21 de febrero de 2022

El calendario maya y la estafa del 2012 (7 de 7)

David Pratt, enero de 2011


Contenidos:

07. Nuestro viaje evolutivo
-Ciclos de evolución
-Influencias astrológicas
-Drogas vs. desarrollo interior
-El camino de la compasión
 
08. Fuentes


07. Nuestro viaje evolutivo

Ciclos de evolución

Peter Russell sostiene: "Dentro de unas pocas generaciones, y quizás en el curso de esta vida, podríamos llegar al final de nuestro viaje evolutivo" (Braden et al., 22). No obstante, la Teosofía ofrece una visión muy diferente sobre nuestro progreso espiritual, pues se dice que el globo terráqueo donde vivimos es el más material de otros siete que en su conjunto forman la Cadena Planetaria de la Tierra, y los otros están situados en planos más etéreos y por lo tanto más allá de nuestro rango perceptivo. La Tierra existirá durante 4,32 mil millones de años y ya pasamos el punto medio (véase la cronología en "Diseño y evolución de las especies", parte 17). Durante la vida de este planeta, los diversos reinos de mónadas (o centros de conciencia) y asociados con aquél realizan siete rondas a través de todos los globos; la Cuarta Ronda actual en nuestra esfera física comenzó hace 320 millones de años y la mayoría de la humanidad devino consciente de sí misma hace aproximadamente 18 millones de años, en tiempos de la Tercera Raza-Raíz. Ahora nos encontramos en la Quinta Raza-Raíz o etapa del desarrollo de conciencia, y todavía nos quedan muchos millones de años antes que completemos las dos últimas fases ("Evolution in the Fourth Round", davidpratt.info; "Cadenas, Globos, Rondas y Razas-Raíz").

[De acuerdo con algunos intérpretes teosóficos], cuando concluya la presente ronda pasaremos a globos superiores, y tras un período de descanso haremos otras tres rondas a través de todas las esferas antes que termine nuestro progreso durante la actual encarnación de esta cadena planetaria. Si tenemos éxito [y según esos autores], ingresaremos en reinos espirituales superiores y continuará la evolución para varias encarnaciones terrestres adicionales. Después haremos peregrinajes evolutivos similares desde el reino más bajo hasta el más elevado, en los otros orbes sagrados de nuestro Sistema Solar y eventualmente otros conjuntos planetarios, etc. Entonces, en cierto sentido la evolución no tiene principio ni fin pues sólo hay puntos de inicio y parada temporales, una sucesión interminable en períodos de actividad evolutiva y seguidos por fases de inacción.


Influencias astrológicas

La Tierra está sujeta constantemente a energías y fuerzas planetarias, solares y galácticas de diversos tipos que ejercen influencia sobre todo lo que sucede en ella. Helena Blavatsky escribe: "La sabiduría antigua agregó al frío caparazón de la astronomía los elementos vivificadores de su alma y espíritu encarnados en la astrología. Los movimientos siderales sí regulan y determinan (...) eventos en la Tierra" (DS 1: 645).

La astrología moderna no es más que el revestimiento exterior andrajoso y desechado de la disciplina real y antigua, porque esa ciencia verdaderamente sublime era la doctrina del origen, la naturaleza, el ser y el destino de los cuerpos solares/planetarios y las entidades que habitan en ellos. También enseñó la ciencia sobre las relaciones entre las partes de la naturaleza kósmica, y más particularmente como se aplica al ser humano y su destino según lo previsto por los orbes celestes. De ese saber grande y noble surgió una pseudociencia exotérica, derivada de la práctica mediterránea y asiática, que culminó en el esquema moderno llamado "astrología", un remanente desharrapado de sabiduría antigua.

William Judge enfatizaba que "al nacer el individuo, los antiguos siempre consideraban el 'ambiente'- o cielos enteros- como aquéllo que le afectaba, y que los planetas eran sólo indicadores que muestran cuándo y dónde se sentiría la influencia del 'ambiente'" (Ecos, 2:13).

