20 de febrero de 2022

¿Son crímenes el suicidio y el aborto? (por Helena Blavatsky)


Nota del traductor/administrador:

Para el caso específico de este blog, el siguiente texto y las notas finales se añaden única y exclusivamente con el propósito teosófico de ilustrar y crear reflexión despersonalizada en torno al aspecto esotérico del tema. De esta forma, el artículo no es de ninguna manera un "guiño" ni "estímulo" para sentimentales y condicionados de (extrema) izquierda/(extrema) derecha, seriamente imbuidos del materialismo idiota tanto en la "religión" organizada como en el ateísmo visceral y cínico que apelan a la "fraternidad" cuando les conviene. Dependerá entonces de cada lector/a qué hace con esta información y cómo se las arregla con su consciencia... una palabra ignorada por MILLONES.  

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¿EL SUICIDIO ES UN CRIMEN? (H.P. Blavatsky Theosophical Articles, vol. 2, p. 329-334)

Carta y respuesta

El autor en el Spiritualist londinense de noviembre, que llama “elaboración especulativa” a los "Fragments of Occult Truth", a mi parecer difícilmente puede aplicar ese epíteto al Fragmento n° 3, por lo que la hipótesis planteada sobre el suicidio es cautelosa. Vista en su aspecto general, dicha teoría parece bastante sólida, satisface nuestros instintos sobre la Ley Moral del Universo y se ajusta a nuestras ideas comunes, así como a las que hemos extraído de la ciencia. La inferencia obtenida de los dos casos citados -a saber, el del suicidio egoísta por un lado y la autoaniquilación desinteresada por otro- es que si bien los estados posteriores pueden variar, el resultado es invariablemente malo y la variación consiste únicamente en el grado de castigo. Al llegar a esta conclusión, me parece que el escritor no pudo haber tenido en mente los posibles casos de suicidio que ocurren o pueden ocurrir, porque sostengo que en algunas circunstancias el autosacrificio no sólo es justificable, sino también moralmente deseable, y que el resultado de tal autoinmolación no puede ser malo. Pondré un ejemplo, quizás el más raro de todos los casos extraños, pero no por fuerza uno puramente hipotético por ese motivo, porque conozco al menos un hombre en quien estoy interesado y que está actuando con sentimientos no muy diferentes a éstos. Ahora lo describiré, y éste se sentiría profundamente agradecido por cualquier luz adicional que pudiera arrojarse sobre este tema misterioso (véase más abajo Nota del Editor n°1).

Supongamos que un individuo -al que llamaré M.- reflexiona profundamente y por largo tiempo sobre las fastidiosas interrogantes de los misterios en la existencia terrenal, sus objetivos y los deberes humanos más elevados. Para ayudar a sus pensamientos recurre a obras filosóficas -en particular, aquéllas que tratan con las sublimes enseñanzas de Buda. En última instancia, llega a la conclusión de que el primer y único objetivo de la existencia es ser útil para nuestros semejantes; y que su fracaso en este sentido constituye su propia inutilidad como ser humano sintiente; que al continuar una vida inservible simplemente disipa la energía a la que se aferra con confianza y por lo tanto no tiene derecho a malgastar. Trata de ser útil, pero fracasa miserable y deplorablemente. ¿Cuál es entonces su remedio? Recuérdese que aquí no hay “ningún mar de problemas” contra el cual “tomar armas”, ninguna ley humana deshonrosa que temer ni el escape de un castigo terrenal merecido; de hecho, no hay cobardía moral alguna que esté involucrada en el sacrificio personal. Simplemente el señor M. pone fin a una existencia que es inútil y así falla en su propio propósito primario. ¿Es justificable su acto, o debe ser también víctima de esa transformación en espectros y pisachas contra la cual el Fragmento n°3 emite su temible advertencia? (nota n°2).

Tal vez M. puede asegurar en el próximo nacimiento condiciones más favorables y así desarrollar mejor el propósito del Ser. Apenas él puede ser peor, porque además de haber sido inspirado por un motivo loable para dar paso a alguien que podría ser más útil, en este caso particular no ha sido culpable de ninguna vileza moral (nota n°3).

