28 de junio de 2020
Por Robert Kahn y Cain Burdeau
(énfasis añadidos para esta versión)
La politización de pandemias tiene una historia larga y sórdida que se remonta a la Peste Negra. Actualmente, la mentalidad política medieval entre los líderes de muchos países indica que cuanto más cambian las cosas, más permanecen igual.
La muerte celebra la peste bubónica, del "Liber Coronicarum", 1493.
La politización de enfermedades tiene una extensa y deprimente historia en lo que hoy conocemos como "mundo occidental". Durante siglos, fue una serie de ataques contra judíos -ya segregados en guetos y forzados a un trabajo (préstamo de dinero) que las poblaciones dominantes cristianas y musulmanas afirmaban aborrecer- lo que hizo más fácil matar, saquear y desterrar a los habitantes de esas comunidades en el momento que aparecía la plaga.
Si bien hasta ahora los judíos han escapado de ese destino durante la pandemia de Covid-19, los políticos de todo el mundo con mentalidad medieval han empleado las mismas tácticas y con una o varias peculiaridades.
Uno de los objetivos de esta serie es mostrar cómo se han politizado enfermedades a partir de la peste negra, la peor pandemia en el registro histórico, que llegó a Europa en 1347 luego de matar a incontables miles de personas en Asia.
Un segundo motivo es revisar cómo la politización viciosa y cada vez más alucinante del Covid-19 refleja los pogromos del pasado, nuevamente, con rasgos peculiares. Cuando los ciudadanos de la Europa medieval saquearon y quemaron guetos judíos durante la Peste Negra, alegando que éstos últimos "envenenaban pozos", los cristianos no tenían idea de qué causó la plaga, quién la llevó ni cuáles eran los vectores.
Hoy sí lo sabemos, pero el patrón es el mismo: Donald Trump culpa a China; ésta responde "lo hemos controlado mejor que ustedes"; Trump responsabiliza a Nueva York y California; el presidente brasileño Jair Bolsonaro dice que no existe ningún problema, y el indio Narendra Modi "abre" su país para atraer a votantes relativamente ricos, a pesar del subestimado número de muertos en alza.
El tercer propósito será examinar si la politización actual de la enfermedad difiere respecto de las anteriores y en qué modo.
Expondremos la conclusión de antemano: las sociedades precientíficas, envueltas en la ignorancia y luchando por una forma de lidiar con la peste, recurrieron a execración y violencia contra grupos “socialmente distantes”. Y aunque todavía no entendemos todos los entresijos del Covid-19, la humanidad moderna ha caído en los mismos hábitos condenables: culpar a forasteros, personas y gobiernos que ya despreciamos. Entonces, el lema es "ataca, difama y saquea si puedes".
La base de datos en Courthouse News ya contiene más de 100 demandas sobre estafas de Covid-19: pruebas de virus falsas, vacunas postizas y mascarillas adulteradas, además de fraude telefónico y mediante internet. Incluso el televangelista Jim Bakker fue acusado por el fiscal general de Arkansas de vender una cura mendaz.
Vistos hoy desde las imponentes alturas de la ciencia, los residentes del siglo XIV en Estrasburgo, Basilea y Frankfurt tal vez puedan ser perdonados por recurrir al terror de masas en un momento de miedo general.
Pero, ¿qué pretexto pueden dar los líderes gubernamentales de nuestra época al pasar tanto tiempo politizando una enfermedad letal, en lugar de dirigir todos sus esfuerzos en limitar su propagación, buscar una cura e invertir dinero en la ciencia necesaria para ello, en lugar de actividades propagandísticas? No existen evasivas para esto.
En medio de la pandemia Covid-19, que a la fecha ha cobrado más de 500.000 vidas [casi un millón a septiembre de 2020] y sigue acechando al mundo, es peor que triste para la humanidad que tantos supuestos "líderes" en varios países -sobre todo Brasil, Estados Unidos, India, Rusia y China- intenten utilizar una catástrofe global para obtener ventajas políticas partidarias y mezquinas que perjudican a su propia gente.
