Durante las últimas décadas, el rápido progreso en tecnología informática ha permitido a los científicos crear máquinas que pueden realizar tareas complejas con precisión y velocidad, y responder al entorno circundante con una inteligencia similar a la humana. Se le conoce popularmente como Inteligencia Artificial (IA) y está definida como “la ciencia e ingeniería de elaborar máquinas inteligentes” que exhiben no sólo agilidad computacional, sino también capacidad de razonamiento, planificación, aprendizaje, procesamiento del lenguaje natural (comunicación), percepción y facultad de mover y manipular objetos.
Las premisas básicas de la IA -también denominada Psicología Artificial- es que la característica central en la inteligencia humana puede describirse con tanta precisión que es factible construir una máquina para simular nuestra mente. Los científicos prefieren usar el término "inteligencia" en lugar de "mente", "conciencia" o "comprensión" porque creen que la inteligencia se puede calibrar, y como tal buscan fabricar artefactos que exhiban razonamiento de una manera demostrable y medible.
Uno de los científicos explicaba así la lógica reduccionista de la IA: La mente puede reducirse al cerebro, el cerebro puede circunscribirse a la biología, ésta a la química que a su vez se supedita a la física, y la cual es mecánica. Por lo tanto, cualquier actividad que pueda realizar una mente también será replicada por una máquina, y así se fabricarán aparatos inteligentes si se descubren y aplican prácticamente las leyes físicas. Aquí la suposición básica es que como la mente humana no es más que el cerebro mismo y éste representa sólo una computadora biológica, sólo es necesario estudiar cómo se conectan las neuronas, de qué modo se disparan de diversas maneras en diferentes actos de funciones cognitivas y motoras, y replicar el proceso en la fabricación de programas informáticos que simularán la inteligencia humana. Por lo tanto, se piensa que "la mente en sí misma puede ser creada al identificarse con el cerebro". Ciertos especialistas creen confiadamente que al perfeccionar la tecnología en algún momento podrán construir mejores mentes que la humana creada por la Naturaleza; sin embargo, otros no tienen tantas expectativas al admitir que el abismo entre la IA y nuestro intelecto es tan vasto que no se puede superar, lo cual se ilustra de varias maneras.
Se ha descubierto que una computadora programada para echar partidas de ajedrez lo juega de una manera diferente a la nuestra. La computadora evalúa para cada movimiento miles de posiciones por adelantado, y de las alternativas elige la mejor estrategia en cuestión de segundos, lo que el jugador humano no puede hacer en esa escala y velocidad. En el mejor de los casos, éste último puede prever un par de movimientos y por otra parte exhibe cualidades de conciencia, ideación, voluntad, sentimiento y percepción intuitiva al contrario de la computadora, y sus movimientos se determinan de acuerdo con el programa integrado en el sistema que difícilmente se puede llamar "pensamiento". El hecho significativo es que el mejor programa informático no ha sido capaz de vencer a los ajedrecistas de nivel superior, aunque tiene la ventaja mientras juega contra los menos competentes.
Además, los computadores pueden programarse para contar una historia, pero apenas pueden entenderla y otorgarle sentido como lo hace un niño, que es una cualidad distinta de conciencia. Un robot puede construirse de modo antropomorfo y programarse para realizar diversas funciones y responder a estímulos externos, pero no tiene sensorium ni percibe el mundo como nosotros. Los científicos señalan que la fabricación de un robot tan inteligente como un niño de cinco años en todos los aspectos sería un logro estupendo, y que todavía es un sueño lejano.
