27 de febrero de 2022

La ancestralidad kármica y física


Un lector del sitio nos preguntó: "¿Es posible que una persona haya sido su propio ancestro, no sólo kármica sino también físicamente?"

Cuando comprendemos la importante enseñanza teosófica respecto a las skandhas, se deduce que somos nuestra propia creación kármica, y en términos realmente esotéricos nuestros propios padres comparados con quienes nos engendraron en esta vida. En encarnaciones anteriores y como personalidades pasadas y ahora extintas, nosotros -la parte que reencarna, entidad mental, individualidad permanente, alma, Ego o "yo" interior invisible- ponemos causas en marcha por vía de cada pensamiento, emoción, palabra y obra. Y al hacerlo casi de modo inconsciente moldeamos no sólo nuestras experiencias para encarnaciones próximas, sino también carácter, tendencias, rasgos, fortalezas y debilidades futuros.

Entonces, al tomar esto en consideración, se capta de qué forma constituimos nuestra propia ancestralidad hablando en términos kármicos. Todas esas vidas previas no fueron las de “otra persona”, sino de nuestro Ego; pero la Teosofía revela que incluso en el nivel físico objetivo o mundano, a veces fuimos nuestro antecesor.

En “Answers to Questions on The Ocean of Theosophy” (p. 129) Robert Crosbie explica: “El hombre que ahora habita coberturas físicas es también la entidad consciente que las desarrolló e instauró. Cada cualidad, tendencia y característica familiares se deben al uso de cuerpos materiales en esa línea de herencia física por parte de un número de egos, y todos están kármicamente atraídos a esa línea familiar en que cada uno tuvo parte en su implementación, llegando así a su propia herencia (...) Cada ego encarnado tiene la oportunidad de eliminar defectos familiares en sí mismo, y al hacerlo beneficia a la línea física".

Crosbie se refiró al artículo de William Q. Judge "Thoughts on Karma" que señala:

“Cada Ego se siente atraído por el cuerpo donde encontrará sus justos merecimientos, pero también por otra razón; es decir, que el cuerpo no sólo debe dar la oportunidad de recibir su recompensa o castigo justos, sino también porque previamente estuvo vinculado a la familia en que nació el cuerpo, y también es suya la corriente de herencia a la cual pertenece. Por lo tanto, no se trata sólo de mérito y semejanza, sino de responsabilidad. La justicia ordena que el Ego sufra o goce independiente de la familia donde llegue al mundo; la semejanza decreta que arribará al grupo en que exista alguna característica similar a una o muchas de las suyas, y por ende tenga poder de atracción; pero la responsabilidad, que está compuesta de justicia, dictamina que el Ego aparezca en la raza, nación o familia a la que corresponde su compromiso por el papel que asumió en otras vidas para la formación del carácter general, o afectando esa corriente física hereditaria que tiene tanta influencia sobre quienes están involucrados en ella".

Sin embargo, Judge agrega que este no siempre es el caso. De manera similar, renacer en un país o etnia particulares no significa por fuerza que en todo tiempo desempeñamos alguna función en dichos grupos durante el pasado: 

“Un Ego puede no tener responsabilidad directa por una condición familiar, nacional o racial, y sin embargo encarnarse allí. En tal caso, es la semejanza de carácter lo que causa el lugar del renacimiento, porque el ser que llega a la morada de los mortales es arrastrado como electricidad a lo largo del camino de menor resistencia y mayor conductibilidad".

Entonces, en ese contexto sigue siendo Karma y justicia perfecta a través de esa ley de concatenación que se manifiesta bajo el principio de afinidad, aunque no es un tipo histórico/geográfico directo de causa-efecto.

También Judge alude a lo que se llama "apego por los opuestos", en que una aversión u odio persistentes hacia un pueblo o país particulares puede hacernos reencarnar como uno de sus miembros, debido a nuestros pensamientos y emociones intensos que generaron un poderoso vínculo magnético en su dirección (ver “Letters That Have Helped Me”, p. 22, edición de Theosophy Company). De este modo, no puede repetirse con suficiente frecuencia la máxima teosófica de que “el pensamiento es el verdadero plano de acción”.

No obstante y volviendo a las dos primeras citas, no debiéramos asumir que anteriormente fuimos nuestro propio "tatarabuelo" u otro familiar reciente. En ocasiones ese podría ser el caso, pero los textos parecen implicar algo mucho más remoto, quizás hace millares de años, decenas de miles o más. Y habiendo tenido tantas vidas, debimos haber establecido muchos cursos hereditarios en todo el mundo y ciertamente no sólo en el que hemos encarnado durante este tiempo. En cada reencarnación tenemos una cadena hereditaria tanto materna como paterna, por lo cual es posible que nos conectáramos con cualquiera de ellas en tiempos pretéritos y no necesariamente ambas.

También cabe recordar que algunas vías hereditarias eventualmente llegan a su punto de extinción; por ejemplo, un “hijo único” (persona sin hermanos) que concibe otro vástago de igual condición que nunca llega a tener descendencia propia. Esa familia seguirá existiendo como un todo, pero dicha trayectoria particular de heredad al interior del grupo habrá llegado a su fin, indicando presumiblemente que ha cumplido su propósito kármico.

Para explorar más este asunto, recomendamos los títulos agrupados bajo las secciones "Ley de Karma" y "Reencarnación y vida después de la muerte" en la página "Artículos", en especial las skandhas. También pueden descargarse los libros teosóficos originales disponibles [en inglés] y estudiarlos directamente.