Política y plagas en la Europa medieval
Courthouse News describió una historia de flagelos víricos en una serie anterior. Este reportaje se centrará en cómo sociedades y gobiernos occidentales han politizado las enfermedades, convirtiéndolas en armas.
Courthouse News describió una historia de flagelos víricos en una serie anterior. Este reportaje se centrará en cómo sociedades y gobiernos occidentales han politizado las enfermedades, convirtiéndolas en armas.
Comenzamos con la peste negra, la más mortífera de su tipo en la historia, que mató de un tercio a la mitad de la población europea. La mayoría de los relatos fija su llegada al Viejo Continente en octubre de 1347, cuando llegaron a Messina (Sicilia) las flotas que huían de esa epidemia en Crimea, o quizás simplemente navíos mercantes.
Para entonces, la enfermedad zoonótica Yersinia pestis -transmitida a los humanos por pulgas que abandonaban las ratas que morían a causa de aquélla- ya había matado a incontables miles en China y a través de las estepas asiáticas, mientras los comerciantes y guerreros la propagaban hacia el oeste.
Los padecimientos zoonóticos se contagian entre hospedadores animales, a veces de una especie a otra y luego a personas; de igual modo, la peste negra siguió el ciclo rata-pulga-humano. El Covid-19, según las mejores conjeturas científicas actuales, puede haberse transmitido de murciélagos a otros mamíferos y luego a poblaciones locales.
El "armamentismo" de la peste negra precedió a su politización. Probablemente el registro más antiguo sobre la llegada de Y. pestis a Europa es el testimonio de 1348 por Gabriele de Mussi (c. 1280-1356) que señala en su inicio: “En el nombre de Dios, amén. Aquí comienza un relato del trastorno o mortalidad que ocurrió en 1348, elaborado por Gabrielem de Mussis de Piacenza".
Cadáveres catapultados
Este cronista probablemente no se hallaba en la ciudad de Caffa (ahora Feodosija, Crimea) cuando surgió dicha plaga, pero su relato era casi contemporáneo. Escribe: "En 1346, en los países del Este, innumerables tártaros y sarracenos fueron atacados por una misteriosa enfermedad que provocaba muerte súbita", y sucedió cuando asediaban Caffa los tártaros o mongoles, descendientes de la Horda Dorada de Genghis Khan.
Este cronista probablemente no se hallaba en la ciudad de Caffa (ahora Feodosija, Crimea) cuando surgió dicha plaga, pero su relato era casi contemporáneo. Escribe: "En 1346, en los países del Este, innumerables tártaros y sarracenos fueron atacados por una misteriosa enfermedad que provocaba muerte súbita", y sucedió cuando asediaban Caffa los tártaros o mongoles, descendientes de la Horda Dorada de Genghis Khan.
"Todos los consejos y atenciones médicos fueron inútiles: los tártaros murieron tan pronto como aparecían los signos de la enfermedad en sus cuerpos: hinchazones en axilas o ingle causadas por humores coagulantes, seguidos por una fiebre pútrida".
La descripción de intumescencias o bubones deja claro que se trataba de la peste bubónica. El adjetivo “pútrido” indica hedor, lo que seguramente influyó en las teorías europeas de que las infecciones eran transportadas por “vapores” en el aire.
De Mussi continuaba: “Aturdidos y estupefactos por la magnitud del desastre provocado por la enfermedad, y al percatarse de que no tenían esperanza de escapatoria, los tártaros moribundos perdieron el interés por el asedio; pero ordenaron que los cadáveres fuesen colocados en catapultas para arrojarlos a la ciudad con objeto de que el hedor intolerable matara a todos los que estaban dentro (...) Además, un hombre infectado podría llevar el veneno a otros e infectar a personas y lugares con la enfermedad con sólo mirar. Nadie conocía ni podía descubrir un medio de defensa". De Mussi agregó que algunos habitantes de Caffa escaparon por mar a Génova y Venecia, llevando la peste.