Pero doy un paso más al decir que M. no sólo es inútil, sino también bribón en la práctica. A su incapacidad para hacer el bien, encuentra que agrega una disposición un tanto inquieta que le incita constantemente a esforzarse por hacer el bien. M. realiza la tentativa -la denominación “hombre” le sería absolutamente indigna si no lo hiciera- y descubre que por lo general su incapacidad le lleva a errores que convierten el bien posible en un mal real; y que también debido a su naturaleza, nacimiento y educación un gran número de personas se involucra en los efectos de su celo equivocado y que el mundo en general sufre más por su existencia que de otra manera. Ahora bien, si después de llegar a tales resultados M. busca llevar a cabo la conclusión lógica de que está obligado a disminuir los males a que están sometidos los seres sensibles en la Tierra, que él debería destruirse a sí mismo y por ese medio concretar el único bien del que es capaz, ¿existe alguna culpa moral involucrada en el acto de anticipar la muerte en tal caso? Por mi parte, yo ciertamente debería decir que no y más aún sostengo -ciñéndome por supuesto a la corrección por un conocimiento superior- que M. no sólo está justificado para deshacerse de sí mismo, sino que sería un villano si de inmediato y sin dudar no pusiera fin a una existencia no sólo inútil, sino evidentemente perniciosa (4).

M. puede equivocarse, pero suponiendo que muera acariciando la feliz ilusión de que en la muerte está todo el bien y en la vida existe todo el mal del que es capaz, ¿no hay en su caso circunstancias extenuantes para abogar en su favor y ayudar a evitar una caída en ese horrible abismo con el que se han espantado vuestros lectores? (5).

Repito que el caso de M. no es hipotético. La historia está llena de instancias sobre vidas sin valor y perniciosas llevadas hasta el amargo final y que provocaron la ruina de las naciones. Considere los autores de la Revolución Francesa, ardiendo con un amor tan fogoso por sus semejantes como alguna vez haya demostrado el corazón humano; ¡pero mírelos teñidos con sangre inocente y trayendo desastres indecibles a su país en el “sagrado nombre de la libertad”, al parecer tan vigorosa y en verdad lamentablemente débil! ¿Qué lastimoso resultado de incapacidad ha sido el suyo? ¿No podrían haber visto sino con los ojos de M. y sido sus prototipos? ¿Habrían sido en realidad bienaventurados para Francia si se hubieran anticipado a M.?

Una vez más, mire a Jorge III de Inglaterra, un soberano bien intencionado pero aún incapaz que después de haber reinado durante varios años dejó a su país perturbado y empobrecido por conflictos extranjeros, desgarrado por disensiones internas y escindido de una raza emparentada a través del Atlántico, con las libertades pisoteadas de sus súbditos y la virtud prostituida en el gabinete, el Parlamento y las campañas electorales. Su correspondencia con Lord North y otros demuestra ampliamente que deben rastrearse las calamidades de Gran Bretaña e Irlanda a su autoconfianza -por muy bien intencionada que haya sido-, desgracias de cuyos efectos el Reino Unido aún no se ha recuperado por completo. Habría sido mucho mejor para Inglaterra si este gobernante, como M., hubiera visto la inutilidad de su vida para abandonarla como haría aquél en el nacimiento de su perniciosa carrera.

Un investigador


Notas del Editor

(1) “Investigador" no es ocultista, y de ahí su afirmación de que en algunos casos el suicidio "no sólo es justificable, sino también moralmente deseable". No más que el asesinato, el acto de matarse uno mismo no se justifica ni por más deseable que pueda parecer. El ocultista que mira el origen y el fin último de las cosas, enseña que el individuo -quien a su vez afirma que toda persona y en cualquier circunstancia “está llamada a poner fin a su vida”- es culpable de una ofensa tan grande y una perniciosa obra de sofistería como la nación que asume el derecho de matar en la guerra a miles de personas inocentes con pretexto de vengar el mal hecho a uno. Todos estos razonamientos son los frutos de Avidya confundidos con filosofía y sabiduría. Ciertamente nuestro interlocutor está equivocado al pensar que el escritor de “Fragments” llegó a sus conclusiones sólo porque no pudo considerar todos los casos posibles de suicidio. En algún sentido el resultado es invariable y hay una sóla ley o regla general para todos los suicidios, pero sólo porque los "estados posteriores" varían hasta el infinito no es correcto inferir que esta variación consiste sólo en el grado del castigo. Si en todo caso el efecto será la necesidad de vivir el período designado de existencia sensible, no vemos de qué modo "Investigador" ha obtenido su idea de que "el resultado es invariablemente malo". Dicha resultante está llena de peligros, pero hay esperanza para ciertos suicidios e incluso en muchos casos una RECOMPENSA si LA EXISTENCIA FUE SACRIFICADA PARA SALVAR OTRAS VIDAS y que no existía otra alternativa para ello. Que lea el párrafo 7 de la página 313 en el Theosophist de septiembre, y reflexione. Por supuesto, la pregunta es simplemente generalizada por el escritor porque para tratar de manera exhaustiva todos y cada uno de los casos de suicidio y sus estados posteriores, necesitaríamos un estante completo de la Biblioteca del Museo Británico, y no nuestros Fragmentos.