La experiencia en la construcción de IA ha evidenciado el hecho de que existe un gran abismo entre aquélla y nuestra conciencia/inteligencia mental. En consecuencia, los avances en psicología artificial han planteado una serie de preguntas filosóficas y éticas ante los investigadores, obligándolos a revisar la suposición básica de que "la mente no es más que el cerebro" y "sólo está sujeta a las leyes físicas". Entonces, ¿qué es la mente y cuál es su origen? ¿Existe una conciencia aparte de la mente y el cerebro? ¿Cómo dar cuenta de la espontaneidad del ser mental humano, el libre albedrío y la memoria? Con estas preguntas apremiantes, un grupo de siete eminentes científicos de diferentes disciplinas sostuvieron una serie de diálogos con el Dalai Lama a fines de los años '80 y principios de los '90 para indagar en las ideas budistas sobre estas inquietudes, y la conversación sobre la ciencia de la mente se publicó posteriormente en un libro titulado "Gentle Bridges". Por su parte, Helena Blavatsky escribe:
"Sin duda, la filosofía oculta podría aprender mucho de la ciencia moderna exacta, pero ésta última, por otra parte, podría beneficiarse del antiguo aprendizaje en más de una forma y principalmente en la cosmogonía" ("La Doctrina Secreta", I, 586).
Lo anterior se pone de manifiesto en este interesante diálogo entre representantes de ciencia moderna y la antigua tradición de sabiduría budista, siendo así un intercambio muy edificante y enriquecedor especialmente para los estudiantes de Teosofía. Blavatsky también señaló:
"Sabemos que se acerca el día en que los propios científicos exigirán una reforma absoluta en los modos actuales de la disciplina, como hizo Sir W. Grove, F.R.S. [Fellow of the Research Society]. Hasta ese momento no hay nada más que hacer" ("La Doctrina Secreta", I, 495).
Los nuevos descubrimientos están abriendo perspectivas a las verdades metafísicas y psicológicas ante los especialistas, y esos hallazgos no pueden entenderse en términos de sus métodos empíricos y teorías materialistas. Por fuerza de circunstancias, los investigadores se ven obligados a buscar ideas del antiguo aprendizaje y estudiar los rudimentos de ciencia antigua. Es en este espíritu indagatorio de la verdad que estos pocos científicos están buscando ideas en el budismo, principalmente la tradición Mahayana, y así el Dalai Lama aborda algunas enseñanzas notables que coinciden casi en su totalidad con la filosofía teosófica.
Los científicos sostienen que la conciencia surge de una causa material, pero el budismo no acepta esto y aclara que no puede haber un nuevo momento de conciencia, porque en ese caso existiría un comienzo a un continuo de conciencia, lo que refuta la verdad cosmológica fundamental de que el Universo como ser no tiene comienzo y como resultado la conciencia es una continuidad sin principio. El Dalai Lama explica que la causalidad es doble: principal o sustancial por un lado y causa cooperativa por otro, y que la materia sólo puede ser una causa cooperativa de conciencia y nunca principal. En la visión budista de la evolución el Universo es infinito: nace, sufre muchos cambios, muere y renace en una serie que no tiene principio ni fin, y siempre existe una conciencia sutil subyacente a través de todos estos ciclos perpetuos de cambio. La vida sensible se diseña sobre la base del cuerpo y una mente extremadamente sutil.
En respuesta a la pregunta de si las computadoras tienen conciencia, Su Santidad hizo una declaración notable: es difícil negar categóricamente que no tiene cognición y "la conciencia en realidad no surge de la materia, pero posiblemente un continuo de conciencia podría entrar en él" ("Gentle Bridges", p. 152).
También asevera: "No existe la posibilidad de que surja una nueva cognición que no se relacione con un continuo anterior. No puedo descartar el potencial de que una corriente de conciencia pudiese ingresar en una computadora si todas las condiciones externas y la acción kármica estuvieran allí" (ibídem). Explicó además que aunque no se puede decir que un robot o una computadora generen o hagan surgir la conciencia, parece existir la opción de que su "ser" sea animado por una entidad consciente externa a ellos si se proporcionan las condiciones adecuadas.
La Teosofía enseña que existe desde la más remota antigüedad lo que se llama Theopoea o ciencia de animar materia inerte con vida e inteligencia por la voluntad potencial del hierofante. En este caso la sugerencia parece ser que, a menos que estén vitalizadas por la acción de un practicante de esta remota técnica, los programas de computadora no pueden generar vida ni conciencia en las máquinas.