La crónica, citada por el microbiólogo Mark Wheelis en “Biological Warfare at the 1346 Siege of Caffa” (edición septiembre de 2002 de Emerging Infectious Diseases), establece con claridad que quienes se infectaban sabían que la enfermedad era propagada por contacto humano, aunque no determinaron cómo. Wheelis era entonces profesor titular de microbiología en la Universidad Davis de California, y nuestras repetidas llamadas a la institución quedaron sin respuesta.
La referencia al "hedor intolerable" se repitió durante cientos de años, incluso en Estados Unidos, donde se creía que el "miasma" o los "humores nocturnos" diseminaban enfermedades.
Wheelis no creía que los refugiados de Caffa fueran responsables de transportar la Peste Negra a Europa, pues habría llegado de todos modos, pero el relato de Mussi muestra un ejemplo temprano sobre el uso deliberado de dicha enfermedad como arma, y diferente a la politización de la misma, lo cual tampoco se quedó atrás.
Recordemos que durante y posterior a la Segunda Guerra Mundial, países como Estados Unidos, la Unión Soviética y otros dedicaron recursos sustanciales a convertir patologías en armas, tales como Y. pestis, ántrax, botulismo, estafilococo, brucelosis (fiebre ondulante) y tularemia.
Supuestamente esas actividades fueron canceladas en los 109 países que firmaron el convenio sobre la prohibición y el almacenamiento de armas bacteriológicas y toxínicas y su destrucción, que habría entrado en vigor el 26 de marzo de 1975. Pero la militarización de enfermedades no se ha detenido y persiste a menudo bajo el disfraz de "biodefensa"; a este respecto, el programa ruso de guerra biológica se detalla ampliamente en el libro "Biohazard" de 1999 por el desertor Ken Alibek.
La peste negra como fórmula politizante
Un judío "envenenador de pozos" según un grabado francés del siglo XIV (Museo de Arqueología, Herne).
En 1348 la Y. pestis devastaba Europa, y en 1349 los cristianos masacraron a miles de judíos culpándolos por "envenenar pozos".
Uno de los primeros ataques en masa se produjo hacia abril de 1348 en Toulon (Provenza), donde los cristianos saquearon el barrio hebreo, asesinando a decenas de personas en sus hogares. Pronto siguieron más agresiones y atracos en Barcelona y otras partes de Cataluña.
El apogeo de esas mortandades se produjo durante 1349. El 9 de enero en Basilea, 600 judíos murieron quemados, incluido su rabino. Otros dos mil fueron abrasados vivos ese año el Día de San Valentín en Estrasburgo, incluso antes que la peste llegara a la ciudad. Un número indeterminado fue blanco de genocidios en Erfurt el 21 de marzo y las estimaciones oscilan entre 100 y 3.000 decesos; a ello siguieron más masacres en Flandes, Frankfurt am Main, Colonia y Mainz donde se mató a cerca de 3.000 judíos.
Tras estas matanzas, los cristianos tamizaron las cenizas para enriquecerse con pertenencias de sus víctimas; inclusive, más de 500 juderías fueron sometidas a pillaje e incendiadas en los dos primeros años de los pogromos.
Es posible que el aprovechamiento en la pandemia de Covid-19 no sea tan procaz como buscar entre cenizas medievales en busca de oro y plata derretidos, pero ha desembocado en un negocio multimillonario en Estados Unidos y otros lugares. El mayor botín conocido fue la compra imprudente que efectuó el primer ministro británico Boris Johnson por 20 millones de dólares en equipos de prueba casera para coronavirus por una empresa china, todos los cuales eran falsos según consignó The New York Times.
Los fraudes a menor escala, que aún ascienden a millones de dólares, abundan en todo Estados Unidos y cada día se presentan más demandas de este tipo.