(2) Reiteramos que ninguna persona tiene derecho de poner fin a su existencia simplemente porque ésta sea “inútil”. También se argumentaría la necesidad de incitar al suicidio a todos los inválidos incurables que son fuente constante de miseria para sus familias, y predicaría la “belleza moral” de esa ley entre algunas de las tribus salvajes del Mar del Sur, en cuya obediencia dan muerte a sus hombres y mujeres con honores bélicos. La instancia elegida por "Investigador" no es feliz. Hay una gran diferencia entre el individuo que renuncia a su vida en absoluto disgusto por el constante fracaso en hacer el bien, por desesperación de ser siempre útil, o incluso por temor a hacer daño a sus semejantes al permanecer vivo; y otra persona que da su vida voluntariamente para salvar a otros comprometidos a su cargo o estimados por aquél. Uno es un misántropo medio demente; el otro, un héroe y mártir. Uno se quita la vida y el otro la ofrece en sacrificio a la filantropía y a su deber. No son suicidios los casos en que un capitán permanece solo a bordo de un barco que se hunde; el individuo que abandona su lugar en un bote donde no caben todos y en favor de los seres más jóvenes y débiles; el médico, la hermana de caridad y la enfermera que permanecen apegados a la cama de los pacientes que mueren de fiebre infecciosa; el hombre de ciencia que desperdicia su vida en trabajo mental y fatiga, sabe que la está perdiendo, y sin embargo la ofrece día tras día y noche tras noche para descubrir una gran ley del Universo que puede traer en sus resultados un gran favor para la humanidad, o la madre que se arroja ante la bestia salvaje que ataca a sus hijos con tal de protegerlos y darles tiempo para escapar. El impulso que los incita a contravenir la primera gran ley de la naturaleza animada -cuyo primer motor instintivo constituye en preservar la vida- es grandioso y noble. Y aunque todos éstos tendrán que vivir en Kama Loka en el término de vida designado, aún son admirados por todos y su memoria seguirá honrada entre los vivos por un período todavía más largo. Todos deseamos que en ocasiones similares tuviésemos el valor para morir, aunque seguramente no es así en el caso del hombre que ejemplifica “Investigador". A pesar de su afirmación de que "no hay cobardía moral involucrada" en tal sacrificio, lo llamamos decididamente "cobardía moral" y rechazamos el nombre de “sacrificio”.

(3 y 4) Hay mucho más valor para vivir que para morir en la mayoría de los casos. Si "M." siente que es "bribón en la práctica", entonces que se retire a una jungla o isla desierta o, lo que es aún mejor, a una cueva o cabaña cerca de una gran ciudad, y luego lleve la vida de un ermitaño que le impediría la posibilidad misma de hacer daño a cualquiera o trabajar de una manera u otra para los pobres, hambrientos y afligidos. Si lo hace, nadie puede "involucrarse en los efectos de su celo equivocado", mientras que si tiene el más mínimo talento puede beneficiar a muchos con el simple trabajo manual realizado en una soledad y un silencio tan completos como pueda imponerse bajo determinadas circunstancias. Cualquier cosa es mejor -incluso ser llamado un “filántropo loco”- que cometer suicidio, la más cobarde de todas las acciones, a menos que se recurra al felo de se en un ataque de locura.

