La idea moderna es fundamentalmente distinta del concepto antiguo sobre progreso y hay una gran brecha que separa las dos visiones de mundo. El criterio contemporáneo es fruto intelectual de un resurgimiento popular reaccionario de la Europa renacida en el siglo XVIII contra muchos años de excesos eclesiásticos y opresivos. Representó un rechazo de lo sobrenatural y milagroso, del dogma teológico sobre el "plan de Dios para liberar la humanidad" de acuerdo con la "inescrutable voluntad divina", y una afirmación contracultural de la fe en el poder del individuo para moldear su propio destino sin necesidad de alguna supuesta intervención providencial, sino por el ejercicio de la razón humana innata, la innovación y la exploración científica. La brillante eflorescencia de la civilización científica e industrial europea posterior a la Ilustración y sus preciados valores y objetivos pronto se extendieron por todo el mundo para convertirse en ícono de modernidad y progreso, a cuya marcha irresistible las sociedades tradicionales más antiguas cedieron terreno.
El tema principal en la noción moderna de progreso es el avance económico a través de innovación científica e industrialización, además de un desarrollo social y político consistente con ello. Se trata de crear riqueza material mediante la exploración y explotación de las bondades en la naturaleza como suministro para la producción industrial de bienes y servicios de consumo en una escala cada vez mayor, y la distribución de sus frutos por el mecanismo económico de libre mercado. Los brillantes avances realizados en ciencia, tecnología, industria y comunicación; los mejores niveles de vida en términos de adquirir cada vez más objetos de lujo y disfrute, y un mayor acceso a salud, educación, información, viajes o sufragio universal sólo confirmaron la fe en el progreso y fortaleció la resolución de mantener la elevada trayectoria de esa bonanza a cualquier costo. En resumen, la escala cada vez mayor de producción y consumo se considera "marca distintiva" e "índice" de crecimiento.
Pero la búsqueda de esta ideología no ha estado ajena a consecuencias catastróficas como guerras devastadoras, disturbios sociales, fundamentalismo religioso reaccionario, desastres ecológicos a menudo irreversibles, desplazamientos y migraciones forzadas para millones de indígenas y trabajadores del mundo rural -y cuyo empobrecimiento se debe a la destrucción de sus medios tradicionales de sustento y su acceso a los dones de la naturaleza-, concentración de riqueza y poder en manos de unos pocos y abismos cada vez más numerosos entre ricos y pobres, problemas psicológicos derivados del estrés en el acelerado y vertiginoso ritmo de la vida competitiva, los efectos deshumanizantes en los estilos de vida mecanizados y artificiales, así como el desafecto, el descontento y los conflictos que generan necesariamente las inequidades sociales; todos estos son algunos de los síntomas portentosos en la búsqueda de una idea de progreso y que no tiene para ello un ideal más elevado que la búsqueda egoísta de riqueza, poder y lujo materiales. La codicia insaciable es su fuerza motriz y por lo tanto tiene necesariamente en sí mismo las semillas de su propio fin ignominioso.
En su severa acusación sobre la humanidad moderna, Helena Blavatsky describe gráficamente cómo la "civilización" se convierte en un genio destructor y degradante para la sociedad cuando se ve desprovista de un verdadero ideal espiritual. La mera búsqueda de unión entre naciones en el plano material para obtener beneficios económicos no sólo es contraproducente sino también ruinosa para la cultura humanista. En la evidente y terrible crisis en que se hallan hoy las naciones occidentales se aprecia cuán proféticas fueron sus sabias y previsoras palabras. La autora escribió lo siguiente en su artículo "Civilization, The Death of Art and Beauty":
"Es esta tendencia universal que al impulsar a la humanidad mediante su ambición y codicia egoísta hacia una persecución incesante de riqueza y obtener a cualquier precio las supuestas bendiciones de esta vida, hace que aspire o más bien gravite al plano más bajo de apariencia vacía. El materialismo y la indiferencia para todos exceptuando al logro egoísta de riqueza y poder y la sobrealimentación en la vanidad personal y nacional han llevado gradualmente a las naciones y los individuos a un olvido casi completo de los ideales espirituales, del amor a la naturaleza y a la correcta apreciación de cosas. Como una espantosa lepra, nuestra civilización occidental se ha abierto camino por todos los rincones del globo y endurecido el corazón humano. 'Salvar almas' es su pretexto engañoso y mendaz; y el objetivo real es la codicia por ingresos adicionales a través del opio, el ron y la inoculación de vicios europeos" ("She Being Dead Yet Speaketh", p. 29-30).
