25 de febrero de 2022

Coronavirus: el infierno de la politización (2 de 2)

30 de junio de 2020 
Por Cain Burdeau y Robert Kahn

La politización del Covid-19 ha complicado los esfuerzos para combatirlo, como ejemplifican los líderes de EE.UU. y Brasil, las dos naciones que han sido más severamente devastadas por la enfermedad.

Una fosa común en Sheffield (Inglaterra) de 48 personas, 27 de ellos niños, víctimas de Peste Negra (Universidad de Sheffield/Instituto Smithsoniano).

Durante la pandemia del coronavirus se ha desarrollado un nuevo capítulo en la extensa y funesta historia de la politización de enfermedades, en el cual líderes de todo el mundo y sus seguidores buscan peligrosos chivos expiatorios en sus oponentes ideológicos, religiosos y étnicos.

Estos azotes sanitarios tienen una larga historia de sacar a relucir prejuicios, odio y racismo en la humanidad, y de manera más infame durante la Peste Negra europea cuando miles de judíos fueron masacrados por cristianos que los veían como "malvados forasteros" que "envenenaban pozos" para propagar enfermedades.

Este lado feo de nuestra especie no se ha borrado milagrosamente a pesar de la educación casi universal y los asombrosos avances científicos durante 670 años. A decir verdad, en muchos sentidos esta era de comunicación digital instantánea y teorías de conspiración nos revela que la capacidad social para convertir una enfermedad como el Covid-19 en un garrote político puede ser incluso más fácil de conseguir que en el pasado.

"En general, cuando tenemos una gran epidemia o pandemia se puede usar como una especie de arma en la propaganda o las guerras de información", dijo Mathias Girel, filósofo de la École Normale Supérieure parisina, durante una entrevista telefónica con Courthouse News.

Girel agregó: “La pandemia se instrumentalizó como arma política; incluso fue objeto de negación durante algún tiempo por parte de las personas a cargo y algunos gobiernos”, refiriéndose a los anuncios del presidente Donald Trump y sus mecenas, como los presentadores de Fox News Sean Hannity y Tucker Carlson quienes expresaron reparos por las "noticias falsas", hiperbólicas y fabricadas por los medios sobre el Covid-19, concebidas para dañar a la administración Trump y hacer que los demócratas recuperaran la Casa Blanca.

Esas afirmaciones se han hecho difíciles de sostener, ya que Estados Unidos [a junio de 2020] lidera los decesos a nivel mundial por la plaga con 128.500 individuos y 2,6 millones de infectados, con una tasa de muerte del 5%.

En todo el mundo se han reportado 10,2 millones de contagios por Covid-19 y más de 504.000 muertes, la misma tasa que en Estados Unidos: aproximadamente 50 veces más alta que el índice mortuorio del 0,1% de la gripe común que cambia estacionalmente.

Los expertos aducen que a buen seguro todas las estadísticas de Covid-19 están subestimadas, debido a la falta de pruebas, recursos inadecuados y presiones gubernamentales. Por ejemplo, el presidente de Brasil Jair Bolsonaro ordenó a sus ministerios que dejaran de informar sobre contagios y óbitos por virus este mes, pero su corte suprema anuló la orden; entretanto, Donald Trump ha dicho en repetidas ocasiones que los nuevos casos "desaparecerían" si Estados Unidos dejara de realizar pruebas de detección vírica en personas, lo que a cierto nivel seguramente es así, pero excluyendo la realidad.

Estos son, en resumen, algunos de los modos en que la pandemia se ha convertido en un arma política peligrosa alrededor del mundo, alimentando el sentimiento del "peligro amarillo" en EE.UU., el antisemitismo en Medio Oriente y la fiebre antiamericana por muchos países.


La "amenaza" china

Más que la mayoría de otros países, Estados Unidos ha politizado el Covid-19 al convertir la pandemia en un ataque a pleno pulmón contra China y su gobierno y cultura comunistas.

En un ensayo reciente para Evergreen Review, Ju-Hyun Park escribió: "Desde el estallido de Covid-19, el Estado, los medios de comunicación y los actores de internet han producido una variedad de narrativas que racializan la enfermedad al enfatizar ideas similares de infiltración, despotismo y desviación chinos".

