Un viaje de mil millas comienza con un sólo paso (Lao-Tzu).
Lao-Tzu (también Lao-Tze, Lao-Tse y Laozi, que significa "Viejo Maestro") se ha convertido en uno de los sabios espirituales más populares y perdurables en la historia humana.
La sabiduría arquetípica del "sabio anciano chino" y su libro conocido como Tao Te Ching (Tao Te King y Dao De Jing) se han traducido a más idiomas que casi cualquier otro libro existente; a este respecto, se encuentra en el cuarto lugar después de la Biblia, "El Principito" y "Pinocho".
Aunque Helena Blavatsky no menciona a Lao-Tzu tantas veces en comparación con otros grandes maestros espirituales como Gautama Buda o Krishna, sí lo describe en una manera tal que merece nuestra atención.
En la entrada del "Theosophical Glossary" para "Lao-tze" (p. 186) ella simplemente dice: "Un gran sabio, santo y filósofo que precedió a Confucio". De hecho, se cree que Lao Tzu fue maestro de Confucio (Kung Fu Tzu o Kung Fu Tze) y ambos vivieron hace aproximadamente 2.500 ó 2.600 años.
Su entrada para "Tao-teh-king" en la página 320 añade:
"Lit. 'El Libro de la Perfectibilidad en la Naturaleza' escrito por el gran filósofo Lao-Tze. Es un tipo de cosmogonía que contiene todos los principios fundamentales de la Cosmogénesis Esotérica, y por eso él dice que al principio no había nada más que un Espacio ilimitado. Todo lo que vive y es nació en él, del 'Principio que existe por sí mismo, desarrollándose a partir de sí mismo', es decir, Swabhavat. Como su nombre es desconocido y su esencia insondable, los filósofos lo han llamado Tao (Anima Mundi), la energía increada, no nacida y eterna de la naturaleza que se manifiesta periódicamente. Al igual que el hombre, cuando la naturaleza alcanza la pureza, llegará a su reposo y luego todo se vuelven uno con el Tao, que es la fuente de toda dicha y felicidad.
Como en las filosofías hindú y budista, tal pureza, dicha e inmortalidad sólo pueden alcanzarse mediante el ejercicio de la virtud y la perfecta tranquilidad de nuestro espíritu mundano; la mente humana tiene que controlar y finalmente someter e incluso aplastar la acción turbulenta de la naturaleza física humana, y cuanto antes alcance el grado requerido de purificación moral, más feliz se sentirá (…) Como observó Pauthier, el famoso sinólogo: 'La sabiduría humana nunca puede usar un lenguaje más sagrado y profundo'".
Es interesante notar aquí la implicación de que Lao-Tzu conocía y hasta cierto punto enseñó la Doctrina Esotérica -a veces denominada Doctrina Secreta, Filosofía Esotérica, Ciencia Oculta o Sabiduría Antigua/Eterna- se trata de Teosofía en su sentido más completo y amplio o Theosophia, que en griego significa literalmente "Sabiduría Divina". Al igual que muchos otros grandes Maestros a lo largo de los siglos, aparentemente se inició en este Conocimiento sagrado y divulgó todo lo que se consideró adecuado para su tiempo, lugar y circunstancias.
En este sentido encontramos en "La Doctrina Secreta" de Blavatsky (vol. 2, p. 37) la frase "el esoterismo de Lao-Tse". Y en un artículo conocido como "Editorial Appendix" menciona que "desde Lao-tze hasta Hiouen-Thsang su literatura [china] está llena de alusiones y referencias a esa isla [Shambhala] y la sabiduría de los adeptos himaláyicos” (“H.P. Blavatsky Theosophical Articles”, vol. 3, p. 332 y “H.P.B. Pamphlet n° 21, 'Tibetan Teachings'”).
En la “Introducción" al primer volumen de "La Doctrina Secreta" se dice bastante sobre el hecho intrigante de los muchos textos faltantes del esoterismo. Se menciona a Lao-Tzu y otros, y acerca de esto Blavatsky señala:
“Las investigaciones colectivas de los orientalistas y en especial las labores en años recientes de estudiantes de Filología Comparada y Ciencia de las Religiones los han llevado a determinar lo siguiente: se sabe que ha existido un número inmenso e incalculable de manuscritos e incluso trabajos impresos y que ahora no se pueden encontrar. Han desaparecido sin dejar el más mínimo rastro.