Dice también que es la falta de percepción mística -la "ceguera del alma y sequía espiritual"- lo que "había infectado a casi todas las clases sociales, estableciéndose como una enfermedad crónica llamada escepticismo y la negación de todo menos la materia" (H.P.B. Series, n° 6, p. 3). Es el carácter interno lo que forma el ambiente exterior, y el efecto letal de la bancarrota espiritual lleva a la destrucción de todo lo natural, bello y noble para convertirse en un instrumento de tiranía. Nada podría ser más apropiado y proféticamente exacto que su advertencia en cuanto a las consecuencias que Blavatsky describió:
“Debido a la marcha triunfante e invasión 'civilizatorias', se sacrifica a la naturaleza así como al individuo y la ética y se están volviendo artificiales. Los climas están cambiando y la faz del mundo entero pronto se verá alterada. Bajo la mano asesina de los pioneros de la civilización, la destrucción completa de bosques primarios está provocando el secado de los ríos (...) Prácticamente los países tropicales se están volviendo fríos y lluviosos, y las tierras fértiles amenazan con transformarse pronto en desiertos arenosos. Unos cuantos años más y no quedará un sólo lugar rural inviolable por especulación vulgar dentro de un radio de ochenta kilómetros en torno a nuestras grandes ciudades" ("She Being Dead Yet Speaketh", p. 31-32).
Tal es el escenario moderno tan claramente previsto y advertido por Blavatsky hace ciento treinta años. El calentamiento global, el derretimiento de los glaciares, la contaminación de tierra/agua/aire con sustancias químicas tóxicas y mortales que afectan la salud humana y animal, el cambio climático, la desertificación y sus consecuencias catastróficas son claramente evidentes, advertidas por científicos y criticados por la masa desde la base de movimientos, pero los gobiernos y poderosos intereses comerciales no están dispuestos a cambiar. Blavatsky continúa mostrando cómo la antigua belleza artística tradicional, la creatividad y lo pintoresco han sido sustituidos por la nivelación civilizatoria-omnidestructora con grotescos mimetismos artificiales acompañados por la correspondiente ganancia en hipocresía y moral prostituidas. La escritora termina su ensayo "Civilization, Death of Art and Beauty" con un indicio de que debemos anhelar la inspiración de un ideal más elevado y un objetivo más noble, siguiendo a los ancestros olvidados e incomprendidos quienes crearon civilizaciones egregias y con cuya grandeza ni siquiera podemos soñar, si deseamos que esta presente cultura no se convierta en una ruina envolvente.
Edmund Burke decía: "La gente no anhela la posteridad que nunca mira a sus antepasados". Es en los ancestros donde debemos buscar ideales de vida más dignos que un simple avance material para reforma y reconstrucción. El antiguo arquetipo indio siempre había sido el logro de la sublime perfección humana y la iluminación a través del entendimiento sobre la unidad del ser humano con lo Supremo, y llevar la vida individual y comunitaria para armonizarlas con el Orden Moral del Universo (Dharma)- la Ley del Ser Real humano- en el cual de por sí yacen la felicidad más elevada y el único medio de emancipación final para todos. De acuerdo con Pitágoras y Platón el ideal más elevado era alcanzar el conocimiento perfecto de lo que realmente existe en contraste con la mera visión; de la Idea Suprema o Primer Principio de todas las cosas del cual todo deriva su existencia; de todo el orden, la armonía, belleza, excelencia y bondad que impregnan el Universo, el Bien Supremo o "el Dios sobre todo" (Isis, I, xii). Las Instituciones Mistéricas en la antigüedad de Grecia y Egipto y encabezada por grandes hierofantes eran el custodio de la Ciencia Sagrada con miras a una perfectibilidad humana, parte de la cual sólo se destacaba en la enseñanza pública bajo símbolos y alegorías como estímulo para la virtud y el deber, mientras que en su totalidad los terribles misterios de dicho saber estaban reservados sólo para quienes eran considerados idóneos para iniciarse en ella, y únicamente a ellos se revelaba el significado oculto de las enseñanzas y prácticas religiosas públicas o exotéricas. Tal era la idea de progreso en la antigüedad. En el artículo "Progress and Culture" Blavatsky señala:
"La cultura real es espiritual. Procede desde dentro hacia fuera, y a menos que una persona sea naturalmente noble y se esfuerce por avanzar en lo espiritual antes de hacerlo en el plano físico o exterior, tal cultura y civilización no serán mejores que los sepulcros blanqueados repletos con los huesos de hombres muertos y putrefactos" (H.P.B. Series, n° 2, p. 36).
