Parte 1, "The Theosophical Movement", junio de 2009
Helena Blavatsky describe el magnetismo como una fuerza natural que produce polaridad, atracción y repulsión. La cualidad más evidente del magnetismo mineral es la primera de aquéllas. Un imán tiene polos norte y sur, y a su alrededor existe un ámbito de influencia con forma ovalada, llamada campo magnético. Si un trozo de hierro entra en esa área, se magnetiza por inducción, es decir, adquiere capacidad para atraer otros elementos férricos. El extremo de la pieza más cercano al polo norte del imán se convierte en un polo sur inducido, mientras que el otro lado pasa a ser polo norte.
Helena Blavatsky describe el magnetismo como una fuerza natural que produce polaridad, atracción y repulsión. La cualidad más evidente del magnetismo mineral es la primera de aquéllas. Un imán tiene polos norte y sur, y a su alrededor existe un ámbito de influencia con forma ovalada, llamada campo magnético. Si un trozo de hierro entra en esa área, se magnetiza por inducción, es decir, adquiere capacidad para atraer otros elementos férricos. El extremo de la pieza más cercano al polo norte del imán se convierte en un polo sur inducido, mientras que el otro lado pasa a ser polo norte.
No obstante, sabemos además que hay un tipo de magnetismo universal. El padre Kircher, un monje místico, afirma que hay sólo un imán en el Universo del que procede la magnetización de todo lo existente, y es llamado Sol Espiritual Central o "Dios". Al igual que un trozo de hierro es magnetizado cuando se introduce en cualquier campo homónimo, así también Kircher observó que el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas son altamente atractivos por inducción, o al permanecer en el fluido magnético universal (denominado también Luz Espiritual). Hay ciertas plantas que están especialmente atraídas por el Sol y otras hacia la Luna. Por ejemplo, la acacia abre sus pétalos cuando amanece y los cierra al ocaso; asimismo, cierta variedad de loto y los girasoles muestran reacciones a la luz del Astro Rey. También existe una misteriosa relación entre los cuerpos de plantas, animales y humanos, pues la vid siente "antipatía" natural hacia la coliflor, pero puede "convivir" sin problemas con el olivo. Kircher explica todos los sentimientos de la naturaleza humana como resultado de cambios en nuestra condición magnética. Ira, celos, amistad, amor u odio, son todas modificaciones de la atmósfera atractiva que se desarrolla en nosotros y emana constantemente. De este modo, la simpatía es un poder sagrado y natural del magnetismo, mientras que la fascinación es mala y contraria a la naturaleza. El amor espiritual, aquél de una madre por su hijo o como pura amistad, son manifestaciones magnéticas de la simpatía sobre naturalezas afines.
Hablando sobre las polaridades del magnetismo, el filósofo Robert Fludd señala que cuando dos individuos se aproximan, su magnetismo es positivo o perjudicial. Si las emanaciones enviadas por ellos se rompen o devuelven, entonces surge un magnetismo negativo que da lugar a antipatías; pero cuando esos efluvios pasan a través del otro desde ambos lados, se produce una atracción positiva que da lugar a simpatía (Isis Develada, I, 171).
El barón Von Reichenbach de Viena, quien realizó experimentos durante más de cinco años -en singular entre hospitalizados-, descubrió que cuando se movía un imán longitudinalmente sobre los enfermos de arriba abajo y sin tocarlos, éstos percibían una influencia peculiar o aura procedente del instrumento. Reichenbach sostuvo que el cuerpo humano está cubierto por un aura, "fluido", vapor o influencia que se desprende especialmente de cabeza, manos y pies, y es polar como el campo del imán. Todo el lado izquierdo de nuestro cuerpo es positivo, y cuando se aplicaba el brazo correspondiente al cuerpo de un sensitivo, éste informaba que impartía calor. A la inversa, todo el costado derecho es negativo y transmite frialdad. Reichenbach declaró que a la fuerza atractiva, tal y como existe en una aguja magnética y entre las calamitas, hay que añadir esta injerencia -que llamó ódica- y que el magnetismo es un compuesto en lugar de una potencia simple. Observó que también existía un aura o poder similar alrededor de los cristales; sin embargo, a veces el cuerpo humano está anormalmente cargado de magnetismo vital y emite una verdadera aura como la mencionada piedra-imán.