Parte II, septiembre de 2015
A medida que la tecnología de Inteligencia Artificial (IA) avanza hacia la creación de aparatos cada vez más sofisticados para simular nuestra inteligencia y conciencia de modo más cercano, más notoriamente se produce la diferencia fundamental entre ambos aspectos. Como nunca antes, los investigadores están obligados a reevaluar su supuesto básico de que "la mente es producto de la materia" y a explorar de forma seria la posibilidad que la naturaleza de la mente sea -en términos ontológicos- una entidad independiente a la sustancia cerebral, pues se hace evidente la deficiencia en las mejores máquinas racionales creadas hasta ahora que imitan el cerebro humano para medir la potencialidad de nuestra mente.
Los programas informáticos sirven para realizar la tarea de varios profesionales como expertos legales, profesionales médicos, patólogos, etc., al entrevistar a varios especialistas en un campo particular y con objeto de generar sistemas informáticos avanzados que representan herramientas poderosas y en apariencia muestran más conocimiento que cualquier experto. El asesoramiento de estas "máquinas de pericia" llega con velocidad y precisión, pero el sistema falla si la naturaleza del consejo o la información buscada varía incluso ligeramente respecto a la cual está programado para funcionar. No tiene la espontaneidad propia de la conciencia humana para indagar en conocimiento o información por iniciativa propia fuera de los límites de los datos almacenados y las reglas establecidas para trabajar en ellos. En otras palabras, allí no existe ser ni autoconciencia.
Al emular el funcionamiento de la mente humana, los sistemas informáticos están construidos para realizar tareas específicas que consisten en muchos sistemas o agentes subsidiarios, cada uno diseñado para realizar una actividad secundaria y todos los subsistemas se coordinan para ejecutar la labor principal. Este enfoque se denomina "sociedad de la mente", donde la suposición es que la mente humana también es el agente principal que lleva a cabo funciones cognitivas y motoras de manera orquestada con muchos órganos de cognición/acción, y que si un sistema se construye imitando esto habríamos creado una "mente humana". Sin embargo, difiere de ésta en el hecho de que la mentalidad es el sentido maestro o agente principal que controla y coordina las funciones sensoriales y motoras simultáneamente -aparte de varias otras funciones- y en modo autoconsciente, mientras que dicho agente principal de mando no está presente en el sistema de "sociedad de la mente" en IA. Es evidente que no se crea una mente humana, aunque el dispositivo la emule de alguna manera.
Los científicos han dado con la idea de construir un enjambre de procesadores conocidos como "redes neuronales" en imitación a igual sistema presente en el cerebro humano. Una persona aprende una nueva función o tarea con la que no estaba familiarizado mediante ensayo y error y la atención y práctica reiteradas. El esfuerzo consciente impulsa a las neuronas cerebrales a crear patrones sinópticos complejos que una vez establecidos hacen que el desempeño de la tarea sea habitual y fácil. De este modo, al emular al cerebro humano se fabrica una red de procesadores que también parecen aprender de la experiencia.
Por ejemplo, cuando se construye una computadora de red neuronal para leer un libro, los equívocos que comete al comienzo son corregidos por el diseñador enseñándole a pronunciar correctamente las palabras erróneas. El patrón correcto se introduce en la máquina, que se establece en ella mediante la corrección y práctica reiteradas. Luego puede leer el tipo de texto para el que está diseñado y cualquier otro escrito de tipo similar. Los sistemas de redes neuronales se han creado para diversas tareas como interpretar imágenes visuales, descifrar el habla, etc., y los científicos afirman que se parece más a un ser vivo en el sentido de que aprende.