(5) “Investigador” pregunta si su "M." ¡también debe ser víctima de esa transformación en espectro y pisacha! A juzgar por la delineación dada de su carácter por su amigo, deberíamos decir que de todos los suicidas es el que tiene más probabilidades de convertirse en un fantasma para la sala de sesiones espiritistas, y bien puede ser inocente de "cualquier torpeza moral"; pero debido a que está afligido por una "disposición inquieta que lo incita perpetuamente a esforzarse por hacer el bien", aquí en la Tierra no sabemos por qué debería perder esa disposición desafortunada (debido al fracaso constante) en el Kama Loka. Un "celo equivocado" seguramente lo guiará hacia varios médiums, y atraído por el fuerte deseo magnético de los sensitivos y espiritistas, "M." probablemente se sentirá "obligado a disminuir los males a los que estos seres sensibles (médiums y creyentes) están sujetos en la Tierra", y una vez más se destruirá a sí mismo y también a sus "afinidades", los médiums.

Theosophist, noviembre de 1882.


¿ES EL FETICIDIO UN CRIMEN? (H.P. Blavatsky Theosophical Articles, vol. 2, p. 335-336).

Las respuestas en su artículo titulado “¿Es el suicidio un crimen?” me han hecho pensar en otra pregunta: “¿Es un delito el feticidio?” No es que yo personalmente tenga dudas serias sobre la ilegalidad de tal acto, pero la costumbre prevalece hasta tal punto en Estados Unidos que comparativamente sólo unas pocas personas pueden ver algún equívoco en ella. Los medicamentos para este propósito se anuncian y comercializan abiertamente; en “familias respetables” la ceremonia se realiza con regularidad cada año, mientras se presume que si el médico de familia se niega a efectuar el trabajo será despedido perentoriamente para ser reemplazado por uno más complaciente.

He hablado con especialistas que no tienen más escrúpulos de conciencia para producir un aborto que para administrar un medicamento; por otro lado, existen ciertos panfletos de canales ortodoxos publicados en contra de esta práctica, pero en su mayoría exageran tanto al describir las "terribles consecuencias" que pierden influencia sobre el lector común en virtud de su absurdidad.

Se debe confesar que existen ciertas circunstancias en las que puede parecer que sería mejor impedir el nacimiento del individuo para la comunidad en general. Por ejemplo, en caso que la madre anhela seriamente la destrucción del niño, su deseo probablemente influirá en la formación del personaje de esa criatura y lo convertirá en su madurez en un asesino, un preso reincidente o un ser para quien habría sido mejor "no haber nacido jamás" [véase punto "a" más abajo]. 

Pero si el feticidio es justificable, ¿no sería aún mejor matar al niño después que nazca, ya que entonces no habría peligro para la madre? Si hubiese razón para matar niños antes o después de que nazcan, entonces surge la siguiente pregunta: "¿A qué edad y en qué circunstancias se justifica el asesinato?"

Como lo anterior es una cuestión de gran importancia para miles de personas, estaría agradecido de verla tratada desde el punto de vista teosófico.

Un médico y amigo de la Sociedad Teosófica, George Town, Colorado, EE.UU.


Nota del editor 

En general la Teosofía responde: "¡En ninguna edad ni bajo ninguna circunstancia es justificable un asesinato!" Y la Teosofía Oculta agrega: "Sin embargo, no es ni desde el punto de vista de la ley, ni de ningún argumento extraído de una u otra tendencia ortodoxa que se alza la voz de advertencia contra esta práctica inmoral y peligrosa, sino más bien porque en filosofía oculta tanto la fisiología como la psicología prueban su desastrosa consecuencia". En el presente caso, el argumento no trata de las causas sino de los efectos producidos. Nuestra filosofía llega tan lejos para decir que si el código penal en la mayoría de los países castiga los intentos de suicidio, debería también -y si es que dicha normativa se muestra coherente- castigar doblemente el feticidio como intento de doble suicidio, porque en efecto y cuando incluso es exitoso y la madre no muere en ese momento, todavía acorta la vida de aquélla en la Tierra para prolongarla con un porcentaje sombrío en Kama-loka, la esfera intermedia entre la Tierra y la región de descanso, un lugar que no es el “purgatorio de San Patricio" sino un hecho, y un sitio necesario para detenerse en la evolución del grado de vida. El crimen cometido se basa precisamente en la destrucción voluntaria y pecaminosa de vida y la interferencia con las operaciones de la naturaleza, y de este modo con el KARMA tanto de la madre como del futuro ser humano. Los ocultistas no consideran que este pecado tenga carácter religioso, porque de hecho y en lo que respecta a eso no hay más que espíritu y alma en un feto o incluso un niño -antes de que llegue a la autoconciencia- de lo que hay en cualquier otro animal pequeño, pues negamos la ausencia del alma en el mineral, la planta o la bestia y no creemos sino en la diferencia de grado. Pero el feticidio es un crimen contra la naturaleza. Por supuesto, el escéptico de cualquier clase se burlará de nuestras nociones y las llamará supersticiones absurdas y "tonterías no científicas"; sin embargo, no escribimos para los incrédulos. Se nos ha pedido que expresemos los puntos de vista teosóficos sobre el tema (o más bien de la filosofía oculta) y respondemos a la inquietud hasta donde sabemos.

