David Pratt
Agosto de 2010, actualizado septiembre de 2020
-Casos de estudio
06. Personalidad múltiple y posesiones diabólicas
El trastorno de personalidad múltiple (TPM), también conocido como trastorno de identidad disociativo (TID), es una condición en que un individuo es controlado reiteradamente por varias personalidades distintas (conocidas como "alter-egos") y luego recuerda poco o nada de los sucesos y lo que se produjo mientras estaba bajo ese dominio. El cambio entre personalidades (o fragmentos de ellas) es involuntario; las personalidades alternativas pueden tener sexos y edades divergentes, comportarse y pensar de maneras muy distintas, poseer una amplia gama de habilidades artísticas, literarias y de otro tipo, o exhibir un estilo caligráfico disímil y escribir con la mano contraria. También los afectados evidencian diferentes patrones de actividad cerebral (EEG). Se cree que la personalidad múltiple está relacionada con traumas severos durante la infancia temprana, generalmente abuso físico, emocional o sexual extremo y repetitivo, y también con una crianza infantil insuficiente y una capacidad innata para dividir segmentos de experiencia.
La gran mayoría de los diagnósticos por TID proviene de Norteamérica y algunos especialistas en salud mental discuten si realmente existe dicha patología. Argumentan que los terapeutas crean los síntomas utilizando ciertas técnicas de tratamiento (por ejemplo, hipnosis) con pacientes sugestionables, y señalan que algunos afectados no informan de abuso sexual ni manifiestan alter egos hasta después que comienza el tratamiento, pero no todos los casos de personalidad múltiple pueden explicarse tan fácilmente.
El promedio de personalidades para un paciente con TPM es de aproximadamente 13. Christine Sizemore (representada en la película "Las tres caras de Eva", 1957) tenía hasta 40; era alérgica al nylon, pero tan pronto como uno de sus alter-egos tomaba control las irritaciones por ese componente dejaban de manifestarse. Sizemore era miope mientras que su alter-ego podía ver perfectamente sin gafas. Una vez cuando estaba bajo anestesia, el alter-ego la poseía y no se vio afectada por letargo (Wilson, 1987, 159).
Los casos de presunta posesión por "demonios" y "espíritus" solían diagnosticarse como "manía" o "histeria", pero hoy tienden a atribuirse a un trastorno de personalidad múltiple. La posesión demoníaca engloba una variedad de comportamientos y experiencias anormales e involuntarios que incluyen recuerdos o personalidades borradas, convulsiones, desmayos, acceso a conocimientos ocultos e idiomas extranjeros, cambios drásticos en entonación vocal y estructura facial, aparición repentina de lesiones como rasguños y marcas de mordiscos e injerencia de fuerzas antinaturales.
Cuando se cuestiona a los alter-egos sobre su identidad, el 29% afirma ser "demonios", por cuanto los médicos ven esto como una enfermedad mental llamada demonomanía o demonopatía. Es notable que los casos de posesión reportados involucran con más frecuencia a mujeres que hombres. Las mujeres también predominan como pacientes con TPM, a veces en una proporción de 5 a 1.
Los científicos materialistas no tienen más remedio que hacer calzar cada fenómeno psicológico en su marco "mente=cerebro". Los tratamientos ortodoxos para trastornos psicológicos incluyen el uso generalizado de medicamentos y psicoterapia, a la vez que se descarta totalmente la creencia eclesiástica de que la posesión involucra a "espíritus malignos" y que los rituales de exorcismo puedan ayudar a desterrarlos. Desde una perspectiva teosófica, algunos casos sobre desorden de personalidad múltiple y posesión podrían involucrar kama-rupas y elementarios atados a la Tierra, además de varios aspectos subconscientes del propio ser múltiple de una persona.
Casos de estudio
En septiembre de 1824 un epiléptico alemán llamado Sörgel asesinó a un viejo leñador en un bosque. Cortó la cabeza y los pies del hombre con su hacha y bebió la sangre. De vuelta en la ciudad habló abiertamente sobre el delito, diciendo que "ingerir sangre es una cura para la epilepsia". Sörgel ya era conocido como una personalidad tipo "Jekyll y Hyde" que desarrollaba tendencias criminales después de sus ataques. Cuando compareció en el tribunal una semana después, había vuelto a la personalidad tranquila y educada de Jekyll, sin el menor recuerdo del asesinato. Fue declarado no culpable y se le internó en un manicomio (Wilson, 1987, 147).
