27 de enero de 2022

Vida después de la muerte: examinando la evidencia (2 de 12)

David Pratt
Agosto de 2010, actualizado septiembre de 2020


Contenidos:

03. Enseñanzas teosóficas 
-Comunicación con los muertos


03. Enseñanzas teosóficas

La Teosofía es una re-expresión moderna de la Sabiduría Eterna, cuyos ecos se encuentran en todas las principales religiones y filosofías del mundo. La cosmovisión teosófica es el producto de investigaciones ocultas sobre las esferas internas por innumerables generaciones de videntes y adeptos. Enseña que el Universo consiste en una sustancia de conciencia infinita que puede existir en grados innumerables y diferentes o tasas de vibración, formando una serie interminable de planos existenciales que se interpenetran. El centro de conciencia o mónada -que forma la esencia más interna de cada entidad- evoluciona mediante una serie de reinos que van desde el mineral hasta el sobrehumano (espiritual-divino) en cada globo planetario o estelar que habita en el curso de su existencia interminable; todo globo comprende siete planos desde el más material y pasando por niveles intermedios (reinos astrales) hasta los reinos espirituales más elevados. Nuestra evolución humana actual avanza en el plano físico más denso de este globo terráqueo y abarca una larga serie de encarnaciones en el transcurso de siete rondas, que a su vez comprenden miles de millones de años (...).

Después de cada encarnación en el mundo físico, nuestra constitución séptuple se separa en sus componentes que se disipan (...). No continuamos evolucionando conscientemente en el período entre vidas, pues la vida terrestre y el más allá son análogos a la vigilia y al sueño respectivamente. El periodo de ultratumba es esencialmente una etapa de descanso, durante la cual asimilamos las experiencias adquiridas en la existencia que acaba de terminar. Nuestros caracteres, circunstancias y experiencias en cada encarnación están determinados en parte por nuestros pensamientos y acciones en vidas pasadas, y también por nuestro propio libre albedrío en el presente (aunque la fuerza de voluntad y cómo la usamos reflejan nuestro desarrollo pretérito). De este modo, la reencarnación y el karma van de la mano, lo que nos permite aprender de nuestros errores y desarrollar gradualmente capacidades intelectuales y espirituales superiores.

El cuerpo físico muere cuando se rompe su conexión con el modelo-cobertura astral (linga-sharira en sánscrito). Esta "primera muerte" es acompañada por una revisión panorámica de la vida que acabamos de tener. La mente (manas) es doble y el asiento de la mente inferior -en gran parte instintiva- es una forma astral más etérea, a veces llamada alma animal/humana inferior o kama-rupa (sánscrito para "cuerpo del deseo"). Después del fallecimiento, el cuerpo astral y el kama-rupa se descomponen en diferentes niveles del mundo astral que rodea y penetra nuestro globo físico, extendiéndose desde el centro de la Tierra hasta la Luna. La cremación del cuerpo material permite que el cuerpo astral y el kama-rupa se liberen y desintegren más rápidamente (...).

La mente superior o Ego [corresponde al] alma reencarnada que no está sujeta a la misma descomposición relativamente rápida que nuestros vehículos inferiores; a su vez, aquél está eclipsado por nuestro ser espiritual/divino o mónada. Algún tiempo tras el deceso del cuerpo físico ocurre una "segunda muerte" cuando el alma reencarnada se separa del kama-rupa, llevando consigo todas las cualidades intelectuales y espirituales superiores de la personalidad fallecida y se eleva a esferas más etéreas. Allí entra en un estado de conciencia tranquilo y onírico conocido como devachan (término tibetano que quiere decir "estado feliz") en donde se imagina cumpliendo todos los impulsos desinteresados y nobles que no encontraron expresión plena durante la vida. Después de esta segunda muerte, los kama-rupas comienzan a descomponerse en el kama-loka ("mundo del deseo"), un proceso que puede llevar desde pocos meses hasta algunos siglos, dependiendo de la calidad que tuvo la existencia anterior (...). Estos cadáveres o "cascarones astrales", en gran parte desprovistos de inteligencia activa, a menudo son confundidos por los médiums con las verdaderas almas de los muertos. El kama-loka, uno de los niveles más bajos del plano astral, corresponde aproximadamente al Sheol de los antiguos hebreos, el Hades griego, el Orcus o inframundo romano y el Purgatorio o limbo de los católicos romanos. El devachan equivaldría al sukhavati budista, la svarga hindú, el Amenti entre los antiguos egipcios, los Campos Elíseos de los griegos y el cielo judeocristiano.