Con todos estos avances, los especialistas se dan cuenta de que todavía están lejos de crear una mente humana, pues ésta y la IA tienen un marcado contraste y son fundamentalmente diferentes, tanto así que la IA se ha denominado "inteligencia foránea". La naturaleza del intelecto, el misterio sobre la memoria, el problema de la conciencia y la capacidad de autoorganización entre cerebro humano/mente no están claros y prevalece mucha controversia sobre estas inquietudes. Los críticos señalan que ninguna de las máquinas de IA más sofisticadas podría aprender del mundo que las rodea o adaptarse a él como lo hacen plantas, animales y humanos ni realizar las actividades que incluso insectos pequeños logran con notable perspicacia. Las computadoras no pueden procesar datos brutos del mundo que les rodea motu proprio, sino que deben ser introducidos en ellas como símbolos que manipulan de acuerdo con el programa integrado en el sistema. Está claro que la mejor máquina de IA es diferente a nuestro raciocinio, aunque el método de procesamiento de información incorporado tiene similitud con el cerebro en algunos aspectos.
Desde la perspectiva teosófica, el fracaso de la ciencia en crear artificialmente una mente humana radica en su suposición fundamental de que "el cerebro es la mente" -o que no existe un aspecto como tal aparte de ese órgano- y también que no hay un principio vital e independiente a la materia corpórea. Con esta idea básica se busca que la fuente y causa de las muchas funciones atañentes a las facultades mentales sean rastreadas por ellas a actividades de áreas cerebrales específicas del cerebro, pero es evidente que mientras se mantenga esta noción errónea nunca se logrará un verdadero progreso en la comprensión sobre el misterio de la vida y el intelecto.
"La ciencia física es bienvenida a especular sobre el mecanismo fisiológico de los seres vivos y continuar sus esfuerzos infructuosos para tratar de resolver nuestros sentimientos y sensaciones mentales y espirituales en las funciones de sus vehículos inorgánicos. Sin embargo, todo lo que se logrará en esta dirección ya se ha hecho y la Ciencia no irá más lejos" (D.S., I, 133).
Al suponer que mente y conciencia son el producto de actividades en las células del cerebro y aferrándose tenazmente a ello, los científicos prefieren ignorar toda evidencia de lo contrario. Ningún investigador -excepto algunos intuitivos- ha preguntado alguna vez qué es esa Entidad, conciencia autorreflexiva o Mente-Alma que preside tan juiciosamente los cambios mentales, reconoce y regula el flujo de diferentes estados de su propio ser, percibe ideas, forma concepciones, ejerce libre albedrío, toma decisiones morales, evalúa el significado de las experiencias y una serie de otras funciones. ¿Cuál es entonces el origen de la mente?
La Teosofía establece que la Autoconciencia o Mente procede de su contraparte superior, la Mente Superior o Manas, que a su vez es reflejo y parte inseparable de la Mente Universal, denominada Mahat. Por lo tanto, toda persona es un Ser-Mente, un Pensador que tiene su fuente y raíz en la conciencia fundamental -Manas Superior-, un hijo de la Mente Universal. El complejo sensorial cerebro-cuerpo es un instrumento fisiológico altamente evolucionado para que el Pensador, Ego o Alma humana trabaje en el plano físico y obtenga experiencias a partir de él.
La mente es dual durante la condición encarnada: el principio psíquico inferior o mente-cerebro, y la Conciencia Manásica superior independiente del complejo mente-cerebro-cuerpo. En otras palabras, la mente en su relación con la estructura fisiológica es una cosa, y su conciencia espiritual superior independiente a lo tangible es otra muy distinta. Sin embargo, ambos son esencialmente uno y por lo tanto se vuelven duales durante la encarnación.
La conciencia cerebral común, extrínseca o "yo fenomenal" está vinculada a todos los fines prácticos con la integridad de la materia gris. Este aspecto o personalidad cerebral desaparece con la muerte, pero no es más que un reflejo distorsionado a través de una base física del ser manásico. Es un instrumento para cosechar la experiencia de Buddhi-Manas o mónada y saturarlo con el aroma de la experiencia adquirida conscientemente. No obstante y a pesar de todo, el "cerebro" es real mientras dura y teje su Karma como una entidad responsable. Explicado en términos esotéricos, es la conciencia inherente en esa porción inferior del Manas que está correlacionada con el cerebro físico ("H.P.B. Series", n° 31, p. 8).
En esta verdad psicológica -la ciencia sobre la naturaleza dual de Manas- es la solución al misterio de la memoria, sobre el cual las escuelas modernas admiten que saben muy poco y aclara una gran cantidad de otros enigmas psicológicos y espirituales que de otro modo serían inexplicables.