En 1873 y a la edad de 10 años, Louis Vivé fue enviado a un hogar para niños tras sufrir abusos a manos de su madre alcohólica y violenta. Vivé tenía una disposición tranquila, tímida y obediente hasta que tuvo un encuentro aterrador con una víbora cuatro años después, lo que le provocó un estado de shock. Después comenzó a tener ataques epilépticos y desarrolló parálisis en las piernas, por cuanto fue enviado a un asilo para observación y durante los siguientes dos meses trabajó en sastrería de modo tranquilo.
Luego volvió a padecer un ataque por dos días con violentas convulsiones y estados de ánimo extáticos. Cuando despertó la parálisis había desaparecido y se convirtió en un individuo violento, deshonesto y de mala conducta, y no recordaba nada de lo sucedido desde el ataque de la víbora. El Louis anterior había sido abstemio, mientras que el nuevo no sólo bebía sino robaba vino de otros pacientes. Tras servir como infante de marina y pasar un tiempo en la cárcel por hurto fue enviado nuevamente a un asilo. A pesar de tener un serio tartamudeo, hablaba sin parar y predicando ateísmo y revolución violenta; también sufrió parálisis en el lado derecho de su cuerpo. Cuando los médicos intentaron acariciar su brazo superior derecho con acero, esto transfirió rápidamente el tullimiento al lado izquierdo. Inmediatamente el viejo y gentil Louis regresó y no tenía recuerdo alguno de la persona en que se había convertido posterior al largo ataque epiléptico (Wilson, 1489).
En 1898 el neurólogo Morton Prince comenzó a tratar a Clara Fowler, una introvertida estudiante de 23 años, por dolores de cabeza, fatiga crónica y apatía. Luego de haberla puesto bajo hipnosis surgió una personalidad completamente nueva: una mujer extrovertida y traviesa llamada "Sally" con serio tartamudeo. Clara no estaba consciente de esta entidad, mientras que a Sally le gustaba hacer bromas a su "recipiente" y tomaba control de ella cuando se sentía inclinada. Por ejemplo, Sally se desnudaba posando como modelo en su habitación y desaparecía cuando "se manifestaba" la Clara avergonzada. También hizo citas con novios a quienes Clara ya no deseaba ver. En una ocasión Sally "tomó prestado" el cuerpo de Clara durante semanas, se fue a otra ciudad y consiguió trabajo como camarera; finalmente le abandonó y dejó a Clara para buscar otro camino. Durante la hipnoterapia surgió otra personalidad infantil y de mal genio que también se convirtió en víctima frecuente de las bromas de Sally. Al fin Prince logró reintegrar a las diversas personalidades (Wilson, 149-50; Aldridge-Morris, 1989, 4-5).
En 1972 el psicoterapeuta californiano Ralph Allison encontró un caso de personalidad múltiple. En su adolescencia, Carrie había sido víctima de violación grupal y luego comenzó a experimentar desvanecimientos en que otra personalidad la controlaba. También la paciente era aficionada a la brujería y como medida terapéutica Allison intentó exorcismo bajo hipnosis con buenos resultados. Allison consideró que el caso se debía a sugestión, pero más tarde se encontró con ejemplos de personalidad múltiple en que no podía aceptar que los otros egos fuesen "sub-personalidades" porque no parecían ser un medio para que el paciente manejara una emoción o situación difícil.
Elise, una de sus pacientes, hizo frente a todos sus problemas en la vida creando personalidades alternativas, de las cuales tenía más de una treintena. Una vez cuando Elise estaba bajo hipnosis surgía un alter-ego masculino que se hacía llamar "Dennis" y quien parecía no tener ningún propósito psicológico; afirmó ser un corredor de bolsa desencarnado y víctima de homicidio durante un robo. Dijo que anteriormente había "habitado" en otras personas y ahora poseía a esta paciente porque estaba sexualmente interesado en otra de sus personalidades, una mujer denominada "Shannon" que comenzó a aparecer después que la enferma estuvo postrada por la pérdida de un bebé. Dennis explicó que "hacía el amor" con Elise al ingresar en los hombres con que salía Shannon. El cuerpo de Elise era obviamente el mismo de Shannon, pero el otro intruso aparentemente no estaba interesado en él cuando Elise lo controlaba. Shannon confirmó posteriormente lo que Dennis había declarado.