Las energías sutiles (a veces llamadas magnetismos foháticos por ciertos autores) nos alcanzan constantemente desde todas partes del cielo (más rápido que la luz), siendo su influencia más fuerte en momentos de conjunciones y alineaciones particulares. Visto desde la Tierra, el Sol atraviesa todas las constelaciones cada año, pero la edad zodiacal en que estamos hoy [Acuario] lleva el nombre del asterismo donde se encuentra esa estrella en el momento del equinoccio de primavera (hemisferio norte). Si eligiéramos el periodo de otoño [21-23 de septiembre] o el solsticio de verano/invierno, la edad actual tendría un nombre distinto, y claramente el presente ciclo no significa que estén funcionando sólo las fuerzas acuarianas. 

Un punto subrayado por la Teosofía es que las prevalencias astrológicas no definen nuestras vidas en modo fatal. Los antiguos astrólogos solían decir "el sabio controla sus planetas, pero el tonto se somete a ellos", o "las estrellas no te hacen, sino te marcan por lo que eres". 

"La ciencia astrológica sólo determina la naturaleza de los efectos, por el conocimiento de la ley de afinidades magnéticas y atracciones de los cuerpos planetarios, pero (...) es el karma del propio individuo lo que le sitúa en esa relación magnética particular" (revista The Theosophist, vol. 6, febrero de 1885).

Estamos sujetos a muchos influjos externos, pero es nuestra naturaleza interna lo que determina en qué medida sucumbimos a lo negativo o nos beneficiamos de injerencias positivas, ya sean humanas o cósmicas. La principal fuerza impulsora de nuestra evolución es la voluntad interior, y de esta suerte todos podemos desplegar el potencial superior a través de esfuerzos autodirigidos, haciendo que nuestros pensamientos, palabras y acciones sean un reflejo cada vez más fiel de todo lo noble que existe en el ser humano.


Drogas vs. desarrollo interior

Existe un dudoso valor respecto al empleo no guiado de sustancias psicodélicas para crear niveles alterados de conciencia en modo artificial y trascender temporalmente la de tipo cotidiano. Los posibles efectos secundarios incluyen desorientación, ansiedad, pánico, paranoia, delirio, psicosis, esquizofrenia, náuseas, vómitos, diarrea, calambres musculares, convulsiones, cambios de humor y problemas de memoria, concentración y juicio (emedicine.medscape.com). Quienes ingieren tales drogas experimentan "alucinaciones" visuales y auditivas, en las cuales puede parecer que "viajan a otros ámbitos" y "se comunican con otros seres". Los psicodélicos abren una puerta a los reinos astrales, cuyos alcances más bajos son un reservorio de pensamientos, emociones e imágenes innobles, elementales o espíritus de la naturaleza y cascarones astrales en descomposición (kama-rupas) de humanos fallecidos, que permanecen revitalizados por un tiempo mediante sus energías mentales inferiores.

Incluso si las vivencias inducidas por drogas parecen "positivas" y "místicas", pueden deberse mucho al autoengaño, y al respecto Sarah Belle Dougherty (1994) escribe:

"En general, las experiencias son expresión de la propia mente: por ejemplo, las drogas alucinógenas se reconocen como catalizadores inespecíficos que amplifican la conciencia del individuo en lugar de introducir material nuevo, y la persona común no puede saber si provienen de lo espiritual o las limitadas partes mentales, emocionales o psíquicas de sí misma. A menos que tengan gran nivel de entrenamiento, quienes se hallan en estratos inducidos de conciencia no están acostumbrados a funcionar conscientemente en la esfera astral de la realidad, y allí son aún más propensos a ser engañados por apariencias y confundirse que en el plano físico (...) También hay peligro para los inexpertos y desprovistos de guía al abrir un vínculo interno con estos reinos del ser, ya que el conducto puede ser difícil de cerrar si la persona es afectada por fenómenos indeseables (...) El uso no informado de métodos para alterar la conciencia puede tener un efecto muy adverso en la circulación de energías a través de la constitución humana y provocar estados físicos o psicológicos enfermizos (...) Es fácil quedar atrapados en el glamour y drama de dichos niveles sugestionados como un fin en sí mismos o un medio para adquirir poderes personales o éxito, ya sea material o espiritual".