Durante la Peste Negra, algunos guetos judíos sufrieron menos infecciones per cápita que en los barrios donde estaban prohibidos. Los historiadores lo atribuyen a una mejor higiene con énfasis en el lavado de manos antes y después de comer, las restricciones dietéticas y el aislamiento social que ya se imponían en esos grupos.
Los pogromos disminuyeron en 1351, luego que la plaga acabara con más de un tercio de la población europea, pero su marcha no se detuvo ahí. El 22 de mayo de 1370 ciudadanos de Bruselas mataron a decenas de hebreos y desterraron a los supervivientes, cuya chispa fue la supuesta profanación de hostias en una sinagoga. Los cristianos sostenían que sus enemigos habían apuñalado los panes eucarísticos que derramaron sangre "de forma milagrosa".
Las hostias supuestamente robadas se recuperaron y fueron objeto de veneración por los cristianos de Bruselas como "Sacramento del Milagro", hasta que el Holocausto de la Segunda Guerra Mundial lo hizo impopular. El relicario que contenía las obleas aún se encuentra en la catedral de esa ciudad.
Sífilis
Llagas palmares de sífilis secundaria, que también pueden aparecer en todo el cuerpo (cortesía de Centros para el Control de Enfermedades).
La sífilis, que comenzó a asolar Europa en 1494, era conocida en Italia como la "enfermedad francesa" y los galos afirmaban que venía de aquél país. Si bien continúan circulando actualmente, se han desacreditado las hipótesis de que fue traída por conquistadores del Nuevo Mundo, donde era una patología relativamente benigna. Lo cierto es que los nativos americanos sufrieron una mortalidad per cápita mucho mayor por sarampión, viruela, influenza y otras afecciones introducidas por los invasores que los europeos que padecían sífilis.
Debido a su transmisión sexual, la sífilis fortaleció el engaño precientífico de esta lacra como una "mancha moral" que fue "castigada por Dios". De acuerdo con esta visión religiosa, si la peste era un acto divino contra los pecadores, la “cura” consistiría en asesinar a las personas acusadas de propagarla.
Viruela
Las cicatrices pueden cubrir todo el cuerpo y ser más visibles en la cara (Centros para el Control de Enfermedades).
El número de óbitos por viruela a lo largo de milenios puede acercarse o superar a la mortalidad que dejó la Peste Negra. Hubo alrededor de 300 millones de muertes por causa de este padecimiento sólo en el siglo XX, y su tasa de morbilidad se eleva a un tercio, aunque muchas personas sobrevivieron a ella como la reina Isabel I y Beethoven. El registro más antiguo es "la erupción pustulosa en el cuerpo momificado del faraón Ramsés V de Egipto, que murió en 1157 a. de C.", según el informe "Smallpox: Eradicating the Scourge" publicado por la BBC en 2011.
Vacunas
El médico inglés Edward Jenner inventó la vacuna en 1796. Siguiendo la pista de los cuentos populares y observando la aparente inmunidad a la viruela entre las ordeñadoras que contrajeron una forma leve de la enfermedad (conocida como viruela vacuna), Jenner extrajo pus desde la mano de una paciente y lo insertó en una incisión practicada en el brazo de un niño de 8 años. Así y en 1801, Jenner promovía públicamente su procedimiento como prueba contra la viruela.
El médico inglés Edward Jenner inventó la vacuna en 1796. Siguiendo la pista de los cuentos populares y observando la aparente inmunidad a la viruela entre las ordeñadoras que contrajeron una forma leve de la enfermedad (conocida como viruela vacuna), Jenner extrajo pus desde la mano de una paciente y lo insertó en una incisión practicada en el brazo de un niño de 8 años. Así y en 1801, Jenner promovía públicamente su procedimiento como prueba contra la viruela.
La reacción pública fue inmensa, y a menudo hostil. Algunos clérigos lo llamaron “anticristiano” porque la viruela vacuna provenía de un animal. Los objetores "científicos" lo denunciaron porque se sabía que la viruela y otras enfermedades eran procedentes de "vapores" en el aire, particularmente por la noche.