Sólo un agregado de pensamientos, aspiraciones y esfuerzos en la vida de los individuos -ya sea vinculados a un país o civilización- que tienen como fuente e inspiración los ideales de la Vida Superior aliada al Ser Divino humano, nunca puede perecer cuando finaliza la vida física, sino que se asimila a su Ego Divino ya que dicho progreso se suma a su avance en la Eternidad hacia la transformación y perfección finales, pues si la vida de alguien no produjo tal fruto espiritual, nada sobrevivirá a su muerte. Tal existencia, aunque aparentemente llena de gloria material y logros intelectuales, se ha experimentado en vano ya que todos esos aspectos perecen con su cuerpo mortal. Así es el caso con cada nación y cultura en donde los Egos actúan juntos construyendo y reconstruyendo ciclo tras ciclo. Debe producirse un fruto espiritual que de por sí sobreviva para enriquecer el mundo con objeto de acelerar el avance de la humanidad a la siguiente esfera superior del Ser y de allí a su perfección final. Y ése es el propósito de la civilización.
Los Profesores de Teosofía sostienen que la civilización actual está en la encrucijada y ha llegado su momento de elección. La añoranza espiritual humana se reafirma y los signos de este fenómeno son evidentes en todas partes. La enorme injusticia social, la destrucción del medio ambiente y esa profunda desafección con el mero avance material que deja sin cubrir las necesidades del alma humana han despertado la voz de la conciencia en las masas para protestar contra el estado de cosas y cuestionar las suposiciones modernas en filosofía socioeconómica y su pseudo-noción de "progreso". Muchas personas de todos los ámbitos y en varias partes del globo persiguen y experimentan vigorosamente la búsqueda de un paradigma alternativo de desarrollo humano que sea inclusivo y basado en compasión, equidad y justicia en consonancia con los ciclos de la Naturaleza y no su transgresión. Se está reconociendo cada vez más la interdependencia e interconexión de toda la vida en la Tierra al formar una red en la cual el ser humano es parte integral, y popularmente se conoce como el planteamiento filosófico de "Ecología Profunda" al reconocer y aceptar que las civilizaciones antiguas consideraban a la Naturaleza como divina y vivían en perfecta armonía con el orden natural.
La tendencia y el género del cambio revolucionario que se está produciendo en la psique humana actual son claramente éticos y filosóficos, pero no está exento de desafíos en términos de la oposición desde los poderosos intereses creados que mantendrían el status quo a cualquier costo. Todo esto fue claramente previsto por los grandes Fundadores del Movimiento Teosófico, que una vez más y al romper el silencio de siglos entregaron parte de la antigua filosofía omniabarcante de Religión-Sabiduría que por sí sola hará posible el establecimiento de un orden mundial basado en compasión y justicia absolutas donde cada uno vivirá para todos y todos para uno en cooperación mutua y amor fraternal. Todo esto depende de un cambio en la mente y el corazón de la especie por medio de una amplia difusión de ideas teosóficas, especialmente las doctrinas de Karma y Reencarnación. Dice H.P.B.: "la Teosofía real es ALTRUISMO y no podemos repetirlo con demasiada frecuencia. Es amor fraternal, ayuda mutua y devoción inquebrantable a la Verdad. Una vez que los individuos se den cuenta de que sólo en ellos se puede encontrar la verdadera felicidad y nunca en la riqueza, las posesiones o cualquier gratificación egoísta, las nubes oscuras se alejarán y una nueva humanidad nacerá sobre la Tierra. Entonces y en la práctica la EDAD DORADA estará allí" (U.L.T. Pamphlet n° 17, p. ii).