el "apero" o "equipo" que nuestro Ego asume en cada renacimiento como resultado de su Karma en el transcurso de vidas anteriores. Así como empleamos una herramienta con el objetivo específico al que está destinada, la personalidad con sus sentidos y aptitudes es el implemento del que se sirve el Ego para su propósito; y el yo personal/mundano -que tiene libertad de elección- debe aprender a vivir de tal forma que sea útil al cometido del Ser Humano Real.
Debemos recordar siempre que no somos cuerpo ni personalidad, los que por ignorancia habitual tomamos por nuestro "yo"; el auténtico es esa Individualidad Divina no nacida e inmortal. El Ego sólo puede actuar en la Tierra de modo indirecto a través de su contraparte efímera; así, el yo inferior dotado de libre albedrío y poder de discriminación debe optar por: a) seguir los dictados de su Parentalidad Divina y entrar en el sendero de evolución hacia lo deífico, en cuyo caso el dios interno se convierte en guía activo y gobernante del individuo; o b) vivir persiguiendo intereses y deseos materialistas mientras Manas permanece como testigo silencioso. En cualquiera de estos casos, la persona produce Karma que dará resultados en vidas futuras.
Es esta personalidad lo que crea el "costal kármico" y en toda vida es un producto de su propio pasado. Todo individuo piensa y actúa en cuatro planos distintos a lo largo de su estadía mundana: a) el cuerpo físico con sus órganos sensoriales y de acción; b) su índole emocional o Kama (deseos); c) el órgano del pensamiento en el estrato mental, que incluye memoria, intelecto, razón y juicio o discriminación; y d) y la naturaleza moral o plano ético (“debo hacer esto y no aquéllo”) que armoniza inteligencia y emociones. Las facultades y los sentidos psíquicos también pertenecen al yo personal, mientras que la percepción espiritual o intuición proviene del Ego Divino si una persona la ha desarrollado en sí misma. Este es el conjunto de medios que el Ego emplea durante toda existencia física para vincularse con la Naturaleza manifestada, obtener madurez y a través de ella alcanzar el autoconocimiento.
Los indicadores como calidad, capacidad, carácter, peculiaridades, fortalezas o defectos y el relativo desarrollo o carencia de aptitudes individuales en esos planos son el fruto exacto y justo del buen o mal uso que se les haya dado, sobre los cuales la persona ha puesto su fuerza de Vida Universal y por medio de emanaciones mentales, motivos y acciones. Este es el origen de las diferencias entre los parámetros ya mencionados, o idiosincrasias atañentes a toda persona.
Pueden apreciarse ejemplos prácticos de esto en la vida cotidiana y por todo el mundo. Hay quienes disponen de un cuerpo sano e intelecto fino, pero adolecen de ética; otros vienen al mundo con patologías o deformidades, pero poseen un intelecto asombroso; otros nacen con capacidades psíquicas o mediúmnicas sobresalientes, aunque les falta discernimiento valórico, y así sucesivamente, con tantas combinaciones de cualidades como personas hay en el planeta. También sabemos que los hijos de iguales padres exhiben rasgos únicos en cada uno, de acuerdo con sus pensamientos y hechos en encarnaciones precedentes.
Vimos con anterioridad que existen tres clases de Karma: a) lo que se experimenta ahora, b) el acervo actual que dará fruto más tarde -en la vida contemporánea u otra subsiguiente- y c) aquél de innumerables existencias pasadas. Para todo renacimiento del Ego en este mundo, el vehículo a adquirir -personalidad/configuración física, facultades intelectuales o psíquicas y la naturaleza moral con sus peculiaridades- está en completo acuerdo con una parte del Karma acopiado previamente que se externaliza en una determinada estadía terrenal, lo cual se afirma en los Aforismos Yoga de Patanjali: “De estos actos y en cada vida, resulta una manifestación sólo de aquellos depósitos mentales que pueden fructificar en el ambiente provisto” (Libro IV, versículo 8). Dichos "almacenes" se conocen colectivamente como vasanas o las tendencias que el Ego obtuvo en el pasado.
Los pensamientos unidos a deseos o emociones constituyen la base real de toda obra. Cada hecho deja un recuerdo indeleble en nuestra base mental, así como en los átomos de vida que edifican y mantienen nuestras energías y facultades corporales; por lo tanto, las vasanas también son esas impresiones de memoria. William Judge enseña que éstas permanecen como enlaces magnéticos sutiles pero poderosos que enmarañan el Sistema Solar, a través de los cuales se producen varios efectos ("El Océano de la Teosofía", p. 97). Cuando muere el organismo físico no se destruyen los depósitos mentales en el Ego, ni el carácter ni las tendencias impresas por aquél (skandhas) durante la vida material. Aunque los átomos del cuerpo están dispersos, las skandhas continúan como fuerza latente en la naturaleza elemental y se vinculan al Ego desencarnado en Devachán por medio de tenues fibras magnéticas e indisolubles. Cuando Manas retorna a la siguiente encarnación -tras gastar la fuerza del pensamiento superior producido y que lo hizo pasar por esa etapa post-mortem- las skandhas se encuentran con él y construyen su aparato corporal. De este modo, se reviste en cada existencia con el tejido de sus cualidades específicas y formadas por sus pensamientos y acciones previos por el poder reproductivo ciego de Kama o deseo.