Poco después surgió otro alter-ego llamado "Michelle", y ella también insistió en que no era una subpersonalidad sino un "espíritu". Unos días después que Elise sufriera convulsiones violentas, una de las subpersonalidades dijo a Allison que Dennis, Michelle y otro "espíritu" se habían ido. Algún tiempo más tarde otra subpersonalidad dijo al médico que Shannon también era un "espíritu poseedor", a saber, el del bebé muerto de Elise. Shannon corroboró esto y tras cierta resistencia inicial señaló que estaba dispuesta a "irse". La paciente entonces se despertó de la sesión con amnesia y Shannon nunca más reapareció (Allison, 1980, cap. 8; Wilson, 262-4).
La médium Pearl Curran, que no era erudita y no mostraba habilidad literaria, de un momento a otro comenzó a producir un flujo constante de poesía, novelas y conversación inteligente e ingeniosa a través de un tablero "ouija". El material supuestamente provenía de una personalidad llamada "Patience Worth" quien afirmaba ser una inglesa del siglo XVII. Sus elogiados poemas y novelas y su personalidad vívida suplantaron un estilo psicológico e inteligencia muy diferentes al que mostraba Pearl. Patience sólo proporcionó información biográfica escasa y nunca se verificó que tal personaje haya existido alguna vez. Gran parte del vocabulario de la "autora" era apropiado para los siglos XVII al XIX, pero algunos parecían pertenecer a un período muy anterior, y a pesar de ser una "escritora" pre-victoriana una de sus obras fue una novela victoriana.
Algunos investigadores argumentan que en lugar de ser una personalidad desencarnada, Patience Worth fue un carácter separado de Pearl y el caso demostraría que en un evento de disociación podemos liberar habilidades latentes o quizá obtenerlas mediante algún tipo de "súper-psi". Ian Stevenson objetó que Pearl nunca estuvo completamente disociada durante las manifestaciones de Patience, sino que permaneció muy consciente de todo lo que la rodeaba. Sugirió que la vida aseverada por Worth y sus producciones literarias pueden haber sido extraídas de recuerdos sobre vidas anteriores de Pearl (Braude, 1992). Ciertamente es posible que una persona en condición mediúmnica pueda exhibir nuevas facultades actuando como canal para los restos astrales de una o más personalidades fallecidas (generalmente no propias) o grupos de elementales (skandhas) que representan talentos particulares, y en las formas superiores de "mediumnidad" un individuo es capaz de canalizar su propio Ego/Manas superior con su tesoro de conocimientos.
El siguiente caso de "posesión" involucró a Theobald y Joseph Bruner de Illfurt, Alsacia (Guiley, 2009, 44-5). En 1865 los dos hermanos comenzaron a mostrar un comportamiento anormal y fueron confinados a sus camas durante los próximos dos años. Ambos entrelazaban sus piernas con nudos tan apretados que ninguna intervención humana podría desenredarlas. Se paraban de cabeza durante horas, contorsionaban completamente hacia atrás, se ponían rígidos y sufrían ataques de vómitos expulsando grandes cantidades de espuma amarilla, algas y plumas malolientes. También mostraban fenómenos de levitación y a veces su madre era expulsada cuando tomaba asiento en la cama mientras ésta se alzaba del piso. Su habitación permanecía incómodamente calurosa aunque nunca caliente, pero la aspersión de agua bendita restableció una temperatura normal. Los muebles volaban por el aposento, las cortinas se caían solas, las ventanas se abrirían de golpe y toda la casa temblaba. Los hermanos solían dibujar rostros diabólicos en las paredes junto a su cama y hablaban con ellos. Los objetos sagrados hacían que los niños tuvieran ataques histéricos y gritaran blasfemias; si un clérigo visitaba la casa los Bruner se escondían. También se expresaban en idiomas extranjeros y desconocidos para ellos incluyendo inglés, latín y varios dialectos españoles, y mostraron conocimiento clarividente de eventos externos.