Dougherty añade que el verdadero crecimiento interno "representa una forma de vida, no experiencias aisladas", e implica purificar y disciplinar nuestras mentes y emociones para que el Ser personal transmita el resplandor de la parte divina más elevada: "El sendero para llegar a ser verdaderamente humanos, y en última instancia divinos, es el de la compasión, al centrar nuestra conciencia en el aspecto más universal de nosotros mismos mientras hacemos del ego cotidiano nuestro servidor en lugar de maestro".

Las tradiciones espirituales advierten sobre los peligros de forzar el desarrollo de poderes psíquicos. Las facultades latentes se desarrollarán naturalmente en el curso de nuestra evolución, y con suerte no antes de que hayamos adquirido la sabiduría para usarlas desinteresadamente. En Teosofía se afirma que a ningún chela [discípulo] se le permite cultivarlas en ningún momento, hasta que se haya establecido el gran fundamento en la evocación de energías y facultades espirituales e intelectuales: visión, fuerza de voluntad, autocontrol absoluto y un corazón lleno de amor para todos. 

John Major Jenkins tenía algunas nociones bastante exageradas sobre lo que los chamanes mayas pudieron lograr cuando se intoxicaban con alucinógenos. Declaró que literalmente podían viajar al centro galáctico y eran capaces de conjurar "agujeros de gusano" -túneles a través de una "dimensión superior"- y viajar a un "reino transdimensional" impulsado por el legendario hoyo oscuro en el centro de la galaxia (1998, 202-3, 318). Según él, los chamanes "podían proyectar su conciencia donde quisieran, en otras realidades u otros planos del ser, planetas y dimensiones. Viajaban de regreso a los albores del tiempo, al centro y fuente de toda existencia, y regresar con poder y sabiduría" (321).

Ciertamente un adepto o iniciado genuino no requiere drogas para llevar su conciencia a otros lugares o reinos, o ejercer clarividencia u otros poderes ocultos. Además y conforme a la tradición teosófica, sólo los adeptos de mayor nivel se trasladan a conciencia más allá de los diferentes planos de la cadena planetaria terrestre (...). 

Antes que podamos viajar en forma autoconsciente a los globos más altos de nuestro planeta, a otros orbes o sistemas solares, tenemos que volvernos verdaderamente autoconscientes en la Tierra. Mediante estudio y entrenamiento, los neófitos pueden permanecer completamente conscientes de sí mismos mientras el cuerpo está dormido, y el adepto o chela de mayor rango -y por la misma instrucción empujada a una longitud todavía mayor- permanece plenamente consciente y activo en los planos internos tras la muerte del organismo físico. Durante la vida, el individuo que se ha familiarizado más o menos con las funciones y características de su propia naturaleza es capaz de viajar conscientemente fuera de su cuerpo a otras partes de la Tierra, e incluso con mayores facultades a otros planetas; pero mejor que esto es la habilidad de visitar -siempre con mente despierta- los mundos internos que nos rodean y traer de vuelta un recuerdo relativamente completo de las experiencias y los conocimientos adquiridos.

Se dice que la mayoría de Mahatmas representa a seres avanzados de Quinta Ronda, lo que significa que han desarrollado su conciencia a un nivel que mucha gente no alcanzará hasta en un futuro muy lejano cuando advenga ese periodo. El propio Gautama Buda se describe como perteneciente a la Sexta Ronda, y el maestro Kuthumi escribe: "Cuando nuestro gran Buda -el patrón de todos los adeptos, reformador y codificador del sistema oculto- alcanzó el primer nirvana en la Tierra, se convirtió en un espíritu planetario, es decir, su espíritu podía recorrer los espacios interestelares a plena conciencia y al mismo tiempo continuar a voluntad en su cuerpo original e individual en el plano físico (...) Ésta es la forma más sublime de adeptos que el ser humano puede añorar en nuestro planeta, pero es tan raro como los propios budas" (ML2, p. 43/MLc, p. 62).


El camino de la compasión

Por supuesto, debe aplaudirse el deseo generalizado de un mundo más solidario, compasivo y pacífico que no esté dominado por egoísmo, codicia ni violencia, pero tal cambio no se producirá principalmente por acción de fuerzas externas, ya sean fluctuaciones en el campo magnético de la Tierra, un haz de energía desde el centro galáctico o la llegada de "maestros pleyadianos". Sucederá a través de la transformación constante y el crecimiento interno de cada persona, trabajando en armonía con la naturaleza y sus semejantes.