Theosophist, agosto de 1883.


[Comentarios del traductor: Para este siglo XXI quizá puede parecer a muchos que este punto de vista sobre el aborto sea "anticuado", tomando en cuenta los actuales avances médicos en ecografía que permiten aplicar dicha práctica en caso que el feto presente anomalías graves o poner en riesgo la vida de la madre. 

Por otro lado, existe un gran debate a nivel científico para definir en qué momento el cigoto en desarrollo puede calificarse como "entidad viva" con tal de generar procedimientos abortivos o abstenerse de ellos. Hay algunos autoproclamados "clarividentes" o "canalizadores" que aseguran que "el alma humana" encarna en el feto "entre los tres o cuatro meses de gestación", aunque no existe consenso respecto de esas "revelaciones" pues la clarividencia es un ámbito ambiguo y sujeto a caprichos comerciales.

No obstante, es menester recordar algunos aspectos:

a) De acuerdo a las enseñanzas teosóficas sobre el cuerpo astral y la incidencia en él de los pensamientos/características personales [1] ("ego inferior"), es factible que los padres muy materialistas, los que mantienen emociones desequilibrantes de forma constante o vinculados a karma pasado de cierta gravedad tengan más posibilidades de engendrar hijos con malformaciones, u otras patologías médicas relacionadas, que pudieran requerir interrupción de embarazo. 

b) En vista que este tema se halla seriamente distorsionado por el mercantilismo político/ideológico actual, quien suscribe sugiere que lo mejor que puede hacerse antes de tener familia es trabajar en uno mismo con objeto de alcanzar el mayor autodominio, madurez y armonía posibles, considerando que los hábitos de pensamiento tienen efecto acumulativo a nivel psicosomático y a lo largo de varias vidas, lo que puede afectar la calidad reproductiva del individuo en algún momento.

c) En cuanto a la legislación existente en algunos países sobre abortar en caso de violación, se recomienda reflexionar a fondo en el artículo "Las mujeres y el sexo: una perspectiva espiritual" para complementar el tema de esta entrega. Como se dijo en el punto anterior, tanto en hombres como mujeres los pensamientos/acciones poseen cualidades acumulativas y en algunos casos provienen de larga data (entiéndase "vidas anteriores"), por cuanto si nuestros lectores están conscientes de la abrumadora hipocresía y hedonismo que caracterizan a la "sociedad" presente, ellos podrán obtener sus conclusiones para evaluar determinados casos o establecer patrones comunes.

De igual modo, es necesario denunciar brevemente el fenómeno denigrante de la sexualización en niños/as y mujeres/hombres, que como es obvio contribuye a la idolatría del sexo para convertirlo en un simple instrumento de gratificación sensorial, sumado al degeneramiento en sátiros misóginos, brutos y falicistas como la inmoralidad en ninfómanas misándricas, nihilistas y rabiosasDependerá de cada quien si su dolor personal se incrementa como resultado de su propia imprudencia o negación sistemática de la realidad espiritual, o si lo transforma en una oportunidad de madurez efectiva para aprender las lecciones que conlleva].      

[1] Sólo para plantear una inquietud: de acuerdo a lo que se conoce hasta ahora y acudiendo a los hallazgos empíricos sobre la influencia de la mente sobre el cuerpo y el carácter "consciente" en el funcionamiento de las células humanas, ¿cómo es que los espermios "conocen" el camino al óvulo y éste comienza a formarse "automáticamente" como cigoto? ¿Existirá alguna incidencia metafísica y desconocida como Blavatsky parece insinuar cuando aborda el feticidio desde una perspectiva esotérica y no religiosa? Sugerimos echar un vistazo a la serie "Diseño y evolución de las especies" para más detalles sobre cómo las células del cuerpo humano parecen tener "autoconsciencia" en varios procesos biológicos y están dirigidas por incidencias internas en lugar del "azar ciego".