Durante un ritual de exorcismo Theobald fue retenido por tres hombres y obligado a pararse frente al altar; permaneció en silencio durante dos o tres días babeando una espesa espuma amarilla. Al cuarto día rugió "¡soy el señor de las tinieblas!" y posteriormente lo pusieron en una camisa de fuerza al comenzar a rasgar su ropa y romper todo lo que estaba a su alcance. Finalmente y después que el exorcista volvió a llamar a la Virgen María, Theobald gritó agónico y cayó de bruces en un sueño profundo. Cuando despertó volvió a ser él mismo y no recordaba los tres días anteriores. Durante el exorcismo de Joseph éste luchó y gritó en frenesí durante tres horas antes de que el "diablo" lo liberara; más tarde tampoco tuvo reminiscencias de su terrible experiencia. Theobald murió a los 16 años, mientras que Joseph falleció a los 25.
Uno de los casos sobre posesión demoníaca mejor documentados en el siglo XX es el de Anna Ecklund, nacida en el Medio Oeste estadounidense hacia 1882 y fue criada como católica devota (Guiley, 71-2). Cuando tenía 14 años comenzó a mostrar "síntomas de posesión", incluyendo rechazo hacia objetos sagrados, incapacidad para ingresar a la iglesia y pensamientos inquietantes sobre "actos sexuales indescriptibles". Para 1908 se creía que estaba totalmente poseída y el padre Theophilus Riesinger la exorcizó con éxito en 1912, pero volvió a ser presa del "diablo". En 1928 -cuando Anna tenía 46 años- el padre Theophilus hizo otro intento, la acostaron en una cama y varias monjas le sujetaron. Cuando el sacerdote comenzó sus exhortaciones Anna cayó inconsciente; luego levitó con rapidez desde la cama y se pegó a la pared sobre la puerta, por cuanto tuvo que ser bajada por la fuerza.
Los exorcismos duraron un total de 23 días y divididos en tres sesiones durante agosto, septiembre y diciembre. Anna permanecía inconsciente todo el tiempo, pero aunque su boca no se movía las voces emanaban desde su interior y acompañadas de gritos, aullidos y ruidos de criaturas sobrenaturales. El estado físico de Anna se deterioró hasta el punto de la muerte:
"No ingería comida y sólo tragaba pequeñas cantidades de leche o agua. Sin embargo, vomitaba enormes cantidades de restos malolientes -a menudo parecidos a hojas de tabaco- y escupía prodigiosamente. Su rostro se volvió horriblemente desfigurado, con frecuencia cubierto de sangre cuando su cabeza se abultaba y alargaba; sus ojos se hinchaban y los labios crecían hasta tener el tamaño de manos según los informes. Su abdomen se expandía que casi semejaba estallar, sólo para retraerse y volverse tan duro y grávido que la cama de hierro se doblaba bajo el enorme peso".
Durante un ritual de exorcismo Theobald fue retenido por tres hombres y obligado a pararse frente al altar; permaneció en silencio durante dos o tres días babeando una espesa espuma amarilla. Al cuarto día rugió "¡soy el señor de las tinieblas!" y posteriormente lo pusieron en una camisa de fuerza al comenzar a rasgar su ropa y romper todo lo que estaba a su alcance. Finalmente y después que el exorcista volvió a llamar a la Virgen María, Theobald gritó agónico y cayó de bruces en un sueño profundo. Cuando despertó volvió a ser él mismo y no recordaba los tres días anteriores. Durante el exorcismo de Joseph éste luchó y gritó en frenesí durante tres horas antes de que el "diablo" lo liberara; más tarde tampoco tuvo reminiscencias de su terrible experiencia. Theobald murió a los 16 años, mientras que Joseph falleció a los 25.
Uno de los casos sobre posesión demoníaca mejor documentados en el siglo XX es el de Anna Ecklund, nacida en el Medio Oeste estadounidense hacia 1882 y fue criada como católica devota (Guiley, 71-2). Cuando tenía 14 años comenzó a mostrar "síntomas de posesión", incluyendo rechazo hacia objetos sagrados, incapacidad para ingresar a la iglesia y pensamientos inquietantes sobre "actos sexuales indescriptibles". Para 1908 se creía que estaba totalmente poseída y el padre Theophilus Riesinger la exorcizó con éxito en 1912, pero volvió a ser presa del "diablo". En 1928 -cuando Anna tenía 46 años- el padre Theophilus hizo otro intento, la acostaron en una cama y varias monjas le sujetaron. Cuando el sacerdote comenzó sus exhortaciones Anna cayó inconsciente; luego levitó con rapidez desde la cama y se pegó a la pared sobre la puerta, por cuanto tuvo que ser bajada por la fuerza.
