2 de marzo de 2022

Teosofía, Cabalá y rosacrucismo


Pregunta: ¿Recomienda usted que los teósofos estudien la Cabalá o el rosacrucismo? Me dicen que alguna vez fueron parte del Movimiento Teosófico.

Respuesta: No está en poder de los teósofos estudiar uno u otro. Lo que ahora se llama Cabalá no es más que un fragmento de los escritos originales y que se ha corrompido y distorsionado. Y en cuanto al rosacrucismo, todo lo que se autodenomine por ese nombre se condena a sí mismo como embustería. A los rosacruces se les prohibió totalmente revelar su conexión con la Orden, hacerse pasar por maestros o estar en posesión de algún conocimiento peculiar. Su única misión visible en el mundo era "hacer el bien con sigilo y sonrojarse cuando se supiera", y así quien se autoproclame como rosacruz ha demostrado que no lo es.

Pero ¿por qué debería usted estudiar Cabalá o rosacrucismo sólo por simple curiosidad intelectual? Puede ser cierto que este conocimiento alguna vez formó parte de la Teosofía de las edades en que florecieron, pero el hecho de que no se incluyan en la Teosofía de esta época es razón suficiente para descuidarlas en este momento. ¿Qué pensaría de un hombre enfermo que toma un remedio que le recetaron hace diez años y por otra enfermedad, simplemente por el hecho de que era medicina? El galeno sabio determina los síntomas a medida que los encuentra y cambiará sus medicamentos con el progreso de la dolencia.

Ahora bien, el escritor no tiene autoridad para decir que esto, aquéllo o lo otro fue o no parte de la Teosofía en tiempos anteriores, excepto hasta donde puedan haberse dado algunas pistas autorizadas. Pero es completamente evidente que los métodos teosóficos deben cambiar de un ciclo a otro con las transformaciones en educación popular, religión y temperamento. Por lo tanto, es muy posible que por ejemplo en otros periodos de la historia haya sido necesario presentar la Teosofía por medio de la terminología hebrea y bajo un atuendo cabalístico -en un momento en que no se hubiera tolerado ningún otro léxico ni "ropaje"- y cuando era imposible la mínima variación agresiva hacia la ortodoxia religiosa. Entonces, ¿para qué volver a las posibilidades y oportunidades pasadas, mientras que las coyunturas actuales son mucho mayores?

Ahora bien, o el Movimiento Teosófico estuvo y está bajo una dirección competente, o es todo lo contrario. En este último caso no tenemos que preocuparnos en absoluto, pero si los Fundadores eran competentes para su trabajo debemos suponer que sabían para qué estaban y que su método de presentación se adaptaba exactamente al tiempo y al lugar. También es evidente que estaban mucho más atentos a la divulgación que al ocultamiento, y que la dieron con una prodigalidad que nunca se ha superado. Probablemente sería difícil encontrar un ejemplo más llamativo de perversidad humana -o podríamos decir estupidez- que un así llamado "teósofo" siga siendo ignorante de La Doctrina Secreta o se contenta con su observación superficial, mientras pierde su tiempo estudiando minuciosamente las obras sobre rosacrucismo o alquimia y que en realidad no contienen ni una palabra sobre ninguna. Ciertamente sería correcto decir que por ejemplo hay más ocultismo práctico en un sólo capítulo del Océano de Teosofía que en todos los libros sobre rosacrucismo, alquimia y Cabalá que ahora se pueden obtener. Si el estudiante rosacruz de la Edad Media hubiera recibido -bajo su juramento de iniciación- una centésima parte de la información contenida en la Doctrina Secreta, se habría considerado bendecido entre los hombres; y hay notas casuales en dicha obra que contenía información oculta de la que por ejemplo Paracelso nunca se habría atrevido a insinuar. Y para matizar lo anterior, es necesario señalar que no representa más que la opinión personal del escritor.

(Publicado en la revista "U.L.T.", San Francisco, 26 de diciembre de 1914, bajo el título "A Matter of Judgement").