19 de marzo de 2022

Clarividencia y telepatía


La siguiente selección corresponde al capítulo IV del libro "Poderes Inexplorados de la Mente", elaborado por los especialistas españoles Joaquín Gómez Burón y Joaquín Martín Muñoz (Ediciones Quorum, Madrid, 1986).

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Aunque la parap­sicología moderna estudia ambos fenómenos de la mente como distintos, en realidad resulta muy difícil ha­llar los elementos que los distinguen, y al menos en aparien­cia, telepatía y clarividencia se presentan como el mismo hecho. Sin embargo, intentemos profundizar un poco en ambos conceptos.

Por telepatía hemos entendido siempre una transmisión de pensamiento, de mente a mente, sin el concurso de los mecanismos habituales de ex­presión o captación: vista, oído, voz... Como tal transferencia de pensamiento, la telepatía está constatada hasta la saciedad por la experiencia popu­lar y mediante experimentación en laboratorio con ayuda de métodos estadísticos. Es, por tanto, un fenómeno paranormal bastante común, que se produce de preferencia en los ni­ños.


Los limites de la clarividencia

Con el término clarividencia nos referirnos en parapsicología a una presunta capacidad de la mente para recibir información acerca de los suce­sos que tienen lugar en la materia inanimada y que pueden objetivarse, sin que, por supuesto, tomen parte en dicha transmisión los órganos de los senti­dos, ni se reciban los datos en el cerebro a través de sus funciones conocidas.

Podríamos referirnos a que una persona mani­fiesta dotes de clarividencia si en alguna ocasión predice una gran hecatombe -la erupción de un vol­cán, por ejemplo-, un accidente de aviación con gran número de víctimas o algo por el estilo. Es indispensa­ble en la clarividencia que la percepción extrasen­sorial se lleve a efecto simultáneamente con el su­ceso, en el mismo instante que se produce el hecho que se "ve".

Como no existe medio alguno por el cual la infor­mación de lo que pasa llegue al sujeto clarividente, hay que pensar que es la mente de éste la que se transporta, de alguna manera, hasta el lugar de la acción, y capta in situ la información. ¿Es posible esto? Desde luego, las barreras materiales desapa­recen, el espacio también -al menos como se con­cibe vulgarmente- y el tiempo se inmoviliza, como una fotografía obtenida al instante.

El clarividente -y así lo acepta la parapsicología aunque no pueda demostrarlo [materialmente]- es capaz de penetrar con su mente en recintos cerrados de forma hermética y desplazarse hasta lugares en verdad inaccesibles, atravesando incluso muros ciclópeos como si éstos fueran éter. Lo normal también es que la persona que manifiesta dotes de clarividen­cia lo haga igualmente respecto a telepatía, precognición, etc. La manifestación puede llevarse a cabo en estado de sueño, espontáneamente, me­diante alucinaciones, en trance hipnótico, etc.


Un ejemplo bien documentado de clarividencia

Se realizó en Madrid, con la intervención como testigos de una serie de personalidades que, por su formación intelectual-científica y solvencia moral avalaron plenamente la certeza de los resul­tados.

El dotado clarividente, Joaquín Argamasilla de la Cerda y Elío, marqués de Santa Clara, aceptó so­meterse a una prueba rigurosa para comprobar si podía "ver" el contenido de una caja hermética­mente cerrada. Los testigos fueron el notario Cándido Casanueva y Gorjón, Joaquín Mendez Ormaza, ingeniero de minas, Francisco Icaza, diplomático e intelectual, y el ingeniero de Caminos Manuel Maluquer.