Los exorcismos duraron un total de 23 días y divididos en tres sesiones durante agosto, septiembre y diciembre. Anna permanecía inconsciente todo el tiempo, pero aunque su boca no se movía las voces emanaban desde su interior y acompañadas de gritos, aullidos y ruidos de criaturas sobrenaturales. El estado físico de Anna se deterioró hasta el punto de la muerte:
"No ingería comida y sólo tragaba pequeñas cantidades de leche o agua. Sin embargo, vomitaba enormes cantidades de restos malolientes -a menudo parecidos a hojas de tabaco- y escupía prodigiosamente. Su rostro se volvió horriblemente desfigurado, con frecuencia cubierto de sangre cuando su cabeza se abultaba y alargaba; sus ojos se hinchaban y los labios crecían hasta tener el tamaño de manos según los informes. Su abdomen se expandía que casi semejaba estallar, sólo para retraerse y volverse tan duro y grávido que la cama de hierro se doblaba bajo el enorme peso".
Anna pudo comprender idiomas desconocidos para ella, retrocedía ante palabras y objetos religiosos y reveló conocimiento clarividente al exponer los pecados secretos de la infancia de otros participantes. El padre Steiger, uno de los exorcistas, se burló de los "demonios" y sufrió un accidente automovilístico que habían predicho. Las hordas de "diablos menores" y espíritus vengativos afirmaban estar poseyendo a Anna, pero sus principales atormentadores eran "Beelzebub", quien entabló conversaciones con el padre Theophilus en sarcásticas conversaciones teológicas; "Judas Iscariote" que decía estar allí con objeto de atormentar a Anna y suicidarse para que ésta fuera al infierno, y los "espíritus" de su padre Jacob y su amante Mina, tía de Anna. "Jacob" aseveró que como Anna rechazó sus intenciones incestuosas la había maldecido y pidió al diablo que la tentara, mientras que "Mina" afirmó haber asesinado a cuatro de sus propios hijos.
Los "demonios" eventualmente comenzaron a debilitarse y gemir en lugar de gritar, mientras Theophilus continuaba sus esfuerzos. El clímax llegó una noche cuando Anna se levantó bruscamente y se puso de pie en la cama. Theophilus la bendijo y ordenó: "¡Apartaos, demonios del infierno! ¡Fuera, Satanás; el León de Judá reina!" Cuando Anna se desplomó sobre la litera los gritos de "Belcebú, Judas, Jacob, Mina" e "infierno" resonaron por la habitación para desvanecerse en la distancia. Anna abrió los ojos, sonrió, alabó a Cristo y comenzó a llorar. Un hedor terrible llenó el aposento, de modo que todas las ventanas tuvieron que abrirse, pero la posesión había terminado. En este caso la mujer afectada y los exorcistas eran católicos, por cuanto no es sorprendente que algunas de las entidades invasoras se hicieran pasar por personajes bíblicos ficticios.
Tony Finlay, un exorcista contemporáneo, escribe (cap. 8): 'En mi experiencia no todos los espíritus invasores son hostiles o maliciosos. Pueden estar simplemente 'buscando un hogar' o ser reacios a abandonar las asociaciones que alguna vez tuvieron en el mundo de los vivos. Esos seres pueden no inducir un comportamiento violento o atroz en la 'víctima', pero distorsionan el patrón normal del comportamiento en un huésped. Como tal, todavía tienen que ser eliminados". Señala también que la necesidad de exorcismo está en aumento y lo vincula con "la creciente tendencia a incursionar en lo oculto".
Uno de los casos en que Finlay estuvo implicado se refería a Terry, un joven adolescente que sus vecinos creían estaba poseído. Hablaba en varias voces diferentes, algunas estrepitosas y otras duras y desagradables. También se expresó en lo que resultó ser un idioma antiguo. La medicina convencional y las sesiones psiquiátricas no pudieron ayudarlo y ante la evidencia de las diferentes voces Finlay creía que Terry estaba poseído por cinco "demonios"; de este modo procedió a seguir los rituales de exorcismo según la Iglesia católica, instando a las entidades que se fueran "en nombre del Señor". A veces las propias palabras del clérigo se repetían en burla y escuchaba "risas diabólicas" y en ocasiones sus órdenes fueron anticipadas y emitidas por Terry antes que pudiera pronunciarlas. Durante los rituales Terry sufrió una serie de desmayos, y luego de arduos esfuerzos que duraron varios días Finlay creía que se había librado de todos los demonios a excepción de uno:
"La culminación fue dramática. Terry dio un gran alarido y logró volcar la silla pesada a la que estaba atado. Se retorció por breve tiempo en el suelo y de alguna manera escapó de sus ataduras. Luego se puso en pie y apareció completamente recuperado, hablando en su tono de voz normal (...) Nunca volvió a tener problemas" (Finlay, cap. 8).