Si un alma reencarna antes de que su antiguo kama-rupa se haya desintegrado por completo, este último se adhiere al nuevo kama-rupa y generalmente se fusiona con él ejerciendo una influencia malsana en la nueva personalidad. Los kama-rupas de otras personas fallecidas también pueden tener efecto negativo sobre los humanos vivos cuyas debilidades los hacen receptivos a tales influencias. Los kama-rupas de quienes han llevado vidas particularmente egoístas, grotescas y brutales representan la mayor amenaza, y a veces se les llama "elementarios" (un término que ocasionalmente se refiere a los kama-rupas en general). Mientras que la mayoría de la gente pasa por el kama-loka prácticamente en inconsciencia después de la muerte, esto no se aplica a los elementarios. Aquéllos que mueren prematuramente como resultado de accidentes o asesinatos ("legales" o ilegales) o acortaron sus vidas de forma artificial con el suicidio también pueden retener un grado de conciencia tras el fallecimiento, especialmente si su vida intelectual y espiritual superior estaba relativamente poco desarrollada; permanecen ligados a la Tierra y no "entran" en kama-loka hasta que se cumpla el término natural de su vida ("Cartas Mahatma", 2ª ed., 108-13 /ed. cron., 197-201).

Los kama-rupas más desagradables se convierten en "vampiros psíquicos" que se alimentan de la energía vital, emocional y mental de los humanos que los atraen, y de las emanaciones en localidades a que se sienten cautivados, prolongando así sus propias sensaciones y placeres terrenales. Mientras que los kama-rupas impuros se allegan a los vivos "por una sed salvaje para alimentarse de su vitalidad", otros pueden sentirse atraídos por emociones elevadas como el amor desinteresado. Un nigromante o médium poderosos también son capaces de forzar kama-rupas a nuestra presencia; sin embargo, evocar a entidades "extremadamente pecaminosas" es peligroso para los vivos, mientras que constituye crueldad obligar la aparición de quienes han fallecido prematuramente, porque las moléculas más gruesas del alma astral se separan de las más finas de forma compulsoria, en lugar de un proceso natural, y el alma sufre considerablemente como si estuviera "desollada viva" (artículo "Tibetan Teachings" en H.P.B. Theosophical Articles).

De esta forma, la Teosofía niega que "la mayoría de los individuos conserve su plena conciencia tras la muerte física". El alma humana generalmente se vuelve completamente inconsciente, y dependiendo de la persona en cuestión se definirá por cuánto tiempo persiste dicho estado. Si la persona era muy espiritual, prácticamente no hay conciencia humana en kama-loka, pero si era grotesca y malvada hay una percepción bastante intensa y el ego humano sufre pues pronto se da cuenta de que está muerto y se halla en el mundo astral. La plena conciencia de uno mismo es retenida sólo por adeptos, ya que han despertado los centros superiores de su constitución. Para la mayoría de las personas la conciencia de estar vivo en kama-loka es muy leve, más parecida a un sueño vago que dura hasta la segunda muerte.

Quienes llevaron existencias éticas y nobles pasan muy rápido a través del kama-loka y pronto entran en devachan, mientras que aquéllos que tuvieron vidas malvadas y egoístas permanecen mucho tiempo en kama-loka, experimentando sueños inquietos que reflejan los vicios a que se entregaron durante el pasar terrestre. William Q. Judge dice: "En kamaloka todos los viejos pensamientos [del difunto] toman forma y atormentan el alma si la vida ha sido malvada, o simplemente la retienen temporalmente si el caso ha sido lo contrario" ("Ecos del Oriente", 2: 305).

Por lo tanto, normalmente no estamos conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor después que morimos, aunque hay excepciones. Por lo general el estado del difunto en kama-loka es como el de "una persona aturdida por un golpe violento y que momentáneamente 'perdió el sentido'. Así, en kama-loka y como regla (aparte de la vida vicaria y conciencia despertadas a través del contacto con médiums) no existe reconocimiento de amigos o familiares" [Lucifer, abril de 1888]. En algunos casos, dos seres que se encuentran en un estado "kama-lókico" similar pueden reconocerse vagamente, pero el proceso principal que tiene lugar ahí es la separación del alma humana superior de la parte astral, y por lo normal procede más o menos inconscientemente ("Ecos del Oriente", 2: 305).

Helena P. Blavatsky escribe: "Kama-loka puede compararse con el vestuario de un actor donde se deshace del ropaje de la última parte que interpretó antes de volver a ser él mismo propiamente tal: el ego imperecedero y peregrino que cicla en su ronda de encarnaciones. Al ser despojado el ego eterno en kama-loka de sus principios terrestres inferiores, con sus pasiones y deseos, entra en el estado de devachan" [Lucifer, abril de 1888].