Por lo tanto, hay una memoria celular y otra que concierne al alma. Judge relata que cuando tenía cuatro años le enviaron temprano a la escuela y tuvo dificultades para deletrear palabras. A los siete le sobrevino un cambio y superó ese problema con facilidad; además mostró conocimiento e interés por muchos temas, aunque jamás había leído libro alguno. El origen de esa extraordinaria transformación se debía a que un Ego altamente evolucionado tomó posesión de William a los siete años -tras salir aquél que moraba originalmente- por causa de su Karma y el de la familia. Las células físicas del niño, entre otras aptitudes, tenían la capacidad inactiva de leer palabras ya que las vidas atómicas que les conformaron fueron "impresas" con aquella destreza por los Egos que las utilizaron en encarnaciones pasadas; así, el nuevo "inquilino" de ese cuerpo pudo "encender" y manifestar el potencial en las células porque tenía una habilidad análoga para deletrear que había adquirido previamente y permaneció como su depósito mental. Se dice que cuando arriba esa idoneidad celular a un nuevo cuerpo, no puede manifestarse en éste último hasta que sea extraída por el Humano Interior o Ego residente que también pasó por un conjunto similar de vivencias anteriores.
En otras palabras, debe haber una interrelación entre el grupo físico de átomos y el Ego. Por ejemplo, si el "morador interno" conocía la lengua inglesa durante una vida anterior y la masa atómica de ese cuerpo también fue empleada por quienes hablaban bien el idioma, entonces es posible que ahora el individuo adopte conocimientos antiguos, pero en todo caso se trata de recordar lo que aprendimos alguna vez y siempre depende del instrumento físico ("Letters That Have Helped Me", 153-154).
En ocasiones aparecen genios que producen enriquecedoras influencias culturales cuando los Egos encuentran el instrumento apropiado en una familia, y los átomos de vida que conforman dicho linaje quedan fuertemente impresionados con su talento particular; sin embargo, éste pronto se desvanece si otras almas de llegada muestran deficiencia en esa capacidad. J.S. Bach vino al mundo en una estirpe de músicos, pues su Manas halló el vehículo conveniente para la expresión de ese genio y también por las afinidades anteriores con miembros familiares. Posteriormente otras almas con talento ingresaron a ese grupo por razones kármicas análogas, pero con el tiempo dicha habilidad aminoró en la descendencia, pues debido al Karma familiar comenzaron a nacer almas con poca o ninguna inclinación en esa línea, y por lo tanto no tenían aptitud de extraer el potencial en los átomos corporales. Judge sostiene: “Esta es una gran lección kármica y de Hermandad Universal si se mira del modo correcto. El Karma de esa parentela fue atraer a Egos de capacidad indiferente, y aquéllos que usaban los átomos familiares les daban otras y nuevas impresiones o tendencias, hasta que por fin una serie de Egos se sintió atraída por esos congéneres desprovistos de talento. Lo mismo puede pasar con respecto a la virtud, y todavía hoy sucede así" (ibídem, p. 154).
En consecuencia, la lección en el funcionamiento de la Ley es que recae una enorme responsabilidad moral sobre individuos, familias y países. Esto era bien conocido en la India antigua cuando prevalecía el verdadero conocimiento, y las virtudes y distinciones familiares se perpetuaban durante generaciones por mecanismo de herencia (efecto del Karma y subordinada a éste), con el fin de crear entornos adecuados y que los Egos tuviesen cualidades o atributos similares para ser atraídos a aquéllos y se encarnaran, otorgando así beneficios al mundo. Pero en esta Edad Oscura los linajes puros han desaparecido, pues hoy reina el materialismo a la vez que se pierde la sabiduría, la vida virtuosa y los altos ideales civilizatorios. Por lo tanto, generalmente existe un desajuste entre la potencialidad del Ego y el ambiente apto para su expresión en la vida terrestre, y así con frecuencia vemos incoherencias como el nacimiento de genios en familias desprovistas de él o la disparidad entre carácter y condiciones.
La mente no es producida por el cerebro; de hecho, la hondura y variedad en las circunvoluciones de éste son causadas por la presencia de aquélla. El Ego, aunque omnisciente, no podrá utilizar dicho órgano en toda su capacidad a menos que tenga múltiples experiencias de vida. Por ejemplo, los salvajes tienen buena amplitud encefálica, pero el Ego no está maduro con tal de usarla a su máximo nivel. Es como pedir a dos personas que usen computadoras: quien tenga un mero conocimiento práctico sólo empleará el artefacto para escribir o calcular, mientras otra con expertiz y conocimiento informático le sacará más provecho. Los humanos son sabios no en proporción a sus vivencias, sino a su capacidad para absorberlas. Así, necesitamos un incremento en la aptitud del Ego para utilizar sus recursos por asimilación de ese entrenamiento, y además lograr pureza y solidez en los medios.
("The Theosophical Movement", abril 2020).