Blavatsky relata el caso de una sirvienta campesina en Rusia, que atraía todos los objetos hacia ella. Por ejemplo, al abrir la puerta del sótano para coger patatas, le caían encima y pronto veía que su cesta estaba llena de tubérculos. Cuando se acercaba al pozo para sacar agua, o pasaba cerca de una cubeta con líquido, éste subía terminando por desbordarse; y al estirar la mano para tomar vajilla de alguna estantería, otros platos y tazas de porcelana empezaban a saltar y temblar, cayendo con estrépito a sus pies. Asimismo, Helena menciona a un niño estadounidense cuya mano izquierda se comportaba a modo de un imán maravillosamente fuerte. Los artículos metálicos de poco peso como cuchillos, alfileres, botones, etc., se adherían a su mano con tanta firmeza que no podían desprenderse. Muy contraria fue la instancia reportada por Reichenbach sobre una paciente muy sensible a las auras del imán y los cristales. Cuando sostenía un imán cerca de su mano, el primero seguía irresistiblemente al objeto hacia donde se movía; de hecho, la extremidad corporal parecía estar pegada al magneto como una pieza de hierro.
El magnetismo ha sido definido por H.P.B. como el "alter ego de la electricidad". Si tomamos un trozo férrico o cualquier otro metal, le enrollamos un cable y luego pasamos por él una corriente eléctrica, ese material se polariza y comporta como un magneto; así, el flujo eléctrico puede inducir magnetismo. Por otro lado, y en lugar de aplicar dicha corriente a través de los cables, si movemos un imán ordinario en cualquier lugar cerca de los mismos, entonces la injerencia fluirá a través de ellos, pero se detendrá tan pronto como el imán lo haga, por cuanto la electricidad causa también una fuerza atractiva. A tenor, este fenómeno se observa en el ámbito del magnetismo animal, y Blavatsky escribió que "las corrientes magnéticas se transforman en electricidad al salir del cuerpo" (Isis Develada, I, 395).
Como adelantamos, existen fluidos electromagnéticos en humanos y animales. Si tan sólo nos ocupáramos de investigar su interrelación, y con plantas o minerales, comprenderíamos mejor varios fenómenos de ese tipo. La presencia de electricidad animal es un hecho bien establecido, y también se sabe que hay corriente tanto en músculos divididos como íntegros de todo animal y humano, demostrando así la producción constante de aquélla en organismos. Es esta electricidad muscular y los tejidos del cuerpo lo que hace posible que conozcamos el estado de corazón y cerebro a través de ECG (electrocardiograma) y EEG (electroencefalograma). Y sin embargo, hasta hoy es un misterio determinar cómo la modificación de las extremidades nerviosas periféricas genera y descarga electricidad en ciertos géneros de peces. De aquí el poder que permite a una pequeña anguila aturdir especies de gran tamaño, por el simple hecho de mover su cola. Además, la Ciencia Oculta señala que tanto electricidad como magnetismo están estrechamente relacionados con el principio vital o Prana.
Se ha observado que en condiciones específicas se produce acumulación y secreción anormal de electricidad en los sistemas de algunas personas. Este fenómeno se observa en países fríos y secos como Canadá, y también en regiones cálidas y magras. La conocida revista médica Lancet se refirió a personas que sólo tenían que acercar su dedo índice a un quemador del que salía gas, ¡y éste se encendía como si le aplicaran un fósforo encendido! El explorador y viajero africano Mitchison relató que cuando azotaba rabiosamente a un negro, éste despedía gran cantidad de chispas corporales. Mediante una serie de experimentos comprobó que, bajo ciertas condiciones atmosféricas y en especial durante la más mínima excitación mental, era posible extraer del cuerpo de casi todo negro una masa de centelleos, que incluso surgía al acariciar o tocar suavemente la piel; sin embargo, aquéllos no se veían cuando los sujetos permanecían tranquilos y callados. Livingston menciona en sus "Viajes y Exploraciones en África del Sur" que "el viento caliente que sopla en las estaciones secas sobre el desierto de norte a sur, está en un nivel tan electrizado que un manojo de plumas de avestruz, sostenido unos segundos contra él, se carga tan fuertemente como si estuviera unido a una poderosa máquina eléctrica" (H.P.B. Series, n° 24, p. 20-24). En Transactions, Blavatsky asevera que al momento de frotar el ámbar se genera electricidad, la cual también existe en todo lo demás y se encontrará allí si se da el contexto adecuado y necesario para su liberación. Explicando la naturaleza del fenómeno, Helena escribe:
"Todo contiene y es electricidad, desde la ortiga punzante hasta el rayo que mata, desde la chispa en el guijarro hasta la sangre en el cuerpo (...) La electricidad es causa del movimiento molecular en el Universo físico, y por lo tanto también en la Tierra (...) Desde el punto de vista oculto, los eventos eléctricos se producen muy a menudo por el estado anormal de las moléculas en un objeto o de los cuerpos en el espacio: la electricidad es vida generada por armonía, y muerte a través de desarmonía. La electricidad vital está bajo las mismas leyes que la de tipo cósmico" (Transactions, p. 120-21).
