En el artículo "Para entender correctamente la reencarnación", el tercer punto se titula "Los humanos siempre reencarnan como tales" y señala:
"Existen diversos reinos o departamentos en la Naturaleza que representan etapas distintas y definidas de evolución interna. Después de progresar al salir de uno de dichos reinos para luego ingresar al siguiente, el alma no retorna a un ciclo que ya ha completado. Aunque la evolución es un desarrollo muy lento y gradual, procede de una manera definida y ordenada.
Habiendo pasado del reino mineral al vegetal, no volvemos a ser miembros del ámbito mineral. Luego, al transmigrar de vegetal a animal no podemos ser otra vez una planta. De manera similar, una vez que hemos pasado esa marca definitiva e importante de ingresar a una larga serie de vidas como individualidad autoconsciente en el reino humano, no se puede volver a un nivel inferior de evolución que ya fue superado y lo cual ya no tiene más efecto o utilidad para nosotros.
El alma humana nunca reencarna como animal, árbol, planta, piedra o cualquier otra entidad que no sea otro ser humano".
Aunque la Teosofía reconoce que un alma humana puede caer progresivamente en su conciencia a una condición más bruta, o convertirse cada vez en un ente animalizado a lo largo de vidas sucesivas, sostiene con énfasis que si bien en un pasado lejano fuimos parte del reino animal, no regresamos a él ni a ninguno de los otros reinos inferiores al momento de reencarnar.
Sin embargo, el caso es que numerosas formas de hinduismo y budismo, junto con otras filosofías relacionadas, sostienen la posibilidad de la reversión del alma a una encarnación animal o incluso inferior como resultado de un karma negativo. ¿Debemos ignorar esto únicamente como "superstición" o "desconocimiento", o después de todo existe alguna porción de verdad en esta enseñanza?
En su escrito “Transmigration of Life Atoms”, H.P. Blavatsky afirma que “tiene una base verídica, y en efecto es una de tipo axiomático, pero sólo en referencia a átomos y emanaciones humanas, y no únicamente tras la muerte de un individuo, sino durante todo el período de su vida. El significado esotérico de las Leyes de Manu (Sec. XII, 3 y XII, 54 y 55), en los versos que afirman que 'todo acto, ya sea mental, verbal o corporal, da frutos buenos o malos (Karma), y las variadas transmigraciones de hombres (no almas) a través de las etapas superior, media e inferior son producidas por sus obras'; y nuevamente, que 'un asesino de Brahman entra en el cuerpo de un perro, oso, asno, camello, cabra, oveja, pájaro, etc., no tiene ninguna referencia al Ego humano, sino sólo a los átomos de su cuerpo, de su tríada inferior y sus emanaciones fluídicas".
La Teosofía establece que, cuando se reencarna, todo humano posee siete "principios" o componentes. Tres de éstos, denominados Atma, Buddhi y Manas, tienen naturaleza espiritual y duradera, mientras que los cuatro inferiores -Kama, Prana, Linga Sharira y Sthula Sharira- son temporales y sólo duran por esa vida en particular. Ese cuaternario a su vez representa el yo inferior o la personalidad presente, y todo ello se explica con más profundidad en "La naturaleza séptuple humana" que describe esos "estratos" en términos de su naturaleza y función.
Blavatsky continúa diciendo: “Para sus propios intereses, está muy bien que los brahmanes distorsionen la acepción real contenida en esas leyes, pero las palabras citadas nunca significaron lo que se les obligó a obtener más tarde de los versículos anteriores. Los brahmanes los aplicaron egoístamente a sí mismos, mientras que por Brahman -el séptimo principio humano- se referían alegóricamente a su mónada imperecedera y la esencia del Ego personal. Aquel que mata o extingue en sí mismo la luz de Parabrahm -es decir, separa su Ego personal de Atman y aniquila así al futuro devachaní [alma residente en Devachan]- se convierte en un 'asesino de Brahman'. En lugar de facilitar la unión mutua de Buddhi y Manas a través de una vida virtuosa y aspiraciones espirituales, él condena con sus propios actos malignos cada átomo de sus principios inferiores a ser atraídos hacia los cuerpos en formación de animales inferiores o bestias, en virtud de la afinidad magnética creada así por su pasiones.
Éste es el significado real sobre la doctrina de la metempsicosis. No es que tal amalgama de partículas humanas con átomos animales o incluso vegetales pueda llevar consigo alguna idea de castigo personal per se, porque por supuesto no es así; pero es una causa creada, cuyos efectos pueden manifestarse durante los próximos renacimientos, a menos que la personalidad [yo/ego inferior] sea aniquilada. En caso contrario, de causa a efecto y donde cada resultado se convierte a su vez en origen, correrán a lo largo del ciclo de renacimientos, el impulso dado antaño que se gastará sólo en el umbral de Pralaya. Pero de esto se hablará después".
Una vez más, vemos cuán severamente responsable es toda persona en términos kármicos. ¿Cuándo comenzaremos a asumir la responsabilidad por cada uno de nuestros pensamientos, palabras y acciones, y comprender finalmente el gran hecho de que no existe una causa sin efecto, ni una acción sin su eventual resultado correspondiente? Es aquí y ahora que debemos asumir esa obligación, aprender a dominarnos y decir como Shantideva en el Bodhicharyavatara: "De ahora en adelante seré el amo de mí mismo, el sirviente del mundo".
En un relato de William Judge titulado “The Persian Student's Doctrine” y que trata este tema, uno de los personajes comenta: “Esos átomos emanan de todos nosotros en cada instante y buscan su centro apropiado, similar al carácter de quien los desarrolla. Absorbemos de nuestros semejantes todo lo que se ajusta a nosotros, y así es como el hombre se reencarna en los reinos inferiores. Él es señor de la naturaleza, la clave, el foco y mayor concentrador del laboratorio de aquélla; y los átomos que condena a caer así en bestias volverán a él en alguna vida futura para su detrimento o dolor. Pero no puede caer en cuanto humano inmortal, pues lo que se precipita es lo inferior, personal y atómico. Él es hermano y maestro de todo lo que está por debajo. Entonces, procurad no obstaculizar y retrasar toda la naturaleza por vuestro fracaso en la virtud".
En consecuencia, "esos átomos se desprenden de todos nosotros en cada instante", buscando su núcleo propicio mediante las leyes de afinidad y atracción magnética. Según H.P.B., "no se necesita ningún conocimiento experto, sino simplemente el don natural de un buen clarividente para verlos pasar de un lado a otro, del hombre a los objetos y viceversa como una llama azulada".
Para los interesados en explorar este vasto tema de la reencarnación y la Ley del Karma con mayor detalle, se puede encontrar una lista de tópicos relacionados en la página "Artículos".