Parte III y final, octubre de 2015
Los científicos en informática conciben nuestra mente como la "computadora de la naturaleza", ya que en su opinión existe analogía entre las características y funciones básicas de intelecto y máquina. Señalan también que los dispositivos de entrada/salida y la unidad central de procesamiento (CPU) del sistema informático son respectivamente análogos a las funciones sensoriales y motoras de la neurofisiología y los procesos racionales del cerebro humano. De esta forma, el estudio de la mente humana se ha denominado "psicología del procesamiento de la información".
Al trabajar en el modelo procesador de datos en nuestra mente, los científicos se han topado con el misterio de la memoria humana sobre la cual admiten que no puede explicarse por la analogía con el modelo de computadora. El dispositivo de memoria en ésta última consiste en "células" donde se almacenan programas y datos. El procesamiento de la información tiene lugar dentro de la CPU a un nivel microscópico y al interior de los chips que contienen muchos miles de transistores. Todas las acciones tienen lugar dentro de la unidad procesadora utilizando el programa almacenado en los circuitos de memoria, y los resultados de esta tarea se guardan nuevamente en los mismos chips. Todo el proceso computacional se lleva a cabo uno a la vez en una CPU, lo cual según los especialistas es diferente al cerebro humano donde miles de millones de neuronas trabajan al unísono realizando múltiples tareas todo el tiempo. Para imitar más efectivamente nuestra red neuronal se está probando un método de procesamiento paralelo que involucra una red de muchas CPU.
Los neurocientíficos conciben nuestra memoria como un sistema de almacenamiento de información que reúne datos sobre el mundo y los almacena dentro de la mente en tres niveles: plazo muy corto, corto y largo. Afirman que mediante una demostración experimental se sabe que la memoria a muy corto plazo de las impresiones sensoriales dura hasta un cuarto de segundo y las de corto plazo hasta 20 segundos, mientras que la de periodo largo permanece entre medio minuto y el tiempo de vida del individuo. La retentiva a largo plazo de una persona se compone de recuerdos autobiográficos, la suma de conocimientos adquiridos, motivos, hábitos, etc. Los psicólogos clasifican el sistema de memoria a largo término en dos tipos: la rememoración de eventos y todo el conocimiento que hemos adquirido por experiencia. El sistema de memoria en nuestra mente se considera en el sentido de una estructura de almacenamiento mecánico independiente como un "almacén" o "banco" en el cerebro; otra teoría afirma que no hay sistemas diferentes de almacenamiento de memoria, sino sólo diversos niveles de procesamiento del material, y un tercer enfoque es la "memoria constructiva" en que el material se cambia y reconstruye constantemente para armonizar con el conocimiento, los motivos y la experiencia cambiantes de la persona.
¿Dónde está el asiento real de la memoria en el ser humano? Los científicos dicen que no han podido resolver esta pregunta de manera concluyente. Se cree que el área llamada hipocampo -compuesta por miles de millones de células- es el órgano de la retentiva a corto plazo para recordar acciones inmediatas como el vocabulario al hablar, leer o escribir, etc. y análogo a la memoria de acceso aleatorio (RAM) en computadoras, pero no se sabe cómo funciona exactamente. Se presume que el contenido de la memoria en dicho sector se transfiere a otra área del cerebro para el almacenamiento a largo plazo similar al disco duro (HD) en la computadora, que es un dispositivo de almacenamiento permanente a diferencia de la RAM que tiene almacenaje de corta duración y volátil. Asimismo se piensa que la rememoración humana a largo plazo se encuentra en algún lugar de la corteza cerebral, pero el "por qué" y el "cómo" se lleva a cabo es un tema de intenso debate entre neurólogos y sigue siendo una pregunta abierta. Los científicos en general sostienen la teoría de que el cerebro es el órgano principal de la memoria, además de sus numerosas funciones complementarias.