Nos hallamos rodeados de un océano de vida o Jiva que impregna todos los objetos terrestres. En su sentido estricto, Prana corresponde a la respiración, y por lo común los términos "energía vital" y su equivalente sánscrito se utilizan para denotar ese principio que "inunda" cada parte de nuestra constitución. También se sugiere que el cuerpo astral es vehículo de Prana, y al igual que la circulación sanguínea, las corrientes pránicas se mueven por dicho componente astral, afectando al cuerpo tangible, y finalmente emanan como fluidos magnéticos. La pureza de éste último no se obtiene "con agua y jabón", y aunque se ve afectado por la limpieza de piel, cabello, uñas, etc., no depende sólo de ello, pues un aforismo oculto reza: "El individuo elabora su magnetismo con la mente". La cualidad del Prana que participa de la naturaleza psíquica humana depende de nuestras cogitaciones, y como siempre estamos pensando, el magnetismo cambia para bien o mal en todo momento; por ende, una persona íntegra es capaz de purificar la atmósfera psíquica que le rodea, y un individuo dinámico despide un tipo particular de atractividad contundente. Todo individuo de actitud moral intachable puede descontaminar su propio magnetismo y también el entorno psíquico. De esta forma, la Teosofía nos recuerda que el magnetismo sano funciona como un maravilloso talismán que repele influencias malignas.
Parte 2 y final, julio de 2009
Vimos que las corrientes pránicas del cuerpo astral afectan al organismo físico y finalmente se expresan como un efluvio magnético. Blavatsky nos ofrece una comprensión correcta de dicho éter nervioso o fuerza de vida, la vitalidad animal diseminada por toda la naturaleza. Ésta no se trata de un "producto animal", sino que un organismo vivo -incluidas las plantas- son sólo sus resultantes. Los tejidos animales la absorben según su estado más o menos sano o mórbido, y son regulados, fortalecidos y nutridos por ella. El Sol visible es almacén de la Fuerza Vital, el Nouménon de la Electricidad, y desde sus profundidades misteriosas surgen esos torrentes vitales que se mueven por el espacio y los organismos de todos los seres en nuestro planeta. Penetra en el ser humano y el animal; se acumula en los centros nerviosos durante el sueño, los lleva a su gradación óptima e imparte a los músculos una existencia renovada. Este es el Liquor Vitae o Archaeus de Paracelso, y en la muerte cambia su estado de actividad a pasividad. En otras palabras, se trata de las emanaciones magnéticas o áuricas de todos los seres, que bajo la fuerte voluntad de un hipnotizador provoca lo que se conoce como curaciones mesméricas.
Es cierto que las corrientes de magnetismo emanan de todo cuerpo físico, incluido el nuestro, y los efluvios homónimos de un objeto pueden afectar a otro de forma totalmente inconsciente. Sin embargo, como el humano está provisto de voluntad, puede traspasar su magnetismo a cualquier cosa inanimada. Una aguja puede imantarse cuando es sostenida por una persona de fuerte voluntad. De nuevo, la injerencia magnética de alguien puede ser buena o mala, dependiendo de su motivo y pureza/impureza. Al igual que una muestra de hierro se magnetiza al aplicar imanes, a menudo un talismán consiste en un trozo de metal sin valor, papel o tela imbuidos por voluntad humana -el mayor de todos los atractores- con una potencia beneficiosa o dañina.