El experimento se llevó a cabo en un piso del domicilio n° 5 de la Plaza del Rey madrileña, el 8 de marzo de 1923. El notario Casanueva levantó acta de la sesión experimental, y lo que en ella aconteció puede resumirse así:

Al individuo en prueba se le vendaron los ojos y situó frente a una caja de acero, hermética­mente cerrada y sellada, en cuyo interior se había introducido previamente la hoja de un libro de texto ("Derecho Romano", del catedrático Pedro Gómez de la Serna). La página fue arrancada del volumen precisamente por el notario, sin ver de qué folios se trataba. Con ello se evitaba que pudiera produ­cirse un fenómeno telepático, aunque fuera de modo inconsciente, entre el dotado y él. El acta que levantó Casanueva tras la realización del experimento relata literalmente lo que si­gue:

"Entregada por mí la caja herméticamente sella­da al señor Argamasilla, a quien no pierdo de vista ni un sólo instante, a los dos minutos aproximadamente dice él: 'Vi un número, 240, y un escrito cortado cuya primera línea dice '...transmite como los derechos y obligacione' (falta la 's'). La segunda línea dice: 'El motivo porque el esclavo que podia estip' (la 'v' esta cortada por medio de la letra). Ordenado por mí que suspenda la lectura, extraigo el trozo de hoja que hay en la caja y la confronto ante testigos con lo dictado por el señor Argamasilla, resultando exacta la lectura.

Inmediatamente el señor Méndez Ormaza -inge­niero de minas-, estando en habitación distinta a la que ocupa el señor Argamasilla, corta un trozo es­cogido al azar, correspondiente a una hoja del 'Ro­mancero del Cid', sin verla ninguno de los corres­pondientes. Introducido dicho trozo en la caja de metal sin que lo vea Argamasilla, que perma­nece en habitación distinta, se le entrega aquélla, herméticamente cerrada, e inmediatamente dice: 'Veo un número romano formado por la L, la X, y tres III; debajo, escrito en tinta negra y papel grue­so hay escrito lo siguiente: Entre los nobles y el vulgo de este pueblo zamorano -coma- hablan­do con Diego Ordóñez -acentuada la O- está el viejo Arias Gonzalo. En las palabras que dice con pecho feroz y airado, hay una raya verde cortada'. Extraído el trozo de papel impreso y confrontado con lo dicho por Argamasilla, resulta absolutamente conforme".

[Nota del administrador: Como pueden saber quienes son dados a la indagatoria imparcial, poco tiempo después de este experimento hubo una gran polémica en torno a las capacidades de Argamasilla por causa de las pruebas a que lo sometió el mago y escapista Harry Houdini, quien determinó que el marqués era un "estafador". Nótese, no obstante, que (a) Houdini estuvo muy lejos de representar un investigador ecuánime, sino que el odio visceral que incubó contra los espiritistas estaba motivado por su egolatría publicitaria y rencor contra aquéllos tras la muerte de su madre, la cual según él habría dado "claves" convincentes de su permanencia en el más allá a través de médiums consultados, fallando éstos en su cometido; y (b) Harry dejó bastante que desear en el plano "profesional" según consigna la información disponible (http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:LqRJpzRAmzUJ:https://www.telegraph.co.uk/culture/10499625/Secret-behind-Houdinis-famous-escapes-unlocked.html&hl=es-419&gl=cl&strip=1&vwsrc=0, traducir en línea).

Después de todo, su ilusionismo tenía muy poco de "mágico", como puede apreciarse en la ulterior develación de sus "trucos" (https://curiosidades.fun/personajes/los-mejores-trucos-de-houdini-revelados/). "El resentido y narcisista que esté libre de pecado, que lance la primera piedra". Pues, ¿qué puede ser más cizañero, idiota y de mala clase que tratar de negar capacidades espirituales o parapsíquicas mediante "actos de magia" totalmente inútiles y superfluos para un desarrollo integral de la humanidad? ¡Gracias, Harrycito!]. 

Argamasilla (derecha) con Houdini.  


Analizando fríamente los hechos

El relato anterior corresponde a un experimento total­mente válido, realizado bajo el más riguroso de los controles; no hubo fraude y la capacidad mental del sujeto de la experimentación demostró ser auténtica y extraordinaria. Pero ¿se trataba de clarividen­cia, o era otro tipo de fenomenología paranormal afín o similar a ella, como la telepatía?