No obstante y como dicha patología continuaba devastando Inglaterra y el mundo, el Parlamento inglés aprobó una Ley de Vacunación en 1853, que ordenaba inocular a los niños. En 1867, la misma instancia endureció la norma para exigir que se vacunaran todas las personas hasta los 14 años y especificó sanciones para los infractores.
Los opositores se hicieron eco de las objeciones religiosas y lo llamaron "invasión de privacidad". Formaron una "Liga Anti-Vacunación" y otra "Anti-Vacunación Obligatoria" y comenzaron a publicar panfletos, según consta en un informe de 2002 del BMJ (anteriormente British Medical Journal) llamado "Anti-vaccinationists past and present".
Durante una marcha contra la vacunación hacia 1885 en Leicester, un centro de resistencia a las medidas, miles de manifestantes portaban pancartas, el ataúd de un niño y una efigie de Jenner de acuerdo con un artículo de 2000 por The Society for the Social History of Medicine, “They might as well brand us: Working class resistance to compulsory vaccination in Victorian England".
La oposición masiva llevó al Parlamento a crear un comité para analizar el proceso inoculatorio, que en 1896 determinó que éste último sí prevenía la viruela, pero sugirió eliminar las sanciones por no inmunizarse. Esto llevó a la Ley de Vacunación de 1898 que agregó una cláusula sobre objeción de conciencia que los padres podían invocar, al igual que hoy en Estados Unidos donde pueden opugnarse las exigencias en los distritos escolares públicos de que los hijos estén vacunados contra una serie de enfermedades para inscribirse.
La resistencia inglesa provocó un fenómeno similar en Estados Unidos, incluida la Anti-Vaccination Society of America fundada en 1879, y entidades análogas en Nueva Inglaterra (1882) y la ciudad de Nueva York (1885). Los anti-vacunas estadounidenses lucharon en tribunales para derogar las leyes de inmunización en varios estados, incluidos Illinois, California y Wisconsin.
El movimiento contra-vacunación llegó a la Corte Suprema de Estados Unidos en 1905, en el caso denominado Jacobson v. Massachusetts, el primero de la Corte Suprema sobre el poder de los estados en las leyes de salud pública. El litigio arrancó en Cambridge (Massachusetts) durante 1902, donde la Junta de Salud en esa ciudad ordenó que todos los residentes fuesen inoculados contra la viruela. Henning Jacobson se opuso por motivos de privacidad y fue acusado penalmente. El individuo apeló y la Corte Suprema finalmente dictaminó que los estados podían promulgar leyes obligatorias para proteger al público de las enfermedades transmisibles.
La gripe "española"
Las estimaciones de mortalidad, difíciles de confirmar por falta de datos, se han revisado al alza para la "gripe española" que mató al menos a 50 millones de personas tras la Primera Guerra Mundial.
Las estimaciones de mortalidad, difíciles de confirmar por falta de datos, se han revisado al alza para la "gripe española" que mató al menos a 50 millones de personas tras la Primera Guerra Mundial.
Hoy los historiadores y epidemiólogos utilizan un amplio espectro para ese índice, que va del 2,5% al 5% de la población planetaria, lo que se traduce en 50 a 100 millones de muertes a causa de una gripe.
Por lo tanto, la pandemia fue de cinco a diez veces más mortífera que la mencionada conflagración, según un artículo del 23 de abril de 2020 en Humanitarian Law and Policy, una publicación de Cruz Roja Internacional.
La revista señala: "Las vidas que se perdieron durante este episodio nos enseñan una lección valiosa: la información transparente es crucial en todo momento. Para respetar y llevar a cabo las medidas de salud pública, la población necesita confiar en las autoridades, pero esa expectativa se rompió en 1918 luego de cuatro años de conflicto y propaganda. Lo que era cierto entonces lo es aún más en 2020, pues la desconfianza en los datos sanitarios oficiales sigue siendo un desafío. Los medios de comunicación modernos y el reciente crecimiento de las redes sociales en línea lo hacen aún más difícil. Las afirmaciones indocumentadas, informaciones falsas, teorías conspirativas y conclusiones peligrosas pueden propagarse tan rápidamente como los virus".