Nuestro magnetismo se contagia a todo lo que tocamos o llevamos puesto. En India, la gente es reacia a dar la mano, y no se trata de meros caprichos o "absurdos", porque cada individuo tiene una exhalación magnética: alguien puede estar en perfecta salud física, pero su respiración resultaría perjudicial para los sensibles a estas influencias sutiles. También esos influjos son más intensos en partes como ojos, palmas de manos, dedos, plantas de los pies, etc.; de igual manera, los médicos cuidadosos se lavan las manos antes de seguir con un nuevo paciente. Por ello, tal y como sucede respecto a la enfermedad física, el magnetismo impuro puede ser comunicado por el tacto. En Rusia, las doncellas hacen coronas de hojas verdes y las arrojan al agua; si alguna de aquéllas se hunde, se cree que su portadora morirá soltera en poco tiempo. H.P.B. explica además que el magnetismo impuro lleva con él los gérmenes de la muerte temprana, y tal injerencia tiene atracción por la tierra en la base de su aflujo (Isis, II, 610-12). La costumbre india de no estrechar la mano a otros refleja la condición sine qua non en la vida espiritual de no permitir que el propio magnetismo se torne impuro por influencias externas:
"Un Lanoo (discípulo) debe temer únicamente la influencia viva y externa (emanaciones magnéticas de seres vivos). Por esta razón, mientras permanece en unidad con todo en su naturaleza interna, debe cuidarse de separar su cuerpo externo de toda influencia extraña: nadie más tiene que beber de su copa ni comer en su plato, sino él mismo. Evitará el contacto corporal (tocar o ser palpado) con humanos y animales (...) Por así decirlo, el discípulo tiene que vivir en su propia atmósfera para individualizarla con fines ocultos" (Raja-Yoga or Occultism).
Se considera que el vino y los licores contienen y preservan el magnetismo malo de todas las personas que ayudaron a su preparación y embotellamiento; de igual forma, la carne animal mantiene las características psíquicas de la criatura. Una historia por Arthur Conan Doyle basada en hechos reales, titulada "El hacha de plata", muestra que cierto instrumento homónimo utilizado para cometer un asesinato impelía al crimen con fuerza irresistible a todos quienes la manipulaban después. El mango del hacha estaba hueco y contenía una maldición escrita, y Blavatsky comenta que ello muestra la influencia del magnetismo perjudicial impreso en un objeto tangible. Similar al comportamiento de un asesino con ese ítem, en una garita de Alemania existieron persistentes influencias suicidas, donde se autoinmoló más de una docena de militares, uno tras otro (ver el relato en The Theosophist, julio de 1884).
Si una persona da rienda suelta a sentimientos intensos de pena, ira, celos u odio, y mientras se encuentra bajo un árbol o cerca de una piedra, miles de años después un psicómetro podría ver la imagen de ese particular y percibir sus emociones, al sostener un fragmento de dichos vegetal o roca, y este hecho es de inmensa importancia y utilidad en arqueología. Por ejemplo, un psicómetro es capaz de describir con exactitud un edificio y sus habitantes poniendo en su frente un fragmento del material constitutivo, o también esbozar un animal prehistórico al asir el hueso fósil. En dichas instancias, el objeto actúa como un medio que pone al sensitivo en contacto con el aura magnética de su entorno, y a través de ese ítem se vincula con las impresiones akásicas donde se imprimen las imágenes de todo acontecimiento pasado.
Se dice que, inconscientemente, todo ser humano emite fluidos magnéticos que afectan a los objetos y seres de su entorno. Un hipnotizador proyecta la misma corriente desde sí mismo, en forma deliberada y bajo la dirección de su voluntad. Cuando empuñamos cualquier cosa, le cedemos nuestro magnetismo, y en una persona sana y joven estas corrientes son fuertes, y se muestran débiles en el caso de enfermos o ancianos. Al aproximarse dos individuos de estas categorías, se genera una transferencia de fluido vital del particular más energizado al más endeble, lo que puede dejar agotado al primero. H.P.B. escribió que los criadores nunca juntan animales jóvenes con viejos, y los médicos inteligentes prohíben a los padres que sus hijos ocupen sus propias camas. Cuando el rey David era anciano y lábil, sus fuerzas se reponían poniendo a alguien joven en contacto con él para que pudiera absorber vitalidad. Como ejemplo extremo, está el caso de Madame Hauffe (la "vidente de Prévost"), quien declaró repetidamente que se mantenía viva sólo con la atmósfera de las personas que le rodeaban y sus emanaciones magnéticas. Así, Blavatsky consignaba que Hauffe era un vampiresa magnética que absorbía vitalidad de los más fuertes en forma de sangre volatilizada (Isis, I, 463).