Si se tratara de obras sin importancia, en el transcurso natural del tiempo se las habría dejado perecer y sus mismos nombres hubieran sido borrados de la memoria humana. Pero no es así ya que, como se determinó ahora, la mayoría de ellos contenían las verdaderas claves de obras aún existentes y totalmente incomprensibles para la mayor parte de sus lectores sin esos volúmenes adicionales de Comentarios y explicaciones. Tales son, por ejemplo, las obras de Lao-tse, el predecesor de Confucio.
Se dice que él escribió 930 libros sobre ética y religiones y setenta sobre magia, totalizando mil obras. Sin embargo, su mayor trabajo o el corazón de su doctrina es el 'Tao-te-King' o las sagradas escrituras del Taosse que tiene, como muestra Stanislas Julien, sólo 'unas 5.000 palabras' (Tao-te-King, p. xxvii.) y apenas una docena de páginas. Sin embargo, el profesor Max Müller encuentra que 'el texto es ininteligible sin comentarios, de modo que Julien tuvo que consultar a más de sesenta especialistas para el propósito de su traducción', y el más antiguo se remontaba al año 163 a. de C, y no antes como ya vemos. Durante los cuatro siglos y medio que precedieron a este erudito más antiguo hubo tiempo suficiente para ocultar de todos la verdadera doctrina de Lao-tse, excepto para sus sacerdotes iniciados. Los japoneses, entre quienes se encuentran ahora los sacerdotes y seguidores más sabios de Lao-tse, simplemente se ríen de los errores e hipótesis de los estudiosos europeos y la tradición afirma que los comentarios a que tienen acceso nuestros sinólogos occidentales no son los registros ocultos reales, sino velos intencionales, y que los comentarios verdaderos -así como casi todos los textos- han desaparecido de los ojos profanos desde hace largo tiempo” (Vol. 1, p. xxv).
Esta referencia a los seguidores japoneses de Lao-Tzu probablemente alude a los Yamabushi (o Yamabooshi) quienes son mencionados varias veces por H.P.B. Hay una página en Wikipedia acerca de ellos, describiéndolos como "anacoretas japoneses de montaña”. En "La Doctrina Secreta", y tras explicar la enseñanza esotérica acerca de que la Luna es realmente madre de la Tierra -o que esta última es reencarnación de la primera-, se nos dice: "Este es uno de los 'siete misterios de la Luna' y que ahora se revela. Los siete 'misterios' son llamados así por los Yamaboosis japoneses, los místicos de la secta de Lao-Tze y los monjes ascéticos de Kioto y el Dzenodoo, las 'siete joyas'. Sólo los ascetas e iniciados budistas, tanto japoneses como chinos, son aún más reticentes a dar su 'Conocimiento' que los hindúes, si eso es posible" (Vol. 1, p. 173-174).
La Teosofía enseña que tanto el ser humano como el Cosmos se componen de siete aspectos o "principios" fundamentales. En la página 117 de "La Clave de la Teosofía", Blavatsky señala que "Lao-Tze, en su Tao-te-King, menciona sólo cinco principios porque él, como los vedantinos, omite dos componentes que son el espíritu (Atma) y el cuerpo físico, al cual llama 'el cadáver'".