Poliomielitis
Esta enfermedad ha causado muertes y postraciones desde al menos el 1400 a. de C., cuando una estela egipcia mostraba a un paciente con una pierna marchita.
Esta enfermedad ha causado muertes y postraciones desde al menos el 1400 a. de C., cuando una estela egipcia mostraba a un paciente con una pierna marchita.
Probablemente debido a que la afección todavía dejaba inválidas y fulminaba a más de 500.000 personas al año, no hubo protestas generalizadas a fines del decenio de 1950 cuando Estados Unidos comenzó a vacunar a millones de niños en escuelas públicas con las versiones Salk y Sabin.
Los recuerdos del fallecido presidente Franklin D. Roosevelt, que padecía polio y usaba una silla de ruedas, seguramente contribuyeron a que los estadounidenses aceptaran las vacunas.
Vacunas DPT y MMR
No fue tan fácil la introducción de las vacunas DPT (difteria, tos ferina y tétanos en inglés) y MMR (sarampión, paperas y rubéola) en las décadas de 1960 y 1970.
No fue tan fácil la introducción de las vacunas DPT (difteria, tos ferina y tétanos en inglés) y MMR (sarampión, paperas y rubéola) en las décadas de 1960 y 1970.
La segunda de ellas comenzó a distribuirse ampliamente hacia 1971 en Estados Unidos, y para entonces el sarampión cobraba más de 2 millones de vidas al año por todo el mundo, en su mayoría niños.
Curiosamente, la resistencia pública semi-generalizada a la vacuna MMR no comenzó en ese país hasta una generación después de haberse introducido. En 1998 el científico británico Andrew Wakefield afirmó haber encontrado una conexión entre la vacuna MMR y el autismo, pero la prestigiosa revista médica inglesa The Lancet -que publicó el artículo de Wakefield- se retractó en 2010.
El British General Medical Council descubrió que el autor del texto tenía un "conflicto de intereses fatal" porque le habían pagado para buscar pruebas que respaldaran una demanda presentada por padres de niños autistas. Como consecuencia, a Wakefield se le prohibió ejercer medicina en Gran Bretaña (1).
Desde entonces, numerosos estudios no han hallado ninguna relación entre la MMR y el autismo (2), pero la cruzada anti-inoculaciones continúa en Estados Unidos, incluso denunciando la búsqueda de una vacuna para el Covid-19. Un investigador que pidió permanecer en el anonimato señaló a Courthouse News que cree que los padres de niños autistas impulsan la campaña, buscando a alguien a quien culpar de lo que sigue siendo un misterio científico: la recurrencia en la vinculación medieval de la enfermedad con el pecado moral.
[Notas del traductor (1) y (2): Recuérdese que este reportaje es netamente periodístico y no toma en cuenta el carácter oculto implicado en la aparición de efectos secundarios e incluso fatales por vacunas deficientes; véase al respecto el artículo "Medicina, epidemias y vacunas" que explica la postura teosófica sobre el tópico].
SIDA
La politización del SIDA fue tan obvia y es tan reciente que casi no es necesario contarla, pues se presenta detalladamente en el libro del difunto Randy Shilts "And the Band Played On" (1987), que describe la lenta respuesta de la administración Reagan a lo que algunos llamaron "la plaga gay". Al igual que con la sífilis y la manía de “culpar a los judíos” por casi cualquier cosa, los reaccionarios consideran este síndrome como castigo de Dios por una falla moral, y cuyo corolario tácito es que quienes murieron de ella "se lo merecían".