Una guardia de honor china marcha por la desierta plaza de Tiananmen el 4 de febrero. El severo bloqueo de ese país logró controlar la propagación del Covid-19 mucho mejor que las fofas medidas tomadas en Europa y América (foto AP).

Trump y su secretario estatal Mike Pompeo han intentado repetidamente convertir la enfermedad en un "monstruo chino". Al principio, el presidente la llamaba como "gripe china" y utilizó el término aún más inflamatorio "gripe Kung" en los mítines de campaña de este mes en Tulsa y Phoenix, dos puntos calientes virales y emergentes donde miles de sus partidarios evitaron el uso de mascarillas.

También ambos sostuvieron sin evidencia que el patógeno provenía de un laboratorio chino de virología en Wuhan y que el gobierno de esa nación ocultó datos sobre el brote. Otros republicanos han intensificado la retórica anti-china, llamando al país un "Estado paria" y "malvado". Esto a pesar de que China, donde surgió el nuevo coronavirus en diciembre, ha contenido su epidemia nacional con mucho más éxito que los países de Europa Occidental y América.

El senador por Texas John Cornyn culpó a los chinos y su cultura "donde la gente come murciélagos, serpientes, perros y cosas así"; al mismo tiempo, relacionó falsamente brotes víricos anteriores con aquel país. El senador Ben Sasse de Nebraska, republicano al igual que Cornyn, sentenció: "La gente de China cayó enferma porque su sistema también lo está".

Sin embargo y como informó The New York Times en una investigación a profundidad el domingo 28 de junio, ya en febrero "las autoridades sanitarias chinas habían advertido explícitamente que los pacientes eran contagiosos antes de mostrar síntomas".

Un ex redactor de discursos de la Casa Blanca comparó el virus Covid-19 con los ataques terroristas del 11 de septiembre, diciendo que ambos provenían de "los pantanos febriles del totalitarismo" (imagen de archivo AP).

Marc Thiessen, el ex redactor de discursos para la Casa Blanca, en un artículo del Washington Post equiparó la pandemia con los actos terroristas del 11 de septiembre de 2001: “Tanto los virus como las ideologías purulentas se incuban en los pantanos febriles del totalitarismo y luego emergen para matarnos en nuestras ciudades y calles. Hace dos décadas fue un ataque terrorista; hoy es un patógeno que se presenta una vez en una generación. Pero en ambos casos, la ausencia de libertad en una tierra lejana generó condiciones que permitieron el crecimiento de una amenaza sin precedentes, que trajo muerte y destrucción a nuestro país”.

No obstante, los diseñadores de políticas occidentales se enfrentan al hecho de que los sistemas altamente centralizados y autoritarios como China y Vietnam han hecho una mejor labor para contener el virus mediante el rastreo de contactos y cierres estrictos [Nota: menciónese también el caso de Nueva Zelanda, que a octubre de 2020 informaba de un número muy bajo de infectados y fallecidos, gracias a un férreo sistema de confinamiento].  

Los republicanos del Senado dijeron la semana pasada que Estados Unidos debiera exigir una compensación a China por la enfermedad, que ha causado mucho más daño entre los norteamericanos en comparación con sus competidores. La Casa Blanca y sus aliados senatoriales demandan sanciones a funcionarios chinos, y Trump proscribió a los estudiantes universitarios de igual nacionalidad vinculados con el ejército homónimo. Asimismo, los demócratas se están subiendo al "tren anti-China". La convocatoria en el Senado para “reparaciones" -cuya aprobación es poco probable con los demócratas que controlan la Cámara- sería inaplicable en cualquier caso y podría llevar a Estados Unidos a demandas judiciales para deportar personas con Covid-19 a países de América, África y Asia. Pero en ambas instancias nos preguntamos "¿en qué tipo de foro?"

La marea "anti-china" ha llevado a violentos ataques contra asiáticos en Estados Unidos, Europa, Australia y otros lugares: en el primer caso hubo estudiantes orientales agredidos; un hombre birmano-estadounidense y sus dos hijos pequeños fueron apuñalados en Texas en abril porque el atacante creía que estaban infectando a personas, y también las tiendas de propiedad asiática han sido objeto de vandalismo.