Un magnetizador/mesmerizador puro y sano cura a sus pacientes proyectando o confiriendo su torrente vital saludable. Cuando un operador confiable hipnotiza a alguien con la voluntad decidida de curarlo, el agotamiento que siente aquél es proporcional al alivio que otorga al enfermo. Se genera entonces un proceso de endosmosis, y el sanador cede una parte de su aura vital en beneficio de su prójimo. Cuando este fluido vital se transmite en mayor grado, el propio sanador comienza a sentir desgano y H.P.B. advierte:
"El magnetismo curativo que es forzado por sus voluntades en los cuerpos de sus pacientes, surge de sus propios sistemas. No pueden dar más de lo que tienen. Y como el mantenimiento de la propia salud es un deber primordial, nunca deben intentar la curación a menos que tengan un excedente de vitalidad, más allá de lo que pueda ser necesario para llevar a cabo su ronda de deberes y mantener sus sistemas bien regulados. De lo contrario, pronto colapsarían para quedar incapacitados" (The Theosophist, abril de 1883).
Al momento de producirse un intercambio inconsciente de vitalidad, no tenemos ningún control, excepto el de evitar un contacto con esa persona que nos drena energía según la experiencia.
Así como el flujo mesmérico del hipnotizador puede sanar dolencias, también se descubrió que cuando es utilizado en flores y frutas promueve su crecimiento y mejora el color, sabor y perfume; inclusive, existen sujetos que vampirizan aquéllas magnéticamente. La autora C.L. Hunt asevera en su Compendium of Mesmeric Information que "hay personas incapaces de llevar o manipular flores, pues empiezan a marchitarse o caer directamente, como si la vitalidad de la planta fuera absorbida por el portador en lugar de mantenerse". Blavatsky comentó que si alguien saludaba a un brahmán mientras se dirigía a ofrecer puja (adoración) llevando flores consigo, el sacerdote las desechaba inmediatamente, y volvía a su casa para recolectar especímenes frescos. "La explicación simple es que la corriente magnética proyectada hacia él por el saludador contamina el aura floral, y hace que dichos vegetales no sean aptos para esta ceremonia psíquico-mística, de la que son accesorios imprescindibles" (The Theosophist, febrero de 1883).
Además, nos afectan las corrientes magnéticas del planeta, y por ello se ha dado importancia a la posición para dormir. En The Theosophist, mayo de 1883, Seeta Nath Ghosh aboga por recostarse con la cabeza colocada hacia el sur y los pies al norte; sostiene que en esta postura el polo sur de la Tierra y la cabeza -el "punto norte" de nuestro cuerpo- y el septentrión terrestre y los pies -como dos extensiones de nuestra parte sur orgánica- estarían colocados en yuxtaposición, y por lo tanto se atraerían mutuamente, de modo que se conservaría la polaridad natural del cuerpo. H.P.B. acota que el barón de Reichenbach recomienda encarecidamente la posición contraria, es decir, poner la cabeza hacia el norte y los pies en sentido sur, y ella observa que los Adeptos-Iniciados duermen generalmente de ese modo. Sin embargo y como ellos han pasado por largos años de entrenamiento fisiológico peculiar, no podemos comparar su revestimiento físico con el de un mortal promedio. Helena agrega que "sólo en casos de perfecta salud debemos dormir con la cabeza hacia el sur. Hay temperamentos anormales e instancias de enfermedades nerviosas que necesitan lo contrario [situar la cabeza en sentido norte]. El conocimiento perfecto del estado magnético de los cuerpos humanos -un estado que varía incesantemente- sólo puede adquirirse mediante el estudio complementario de la Ciencia Oculta, además de la material".