Los profesionales que mantuvieron un diálogo con el Dalai Lama buscaban conocer la visión budista sobre el tema y aquél fue enfático en su respuesta: “La memoria definitivamente no es el cerebro, porque es realmente distinto" ("Gentle Bridges", Shambala Publications, 1992, p. 156). ¿Qué es entonces la memoria, dónde se conserva y cuál es la función del cerebro al recordarla?
"Cuando se almacena todo este conocimiento, se hace en forma de algún tipo de impresión. Esto funciona mediante nuestro cerebro sólo cuando las huellas se activan y producen acciones como resultado. Por lo tanto y dado que los seres humanos emplean la conciencia a través de este órgano -pues la conciencia se filtra a través de él- entonces constituye actividad mental humana, pero la conciencia misma no es humana" (ibídem, p. 157).
Los estudiantes de Teosofía reconocerán fácilmente en esta declaración las profundas verdades de la Sabiduría Atemporal que arrojan más luces sobre el misterio de la mente, la conciencia y la memoria.
"La memoria es no dejar ir un objeto del que uno ha estado consciente" ("Aforismos Yoga de Patanjali", Libro 1, versículo 11). William Judge explica que representa "similitud de vibración reconocida al repetirse y que luego produce una imagen" ("Letters That Have Helped Me", p. 6). Se está recordando una vieja "huella" en forma de una vibración particular que aparece como imagen en el cerebro y la mente, y reconociéndola como aquéllo de lo que un individuo estuvo consciente: "Si es así, entonces la facultad de reconocer la vibración como la misma de antes está separada de la materia que vibra. ¿Y cómo es posible que este poder sea inherente a las células cerebrales, cuando sabemos que cambian constantemente?" (ibídem).
Por lo tanto, se hace evidente la lógica del axioma de que el cerebro no es el órgano de la memoria. También se puede demostrar por una serie de fenómenos psicofisiológicos y nuevamente Judge explica uno de ellos: el cerebro de una persona fallecida se descompone, pero el Kama Rupa que deja atrás permanece en el ámbito astral durante cierto tiempo, y cuando se evoca en sesiones de espiritismo transmite por vía del médium todos los incidentes en la vida del individuo cuando estaba en la Tierra. Esta es una de las numerosas pruebas de que el cerebro no es el lugar donde reside la capacidad de recordar. ¿Dónde está entonces esa base?
La solución al problema debe buscarse en la naturaleza dual de la Mente. Lo que llamamos "intelecto humano" es una sombra pálida de su entidad perenne principal o "Mente Divina" (Nous) y se distinguen como Kama-Manas (el intelecto racional o físico que está ligado casi de modo indistinguible con la sustancia cerebral y movido por el principio de pasiones y deseos) y Manas Superior, Mente o Ego (parte de la esencia de la Mente Universal eterna, e independiente del cuerpo y el cerebro). Éste último es el Hombre Real o Ego reencarnado inmortal que eclipsa al humano mortal en cada vida.
Así, tenemos dos fuentes de remembranza en estos dos principios. La memoria de vida para el individuo mortal tiene su asiento únicamente en la personalidad terrenal, y los recuerdos del Ego reencarnante consisten en la sumatoria de pensamientos, aspiraciones, actos y experiencias más nobles y espirituales -reunidas por sus numerosas reencarnaciones y personalidades terrenales- que se asimilan a Atma-Buddhi, el Espíritu divino. Entonces, ¿dónde se hallan los asientos de las fuentes de memoria psíquica/inferior y la superior, noética o espiritual?
La Teosofía enseña que las reminiscencias de la mente personal o inferior no se basan en el cerebro humano ni en ningún componente especial, sino que tiene sus "sedes" en cada órgano del cuerpo: "Tampoco [la mente] tiene ningún trato directo en este plano físico con nuestro cerebro o corazón -ya que éstos son los órganos de un poder superior a la personalidad-, sino sólo con nuestros órganos pasionales como el hígado, el estómago, el bazo, etc". ("Raja-Yoga or Ocultism", p. 74).