Stop AAPI Hate, un grupo que rastrea incidentes racistas contra estadounidenses de origen asiático durante la pandemia, informó que para el 13 de mayo sólo en Estados Unidos se habían documentado unos 1.900 actos de discriminación contra norteamericanos con dicha ascendencia. 

Tras todo ello está la esperanza de Trump y sus aliados de poner al mundo contra China y perjudicar sus ambiciones geopolíticas, que se han expandido en los últimos años a medida que rivaliza con EE.UU. en términos económicos, tecnológicos y militares particularmente en la esfera de influencia china.


La "amenaza" estadounidense

En contraargumento, China y sus aliados también politizaron esta pandemia y la han vuelto contra Estados Unidos y todo lo que dicen que representa: gobierno al estilo americano, capitalismo egoísta de libre mercado e imperialismo.

Mucho antes de esta emergencia sanitaria, China había descartado su enfoque dócil y silencioso de política mundial y se alejaba de la filosofía según Deng Xiaoping respecto a que era mejor "esconder tu fuerza y esperar el momento".

Desde la crisis global anterior por el colapso financiero de 2008, China ha comenzado a verse no sólo como la potencia económica en ascenso del mundo, sino como una fuerza militar y diplomática para rivalizar con el orden mundial establecido por Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial.

La prosperidad económica por sí sola ya no es el sueño de China pues ésta visualiza al siglo XXI como su momento de esplendor, por lo que ya sería hora de rehacer el mundo a su propia imagen

Sin embargo, la pandemia ha sido una gran prueba para el liderazgo chino, porque colocó a ese país de lleno en el centro de una crisis global por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial y la Revolución China que le siguió. De esta forma, el coronavirus está arrojando luz sobre los secretos de su gobierno comunista de partido único, sus problemas internos y ambiciones globales.

Buscando desviar la atención sobre sí misma, China ha recurrido a la política que es natural para las antiguas superpotencias de la Guerra Fría, Estados Unidos y Rusia: propaganda, desinformación y ruido de tambores.

El 11 de marzo, cuando la Organización Mundial de la Salud declaró que el nuevo coronavirus constituía pandemia, los chinos ofrecieron un nuevo concepto sobre cómo surgió el virus en Wuhan, diciendo que se trataba de un arma biológica estadounidense, aunque los científicos coinciden casi universalmente en que el patógeno tuvo origen natural en China -probablemente transmitido de murciélagos a otro animal, quizás un mamífero, antes de infectar a los humanos- y descartan su génesis en un laboratorio.

Tras el rebote de los ataques políticos estadounidenses, el descarado portavoz Zhao Lijian del Ministerio de Relaciones Exteriores chino -y encarnación para el nuevo cuerpo diplomático de "guerreros-lobo" con discursos duros- utilizó Twitter para impulsar la teoría de que el virus fue llevado a Wuhan en octubre por soldados estadounidenses que participaron en los Juegos Mundiales Militares de 2019 y celebrados en esa ciudad. Para hacernos una idea, cabe señalar que dicha instancia es la versión castrense de los Juegos Olímpicos.

Esta noción fue promovida por el Centre for Research on Globalization, un sitio electrónico con sede en Canadá y dirigido por un profesor y teórico conspiracionista de la Universidad de Ottawa. La institución impulsa hipótesis análogas de índole antiamericana y ataques anticapitalistas; así, el 13 de marzo Zhao escribió en Twitter: "Este artículo es muy importante para todos y cada uno de nosotros”, enlazando a un texto publicado por la mencionada página. "Por favor, léanlo y difundan. Covid-19: Más pruebas de que el virus se originó en EE.UU." Los diplomáticos chinos de todo el mundo siguieron su ejemplo y promocionaron la fuente, que ha sido eliminada; sin embargo, el sitio canadiense ha continuado subiendo artículos similares.

Meses después, China continúa diciendo que EE.UU. oculta algo, haciéndose eco de las afirmaciones de éste último sobre aquélla. Los funcionarios chinos exigen que sus contrincantes otorguen información de salud sobre los soldados que participaron en los juegos militares de Wuhan y abran los laboratorios biológicos del ejército estadounidense en todo el mundo para su inspección, incluido el más famoso de Fort Detrick, Maryland.