En el libro "A Modern Panarion" existe un artículo titulado "Occultism or Magic". Este se publicó por primera vez con el nombre "A Few Questions to Hiraf" en la revista "The Spiritual Scientist" (julio de 1875), cuatro meses antes de que se fundara la Sociedad Teosófica. El artículo, que vale la pena leer en su totalidad -y citado con detalle en “Los orígenes ocultos del rosacrucismo”- fue la primera mención pública de la conexión que Helena tenía con las Hermandades de Adeptos, aunque tiempo después ella escribió sobre los Iniciados Orientales en términos mucho más específicos y detallados. En ese artículo comparte algunas perspectivas sobre Confucio y Lao-Tzu:
"(…) 'Hiraf' [seudónimo usado para nombrar a quien ella estaba respondiendo] peca de la misma manera en una cierta comparación que hace entre Cristo, Buda y Khoung-foo-tsee, o Confucio. Difícilmente se puede establecer una analogía entre los dos primeros Illuminati sabios y espirituales y el filósofo chino. Las aspiraciones y puntos de vista más elevados de ambos Cristos no pueden tener nada en común con la filosofía fría y práctica de esta última anomalía brillante, ya que se encontraba en un pueblo naturalmente bruto, materialista, pacífico y dedicado a la agricultura desde las épocas más tempranas de su historia, y así Confucio nunca podría soportar la menor comparación con los dos grandes reformadores. Mientras que los principios y las doctrinas de Cristo y Buda estaban calculados para abarcar a toda la humanidad, Confucio limitó su atención únicamente a su propio país tratando de aplicar su profunda sabiduría filosófica a las necesidades de sus compatriotas y poco preocupado por el resto de la gente. Sus doctrinas filosóficas, intensamente chinas en su patriotismo y puntos de vista, carecen del elemento puramente poético que caracteriza a las enseñanzas de Cristo y Buda -los dos tipos divinos- como las tendencias religiosas de su pueblo en la exaltación espiritual que encontramos, por ejemplo, en India. Khoung-foo-tsee no tiene ni la profundidad de sentimientos ni el leve esfuerzo espiritual de su contemporáneo Lao-tsee. Dice el sabio Ennemoser: 'Los espíritus de Cristo y Buda han dejado huellas indelebles y eternas en todo el mundo, pero las doctrinas de Confucio sólo pueden mencionarse como los procedimientos más brillantes del frío razonamiento humano'. En su Historia Universal, Harvey ha representado a la nación china perfectamente en pocas palabras: 'Su naturaleza pesada, infantil, fría y sensual explica las peculiaridades de su historia'. De ahí que parece inadmisible cualquier comparación entre los dos primeros Reformadores y Confucio, en un ensayo sobre el rosacrucismo, en donde 'Hiraf' trata sobre la Ciencia de las Ciencias e invita a los sedientos de conocimiento a beber de su fuente inagotable" (p. 43-44).
Sin embargo, se habla de Confucio de manera más elevada y positiva en otras partes e incluso es denominado "Hombre de la Quinta Ronda" en "La Doctrina Secreta", vol. 1, p. 162. Esta expresión es un término alegórico, diseñado para indicar a alguien que incluso en esta Cuarta Ronda de evolución (ver “Cadenas, Globos, Rondas y Razas-Raíz”) ha alcanzado internamente una etapa de desarrollo que sólo sería normal para la masa media de la humanidad en el siguiente gran ciclo evolutivo, a millones de años en el futuro.
Sin embargo, es cierto que un "individuo de Quinta Ronda" no necesariamente está evolucionado en términos espirituales, pues dicha Ronda -como también la Quinta Raza-Raíz- se relaciona con el desarrollo del quinto Principio Humano (a saber, Manas, la mente o intelecto). Así, "La Doctrina Secreta" señala a Confucio y Platón como ejemplos de "humanos de la Quinta Ronda" y a Buda y Adi Shankaracharya como "de la Sexta Ronda".
Pero si Confucio era un humano de la Quinta Ronda y aún no era tan elevado o espiritual como Lao-Tzu, entonces podemos suponer que el último pertenecía a ese rango o incluso uno más egregio.
Existen muchas traducciones de su Tao Te Ching, y en las reuniones o charlas de la Logia Unida de Teósofos (Londres) se usa generalmente una edición publicada por primera vez en 1951 por Theosophy Company y también está disponible a un precio muy razonable. Esta obra (realizada por Lionel Giles y que se titula "Tratado del Camino y de la Virtud") no es tan literal y exacta como otras y es más bien una "interpretación" que una transcripción literal, es decir, retrata las ideas originales más que las palabras textuales.
Su primera sección habla del Tao -que literalmente significa "el Camino"- en su aspecto cosmogónico y metafísico:
“El Tao que puede expresarse con palabras no es el Tao eterno; el nombre que se puede pronunciar no es su nombre eterno. Sin un nombre, es el principio del Cielo y la Tierra; con nombre, es la Madre de todas las cosas. Sólo aquél que está eternamente libre de las pasiones terrenales puede captar su esencia espiritual; quien está siempre obstruido por pasiones no puede ver más que su forma externa. Estos dos aspectos -espiritual y material, aunque los llamamos por epítetos diferentes- en su origen son uno y lo mismo, y esta semejanza es un misterio, el misterio de los misterios. Es la puerta de toda espiritualidad.