Intentemos analizar fríamente los hechos. Las páginas encerradas en la caja metálica, que Argamasilla leía con toda facilidad, tuvieron que estar en contacto directo con el instrumento de co­nocimiento del sujeto, los ojos en este caso, o directamente con su cerebro. ¿Cómo? ¿Fueron los ojos capaces de taladrar con su capacidad visual el metal de la caja?

Evidentemente no; hay que negar esa posibili­dad. ¿Emitieron las páginas desde el interior de la caja información suficiente para que la mente del dotado formara la imagen en su interior? En parapsicología moderna existe una corriente que defiende ésta última posibilidad, argumen­tando que todo en el Universo está rodeado por una especie de envoltura fluídica, a través de la cual todo se transmite simultáneamente y en to­das direcciones. A simple vista parece una tonte­ría más de parapsicólogos aficionados; aunque, quién sabe.

[Nota: véanse "Usos militares de la parapsicología" y "Los elementales y la Luz Astral", para ver cuán "tonta" puede "ser" la afirmación previa]. 

Pero centremos nuestra atención en hechos más concretos y creíbles. Supongamos que un sujeto "ve" cómo se produce el choque de dos aviones en el momento de despegar desde un aero­puerto. Lo ha contemplado simultáneamente al mo­mento en que el accidente se produjo, y el hecho es extraordinario o paranormal para él mismo y los demás.

Se trata obviamente de un dotado psíquico. Pero el investigador está obligado a plantearse si, quizá cerca del aeropuerto, en un lugar alto desde donde las pistas se contemplan perfecta­mente, no se encontraba en el momento de la catástrofe una persona que, en efecto, vio el choque de los aviones y luego, inconsciente­mente, transmitió de modo telepático las imágenes al supuesto vidente. No sería entonces clarivi­dencia, sino telepatía: transmisión de mente a mente.


Telepatía en el laboratorio

En teoría al menos, la telepatía puede producirse entre dos sujetos separados uno del otro por miles de kilómetros. Incluso se escribió -aunque no hay aporte de pruebas suficientes para creerlo- que se ha dado este hecho mediante transmisión de imágenes por un sujeto emisor desde las profundidades oceánicas, en el interior de un submarino nuclear sumergido bajo los hielos del Polo Norte, a un gabi­nete de investigación de una universidad en Estados Unidos donde las recibía otro telépata recep­tor con toda claridad, como si la distancia fuera sólamente de unos metros.

Admitamos la posibilidad. Pero lo que más nos interesa es comprobar si la telepatía puede demos­trarse en laboratorio, sometidos los supuestos telépatas a los severos controles de investigadores.

Las pruebas son muy sencillas. Bastan unas cartas, parecidas a los naipes de una baraja, en número de 25. Sustituiremos las figuras de los naipes por otras de tipo Zener: círculo, cua­drado, estrella, símbolo "+" y líneas curvas a modo de "olas". Cada símbolo deberá estamparse en cinco cartas. Colocaremos a la pareja de supuestos telépatas uno frente a otro; el emisor se encargará de ir levantando las cartas del mazo que sostiene en su mano y mirándolas, una a una, en el orden en que vayan apareciendo.

Tras mirar la figura que aparezca en cada car­ta, se concentrará en ella e intentará transmitir su imagen al receptor, quien a su vez se esfuerza por captar las representaciones que se le transmiten, e irá apuntándolas. Si los aciertos superan a los esperados por azar, se puede pensar que la facultad telepática existe, y habrá que asegurarse de ello mediante sucesivos experimentos.


Pruebas con los naipes Zener y su reemplazo

Las cartas Zener presentan ciertas ventajas so­bre las comunes: ofrecen sólamente cinco símbolos, muy diferentes entre ellos y muy fáciles de identificar o "ver" por sus trazos. Además, no existe posibilidad de confusiones entre palos y números.