China ha estado enviando equipos médicos y especialistas a los países más afectados en un esfuerzo por "ganar corazones" y sumar puntos políticos mediante el uso del "poder blando". El "dragón de Oriente" implementó esa estrategia en Italia cuando una comitiva médica china causó sensación al llegar a Milán el 19 de marzo, nueve días después que esta nación declarara el primer bloqueo nacional del mundo. Un alto funcionario de la Cruz Roja china manifestó en una conferencia de prensa que estaba sorprendido por la cantidad de personas vistas caminando, trotando o que viajaban en autobuses sin mascarillas. 

Florista dialogando con un cliente en Castelbuono, un pueblo montañés en Sicilia. Italia siguió el consejo de China cuando Covid-19 se extendió en ese país y tomó medidas drásticas (Courthouse/Cain Burdeau).

Italia escuchó y puso frenos. Los esfuerzos chinos en la "bota del Mediterráneo" están dando frutos, pues una nueva encuesta determinó que el 25% de los italianos percibe que los asiáticos fueron aliados en el punto álgido del brote, mientras que sólo el 4% dice que la Unión Europea ayudó en el momento de necesidad.

China también está utilizando la incapacidad de Estados Unidos para contener el patógeno como evidencia de que el sistema gubernamental norteamericano ha fallado. En marzo, Zhao -portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino- se burló de su rival con esta declaración en Twitter: “Como dice un adagio chino, 'vuelve a tu interior y examínate cuando encuentres dificultades'. Instamos a los funcionarios estadounidenses a respetar los hechos. Cada minuto desperdiciado en difamar y quejarse se invertiría mejor en perfeccionar la respuesta ciudadana y la cooperación internacional".

El 24 de junio Zhao emitió otro mensaje dirigido al Secretario de Estado Pompeo y su país: “Con una respuesta epidémica incompetente, recesión económica, racismo sistémico grave, disturbios sociales, abuso de drogas y violencia armada, ¿por qué Pompeo todavía tiene confianza y coraje en acusar a China? Le aconsejo que primero se ocupe de los asuntos domésticos". 


Convirtiendo la pandemia en oportunismo

Los líderes autoritarios de todo el mundo han utilizado la emergencia médica para perseguir sus objetivos políticos -a veces sin piedad-, menospreciando la amenaza que representa, y también echando mano de bloqueos y restricciones para perseguir a sus enemigos.

El presidente brasileño Jair Bolsonaro y Donald Trump han sido los líderes mundiales más arrogantes en su respuesta al Covid-19, y sus países han sufrido la mayor cantidad de muertes (foto AP).

En Brasil e imitando a su aliado ideológico del norte, el mandatario de extrema derecha Jair Bolsonaro desestimó el coronavirus y se negó a imponer un bloqueo, determinación que fue bienvenida por los industriales y empresarios que lo respaldan. “Después de ser apuñalado, no me va a matar una gripecita”, dijo Bolsonaro el 28 de marzo refiriéndose al ataque que sufrió durante su candidatura a la presidencia.

Bolsonaro ha ignorado repetidamente el virus, calificándolo de "pequeña crisis" e "histeria" diseñada por medios imaginativos de izquierda; incluso llegó a sostener que los brasileños son inmunes a las enfermedades y que "Dios es brasileño". Sus partidarios acérrimos en el país más grande de América Latina llamaron a la epidemia como una "mentira" y un "complot comunista", llamándolo "comunavirus".

Cuando apareció el brote de Brasil y los cuerpos se acumulaban, estallaron protestas y se hundieron las cifras en las encuestas sobre Bolsonaro. A fines de junio el gigante latinoamericano sólo estaba por detrás de Estados Unidos en contagios y muertes confirmadas: más de 1,4 millones de infecciones y superando los 58.000 decesos, ambas cifras aproximadamente la mitad de las reportadas en el país del norte.