¡Oh, qué sereno es y sin forma, permaneciendo solitario y sin permutar, llegando a todas partes sin sufrir daño! Debe considerarse como la Madre del Universo. Su nombre lo ignoro, pero para designarlo, le llamo Tao.
Todas las cosas bajo el Cielo derivan su ser del Tao en la forma de Existencia; el Tao en la forma de Existencia surgió del Tao en la forma de No-Existencia.
El Tao produjo la Unidad; la unidad produjo dualidad; ésta dio origen a la Trinidad y ésta a su vez generó todos los objetos existentes. Estos innumerables objetos dejan atrás la oscuridad y abrazan la luz, siendo armonizados por el aliento del Vacío.
El Tao produce todas las cosas; su Virtud los nutre, su Naturaleza les da forma y su Fuerza los perfecciona”.
En sólo estas pocas palabras están contenidas muchas de las enseñanzas teosóficas clave tales como: (1) existe un Tao eterno, es decir, el Tao en la forma de la No-Existencia que únicamente puede considerarse como Oscuridad Absoluta, Fuente última, insondable e inexpresable de toda manifestación, el "Cero Eterno" del cual surge el “Uno”; (2) existe un Tao no eterno o Fuente de manifestación más directa, es decir, el Tao en la forma de existencia que es la Unidad de todas las cosas y que en cierta medida puede expresarse en palabras, es decir, (1) y (2) son la relación y distinción entre el Absoluto y el Logos; (3) espíritu y materia son lo mismo en su origen último, esto es, Parabrahm = Mulaprakriti, como se enfatiza en "La Doctrina Secreta", el Espíritu Divino/Absoluto y la Sustancia Divina Absoluta son una y la misma "Cosa"; (4) una referencia aparente a la naturaleza armonizadora de lo que la Teosofía llama "el Gran Aliento", y (5) es sólo a través de la pureza interior y liberación de pasiones y deseos inferiores que podemos percibir la esencia real del Principio Divino Omnipresente.
Hacia el final del libro encontramos algunos pasajes interesantes de sabiduría y a veces paradójicos en apariencia:
“Quien conoce a los demás es inteligente, pero el que se conoce a sí mismo está iluminado. Quien vence a los demás es fuerte, pero el que se vence a sí mismo es aún más poderoso. Es rico quien sabe cuándo tiene suficiente. Aquél que actúa con energía tiene fuerza de propósito. El que no se mueve de su lugar apropiado es duradero. Quien muere y no perece disfruta de la verdadera longevidad".
“Los que saben no hablan; aquéllos que hablan no saben".
"Los dichos más verdaderos son paradójicos".
“Para los buenos yo sería bueno, y para los que no lo son yo también sería bueno para hacerlos mejores”.
“Con los fieles mantendría la fe; con los infieles yo también la conservaría, para que puedan ser fieles".
“Incluso si un hombre es malo, ¿cómo puede ser correcto despreciarlo?”
"Responde al daño con amabilidad".
“Quien siempre piensa en las cosas fáciles seguramente las encontrará difíciles. Por lo tanto, el Sabio siempre anticipa dificultades y así es como nunca las encuentra".
"Un viaje de mil millas comienza con un sólo paso".
“Saber, pero simulando que no se sabe, es la cima de la sabiduría. Es un vicio no saber, y aún así fingir conocimiento. Si consideramos esta mancha como tal, escaparemos de ella. El Sabio no tiene este defecto y escapa de él porque lo considera como tal".
“Usa la luz que hay en ti para volver a tu claridad de visión natural. Entonces la pérdida del cuerpo es desatendida por la calamidad y esto es doblemente duradero".
“Las palabras verdaderas no son agradables; las palabras agradables no son verdaderas".
Las últimas palabras del texto, al menos en la versión de Theosophy Company, son "Lao Tzu sobre sí mismo" y también pueden ser vistas por estudiantes serios y devotos de las enseñanzas teosóficas originales como aplicables a H.P. Blavatsky:
Mis palabras tienen una pista, mis acciones tienen un principio subyacente. Y los hombres no me entienden porque no conocen la pista.
Quienes me conocen son pocos, y por eso mi honor es el más grande.
Por lo tanto, el Sabio usa prendas gruesas, pero lleva una joya en su pecho.