5 de febrero de 2022

La psicología de la ética


El tema de la psicología en la ética está directamente relacionado con la construcción del carácter, y la Teosofía pone un gran énfasis en él porque nuestra naturaleza moral pertenece al aspecto permanente de nuestro ser que, después de la muerte, puede ser asimilado por la Tríada Divina Superior: Atma, Buddhi y Manas. En su libro “El hombre para sí mismo”, el filósofo social Erich Fromm (nacido en Alemania) menciona que la personalidad es el conjunto de las cualidades psíquicas heredadas y adquiridas que son características de un individuo y lo hacen único. En general, la diferencia entre los aspectos heredados y adquiridos es sinónimo de la diferencia entre el temperamento y el carácter. Si bien las diferencias de temperamento no tienen mucha importancia ética, las desemejanzas de carácter constituyen el verdadero problema de la ética, y para entender por qué es ésta última lo que causa la diferencia, debemos distinguir claramente entre “carácter” y “temperamento”.

Según Fromm, el temperamento se refiere al modo de reacción y es constitucional, mientras que el carácter está formado esencialmente por las experiencias de una persona, especialmente las de la vida temprana, y es en cierta medida cambiante por la percepción y el nuevo tipo de vivencias. Por ejemplo, si alguien tiene un temperamento colérico su modo de reacción es "rápido y fuerte", pero su forma de actuar depende de su carácter, pues puede ser rápida y tajante acerca de una causa "justa" o "injusta", y así la manera en que reacciona a ello refleja su talante. Podemos preferir una persona con temperamento espontáneo en lugar de otra con idiosincrasia práctica, pero si ambas son deshonestas desde el punto de vista del carácter, las dos son igualmente indeseables.

La teoría del carácter propuesta por Fromm no se basa en la idea del individuo principalmente aislado, sino en la relación del ser humano con los demás, con la naturaleza y consigo mismo; para él, la forma en que se relaciona con el mundo constituye el núcleo de su carácter. Este autor distingue entre dos tipos básicos de carácter: la orientación no productiva y la orientación productiva. 

La primera incluye cuatro tipos: 

(1) Receptivo: donde la persona siente que la fuente de todo lo bueno está fuera y lo que desee vendrá de fuentes externas; no quiere hacer mucho esfuerzo, sino que espera recibirlo del exterior y por lo tanto se vuelve dependiente. 

(2) Explotacional: similar al anterior, pero en lugar de sólo esperar recibir, el individuo desea quitar a los demás por la fuerza o la astucia, ya sea el afecto de otra persona o las posesiones materiales; aquí tenemos un elemento de envidia implícito en tal carácter.

(3) Acaparador, donde la persona tiene poca fe y mucha inseguridad sobre cualquier cosa que reciba del mundo exterior, y por ende todo lo que consigue lo atesora y ahorra; acumula posesiones, energía e ideas, y es tan celosamente posesivo que impide que sus seres queridos ("posesiones") sean compartidos con otros.

(4) Mercaderista, donde está implícita la idea de que en cualquier mercado ciertos productos están en demanda, y del mismo modo, ciertas cualidades se exigen en el mercado de la personalidad. Por ejemplo, ciertos tipos de personalidad que se esfuerzan por tener éxito en la vida tienen un alto requerimiento y así las personas aprenden cómo venderse en el mercado, es decir, cómo expresar mejor sus personalidades. Además, en este tipo la "identidad" no se refiere al yo, sino a la opinión de otras personas sobre ese ego. En tal persona, la identidad no emerge conociéndose a sí misma, sino al ser conocida por los demás. Otros individuos también son percibidos como productos básicos, pues no son ellos, sino sus partes vendibles las que reciben importancia.

Al discutir el carácter productivo, Fromm investiga la naturaleza del "carácter plenamente desarrollado", que es el objetivo del progreso humano y, a la vez, el ideal de la ética humanista. La productividad se entiende generalmente en términos de generación sólo materialista, pero la orientación productiva de la personalidad se refiere a una actitud fundamental y un modo de relación en todos los ámbitos de la experiencia humana. Podríamos decir que la productividad es el logro humano de las "potencialidades" que son características en nosotros y el uso de sus poderes. Por esto, la capacidad de un individuo para hacer uso productivo de sus facultades es la "potencia", mientras que la incapacidad es su "impotencia".

Para emplear sus capacidades, el ser humano debe ser libre y no depender de los demás, y saber además qué son estos poderes y cómo utilizarlos, lo cual implica el uso de la razón. Con esta racionalidad (y podríamos decir también intuición) la persona puede penetrar y comprender la esencia de las cosas. Con el poder del amor puede demoler la pared que separa a una persona de otra, y con la imaginación visualiza las cosas que aún no existen, pudiendo planificar y así comenzar a crear. Cuando alguien carece de la capacidad de hacer un uso productivo de sus poderes, su relación con el mundo se pervierte en un deseo de mandar y ejercer dominio sobre los demás, tratándolos como si fueran cosas (ver artículo "Mediocridad y ética"). 

Los sistemas de pensamiento o las obras de arte son creados por la productividad humana, pero el objetivo más importante de la productividad es el individuo mismo. Después del nacimiento, el desarrollo físico es automático; no obstante, las potencialidades emocionales e intelectuales sólo pueden realizarse mediante actividades productivas, y en este contexto según Fromm la cualidad que determina nuestro carácter es la "productividad". Como ya podemos concluir, si una persona hace uso provechoso de sus capacidades, se puede decir que tiene un carácter productivo, y si no, entonces posee un carácter improductivo.

