"Estrictamente hablando, los rosacruces ni siquiera existen, y el último de esa fraternidad partió en la persona de Cagliostro"
(Helena Blavatsky).
Extractos de “Occultism or Magic”
en A Modern Panarion, p. 38-46
[Publicado originalmente bajo el título "A Few Questions to Hiraf" en The Spiritual Scientist (julio de 1875), cuatro meses antes que se fundara la Sociedad Teosófica. Este artículo, que vale la pena leer en su totalidad, fue la primera mención pública de H.P. Blavatsky sobre su conexión con las Hermandades de Adeptos. De igual forma, ella escribió sobre los Iniciados Orientales en términos mucho más específicos y detallados más adelante].
(...) Los dogmas y fórmulas de ciertas sectas difieren mucho. Emergiendo uno tras otro de la gran raíz madre oriental, se dispersaron por todo el mundo; y como cada uno de ellos deseaba superar al otro al sumergirse cada vez más en los secretos celosamente guardados por la Naturaleza, algunos de ellos se hicieron culpables de las mayores herejías contra la primitiva Cábala oriental.
Mientras que los primeros seguidores de las ciencias secretas -enseñadas a los caldeos por naciones cuyo nombre nunca fue inspirado en la historia- permanecieron estacionarios en sus estudios, habiendo llegado al máximo o el Omega de la sabiduría permitida al ser humano, muchas de las subsiguientes sectas se separaron de ellos y, en su incontrolable sed por más conocimiento, traspasaron los límites de la verdad y cayeron en ficciones (...).
Así como la religión cristiana primitiva se dividió en numerosas sectas con el transcurso del tiempo, la ciencia del ocultismo dio origen a una variedad de doctrinas y varias hermandades. Así, los ofitas egipcios se convirtieron en los gnósticos cristianos, dando origen a los basilideanos del siglo segundo, y los rosacruces originales crearon posteriormente a los paracelistas o Filósofos del Fuego, los alquimistas europeos y otras ramas físicas de su secta (ver la obra Rosicrucians de Hargrave Jennings). Llamar indistintamente a todo cabalista como "rosacruz" es cometer el mismo error que si denomináramos "bautistas" a todos los cristianos por el hecho de que aquéllos también son cristianos.
La Hermandad de la Rosa Cruz no se fundó hasta mediados del siglo XIII, y a pesar de las afirmaciones del erudito Mosheim, no deriva su nombre de la palabra latina ros (rocío), ni de la cruz en cuanto símbolo de Lux. El origen de la Hermandad puede ser determinado por cualquier estudiante serio y auténtico de Ocultismo, que viaje al Asia Menor si decide encontrarse con alguna parte de la Hermandad, y si está dispuesto a dedicarse al agotador trabajo de descifrar un manuscrito rosacruz, lo más difícil del mundo, porque se conserva cuidadosamente en los archivos de la misma Logia que fue fundada por el primer cabalista de ese nombre, pero que ahora lleva otra denominación. El fundador de la misma, un ritter alemán [caballero o miembro de la nobleza alemana] de nombre Rosencranz, fue un hombre que se reformó como consecuencia de una visión y luego de adquirir una celebridad muy sospechosa mediante el ejercicio de artes negras en su lugar natal. Renunciando a sus malas prácticas, hizo un voto solemne y se dirigió a pie hasta Palestina para hacer su amende honorable en el Santo Sepulcro. Una vez allí, el manso dios cristiano pero bien informado nazareno -entrenado como estaba en la alta escuela de los esenios, esos virtuosos descendientes de los caldeos botánicos, astrales y mágicos- se apareció a Rosencranz en una visión como diría un cristiano, pero yo sugeriría que fue en la forma de un espíritu materializado. La significación de esta visita, así como el tema de su diálogo, fueron para siempre un misterio para muchos de los Hermanos; pero inmediatamente luego de eso el ex hechicero y ritter desapareció, y no se supo nada más hasta que la misteriosa secta de los rosacruces se agregó a la familia de los cabalistas y sus poderes despertaron la atención popular, incluso entre las poblaciones orientales, indolentes y acostumbradas como han de vivir entre las maravillas. Los rosacruces se esforzaron por combinar las más diversas ramas del ocultismo y pronto se hicieron famosos por la extrema pureza de sus vidas y extraordinarias facultades, así como por su profundo conocimiento del secreto de los secretos.
Como alquimistas y hechiceros se hicieron proverbiales. Luego (...) dieron origen a los teósofos más modernos -a cuya cabeza estaba Paracelso- y a los alquimistas, de los cuales uno de los más célebres fue Thomas Vaughan (siglo XVII) y quien escribió los aspectos más prácticos sobre ocultismo bajo el nombre de Eugenius Philalethes. Sé y puedo probar que Vaughan más positivamente "se hizo como tal antes que se convirtiera".
La Cábala rosacruz no es más que un epítome de los judíos y orientales combinados, siendo este último el tipo más secreto de todos. La copia práctica, plena y única existente de la Cábala Oriental se conserva cuidadosamente en la sede de esta Hermandad en Oriente y puedo asegurar con certeza que nunca saldrá de su posesión. Su verdadera existencia ha sido puesta en duda por muchos rosacruces europeos. Quien desee "convertirse" tiene que buscar su conocimiento a través de miles de volúmenes dispersos y poco a poco recoger hechos y lecciones. A menos que tome el camino más cercano y consienta en "hacerse", nunca se convertirá en cabalista práctico y con todo su aprendizaje permanecerá en el umbral de la "puerta misteriosa". La Cábala se puede usar y ahora sus verdades se imparten en una menor escala de lo que era en la antigüedad, y se dudó sobre la existencia de la misteriosa Logia debido a su secreto, pero existe y no ha perdido ninguno de los poderes secretos y primitivos de los antiguos caldeos. Las logias, pocas en número, se dividen en secciones y son conocidas sólo por los Adeptos; es probable que nadie los descubra a menos que los Sabios mismos encuentren al neófito digno de iniciación. A diferencia de los rosacruces europeos -quienes para "convertirse y no hacerse" han puesto constantemente en práctica la palabra de San Juan que dice "el Reino de los Cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan", y que han luchado solos robando a la Naturaleza sus secretos por la fuerza- los rosacruces orientales (los llamaremos así, pues se nos niega el derecho a pronunciar su verdadero nombre) y en la serena beatitud de su conocimiento divino están siempre listos para ayudar al estudiante serio que lucha por "convertirse en uno" con el conocimiento práctico, que disipa como una brisa celestial las nubes más negras de la duda escéptica.
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“En la actualidad no es raro encontrar a quienes tienen la temeridad suficiente para llamarse a sí mismos como 'rosacruces'"
(William Q. Judge, "Ecos del Oriente", p. 35).