La edición de Theosophy Company, disponible en la Logia Unida de Teósofos, incluye el texto original e inalterado de ese mismo año (que se modificó de varias maneras en las ediciones por la Sociedad Teosófica) junto con una serie de cuatro artículos aclaratorios sobre las enseñanzas del texto y difundidos por primera vez en la revista "Lucifer" de H.P. Blavatsky en septiembre-noviembre de 1887 y enero de 1888.
Aunque escrito por la teósofa inglesa Mabel Collins, el libro -y también los artículos de "Lucifer"- fueron inspirados por Aquél que usaba un triángulo (△) como su firma simbólica.
En una nota a pie de página en "La Voz del Silencio" Blavatsky explicó: "El △ es signo para los chelas de alto rango, mientras que otro tipo de triángulo representa a los Altos Iniciados" (p. 79, edición original de 1889). Esa otra figura es "∴ " que la propia Blavatsky -tras ser autorizada para ello- incluía en ocasiones después de su nombre o rúbrica.
Los "chelas/Iniciados de alto rango" son discípulos de los Maestros de Sabiduría y de hecho ambos son iniciados, aunque el primero es de un grado inferior y el segundo de un nivel superior. Los altos Iniciados son Adeptos, pero no necesariamente Mahatmas pues ambos no son términos estrictamente sinónimos. Ciertamente un Mahatma es un Adepto, pero éste último no siempre representa a aquél porque el primero implica un nivel muy alto de Adeptado. No obstante, desde nuestra visión alguien que todavía es un "chela de alto nivel" o △ es esencialmente un Adepto debido a que está muy por delante de nosotros en su evolución interna y desarrollo iniciático.
Blavatsky identificó al inspirador de "Luz en el Sendero" como "un griego, aunque no Mahatma sino Adepto (...) que se convirtió en adepto sólo en 1886", es decir, el año posterior a la publicación del texto. Como ella y otros declararon, dicho individuo greco-chipriota fue conocido como "Illarion", "Illarion Smerdis" o "Maestro Hilarión".
Sin embargo, al inspirar dicha obra no estaba produciendo un escrito con sus propias palabras, sino traduciendo al inglés algunas oraciones y aforismos del "Libro de los Preceptos Dorados" como declaró H.P.B. en una carta de 1889. Ese texto esotérico aún desconocido públicamente fue transcrito más tarde con mayor extensión y detalle por H.P.B. bajo el título "La Voz del Silencio", y en en cierto sentido éste último junto con el texto de Collins son volúmenes complementarios y se pueden estudiar con gran beneficio.
"Luz en el Sendero" impresionó hasta tal punto a los eruditos indios con su belleza y potencia que se tradujo al antiguo idioma sánscrito sacerdotal en 1888. Al anunciar esto, en la edición de "Lucifer" para diciembre de 1888 H.P.B. dijo: "Este pequeño libro, una verdadera joya, pertenece a y emana de la misma escuela de pensamiento y aprendizaje indo-ario y budista que las enseñanzas de La Doctrina Secreta".
El libro consta de dos partes donde cada una de ellas incluye veintiún "Reglas", pero la página 1 se inicia con cuatro normas sin numerar respecto de las cuales el Maestro continúa diciendo:
“Las cuatro verdades escritas en la primera página de 'Luz en el Sendero' se refieren a la iniciación probatoria del aspirante a ocultista. Hasta que la haya superado, ni siquiera puede alcanzar el pestillo de la puerta que lleva al conocimiento" (p. 31).
"Sin duda, los primeros cuatro principios de 'Luz en el Sendero' son curiosos, aunque la declaración pueda parecer la más importante en todo el libro, salvo una sóla" (p. 45).
"Los cuatro preceptos están escritos en la gran cámara de cada logia real de una Hermandad viviente" (p. 46).
“Como he señalado, las cuatro reglas que he escrito para aquéllos en Occidente que deseen estudiarlas están registradas en la antecámara de cada Hermandad viviente; incluso puedo decir en el vestíbulo de cada Hermandad viviente o extinta, o una Orden aún por formarse” (p. 63).
¿Cuáles son dichas normativas? Haríamos bien en recordarlas a menudo:
Primero: "Antes que los ojos puedan ver, deben ser incapaces de llorar".
Segundo: "Antes que el oído pueda escuchar, debe haber perdido su sensibilidad".
Tercero: "Antes que la voz pueda hablar en presencia de los Maestros, debe haber perdido el poder de herir".
Cuarto: "Antes que el alma pueda estar en presencia de los Maestros, sus pies deben lavarse con la sangre del corazón".