En el capítulo dieciséis del Bhagavad Gita, el Señor Krishna también distingue dos tipos básicos de carácter llamados divino y demoníaco, describiendo cualidades que determinan si una persona tiene carácter místico o es un personaje perverso; entonces, en ambos casos el énfasis está en las cualidades adquiridas por un individuo.

La pregunta es cómo se adquieren estas características que determinan nuestro carácter. Existen fuerzas dentro y fuera de nosotros que contribuyen a la construcción del carácter, pues no nacemos con un talante "totalmente integrado", y de este modo algunas cualidades pueden estar presentes y otras faltan. En consecuencia, el carácter debe construirse poco a poco comenzando en el plano de la mente, porque los pensamientos son las semillas del Karma, ya que ellos determinan la forma de relacionarnos con los demás, la Naturaleza y uno mismo. Entonces, ¿quién y qué es lo que moldea nuestro pensamiento?

Cuando un niño nace, su primer contacto con el mundo exterior es con la madre y luego su familia. Sus pensamientos y acciones influyen en gran medida en el carácter del infante, porque durante los próximos siete años éste es confiado, receptivo y dependiente, sin ofrecer resistencia y además es imitativo en sus acciones. A medida que comienza a crecer y entra en contacto con otras personas y objetos, es probable que se vea influenciado por ellos de manera consciente e inconsciente. Asimismo, la escuela y sus maestros tienen un papel muy importante a desempeñar en la construcción de su carácter porque durante la mayor parte del día y en un lapso de 10 a 12 años estará en contacto cercano con ellos. Helena Blavatsky escribió: "La formación escolar es de la mayor importancia en la formación del carácter, especialmente en su orientación moral".

Pero si una escuela enfatiza actitudes incorrectas como la competencia en lugar de la cooperación (donde se enseña al estudiante a acumular sus conocimientos en lugar de compartirlo), o si se le enseña a desarrollar los aspectos "vendibles" o comerciales tales como ambición, agresividad y confianza excesiva (en lugar de fe, caridad y honestidad), entonces ese ambiente se convierte en una fuerza perjudicial para la construcción del carácter. En la mayoría de las escuelas contemporáneas, el conocimiento es sinónimo de hechos científicos y datos técnicos, y a este respecto Gandhi señalaba que el fin de todo conocimiento debe ser la construcción del carácter. Éste será integrado si a los niños se les enseña que el propósito de la vida es avanzar hacia la meta de la perfección cooperando con nuestros compañeros peregrinos, ayudándoles y sirviéndoles en todo momento, y entendiendo la ley de nuestro propio ser con tal de vivir en armonía con la Naturaleza. Por lo tanto, es necesario enseñar a los más pequeños los conceptos básicos de la vida, qué es y cómo vivirla, etc.

Además de las influencias escolares y familiares, las vidas de los grandes personajes, las obras literarias clásicas y otros escritos inspiradores contribuyen a la construcción del carácter. Por encima de todo esto, las grandes y mejores escrituras mundiales han mostrado el camino para desarrollar un talante totalmente integrado, pero el esfuerzo debe ser realizado por uno mismo. La filosofía antigua sostiene que la índole de un individuo es la expresión externa de sus pensamientos internos, y ésa también es la enseñanza de todos los grandes Maestros. En otras palabras: la mente es el jardín y el hombre es su propio jardinero.

La ley equitativa del Karma produce el ajuste necesario, y a medida que se generan las causas correctas y el altruismo se practica cada vez más, lentamente nos liberamos de la dependencia tanto de la vida como de la muerte.

Lo que debemos recordar es que el personaje no puede construirse de la noche a la mañana, ya que este un proceso constante y continuo tanto en el plano físico como mental. William Judge aconsejaba: “Puedes solidificar tu personaje atendiendo a pequeñas cosas y atacando pequeñas faltas y en cada pequeña ocasión, una por una; y esto despertará la actitud interior de atención y precaución. El personaje se fortalece cuando se conquistan las fallas nimias y las mínimas ocasiones". El carácter de la nación y de la Sociedad son un reflejo de sus individuos; por lo tanto, somos responsables no sólo de construir nuestro propio talante, sino también de guiar a otros hacia las fuentes correctas que los ayudarán a construir su carácter.

“El alma debe comenzar luchando contra sí misma y para despertar en ella una poderosa contienda; la parte del alma debe ganar la victoria sobre las otras que son más numerosas. Es una pelea de uno contra dos, donde la única parte se esfuerza para ascender y las otras para descender, y así se da mucho conflicto entre ellas. No importa si gana un lado u otro, porque un sector se esfuerza por alcanzar el Bien y el otro hace su hogar entre los males; uno anhela la libertad y los otros se contentan con la esclavitud. Si las dos partes son vencidas, permanecen en silencio y sometidas a la parte dominante; pero si una es vencida, es llevada como cautiva por las otras y la vida experimentada en la Tierra es de tormento punible. Tal es el concurso sobre el viaje al mundo superior. Y así, hijo mío, debes comenzar ganando la victoria en este proceso y luego, habiendo ganado, asciende” (Hermes Trismegisto). 

("The Theosophical Movement", octubre 2011).