23 de febrero de 2022

Explorando los "Aforismos sobre Karma" por William Judge (5 de 19)


Aforismos 7 y 8: "En su naturaleza esencial, Karma es desconocido e incognoscible para todas las otras personas"./“Sin embargo, su actuar puede conocerse por cálculo de causa a efecto, y dicha estimación es posible porque el resultado está contenido en su origen y no es consecutivo a éste último".

Para las masas sin conocimiento sobre la última división del tiempo, o el vínculo de éste con Karma -cuyo significado se vio al abordar el Aforismo 6-, la Ley se entiende sólo como la generación de cierto efecto por una causa o grupo de causantes, y como explicamos anteriormente, el carácter fundamental del fenómeno escapa a una persona normal.

Karma implica el poder de actuar; es también toda obra y su resultante, conocible a través de observación y experiencia, siendo éste el único aspecto de la Ley con que está familiarizada la mayoría de nosotros. Estas acciones y reacciones se supeditan al tiempo, comprendiendo así las ideas de "pasado", "presente" y "futuro". Un individuo que puede descansar en la Conciencia Absoluta o su naturaleza divina, adquiere una visión ilimitada y contempla esas tres divisiones como un continuo. Lo que llamamos "porvenir" surge del momento pretérito y el actual, y es constante con ellos. Entre pasado y futuro existe cambio y causalidad permanentes, y ese flujo es intrínseco al Ego [Manas] que produce la causa y percibe su resultado. Asimismo, sin esa totalidad de motivos no podríamos anticipar el futuro.

Correspondiente a las mencionadas divisiones cronológicas, la acción o Karma también se distingue en tres clases: a) Sanchita Karma, o lo que se almacena del pasado y no está funcionando ahora al no existir entorno o condición adecuados para ponerlo en marcha; b) Agami, o el Karma que creamos en la vida presente y será recibido durante vidas futuras; está generado por nuestros pensamientos, emociones, palabras y hechos cotidianos, y c) Prarabdha o aspecto kármico con el que uno nace, y cuyo campo está listo para ser precipitado; opera en la vida y el cuerpo presentes provocando todas las circunstancias y cambios. Así, el "destino" es Karma que ha madurado, de modo que su expresión no puede ser evitada ni pospuesta. Esos tres tipos de actos son producidos por el Ego -e intrínsecos a éste-, y en virtud de ello están interrelacionados para una cadena de causa y efecto.

La relación entre origen y desenlace no siempre es evidente, porque hay Karma rápido y lento. Como ejemplo del primer caso, a veces una planta brota durante la noche a partir de su semilla, y luego sabemos cuál fue el factor primigenio y su efecto; para la segunda circunstancia, esa causal espera varios años para florecer, pero así lo hace de todos modos porque Karma nunca se detiene. El libro "La Luz de Asia" consigna: “No conoce ira ni perdón; con absoluta fidelidad, sus medidas son exactas y se impone su equilibrio infalible; los tiempos representan la nada misma, porque juzgará mañana o luego de muchos días".

Si comemos alimentos rancios sufriremos indigestión, lo cual puede suceder durante la misma jornada o la siguiente. Una persona que se fuma de modo compulsivo o ingiere tabaco procesado puede experimentar cáncer bucal o pulmonar en la vejez. Análogamente, algunas acciones no dan fruto en esta vida, sino sólo después de muchas encarnaciones. Es posible que yoguis y seres avanzados -o incluso astrólogos genuinos e intuitivos- puedan predecir un evento definido, pues el observador capaz de fijar la atención en su Ego Divino se desprende de la vista panorámica de la naturaleza y deviene consciente del karma pretérito y venidero, porque el efecto está implicado en la causa. Un yogui conoce la última división del tiempo y el intrincado funcionamiento de Karma, y no considera a aquél bajo la triple parcelación convencional, sino como un continuo o eterno presente: "Quien sepa cuál es la última división del tiempo en este Universo, conocerá el Karma".

Por ejemplo, un buen médico puede determinar la fecha de parto aproximada para una paciente, toda vez que conozca el momento de la concepción. Un niño en una clase de matemáticas es capaz de completar un semicírculo cuando especifica cuál es el centro y radio de la figura. El engendramiento del futuro hijo en el útero se inicia con un momento que, sumado a otros instantes, marca las etapas de su desarrollo en el vientre materno hasta culminar su periodo de nueve meses. Tras la llegada al mundo de esa criatura, comienza la serie de etapas posteriores en meses y años que marcan los grados de crecimiento infantil, su madurez hasta la edad adulta, la vejez y terminan con el deceso, todos ellos frutos de su Karma pasado en cuanto cambios cíclicos y vicisitudes experimentadas por el alma. Si se define la posición relativa de los planetas y la constelación zodiacal con respecto al nacimiento, un astrólogo podrá anticipar con mayor o menor precisión el efecto de las influencias celestiales en la vida futura del individuo, sus tendencias y carácter, que también son productos de su karma pasado. Lo mismo vale para un país, una civilización, la Tierra, el Sistema Solar y así sucesivamente.