Cada célula y órgano en el cuerpo es igualmente una entidad de doble faz y tiene dos asientos diferentes de memoria: el molecular inferior (que preserva las impresiones de memoria sobre la vida física puramente personal) y noético o atómico (correspondiente a la Conciencia espiritual del Manas Superior). También toda célula y víscera tiene su propia conciencia, cerebro y mente dotados de un grado de inteligencia discriminatoria y libre albedrío en su propio plano.
Sólo cuando la persona ha conquistado su naturaleza animal y subyuga ésta a la voluntad divina de la conciencia manásica o espiritual superior, los elementos noéticos/espirituales de sus vísceras corporales se estimulan en respuesta a las ideas elevadas de su Mente Superior, que luego se filtran a través del cerebro y alcanzan la conciencia mental inferior e iluminándola con inspiración divina. En los casos ordinarios, sólo el principio psíquico inferior o kámico de las moléculas y células de sus órganos corporales se correlacionan y responden a los pensamientos y actividades sensuales y egoístas de la entidad mental personal/inferior o alma animal.
"La función de la mente inferior o física es actuar sobre los órganos tangibles y sus células, pero sólo la mentalidad superior puede influir en los átomos que interactúan en esas células, cuya interacción de por sí es capaz de excitar al cerebro a través de la médula espinal 'central', hacia una representación mental de ideas espirituales mucho más allá de cualquier objeto en este plano físico" ("Raja-Yoga or Occultism", p. 74).
La Teosofía afirma que el corazón es el órgano para la conciencia espiritual -el asiento de la Mente Divina- y el cerebro es receptor directo de las impresiones de aquél; en otras palabras, el encéfalo es sirviente del corazón. La parte cerebral simplemente transmite o refleja las impresiones almacenadas en las células y órganos del cuerpo cuando se activan.
La memoria de los eventos y experiencias del ser personal inferior primero tiene que despertarse en las vísceras respectivas y sus células corporales mediante asociación de ideas e interacción mutua entre la entidad mental y los órganos. Por ejemplo, un estómago hambriento evoca la visión de un banquete anterior y cuya memoria se retiene en esa parte, y luego sólo se refleja y repite en el campo de la entidad mental inferior a través del cerebro, siendo éste también el caso con todos los constituyentes del cuerpo.
"La memoria personal es una ficción del fisiólogo. Hay células en nuestro cerebro que reciben y transmiten sensaciones e impresiones, pero una vez realizado esto su misión se cumple. Estas células del supuesto 'órgano de la memoria' [cerebro] son receptores y transportadores de todas las imágenes e impresiones del pasado, y no sus retenedores" (revista Lucifer, octubre de 1891).
La pérdida de memoria u olvido no implica que las impresiones de reminiscencia se hayan debilitado o desaparecido, sino que nuestras células de retentiva en los órganos físicos están débiles o se han atrofiado. Nunca se pierde un sólo pensamiento, sentimiento o acto de creación, sino que deja una huella indeleble en las olas de la Luz Astral que todo lo penetra, el Libro de la Vida imperecedero:
"Y estas imágenes y sonidos mentales pasan de estas ondas -mediante la conciencia del Ego o Mente personal (Manas inferior) cuya esencia más burda es astral- a nuestro cerebro o 'reflectores cerebrales', por así decirlo, desde donde son entregados por el psíquico a la conciencia sensual. Esto se produce en cada momento del día, e incluso durante el sueño" (revista Lucifer, 1891).
Por lo tanto, el cerebro no sólo es el reflector de las impresiones evocadoras y puramente físicas en los órganos corporales, sino también el canal entre el plano material y el psicoespiritual de conciencia manásica superior/espiritual mediante el cual las ideas abstractas y metafísicas se filtran en la conciencia humana inferior.
"Para el estudiante de filosofías antiguas, la MEMORIA -desesperación del materialista, enigma del psicólogo y esfinge de la ciencia- es un mero nombre para expresar ese poder que el ser humano ejerce inconscientemente y comparte con muchos animales inferiores: mirar con la visión interna hacia la luz astral y contemplar allí las imágenes de sensaciones e incidentes pasados"
(H.P. Blavatsky).