Aún con este aumento en el número de víctimas, Bolsonaro ha intensificado sus ataques contra el poder judicial y otras instituciones gubernamentales que desprecia, pese a que él mismo las dirige. El presidente entregó al ejército la respuesta de Brasil a la pandemia, despidió a un ministro de salud que abogaba por el distanciamiento social y un sucesor renunció rápidamente, siendo reemplazado por un general castrense. De hecho, el gabinete de Bolsonaro está repleto de oficiales militares.

Ahora se teme que Jair, un ex capitán de Ejército, utilice las FF.AA. para propinar un golpe. El propio mandatario, sus hijos y aliados están bajo indagatoria por casos de corrupción y el Tribunal Superior Electoral podría incluso revocar su elección si se descubre que sus descendientes usaron estrategias desinformantes y difamatorias para llevar a su padre al poder en 2018.

“Ya no se trata de una opinión sobre si sucederá o no, sino cuándo”, declaró recientemente Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente, sobre una toma de poder militar. Aún así, muchos expertos no creen que ello sea inminente. 

No obstante, la pandemia no ha retrasado la campaña de Bolsonaro para talar más selva amazónica con miras a despejar el camino para el cultivo de soja. La deforestación aumentó un 51% en el primer trimestre de 2020 si se compara con el año anterior, cuando Bolsonaro asumió el cargo.

Fosas recién excavadas para víctimas de Covid-19 en el cementerio de Vila Formosa en Sao Paulo, a principios de abril (foto de archivo AP/Andre Penner).


Al otro lado del planeta

En India, la pandemia se ha politizado de manera más abierta, apuntando a los musulmanes. El primer ministro Narendra Modi es un nacionalista hindú cuyo gobierno aplica políticas antimusulmanas extremas que incluyen una ley de ciudadanía discriminatoria. Además, incitaba al odio contra islámicos antes de la emergencia sanitaria, ejemplificado por una represión militar en Cachemira.

Las turbas que apoyan a Bharatiya Janata de Modi han atacado a islámicos desde que su partido asumió el poder en 2014. En febrero de este año, hordas de hindúes arremetieron contra barrios musulmanes en Delhi, dejando 53 muertos y cientos de heridos; asimismo, la policía de dicha ciudad participó en esos actos violentos.

El primer ministro indio Narendra Modi ha tomado medidas enérgicas en la Cachemira dominada por musulmanes durante casi un año (foto de archivo AP/Dar Yasin).

Jayshree Bajoria, un experimentado investigador de Human Rights Watch, manifestó en un informe fechado el 1 de mayo que las convocatorias antimusulmanes estallaron luego de que el gobierno asegurara haber descubierto grupos de infectados entre los asistentes a una reunión religiosa masiva en Delhi con Tablighi Jamaat, un fundamentalista del movimiento misionero islámico.

De esta forma, Modi y su partido nacionalista hindú provocaron furor al acusar a dicho grupo por propagar deliberadamente el virus. Los líderes de la colectividad calificaron el encuentro como "crimen talibani" y un acto de "terrorismo sanitario". Por su lado y según Bajoria, los grandes medios de comunicación lo llamaron "Corona-Jihad" y "la publicación de Twitter se volvió viral en redes sociales".

En un reporte de abril, Human Rights Watch señalaba que la islamofobia provocó une embestida en Delhi contra un hombre de 22 años acusado de coludirse para diseminar el Covid-19. La misma institución añadió que los pastores musulmanes en Punjab fueron obligados a jalar cientos de galones de leche "debido a los rumores de que dispersaban coronavirus" mediante ese producto.

Durante una entrevista en junio con Open Democracy, la aclamada escritora india y activista de derechos humanos Arundhati Roy declaró que los musulmanes vivían en un "clima genocida" y que la televisión india dedica programas completos al tema del "Covid-Jihad". Roy agregó que a los miembros de esa religión se les negaba el acceso a hospitales, y los seguidores de Modi exigían boicitear a los vendedores musulmanes de frutas y verduras.

Roy dice: “El lenguaje utilizado por los principales medios de comunicación contra los musulmanes fue diseñado para deshumanizarlos. Se está creando un clima de genocidio al culpar a toda una comunidad como 'corona-yihadista' durante esta pandemia, cuando existe una atmósfera preexistente de violencia contra islamitas. Fue pavorosamente similar a cómo los nazis responsabilizaron a judíos por ser transmisores de enfermedades como el tifus, durante el ascenso del Tercer Reich".


