11 de agosto de 2025

Una historia para babo$ito$ "Nueva Era" y "anti-intelecto"

 
EL LOBO DE CHUNGSHAN
[Ma Chung-si, dinastía Ming (1368-1644)].

Chao Chien-dsi, un alto funcionario, organizó una gran cacería en la montaña. Al divisar un lobo, lanzó los carruajes en su persecución.

Paralelamente, el maestro Tungkuo, viejo letrado conocido por su buen corazón, venía en camino para abrir una escuela en Chungshan, y se extravió en esa misma montaña. En camino desde el alba, seguía a pie al asno cojo que cargaba su saco lleno de libros, cuando vio llegar al lobo que huía aterrorizado y le dijo:

-Ay, buen maestro, ¿no está usted siempre dispuesto para socorrer al prójimo? Escóndame en su saco, ¡y me salvará la vida! Si me hace este gran favor, yo le quedaré eternamente agradecido.

El maestro retiró con premura sus libros del receptáculo y ayudó al lobo a meterse. Cuando llegó Chao Chen-dsi y no encontró al mamífero, volvió sobre sus pasos. Al notar que el cazador estaba lo suficientemente lejos, la presa gritó desde el morral:

-¡Buen maestro, sáqueme de aquí!

Apenas se vio libre, el carnívoro declaró con malicia:

-Maestro, usted me salvó hace un rato, cuando me perseguían los hombres del reino de Yu, y se lo agradezco, pero ahora casi estoy muriéndome de hambre. Si su vida puede salvar la mía... ¿no la sacrificaría usted por mí?

Acto seguido, se abalanzó con el hocico abierto y las garras afuera sobre Tungkuo, quien se estaba defendiendo lo mejor que podía, cuando de pronto vio a un anciano que caminaba apoyándose en un bastón. El maestro logró zafarse y corrió hacia el viajero, implorando con amargo llanto:

-Mi buen amigo, ¡una sóla palabra vuestra puede salvarme!

El anciano preguntó qué sucedía, y Tungkuo relató:

-Este lobo era perseguido por cazadores y me pidió que lo socorriera, le salvé y ahora quiere devorarme. Le suplico que interceda en mi favor y le explique su mal proceder.

El lobo contestó:

-Hace un rato, cuando le pedí auxilio, él amarró mis patas y me forzó a entrar en el saco, poniendo encima de mí sus libros; y aplastado bajo todo eso, apenas podía respirar. Después, cuando llegó el cazador, habló largo rato con él y deseaba que yo muriera asfixiado, pues de ese modo obtendría provecho de mi piel. Un traidor semejante, ¿no merece acaso que lo devoren?

-¡No creo nada de esto! -replicó el anciano-. Vuelva a meterse en el saco, para verificar si usted se hallaba tan vulnerable como indica.

El lobo aceptó gustoso y se introdujo nuevamente.

-¿Tiene usted un puñal? -preguntó el anciano al oído de Tungkuo.
-Sí- dijo el maestro con timidez, enseñando el objeto.

Inmediatamente el encanecido viajero le hizo señas para que lo clavara con fuerza en el bulto, y el maestro exclamó:

-¡Pero le voy a hacer daño!

El anciano apenas contuvo la risa y manifestó:

-¿Usted vacila en deshacerse de una bestia feroz que acaba de demostrarle tanta ingratitud? Usted es buena persona, ¡pero también muy estúpido!

Entonces ayudó a Tungkuo a degollar al lobo, y dejando el cadáver a la orilla de la senda, los dos hombres siguieron su camino.