Esas declaraciones y el libro en su conjunto no están destinados al público en general, ni siquiera a todos los interesados en espiritualidad, aunque ciertamente cualquiera puede obtener algo de inspiración en algunos de sus pasajes.
"Todas las reglas contenidas en 'Luz en el Sendero' están escritas para todos los discípulos y sólo para ellos, los que 'toman conocimiento'. Sus leyes son de uso o interés sólo del pupilo en esta escuela y para nadie más" (p. 34). Lo mismo es cierto para "La Voz del Silencio" que H.P.B. especifica está destinado "para el uso diario de lanoos (discípulos)" y "DEDICADO A LOS POCOS". No es necesario que un individuo sea alumno aceptado de los Maestros antes de utilizar estas obras, porque tan pronto como los serios y humildes aspiran a convertirse en tal, esos textos son para ellos con tal que los empleen y apliquen en la medida que se sientan capaces.
Las Cuatro Reglas mencionadas no deben ser entendidas o interpretadas en un sentido literal y tangible. Aunque la tercera parece bastante sencilla en su significado, las otras requieren más intuición para comprenderse. En la página 33 leemos: "'Luz en el Sendero' en su totalidad está compuesto en cifrado astral y por lo tanto sólo puede ser decodificado por alguien que lee astralmente".
Los dos primeros de dichos preceptos también se encuentran expresados en la página 2 de "La Voz del Silencio":
“Antes que el alma pueda ver, debe alcanzarse la Armonía interna y los ojos carnales volverse ciegos a toda ilusión.
Antes que el Alma pueda escuchar, la imagen (el hombre) debe volverse sorda a rugidos y susurros, a los gritos de elefantes y al zumbido plateado de la mosca dorada".
En la página 35 el Maestro añade: "Los sentidos de que se habla en estas cuatro declaraciones son los astrales o internos".
"Ser incapaz de llorar es haber enfrentado y conquistado la simple naturaleza humana y llegar a un equilibrio que no se vea sacudido por las emociones personales. No implica ninguna dureza de corazón ni indiferencia. No se refiere al agotamiento de la tristeza (...) no significa la muerte de la vejez (...) Ninguna de estas condiciones [incapacidad de sentir tristeza o muerte emocional] son aptas para un discípulo, y si alguna de ellas existe en él deben superarse antes que pueda entrar en el camino. La dureza de corazón pertenece al hombre egoísta, a quien la puerta está cerrada para siempre. La indiferencia pertenece al tonto y al falso filósofo (...)".
"Si el dolor, la consternación, la desilusión o el placer convulsionan al alma para que pierda su control fijo sobre el espíritu tranquilo que lo inspira, y si brota la humedad de la vida ahogando el conocimiento en la sensación, entonces todo está borroso, las ventanas están oscurecida y la luz es inútil (...)".
"Los primeros cuatro aforismos de 'Luz en el Sendero' se refieren completamente al desarrollo astral. Este proceso debe realizarse hasta cierto punto, es decir, emprendido por completo antes que el resto del libro sea realmente inteligible excepto para el intelecto; de hecho, antes de que pueda leerse como un tratado práctico, no metafísico.
En una de las grandes Hermandades místicas hay cuatro ceremonias realizadas a principios de año que ilustran y aclaran estos aforismos de modo práctico. Constituyen rituales en que sólo participan los novicios, pues son simplemente servicios del umbral, pero esto mostrará cuán serio es convertirse en discípulo cuando se entiende que todos éstos son ritos de sacrificio. El primero es aquél que he estado explicando. El disfrute más agudo, el dolor más amargo, la angustia de la pérdida y desesperación se ciñen sobre el alma temblorosa que aún no ha encontrado luz en la oscuridad, que es tan impotente como un ciego, y hasta que estas conmociones puedan ser soportadas sin pérdida de equilibrio, los sentidos astrales deben permanecer sellados. Ésta es la ley misericordiosa (...) El discípulo está obligado a devenir su propio maestro antes de aventurarse en este peligroso camino e intenta enfrentarse a aquellos seres que viven y trabajan en el mundo astral, y a quienes llamamos maestros debido a su gran conocimiento y capacidad para controlar no sólo a sí mismos sino a las fuerzas que los rodean" (p. 37-41).
Podríamos preguntar por qué alguien desearía someterse a una prueba como esa o abrir los sentidos astrales. El motivo en Teosofía no es la propia liberación o adquirir poderes para uno mismo; por el contrario, es el deseo de brindar la mayor ayuda y servicio posibles a la humanidad, convertirse en un servidor verdadero y preparado de la familia humana y asistir de manera consciente, directa y práctica a los Grandes Seres en su trabajo piadoso y desinteresado, todo lo cual representa al Bodhisattva Ideal, el Camino de los Budas de Compasión.