Es tan fácil echar la culpa...

A nivel global la emergencia vírica ha brindado a los gobiernos avasalladores la oportunidad de reprimir a sus opositores políticos.

En Camboya las autoridades arrestaron y amenazaron a decenas de personas con cargos falsos, alegando que habían difundido "noticias falsas" sobre el virus. Entre los detenidos se encuentran antagonistas del ahora censurado Partido Nacional por el Rescate de Camboya, un niño, personas que usan Facebook para criticar el régimen y varios periodistas. “El gobierno camboyano debiera dejar de utilizar la atención del mundo sobre el Covid-19 como tapadera para reprimir a la oposición”, sentenció Phil Robertson, subdirector para Asia de Human Rights Watch.

El primer ministro Hun Sen declaró que el mencionado partido usaba la pandemia para "causar caos", y así su mandato aprobó una ley de emergencia otorgándose amplios poderes marciales durante la crisis.

En Bangladesh, el gobierno dirigido por la Liga Awami ha tomado medidas enérgicas contra quienes critican su respuesta a la pandemia, arrestando a dibujantes, comunicadores y activistas. Las autoridades dijeron que los opositores dañaban la imagen nacional causando desorden, pero Brad Adams, director en Asia para Human Rights Watch, observó que "es sólo un dominio inseguro y autoritario que utiliza una pandemia para arrestar a toda esta gente".


Florecen las conspiraciones y la política se torna venenosa

Cuando el nuevo coronavirus comenzó a propalarse por todo el mundo, las teorías de conspiración brotaron circulando a la velocidad del rayo, como el patógeno mismo, alrededor de un mundo que ya estaba preparado para no creer. Y a medida que se difundían esas hipótesis, el discurso público se infectó y el virus terminó politizándose. Conspiracy Watch, un grupo francés que analiza este tema, creó un mapa global que abre una ventana a ese mundo retorcido de mentiras, racismo y suspicacias paranoicas.

En el Medio Oriente se responsabiliza del Covid a los judíos y sus aliados en Occidente, quienes intentarían un reforzamiento de su control sobre el poder mundial. Ciertas voces influyentes afirman que la pandemia fue inventada por compañías farmacéuticas occidentales propiedad de judíos.

Duramente afectado por el coronavirus, Irán ha comenzado a culpar a Israel, su enemigo tradicional. Trabajadores llevan el cuerpo de una víctima en Teherán el 30 de marzo (foto de archivo AP).

Estas nociones conspirativas -no sólo en Medio Oriente, sino también Estados Unidos- visualizan un complot que involucra a personeros de la élite mundial como Bill Gates, fundador de Microsoft y defensor en investigación sobre vacunas, y el multimillonario y filántropo estadounidense-húngaro George Soros, quien tiene ascendencia judía. En un tropo repetido hasta el cansancio, dichos teóricos acusan a estos y otros individuos de intentar la creación de un "Nuevo Orden Mundial".

En Turquía, el columnista Abdurrahman Dilipak del popular medio comunicacional islámico Yeni Akit alimenta esta narrativa con escritos que sugieren que el virus se creó en un laboratorio occidental para reducir la población planetaria, esterilizando a personas con cierta vacuna aún no está diseñada. Otros en ese país, incluidos políticos influyentes, afirmaron que el patógeno servía a los "objetivos del sionismo" mediante el control demográfico.

En Irán la televisión estatal sindica a Israel de estar "en el centro de la sospecha" por un arma biológica producida en laboratorio. El ex presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad, conservador [anti-imperialista] de línea dura que puede postularse nuevamente para otro mandato en el país, escribió a Naciones Unidas que el "coronavirus mutado e inteligente" se creó de manera artificial como parte de un plan de "poderes diabólicos y antihumanos" para dominar la Tierra.