Como dice este autor, el exorcismo es esencialmente un "concurso de voluntades", y basado en su fe católica afirma que es una competencia entre "Satanás" y "Dios", pero la verdadera batalla enfrenta a la mente del exorcista (y cualquier fuerza oculta y positiva que pueda ejercer) y las entidades astrales involucradas en la posesión, y asimismo el resultado también depende de las características buenas y malas de la víctima.
Los "demonios" eventualmente comenzaron a debilitarse y gemir en lugar de gritar, mientras Theophilus continuaba sus esfuerzos. El clímax llegó una noche cuando Anna se levantó bruscamente y se puso de pie en la cama. Theophilus la bendijo y ordenó: "¡Apartaos, demonios del infierno! ¡Fuera, Satanás; el León de Judá reina!" Cuando Anna se desplomó sobre la litera los gritos de "Belcebú, Judas, Jacob, Mina" e "infierno" resonaron por la habitación para desvanecerse en la distancia. Anna abrió los ojos, sonrió, alabó a Cristo y comenzó a llorar. Un hedor terrible llenó el aposento, de modo que todas las ventanas tuvieron que abrirse, pero la posesión había terminado. En este caso la mujer afectada y los exorcistas eran católicos, por cuanto no es sorprendente que algunas de las entidades invasoras se hicieran pasar por personajes bíblicos ficticios.
Tony Finlay, un exorcista contemporáneo, escribe (cap. 8): 'En mi experiencia no todos los espíritus invasores son hostiles o maliciosos. Pueden estar simplemente 'buscando un hogar' o ser reacios a abandonar las asociaciones que alguna vez tuvieron en el mundo de los vivos. Esos seres pueden no inducir un comportamiento violento o atroz en la 'víctima', pero distorsionan el patrón normal del comportamiento en un huésped. Como tal, todavía tienen que ser eliminados". Señala también que la necesidad de exorcismo está en aumento y lo vincula con "la creciente tendencia a incursionar en lo oculto".
Uno de los casos en que Finlay estuvo implicado se refería a Terry, un joven adolescente que sus vecinos creían estaba poseído. Hablaba en varias voces diferentes, algunas estrepitosas y otras duras y desagradables. También se expresó en lo que resultó ser un idioma antiguo. La medicina convencional y las sesiones psiquiátricas no pudieron ayudarlo y ante la evidencia de las diferentes voces Finlay creía que Terry estaba poseído por cinco "demonios"; de este modo procedió a seguir los rituales de exorcismo según la Iglesia católica, instando a las entidades que se fueran "en nombre del Señor". A veces las propias palabras del clérigo se repetían en burla y escuchaba "risas diabólicas" y en ocasiones sus órdenes fueron anticipadas y emitidas por Terry antes que pudiera pronunciarlas. Durante los rituales Terry sufrió una serie de desmayos, y luego de arduos esfuerzos que duraron varios días Finlay creía que se había librado de todos los demonios a excepción de uno:
"La culminación fue dramática. Terry dio un gran alarido y logró volcar la silla pesada a la que estaba atado. Se retorció por breve tiempo en el suelo y de alguna manera escapó de sus ataduras. Luego se puso en pie y apareció completamente recuperado, hablando en su tono de voz normal (...) Nunca volvió a tener problemas" (Finlay, cap. 8).
Como dice este autor, el exorcismo es esencialmente un "concurso de voluntades", y basado en su fe católica afirma que es una competencia entre "Satanás" y "Dios", pero la verdadera batalla enfrenta a la mente del exorcista (y cualquier fuerza oculta y positiva que pueda ejercer) y las entidades astrales involucradas en la posesión, y asimismo el resultado también depende de las características buenas y malas de la víctima.