El cálculo estadístico de aciertos -para averiguar si éstos se producen por encima de la media espera­ble por azar- es también sumamente sencillo, por­que como son 25 cartas repartidas entre cinco símbolos, la probabilidad de acierto por azar será 1/5; es decir, cada cinco cartas extraídas del mazo se deberá producir un acierto. Como es lógico, en las sucesivas extracciones la proporción variará, pero ese hecho no repercutirá grandemente en el valor estadístico de la prueba.

Actualmente, el mazo Zener se ha sustituido por dos paneles eléctricos e iguales, que se accionan con un pulsador o palanca. En la parte superior y en zona bien visible, se hallan estampa­dos sobre cristal separadamente las cinco representaciones que ya conocemos.

El sujeto emisor-telépata acciona el pulsador de un símbolo determinado, y el receptor situado a distancia -a ser posible en otra habitación- acciona­rá a la vez su aparato, pulsando el interruptor del símbolo que piense activó el "interlocutor". Este sistema es más preferido, porque se estima que con él puede comprobarse el fenómeno telepático puro sin posibilidad de confundirlo con clarividencia o precognición.

Aunque el mazo de cartas estuviera bien baraja­do, la mente podría captar por clarividencia la co­locación material de los símbolos, o adivinar qué carta va a salir después o antes de otras.


El efecto de declinación

En todas las pruebas de laboratorio que se llevan a cabo en investigaciones parapsicológicas, hay que tener en cuenta que los sujetos sometidos a comprobación van decreciendo en sus poderes o aciertos a medida que los ensayos se suceden y repiten. Es como si el cansancio hiciera mella en sus facultades. Por este motivo, no debe extrañarnos que el mismo sujeto proporcione resul­tados estadísticos con algunas diferencias e incluso muy dispares.

Los parapsicólogos conspicuos dicen que este declive en las facultades paranormales -lo que ellos llaman efecto de declinación- es un síntoma de que en efecto nos encontramos ante un dotado, y no existe truco.


La clarividencia, a prueba

También el mazo de cartas Zener, o sus símbolos impresos en paneles eléctricos, sirven para compro­bar en laboratorio la verosimilitud de clarividencia, pero se ha de proceder en otra forma que con los experimentos de telepatía.

En el caso de la clarividencia, no existe ni debe haber transmisión entre emisor y receptor. Por ello, la persona que baraja dichas cartas y luego las extrae del mazo, no deberá verlas nunca por la cara donde llevan impresos los dibujos. Tras mezclar y cortar el mazo, las irá elevando una a una, sin darles la vuel­ta. El sujeto sometido a prueba de clarividencia intentará adivinar qué símbolo lleva cada lámina. Se harán cinco montones, cada uno correspondiente a una figura, y al final de la prueba se hará el re­cuento de aciertos.

La probabilidad de aciertos por azar es 1/5, como en el caso de los experimentos para telepatía. Por encima de ese baremo habrá que comenzar a pensar en que existe realmente el fenómeno de clarividencia, pero por supuesto es necesario insistir con pruebas sucesivas.

Este experimento presenta una variante, que es preferida por muchos parapsicólogos, y con­siste en que las cartas no se retiran del mazo, sino que el supuesto clarividente indicará, y se apunta­rá así, el orden que presentarán las figuras den­tro de aquél. También algunos, más es­crupulosos, desean que el barajado se realice mecánicamente y que el mazo se sitúe lejos del sujeto para evitar así concomitancias o confusiones con otros fenómenos de precognición e hipe­restesia.


Electrónica y percepción sensorial

A partir de 1934, cuando Joseph Banks Rhine publicó los resultados de sus primeras experien­cias de laboratorio relativas a la percepción extrasensorial, algunos investigadores opinaron que, en muchos casos por lo menos, era convenien­te cambiar los símbolos Zener que era realmen­te muy claros, aunque poco sugerentes, por otros que motivaran más a los sujetos sometidos a investigación: por ejemplo, cartas con escenas eróticas, representaciones de animales, escenas sobrecogedoras, etc. Pero la técnica del experimento siguió siendo la misma, la que ya hemos descrito, aunque el paso del tiempo con su ímpetu tecnológico ha introducido innova­ciones en este sentido.