Sin embargo, una persona no puede llegar a esa situación de modo tan directo. Hay iniciaciones y pasos preliminares comenzando por las circunstancias de la vida cotidiana y la "Iniciación diaria" que invariablemente surge en ese contexto. Para quienes deseen saber más los alentamos a que estudien el libro de Mabel Collins y otras obras de la literatura teosófica original.
Uno de los principales objetivos del presente artículo es llamar la atención sobre lo siguiente...
La naturaleza del cometido sagrado de chelas y aspirantes a discípulos es un proceso de ASIMILACIÓN. En una carta publicada póstumamente en el artículo "She Being Dead Yet Speaketh", Helena Blavatsky aseveró que no consideraba que los teósofos tuvieran éxito "a menos que usted o yo asimilemos al Maestro; a menos que trabaje conmigo y con ELLOS, mano a mano". Del mismo modo, William Q. Judge escribe con énfasis especial en cursiva: "Aquéllos que en cualquier medida puedan asimilar al Maestro, hasta ese punto son Sus representantes y tienen la ayuda de la Logia en su trabajo" ("Letters That Have Helped Me", p. 113).
¿Cómo se puede comenzar a hacer tal obra? ¿Cómo se comienza a entrar en la corriente que conduce a la asimilación de los Maestros? "Asimilar" es integrar, imbuirse, mezclarse o formar parte permanente de algo, pero no sucede ni funciona simplemente deseando que suceda algún día. Uno realmente tiene que hacer algo tanto interna como externamente, y en este sentido el único reclamo que una persona puede tener respecto a los Maestros y Profesores teosóficos es el de co-naturaleza. "Luz en el Sendero" explica:
“El discípulo (...) no puede enviar su voz a las alturas donde se sientan los dioses hasta que haya penetrado en los lugares profundos donde su luz no brilla en absoluto. Él ha estado bajo las garras de una ley de hierro, y si exige convertirse en neófito, de inmediato se transforma en sirviente. Sin embargo, su servicio es sublime aunque sólo sea por el carácter de quienes lo comparten, porque los Maestros también son sirvientes (...) Parte de su servicio es dejar que Su conocimiento lo toque; su primer acto de servicio es dar parte de ese conocimiento a quienes aún no están en condiciones de pararse donde él se yergue. Esta no es una decisión arbitraria ni hecha por ningún Maestro, profesor o persona, por divina que sea. Es una ley de esa vida en la que ha entrado el discípulo” (p. 65).
¿Y cómo se puede dar a otros una porción de dicho Conocimiento que él/ella ha recibido mediante las enseñanzas teosóficas? Eso es para que cada persona averigüe por sí misma. No todos están preparados o tienen la oportunidad de trabajar o dar charlas en una sede de la L.U.T.; no todos están capacitados para escribir artículos o libros; no hay muchos que tengan el talento para traducir las enseñanzas teosóficas a diferentes idiomas, o que dispongan de la habilidad o el tiempo para configurar y administrar una página teosófica en internet o crear videos en YouTube; no existen muchas personas que puedan comenzar un grupo de estudio teosófico en el sector donde viven, etc. Y así deben haber otras formas de llevar a cabo esta tarea, pero sin duda éstos son algunos de los métodos que pueden tener efecto y marcar una gran diferencia en los corazones, mentes y vidas de muchos individuos. Al dar este tipo de ayuda a nuestros semejantes, estamos colaborando con los Maestros y su trabajo.
“Si se brinda ayuda y se realiza el trabajo, entonces hay un reclamo real -no lo que llamamos una pretensión personal de pago-, sino la demanda de co-naturaleza. Los divinos dan y exigen que también otorguéis antes de que podáis pertenecer a su linaje” (p. 66).
Pueden ser Maestros, pero también necesitan cierto tipo de asistencia: “Algunas obras sólo pueden ser realizadas por el Maestro, mientras que otras requieren la asistencia de compañeros. El trabajo del Mahatma es preservar la verdadera filosofía, pero se necesita asistencia de colegas para redescubrirla y promulgarla. Una vez más, los hermanos mayores han indicado dónde se puede encontrar la verdad sobre la Teosofía, y los compañeros de todo el mundo están comprometidos en presentarla para una mayor propagación" (William Q. Judge, "El Océano de la Teosofía", p. 6).
El verdadero autor de "Luz en el Sendero" continúa refiriéndose a "la noticia de que existe conocimiento y un poder benéfico que enseñan". En efecto, esto constituye una novedad para muchos en el mundo de hoy, es decir, el concepto de que la Verdad existe y “los que saben” son reales, quienes además se esfuerzan para permitir que nosotros también nos convirtamos en conocedores. Sí, "ningún discípulo puede cruzar el umbral sin comunicar esta noticia y dejarla registrada de una forma u otra".