La politización del SIDA fue tan obvia y es tan reciente que casi no es necesario contarla, pues se presenta detalladamente en el libro del difunto Randy Shilts "And the Band Played On" (1987), que describe la lenta respuesta de la administración Reagan a lo que algunos llamaron "la plaga gay". Al igual que con la sífilis y la manía de “culpar a los judíos” por casi cualquier cosa, los reaccionarios consideran este síndrome como castigo de Dios por una falla moral, y cuyo corolario tácito es que quienes murieron de ella "se lo merecían".
¿Cuáles son las lecciones aprendidas?
Los gobiernos, autoritarios o aparentemente democráticos, siempre aspirarán a un aprovechamiento del caos social para tratar de consolidarse en el poder. Por instinto, los regentes culparán a los "forasteros" de robustecer su posición explotando el miedo en tiempos de agitación.
Los gobiernos, autoritarios o aparentemente democráticos, siempre aspirarán a un aprovechamiento del caos social para tratar de consolidarse en el poder. Por instinto, los regentes culparán a los "forasteros" de robustecer su posición explotando el miedo en tiempos de agitación.
En la pandemia de Covid-19, Estados Unidos, Brasil, China, India e Irán han hecho lo anterior de manera más desvergonzada que la mayoría de las otras naciones. Basta decir que la primera de ellas y según cualquier estimación, es el país más avanzado tecnológica y económicamente del mundo, representa el 4,25% de la población mundial y aún así ha sufrido el 25,4% de las muertes globales confirmadas por Covid.
Hasta ahora, el revestimiento politizado de esta pandemia no ha sido tan abiertamente violento como la militarización de la Peste Negra, pero puede devenir un proceso aún más vergonzoso en el siglo XXI después que se hubo controlado la viruela, la poliomielitis y otros padecimientos mortales.
El Comité Judicial del Senado norteamericano discutió la semana pasada un proyecto de ley para responsabilizar a China por miles de millones de dólares en daños que causó el Covid-19 en EE.UU. Fue un acto de pura grandiosidad o pánico políticos que no podría hacerse cumplir incluso si se aprobara. Del mismo modo, los gobernantes y ciudadanos de Europa se espantaron al desconocer el origen y mecanismo de propagación para la Peste Negra.
Sabemos qué causa el Covid-19, aunque hay mucho más que aprender al respecto, pero los gobiernos de todo el mundo -incluido el nuestro- no tienen excusa para gastar tanto tiempo, recursos y empeño en la ideologización de una enfermedad en lugar de esforzarse por controlarla.
Es importante señalar que los gobiernos de hoy tienen mucho más pavor que sus ciudadanos. La mayoría de habitantes en todo el mundo trata de acatar las sugerencias y órdenes de protección; sin embargo, el miedo más profundo viene de la institucionalidad.
La peste negra en sí nunca se politizó, pero las acciones se dirigieron contra las personas que supuestamente la portaban. La politización del Covid-19 comporta un extraño retroceso a la época medieval: las descabelladas afirmaciones en sitios electrónicos estadounidenses de derecha respecto a que el virus fue diseñado por Bill Gates, George Soros y la Organización Mundial de la Salud; que las vacunas "nos matarán" o "controlarán la mente"; que, como dijo Donald Trump Jr., los informes sobre la pandemia son un complot fraudulento del Partido Demócrata y "los medios" para sabotear las elecciones presidenciales de este año, etcétera.
Al parecer estas fantasías de inspiración política son creídas por millones de personas en Estados Unidos, donde incluso los bacilos, los virus y las reacciones químicas se han politizado. Antaño el "país del norte" era un líder mundial en ciencia y todavía lo es, pero ¿por cuánto tiempo?
La triste conclusión debe ser que no hay motivos para esperar que esta plaga termine pronto o sea la última, con los miles de millones de personas que viven en la pobreza por todo el mundo, sin acceso a atención médica básica, fármacos e incluso agua potable; y mientras sus gobiernos opresores rechazan la ciencia y se incrementan los llamamientos a variantes religiosas extremistas, ya sean cristianas, judías, musulmanas o hindúes, no presentan reformas administrativas de gran alcance y cuya implementación es poco probable.