El mazo clásico ha sido reemplazado en muchos ca­sos por mecanismos de mayor sofisticación en que inter­vienen incluso pantallas televisivas en circuito cerrado.

Con unas técnicas u otras, la verdad es que se han hecho millones de pruebas cuyos resul­tados confirman, mediante estadística y cálculo de probabilidades debidas al azar, que la per­cepción extrasensorial es un hecho.


Un experimento sorprendente de Rhine

Entre los años 1933 y 1934 Rhine realizó una serie de pruebas muy interesantes sobre clarivi­dencia, en su departamento de la Universidad de Duke, concretadas por el procedimiento carta a carta entre los señores Pratt y Pear­ce.

Separados por una distancia de 100 metros, Pratt estaba encargado de ir extrayendo las cartas, y Pearce debía saber por clarividencia de qué naipe se trataba en cada caso. La extracción de la figura por parte de Pratt y su interpretación por Pearce debían realizarse simultáneamen­te; para ello, los relojes se sincronizaron al máximo. Los experimentos se llevaron adelante con todas las garantías, y de ellos se obtuvieron conclusiones impor­tantes.

La primera tanda de ensayos se hizo en seis días, con dos mazos de cartas por jornada -50 símbolos-, completando un total de 300 pruebas. Según la "suerte", cabía esperar como máximo 60 aciertos, y Pearce totalizó 119. Por azar, en una suma de prue­bas en torno a los mil millones, únicamente podría producirse el porcentaje que obtuvo Pearce una sóla vez.

Se realizaron después muchos experimentos con idénticas garantías, hasta un total de 1.850. Pearce obtuvo 558 aciertos, en vez de 370 esperables por azar. Sin embargo, el momento culminante de la serie sucedió un dia en que Pearce deseaba marcharse pronto. Rhine le ofreció 100 dólares por cada éxito que lograra en el mazo de los 25 naipes, y Pearce consiguió por única vez acertar el 100 por 100


Pruebas cualitativas para telepatía y clarividencia

En las experimentaciones para medir la realidad de la percepción extrasensorial, sobre todo en lo referente a telepatía y clarividencia, muchos inves­tigadores han preferido siempre obtener resulta­dos cualitativos en vez de cuantitativos. Según ellos, no es tan interesante cuantificar los aciertos, como constatar otros más cualificados; en pocas palabras, "el número importa menos".

Aclaremos esto con un ejemplo: en el mazo Zener, el sujeto sometido a prueba conoce de antemano que deberá acertar entre una de las cinco figuras en cada extracción; pero en una prueba cualitativa lo que deberá acertar es una imagen o dibujo totalmente desconocido (recor­demos la prueba a que fue sometido con éxito Argamasilla). Un acierto de este tipo demuestra de manera feha­ciente que el sujeto tiene poderes de clarividencia, y ni siquiera es necesario recurrir a cálculos de probabilidades de azar. Aquellas series interminables de pruebas a que eran sometidos los supuestos do­tados, durante días y días de forma monótona y agotadora, pueden perfectamente suplirse con dos o tres ex­perimentos de calidad en que además la intervención del azar, por mínima, siempre será insigni­ficante si es que se produce.

No pretendemos con ello restar valor a las series ya clásicas de pruebas cuantitativas realizadas bajo la dirección de Rhine, Tyrrel, Soal, Thouless y otros padres de la parapsicología. Tienen un valor probatorio indudable, pero conviene sumar a ellas otras comprobaciones cualitativas, sobre todo para eliminar la tentación de creer que "telepatía y clarividencia se reducen a cálculos matemáticos exhaustivos y siempre complejos".