Arjuna Ardagh lo expresa así: "Debido a que nos sentimos aislados de toda la vida, nuestra relación con el mundo se caracteriza por el deseo. A menudo sentimos que falta algo; 'si pudiésemos obtener lo que falta desde el exterior, entonces podríamos estar tranquilos'. Esta es la mentalidad que impulsa la economía global y así es como es posible vender más y más cosas a un número creciente de personas (...) Si bien a veces este sentido de carestía puede estar gatillado por dificultades reales, la mayoría de humanos vive en 'escasez psicológica', es decir, un sentimiento de que necesitan más dinero, más cosas, más poder sobre otras personas y más parejas sexuales en una mayor variedad de posturas eróticas (...) En todas las culturas y épocas, unos pocos individuos se han liberado de esta alucinación en forma independiente y se han dado cuenta de que el sentido de 'separatividad' en efecto es una fantasía (...) La sensación de una entidad aparte que anhela y necesita cosas de su entorno comienza a derretirse como un copo de nieve al Sol, y en su lugar se reconoce la conciencia o acudimiento de un amor sin causa que jamás está menesteroso. Más que vivir en este planeta con tal de 'obtener más para mí', la vida se convierte en un flujo de generosidad de espíritu. La razón para estar vivo es para bendecir, amar sin restricciones y sin el obstáculo de la frialdad calculadora" (Braden et al., 229-31).

Volverse verdaderamente humano es un trabajo de innumerables vidas, y no existen atajos hacia esa meta. A este respecto, no tuvo ninguna importancia si el 21 de diciembre de 2012 era o no el final para uno de los ciclos calendáricos mayas. Tal y como sucedió con otras paranoias fracasadas, se probó que fue sólo un mito la idea de que 2012 nos ofrecía algún tipo de "oportunidad única". Cada día es potencialmente un nuevo comienzo, lleno de nuevos desafíos y flamantes oportunidades para el autodesarrollo y ayudar a los demás.


08. Fuentes

-Rush Allen, "Transcendence in Mayan mythology: Finding invisible messengers", www.siloam.net/jenkins/5thsun3.html.

-Rush Allen, "Transcendence in Mayan mythology: Meaning of the ball game in Mayan mythology", www.siloam.net/jenkins/5thsun4.html.

-Benjamin Anastas, "The final days", 1 de julio de 2007, New York Times, www.nytimes.com.

-Ed Barnhart, "The Longcount and 2012 AD", www.mayan-calendar.com/ancient_longcount.html.

-Gregg Braden et al., The Mystery of 2012: Predictions, prophecies & possibilities, Boulder, CO: Sounds True, 2007.

-Dong R. Choi y Leo Maslov, "Earthquakes and solar activity cycles", New Concepts in Global Tectonics Newsletter, n° 57, 2011, p. 85-97.

-Fred J. Dick, Maya Chronology, Papers of the School of Antiquity n° 12, Point Loma, CA: Aryan Theosophical Press, 1921; Maya Chronology: II, Papers of the School of Antiquity, suplemento del anterior, Aryan Theosophical Press, 1925 (véase The Theosophical Path, noviembre de 1920, p. 436-51, y junio de 1924, p. 550-8).

-Sarah Belle Dougherty, "Inducing altered states", Sunrise, junio/julio, agosto/septiembre 1994, www.theosophy-nw.org.

-Michael John Finley, "The correlation question", 2003, http://saturniancosmology.org/files/chilam/corr.html.txt.

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-www.2012hoax.org.
 

Abreviaturas

-Ecos: Ecos del Oriente, W.Q. Judge, San Diego, CA: Point Loma Publications, 1975-1987.

-ML2: Cartas Mahatma para A.P. Sinnett, A.T. Barker (compilador), TUP, 2da edición, 1975.

-MLc: Cartas Mahatma a A.P. Sinnett, TPH, ed. cron., 1993.
-DS: La Doctrina Secreta, H.P. Blavatsky, TUP, 1977 (1888).
-TG: The Theosophical Glossary, H.P. Blavatsky, Los Angeles, CA: Theosophy Company, 1973 (1892).