Devachan es un estado subjetivo de perfecta paz y felicidad donde todos nuestros deseos y aspiraciones espirituales no cumplidos se realizan de manera instantánea. Por lo general dura al menos muchos cientos o miles de años, aunque los devachanis no perciben el paso del tiempo como sucede en la Tierra. Para los que han tenido vidas muy egoístas y materiales o no se desarrollaron mucho en términos intelectuales o místicos, la experiencia devachánica es más corta y menos intensa. Este plano es "una continuación idealizada y subjetiva de la vida terrestre" ("La Clave de la Teosofía", p. 156) y mientras experimentamos ese estado de conciencia imaginamos conocer a nuestros amigos y seres queridos, pero éste NO es un encuentro real con otras almas humanas, contrariamente a lo que enseñan los espiritistas.

El feliz sueño del alma reencarnada entre dos vidas perdura hasta que se agotan los impulsos espirituales generados durante la encarnación anterior. La atracción por la vida terrestre comienza a resurgir, y así lo que nos hace encarnar en este mundo una y otra vez es la sed de vida material y el anhelo de volver a escenas familiares y reencontrarse con compañeros del pasado. A medida que el alma reencarnada desciende hacia la esfera mundana, comienzan a formarse nuevos vehículos astrales construidos a partir de muchos de sus átomos vitales anteriores, y como éstos llevan la impresión kármica de la personalidad previa se manifestarán muchos de los mismos atributos personales (o skandhas en sánscrito). El alma forma un vínculo con las células reproductivas en los cuerpos de sus futuros padres, y finalmente renace con un cuerpo material y en un entorno familiar adecuado a sus necesidades kármicas (ver "Sex and Sexuality", sección 3, davidpratt.info).

Entonces, como regla general los cuerpos astrales, los kama-rupas y las almas espirituales de personas muertas no pueden ver lo que ocurre en nuestro plano físico, no observan conscientemente lo que sucede en su entorno ni se comunican entre sí. Blavatsky dice que si los "espíritus" de los muertos pudiesen apreciar todo lo que acontece en la Tierra incluso en sus propios hogares- y como afirman algunos espiritistas, no disfrutarían de la dicha ya que estarían condenados a presenciar los errores y el sufrimiento de quienes dejaron atrás por la muerte. La felicidad del devachani "consiste en su completa convicción de que nunca ha abandonado la Tierra"; por ejemplo, la conciencia espiritual postmortem de una madre "le representará que vive rodeada por sus hijos y todos los que amaba" ("La Clave de la Teosofía", p. 145-50). Cada devachani está absorto en sus propias imaginaciones maravillosas y oníricas, y así el plano homónimo no es una "tierra de prosperidad" donde las almas deambulan "charlando entre sí" y "admirando paisajes".

Blavatsky enfatiza que la información dada por médiums y psíquicos no entrenados sobre las condiciones posteriores a la muerte no es confiable porque se filtra a través de sus mentes "cerebrales" y colorea con sus propias ideas preconcebidas. Sólo los ocultistas avanzados pueden observar y comprender con precisión lo que sucede tras la muerte. Como señala el Mahatma Kuthumi: "Para percatarse de la bendición en devachan o los infortunios en avichi [un reino más bajo que el kama-loka] tenéis que asimilarlos, como hacemos nosotros" ("Cartas Mahatma", 2ª ed., p. 194)/ed. cron., 357).


Comunicación con los muertos

En devachan, las almas humano-espirituales no pueden ser atraídas a sesiones de espiritismo para comunicarse con los vivos. Sin embargo, hay personas en la Tierra capaces de contactar con sus seres queridos en ese plano si su conciencia se eleva al nivel más alto y espiritual de dicho nivel, lo que puede suceder involuntariamente durante los sueños. En ocasiones los médiums de mente pura realizan lo mismo mientras permanecen en trance, aunque tienen dificultades para recordar con precisión lo que vieron o escucharon. Los adeptos no sólo son capaces de alcanzar a quienes están en devachan y contactar con ellos, sino que también tienen la facultad de ayudarlos a regresar a la Tierra más rápidamente si esto se considera de beneficio general ("La Clave de la Teosofía", 150; "El Océano de la Teosofía", 130-1).

Aunque los espiritistas afirman comunicarse con "espíritus de muertos", en su mayoría se vinculan con restos astrales de humanos fallecidos, ampliamente desprovistos de sentidos y conciencia. Los mensajes también son generados por la mente del médium y los asistentes, reflejando así sus recuerdos, conocimientos y creencias, junto con otra información impresa en el plano astral (o también llamado "luz astral"). Éste último ha sido llamado "memoria/galería pictórica de la naturaleza" ya que contiene un registro de todo lo que ha existido o sucedido en la Tierra. En ocasiones los médiums son asistidos por un "espíritu guía" o "control" que representaría un aspecto superior/más bajo de su propia constitución interna o una entidad aparte y con cualidades similares a ellos mismos; ciertos canales han admitido que sus "controles" a veces los engañan e incitan al fraude ("El Océano de la Teosofía", 168).