La percepción extrasensorial, en cualquiera de sus manifestaciones, es algo mucho más rico en matices que el hecho de acertar unos símbolos muy fáciles, faltos de rasgos emotivos y suge­rencias. Todo tipo de pruebas debe ser utilizado y apreciado, y ni aún así es fácil la comprensión de unos fenómenos tan sorprendentes. Siempre se escapará lo esencial. Podremos afirmar que existen, y para eso sí van a servirnos las pruebas, cuantas más y más diversas mejor; pero su génesis y sus procesos tal vez sigan siendo absolutamente desconocidos durante mucho tiempo.


Factores psicológicos en el efecto de declinación

En cualquier caso, y dejando aparte los resulta­dos estadísticos, lo que sí han demostrado las prue­bas realizadas durante muchos años acerca de la realidad de la percepción extrasensorial es el vínculo que hay entre estos poderes mentales ocultos y la psicología. Prácticamente todos los in­vestigadores se dieron cuenta de ello y así lo hicie­ron notar.

Todos los sujetos supuestamente dotados obtenían mayor número de aciertos en las primeras pruebas, aparecía luego el efecto de declinación que ya conocemos, y finalmente el número de éxitos volvía a ascender durante los últimos experimentos. ¿Por qué? La ra­zón es muy sencilla: al comienzo, el interés del su­jeto por demostrar de manera indudable que era dotado se hallaba intacto, pero una vez logrados los primeros éxitos se presentaba el cansancio y la rutina, y la cantidad de aquellos se reducía. Durante los experimentos finales crecía el interés y se notaba en los resultados.

Queda claro, por tanto, que factores psicológicos como la falta de emotividad ante la monotonía de las pruebas y el cansancio, influyen en el desa­rrollo de la percepción extrasensorial. El declive en la motivación produce una falta de interés que al mismo tiempo disminuye la con­centración sobre el objetivo de la prueba. Y a la inversa: cuando se refuerza el motivo, los éxitos se multiplican. Recordemos el caso de Pearce, que a la espera de recibir la recompensa de 100 dólares por cada acierto sobre las 25 cartas del mazo Zener, ¡las acertó todas!

[Nota: es interesante constatar que una inmensa mayoría de gente parece rendir más y mejor en sus trabajos si hay suficiente estímulo monetario (impuesto desde fuera o por uno mismo), y muchas veces inútil, lo cual implica claramente poner las capacidades psíquicas latentes al servicio del mal o el materialismo, constituyendo así MAGIA NEGRA; véanse al respecto los artículos "La magia negra y su lavado de imagen" y "¿Cómo ganarse la vida correctamente?"].

Parapsicología y psicología, en estrecha rela­ción. Hay que pensar que los fenómenos inexplica­dos de la mente no son más extraordinarios que los que conocemos en su génesis y desarrollo. ¿O acaso no son sorprendentes la memoria y la capacidad de razonar?


Otras formas de clarividencia

En los últimos tiempos la investigación parapsi­cológica viene actuando junto con la psicolo­gía en el terreno de la percepción de estímulos subliminares, que no son otra cosa que aquéllos que se captan por debajo del nivel consciente y de los cuales no nos damos cuenta habitualmente.

Es un hecho suficientemente comprobado. La mente recibe cantidades enormes de estímulos que no dan lugar a conocimiento a nivel consciente. Incluso hay neurólogos que han tomado parte en esas investigaciones, constatando que por debajo de la más mínima intensidad de estímulos no se re­gistran corrientes nerviosas que pongan en acción el cerebro. Tal vez en este descubrimiento se halla la clave para desentrañar tantos misterios de la mente hu­mana.

En ocasiones esta facultad -que consiste en percibir esos estímulos sublimina­res por debajo del umbral mínimo- aparece en algu­nas personas esporádicamente, o bien otras la evidencian de forma continua, y los parapsicólogos la denominan hiperses­tesia. En realidad todos somos hiperestésicos; lo que pasa es que no procesamos habitualmente los estímulos... y habría que añadir afortunadamente. Pensemos en el martirio que supondría para un individuo que vive en una gran ciudad darse cuenta de todos los ruidos que llegan a su sistema auditi­vo... ¡sería para volverse loco!