Para quienes puedan temer que en sus esfuerzos por esta labor no la hayan hecho muy bien, el Maestro agrega algunas palabras de aliento: “Está horrorizado por la manera imperfecta e inexperta en que lo ha hecho, y luego viene el deseo de concretarlo bien, y con el ansia de ayudar a otros viene el poder, pues esto que le llega es un deseo puro y no puede obtener reputación, gloria ni recompensa personales al cumplirlo. Y por lo tanto, obtiene el poder para realizarlo” (p. 67-68).
Algunos podrían decir: “Yo quiero colaborar para la gran causa Teosófica, pero no deseo convertirme en chela/discípulo (a) de los Maestros, porque sé que no estoy preparado (a) para eso y todavía no tengo lo que se necesita de todos modos". Quienes piensan o hablan así tienen muchísimo más de "lo que se necesita" respecto de otros que en su "confianza" creen hallarse "bien preparados" para devenir chelas. El alma de humildad genuina y vívidamente consciente de sus propios defectos tiene muchas más posibilidades para llegar a los Maestros en comparación con quienes en su necedad imaginan tener un "gran avance" o desarrollo en esa vía.
Sin embargo, ciertamente no hay obligación ni expectativa para decidir dar el paso definitivo en el camino del discipulado. Respecto a quienes han tomado esa determinación los pasajes anteriores de "Luz en el Sendero" pueden servir como recordatorio y guía útiles, y para los que no lo han hecho y desean trabajar para la Causa de los Maestros, de todas formas esos extractos debieran ayudarles a percatarse de que al emprender una labor tan desinteresada y altruista están haciendo que su futuro camino al chelado sea mucho más fácil para ellos mismos, pues esa tarea en algunos aspectos es "trabajo del chela".
"Luz en el Sendero" también señala:
“De vez en cuando un adepto vive en diversas y grandes ciudades del mundo, o tal vez sólo está de paso; pero ocasionalmente todos son ayudados por la presencia y el poder reales de uno de estos individuos. Ya sea en Londres, París o San Petersburgo existen personas con un alto desarrollo, mas sólo son conocidas como 'místicos' por quienes tienen el poder de reconocerlos, la facultad otorgada por la conquista de uno mismo. De lo contrario, ¿cómo podrían permanecer en una atmósfera mental y psíquica creada por la confusión y el desorden de una ciudad, incluso por una hora? A menos que se proteja y asegure, su propio crecimiento y trabajo se verán afectados e interferidos; el neófito puede encontrarse con un adepto en persona o vivir en la misma casa con él, y sin embargo ser incapaz de reconocerlo y hacer que su propia voz sea escuchada por aquél pues ninguna cercanía en el espacio, ni proximidad de relaciones ni intimidad diaria pueden eliminar las leyes inexorables que dan aislamiento al adepto. Ninguna voz penetra en su oído interno hasta que ella se ha convertido en voz divina, una voz que no se hace parte de los gritos de uno mismo (...) Hasta que un individuo en corazón y espíritu se haya convertido en un discípulo, no tiene existencia para quienes enseñan a alumnos, y se transforma en tal sólo por un método: la rendición de su humanidad personal. Para que la voz haya perdido el poder de herir [Tercera Regla: “Antes de que la voz pueda hablar en presencia de los Maestros, debe haber perdido el poder de herir”] es necesario que una persona alcance ese punto donde se ve sólo como una de las vastas multitudes que viven, como un grano de arena lavado aquí y allá por el mar de la existencia vibratoria" (p. 74-75).
Son pocos quienes leen estas palabras o probablemente se encuentren con un Adepto cara a cara en esta vida y este plano físico, pero hay algunos que en algún momento de la presente encarnación podrán conocer chelas genuinos de los Adeptos, y si es así, ojalá que para ese momento estemos preparados en el aspecto interno y hayamos hecho lo necesario para reconocerlos (recuerde, ¡uno auténtico nunca dirá directamente que lo es!), ayudarlos de modo consciente y a la vez recibir asistencia de ellos.
Recordemos también que ningún discípulo puede cruzar el umbral sin legar a la humanidad y registrar una porción de esta Sabiduría Divina llamada Teosofía. ¿Acaso este principio eterno no arroja luz sobre la naturaleza del libro "Luz en el Sendero", un regalo para nosotros de un discípulo avanzado que al año siguiente de su publicación se habilitó para avanzar todavía más y transformarse en Adepto?
Desde una perspectiva más resumida, es bastante simple:
SEA UNA LUZ DONDE EL FULGOR DE LOS MAESTROS NO BRILLA.