Con frecuencia, los "espíritus" comunicantes no se ponen de acuerdo sobre las características de la vida en ultratumba. También han mostrado discrepancias significativas sobre la reencarnación pues en el siglo XIX, cuando esta doctrina no era ampliamente aceptada en Occidente, la mayoría de los "comunicadores" la negó, pero hoy más gente cree en la reencarnación y muchas entidades comunicantes ahora señalan que sí ocurre.

Las "conversaciones" con un caparazón astral a punto de desintegrarse resultarán mucho más incoherentes que las entabladas con un alma astral "en su etapa preliminar de disolución, cuando la mayoría de la inteligencia física y las facultades aún están frescas y no han comenzado a desvanecerse" [The Theosophist, junio de 1882]. En casos raros, la comunicación con la individualidad espiritual puede tener lugar durante los días inmediatamente posteriores a la muerte si "la intensidad del deseo en la persona moribunda de regresar por algún motivo obligara a la conciencia superior a permanecer despierta" ("La Clave de la Teosofía", 151- 2). Las personas que han vivido de modo bastante irreprensible y mueren absortas con alguna idea en particular no pueden seguir adelante hasta que el pensamiento o anhelo en cuestión se debilite y esfume ["Tibetan Teachings" en H.P.B. Theosophical Articles]. También para los humanos altamente evolucionados como adeptos y bodhisattvas -ya sea que vivan en la Tierra o estén presentes en su esfera astral (bajo la condición de nirmanakayas)- es posible inspirar o comunicarse con ciertos humanos para el bien general, pero es un hecho revelador que la mayoría de las comunicaciones "espirituales" recibidas por médiums son triviales y no tienen valor intelectual ni místico ("El Océano de la Teosofía", 167-8).

Una vez que el médium ha formado canal con un kama-rupa, fuerzas etéreas de la naturaleza o elementales, incita dicho cascarón a la vida artificial de modo que se convierte en un cuerpo humano que camina dormido [artículo "Conversations on Occultism", The Path, abril a septiembre 1888; "El Océano de la Teosofía", 117-9]. Esto les permite, "como máquinas, pronunciar sonidos, reiterar lo que les preocupaba o imitar a la persona que una vez estuvo activa y con alma". Los espiritistas están demasiado ansiosos por asumir que las entidades comunicantes deben ser los "espíritus" de sus seres queridos si muestran sus conocimientos y características, pero Judge comenta: "Podríamos decir también que muchos loros amaestrados que quedaron en una casa desierta eran las almas de quienes antaño vivieron allí y fueron dueños de los pájaros" ("Ecos del Oriente", 1: 353, 454).

La intromisión mediúmnica con los kama-rupas de muertos perturba y retrasa los procesos naturales que tienen lugar en kama-loka, fortalece los apegos terrenales y frena el desarrollo del alma. Es por eso que los maestros espirituales siempre han prohibido la nigromancia o despertar los "espíritus" de fallecidos, lo que se conoce en India desde hace siglos como culto "bhuta". Éste es uno de varios términos sánscritos para kama-rupas, especialmente los elementarios; otros nombres son "pretas" y "pishachas". En el Tíbet se les llama "ro-langs", en China "houen", los egipcios "khou" y los griegos "eidola", mientras que los romanos les denominaron "larvas", "lares", "lemures", "umbrae" y "simulacra" [The Path, noviembre 1886 y Lucifer, noviembre 1881]. Los judíos señalaban que el Sheol (kama-loka) estaba poblado por "rephaim" (literalmente "despiadado"), es decir, "sombras" kama-rúpicas vacías. Al igual que Paracelso y otros ocultistas medievales y cabalistas cristianos, Cornelio Agripa habló del alma o espíritu que regresa a Dios, y las almas de quienes habían hecho mal vagaban sin inteligencia y sujetos a una pasión no regulada. Lo que él llama "idolum" (eidolon) es el caparazón astral o elementario [The Theosphist, junio de 1883]. Los nativos americanos creen que al morir nuestra buena esencia parte hacia el próximo mundo, mientras que la malvada permanece por un tiempo cerca del cuerpo como una entidad sombría y puede representar un peligro para los vivos (Fenwick y Fenwick, 2008, 174-5). En consecuencia, los espiritistas harían bien en prestar mayor atención a estas enseñanzas universales.