En Yemen, que actualmente padece una catastrófica guerra civil y la peor crisis humanitaria del mundo, los líderes del grupo hutí repiten como loros la línea iraní antiestadounidense, etiquetan la patología como "bioarma norteamericana" y se han negado a imponer un bloqueo, pues eso cortaría los ingresos que necesitan para financiar su alzamiento. Existe la preocupación de que Yemen no esté notificando casos de coronavirus, pues sólamente ha confirmado alrededor de 1.100 casos y 288 muertes, pero los países de todo el mundo seguramente no reportan contagios y decesos por numerosas razones, ya sean políticas o no. Abdul-Malik al-Houthi, un líder de esa facción, declaró por medio televisado: "Los estadounidenses han estado trabajando durante años para beneficiarse del coronavirus. Y por supuesto, éste es un acto criminal en todos los sentidos de la expresión". 

En Irak el líder religioso chií Moqtada al-Sadr, uno de los hombres más influyentes en esa nación, manifestó que el patógeno estaba relacionado con la homosexualidad y que debieran anularse las leyes sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. De manera similar y para el caso israelí, el rabino ortodoxo Meir Mazuz -también líder político y espiritual- afirmó que el Covid era una retribución divina por los desfiles del orgullo gay.

Asimismo, hay líderes africanos que politizaron el virus. En Tanzania su presidente John Magufuli es conocido por ser químico de profesión, católico acérrimo y nacionalista; declaró que la fe religiosa derrotaría al virus y las medicinas tradicionales no podrían curar la enfermedad, como la inhalación de vapor y un tónico elaborado con planta de artemisia. En marzo Magufuli espetó: "El coronavirus es un demonio y no puede vivir en el cuerpo de Cristo ”, y durante junio mientras buscaba su reelección, señaló que el Covid "gracias a Dios ha sido eliminado".

Este gobierno ha sido acusado de publicar datos selectivamente sobre cuántos casos de infección fueron descubiertos en Tanzania, donde no se ha impuesto un bloqueo estricto. Su estrategia ante la pandemia busca ganar el apoyo de nacionalistas africanos, conservadores religiosos y empresarios.


Las comodidades de la conspiración

El filósofo francés Mathias Girel comenta: "En general, las teorías de conspiración son muy cómodas para algunas personas porque hay incriminados, por lo común una minoría que puede ser poderosa o no; es decir, tienes toda una historia, un grupo o alguien responsable”. Este es particularmente el caso cuando el mundo se enfrenta a un virus invisible, difícil de entender y tan destructivo: "Tenemos un fenómeno muy complejo y desconocido, con muchas partes que son extremadamente difíciles de imaginar. Recurrir a teorías de conspiración es muy conveniente y agradable, en especial si ya decidiste quiénes son tus enemigos y puedes denunciarlos como responsables". Según Girel, es dañina la forma en que han florecido esas hipótesis sobre esta patología porque aquélla "no es neutral y usualmente hay consecuencias cuando se promueven estas ideas. Habrá víctimas al final del día". 

Por ejemplo, Girel sostiene que las nociones sobre el uso de posibles vacunas para "esterilizarnos" o "manipularnos en línea" desincentivarán la inoculación contra el virus, en caso que se encuentre un remedio. Las encuestas han determinado que alrededor del 25% de consultados en Francia y un 50% en Estados Unidos dicen no querer vacunarse si la panacea estuviera disponible. "Es extremadamente preocupante, porque en ese caso la enfermedad reaparecerá si hay una vacuna y la gente no se inmuniza".

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"La Justicia es opuesta a la Parcialidad. Existe bien y mal en todos los rincones del Universo, y si uno trabaja por la propia parcialidad, aunque sea indirectamente, a ese grado se convierte en mago negro. El ocultismo exige justicia perfecta e imparcialidad absoluta. La magia negra se produce cuando alguien utiliza indiscriminadamente los poderes de la Naturaleza con parcialidad y sin atender a lo justo, y como un jugador de apuestas, ese tipo de mago actúa con cierto conocimiento. La magia es el poder sobre las fuerzas naturales (...)  y su variante perversa aparece al hipnotizar a la gente y emborracharla psíquicamente con vehemencia [léase hostigamiento psicológico por medios de comunicación politizados]. El primer trabajo de la magia negra es hacer que las personas especulen o razonen en términos psíquicos
(William Judge, "Letters That Have Helped Me", p. 160, edición 2018).