Cuando las causas son claras, sin posibilidad de cambiarlas mediante ejercicio del libre albedrío y el efecto está incluido en su origen, un ser avanzado puede vaticinar con precisión un acontecimiento venidero con ayuda de la Luz Astral, el registro invisible de la naturaleza. William Judge escribe en "El Océano de la Teosofía" (p. 150): “En la Luz Astral desfilan imágenes de todas las cosas que le sucedieron a cualquier persona, y también de aquellos eventos por ocurrir, cuyas causas están suficientemente bien establecidas y marcadas. Si éstas aún permanecen indefinidas, también lo serán las imágenes para el futuro”.

Debemos notar especialmente el hecho de que sólo aquellos resultados cuya génesis está "suficientemente bien establecida y marcada" pueden anunciarse con certeza y en el momento puntual. Estas simientes son susceptibles de clasificarse como "prarabdha karma", para cuya operación o precipitación están listos su medioambiente y época. A la vez, representa una causa kármica tan fuerte y abrumadora que su acción no puede ser contrarrestada por otro karma. También leemos en el Aforismo 23 del libro por Patanjali que un yogui, al realizar la concentración con respecto a dos tipos de obras -las realizadas anticipando consecuencias y aquellas sin predecir- tiene conocimiento sobre el tiempo de su muerte. Judge explica que un asceta tiene la facultad de calcular correctamente la duración exacta de su vida al computar el efecto en su cuerpo de las acciones presentes y sus encarnaciones anteriores, y realizando además una contemplación de todos esos eventos.

La relación entre Karma y Tiempo se expresa mejor con el término "ciclos". Dichos periodos no son diferentes a la Ley, y sólo son la forma de marcar el tiempo de causa-efecto, acción y reacción. Se nos da el ejemplo de un reloj para comprender este concepto. El karma es como el resorte principal del aparato que hace funcionar todos los engranajes, y los ciclos se simbolizan por las manecillas móviles que señalan horas, minutos o segundos en la periferia del reloj. Los ciclos señalan el momento de recibir el efecto del karma maduro; por lo tanto, el karma rápido puede considerarse como un pequeño ciclo o una espiral de causa-efecto, y el de tipo lento implica una fase prolongada o más grande de origen y consecuencia.

Aquéllos que comprenden el Karma entienden los límites del tiempo y viceversa, pero los mortales que no asimilan el funcionamiento de las causantes tampoco acceden a dicho conocimiento. Sin embargo y como aconseja Robert Crosbie, no es necesario que lo tengamos, pues afortunadamente un velo semeja dividir nuestro presente del pasado, e impide que miremos hacia atrás para rastrear el efecto hasta su (s) causa (s). Si pudiéramos conocer a las personas que nos hicieron daño de alguna manera o fueron responsables de algo al obligarnos a actuar de esta o aquella forma -incluso de modo indirecto-, estaríamos ocupados arreglando cuentas con ellas; también habría casos donde, aún si se supiera el motivo, encontraríamos que la reacción o las consecuencias kármicas fueron demasiado graves para un origen insignificante. Por lo tanto, hasta que no hayamos alcanzado una determinada etapa de desarrollo espiritual, la Ley misericordiosa nos oculta el pasado.

Es útil preguntarse qué hacemos aún si identificáramos la causa. ¿Comenzamos siempre y de inmediato a tomar medidas correctivas? Casi nunca, pues preferimos lidiar con el efecto manteniendo intacto su origen. Si comer en exceso causa dolor de estómago, en lugar de practicar moderación al comer, ¡tomaríamos una pastilla medicinal! En cuanto a saber de antemano el momento preciso en que recibiremos una consecuencia, Crosbie aclara: “Si ahora supiéramos con certeza cuándo vendrá el rebote de una acción, probablemente invertiríamos todo nuestro tiempo a pensar qué podemos hacer para esquivarlo, mejorarlo o enmendar las condiciones adecuadas para percibir dicho resultado. Hay que afrontar cualquier cosa y todo exactamente como viene (...) Cuidar cada momento y hora como surjan, sin temer ni dudar de nada, con plena confianza en la Ley de nuestra propia naturaleza" y tratar de solucionar ese karma ("Answers to Questions on The Ocean of Theosophy", p. 156).

Por lo tanto, sólamente se enseña "el discernimiento infalible de Phala o los frutos de causas producidas" a un individuo que está listo para ser aceptado como chela (discípulo). En este caso puede investigar el efecto hasta su génesis y saber qué produjo una condición actual. La literatura religiosa hindú cuenta que el rey Dilip, antepasado de Rama, no tenía hijos y cuando preguntó la razón de ello al sabio Vasishtha, éste sólo cerró los ojos y vio el pasado, presente y futuro, decretando que la situación del regente provenía por haber insultado a la vaca Kamadhenu en una vida anterior. Para paliar los efectos nocivos de la maldición, aconsejó al rey que adorara a la vaca divina Nandini, hija de Kamadhenu, y así ganarse su buena voluntad. En una etapa aún más elevada, los sabios y rishis tienen la facultad no sólo de vincular un efecto con su causa, sino también predecir el desenlace del obrar presente pues el primero va implícito en el segundo. Por ello se afirma que estos Grandes Seres tienen el conocimiento de la última división del tiempo o sus ciclos.

("The Theosophical Movement", octubre 2019).