Sin embargo, al hablar de hiperestesia en parap­sicología nos referimos a la capacidad que demuestran los llamados "dotados hiperestési­cos", es decir, los poderes que manifiestan -de ma­nera más o menos continua- algunos particulares capaces de captar estímulos que el resto de los seres humanos no percibimos ni procesamos como conocimiento.

Esta hiperestesia abarca diversos campos del conocimiento, como se puede comprobar consideran­do la clasificación que exponemos en seguida [por el especialista español José Luis Jordán Peña], y según se refiera a estímulos ópticos, visuales, ol­fativos, etc.


Clasificación de los fenómenos hiperestésicos

Hiperacusia: hipersensibilidad a los estímulos acústicos; agudeza del órgano de Corti.

Hiperosmia: desarrollo del sentido olfativo por encima del umbral normal.

Hiperafia: hiperestesia táctil que permite a la epidermis alcanzar una sensibilidad extraordina­ria.

Hiperfotopsia: agudeza óptica que presentan al­gunas personas capaces de percibir debilísimas imágenes luminosas.

Hipergeusia: capacidad gustativa altamente de­sarrollada que permite determinar débiles estímulos químicos sobre la lengua.

Hiperalgesia: facultad centrada en las termina­ciones nerviosas de la epidermis sensibles al dolor, al ser excitadas con débiles estímulos.

Hipertermoestesia: agudeza hipersensible obser­vable en los neurosensores cutáneos para captar débiles gradientes de temperatura.

Xenoestesia: extraña capacidad que presentan ciertos individuos para captar estímulos físicos ta­les como radiaciones ultravioletas o campos magnéticos, para los cuales el ser humano no cuen­ta con neurorreceptores especificos.

Parestesias: inversión de la función sensora de ciertos órganos que permite recibir estímulos no específicos de su propia capacidad receptora.

Visión dermo-óptica: susceptibilidad parestésica observada en algunos sujetos capaces de leer y distinguir colores con la yema de los dedos.

Cumberlandismo: capacidad integradora de va­rias funciones hipersestésicas, especialmente la táctil, que permite predecir la conducta de otra persona y valorar su estado anímico.


Psicometría e hiperestesia

La psicometría es una capacidad clarividente que manifiestan algunas personas dotadas, consis­tente en adivinar mediante un conjunto de sensa­ciones táctiles, donde por supuesto interviene un grado de sensibilidad muy elevado. En este proceso se captan sensaciones que po­nen en marcha los mecanismos que hacen posible la adivinación. 

Supongamos que un dotado será sometido a una prueba psicométrica, mediante la cual pretendemos que, utilizando como testigo motivador una fotografía, adivine cosas referidas a la persona cuya imagen aparece en ella. El proceso es como sigue: el sujeto tomará en sus manos la instantánea y, concentrándose tanto como pueda en lo que hace y pretende lograr, deslizará sus dedos delicadamente sobre la superficie de la misma varias veces, intentando recibir sensacio­nes. Si el fenómeno psicométrico se produce, el dotado comenzará a adivinar detalles refe­rentes al sujeto que aparece en dicha imagen.

Otros prefieren realizar sus pruebas de psicometria utilizando, en vez de una fotografía, un objeto que haya pertenecido a la per­sona sobre la que se desea adivinar; en este caso y a ser posible, un ítem de uso diario y querido por su dueño. Se establece así una relación más rápida entre los factores que intervienen en este tipo de evento adivinatorio.

Algunos curanderos [genuinos] emplean métodos similares para lograr -o por lo menos intentar- sanaciones a distancia. Toman una fotografía de la persona enferma y se concentran sobre su imagen, inten­tando transmitir a través de ella sus fluidos benéficos.

La imagen es un elemento muy importante en las prácticas parapsicológicas, como fue y sigue siéndolo en magia tanto blanca como negra. Algo parece haber en la efigie de una per­sona que la liga con lazos sutiles pero indestructibles. Lo que se haga sobre esa representación, si se tienen poderes para ello, repercutirá sobre el individuo que reproduce la misma.