24 de julio de 2022

Enigmas al interior de la Tierra (9 de 12)

David Pratt
Mayo 2001, última revisión abril 2016


Contenidos (final Parte C):

04. Vuelos de imaginación
05. Auroras y polos geomagnéticos


04. Vuelos de imaginación

El Polo Sur geográfico fue conquistado por primera vez el 14 de diciembre de 1911 por el explorador noruego Roald Amundsen. El 17 de enero de 1912 se alcanzó nuevamente con un itinerario distinto, por parte de un equipo británico dirigido por el capitán Scott, quien se atribuló al ver allí la bandera de Amundsen, y en su viaje de retorno los cinco integrantes perecieron durante una borrasca de nieve.

Los partidarios de la Tierra hueca no han podido encontrar muchos fenómenos extraños en la Antártica para desentrañarlos en términos de una "entrada polar". Algunos declaran que el agujero austral es más pequeño que su homólogo al norte, o que éste último se halla completamente cubierto de hielo. Ningún terrahuequista moderno sostiene que exista una abertura centrada en el propio Polo Sur; claramente éste último es un punto único situado en una meseta de 3000 kms. en altura y al que puede llegarse por diferentes vías. Asimismo, desde 1956 ha habido una base científica tripulada y permanente en dicha locación.


En 1929 Richard E. Byrd fue la primera persona en volar sobre el Polo Sur; a diferencia de su travesía al septentrión, la segunda no despertó gran controversia. Sin embargo, Byrd pasó a dirigir varias expediciones relevantes a la Antártica, obteniendo valiosos datos científicos por inspección de vastas superficies del continente blanco y cartografía de sus costas y cordones montañosos. Algunos teóricos conspirativos han dedicado mucho tiempo a distorsionar sus conclusiones y asertos para apoyar la idea de grandes orificios polares.

En 1959 F. Amadeo Giannini publicó un libro extremadamente inusual llamado Worlds Beyond the Poles, en el cual presentó su teoría de que nuestro planeta estaba vinculado a la Luna y otros astros por una extensión de tierra continua. Citó un anuncio de radio supuestamente hecho por Byrd desde su base ártica en febrero de 1947: "Me gustaría ver la tierra más allá del polo. Esa área es el centro de la gran desconocida" (1). El autor también aseveró que en este viaje al norte Byrd voló 2700 kms. "más allá de esa tierra" antes de regresar a su base, y pasó por alto "tierras y lagos sin hielo, y montañas donde el follaje era abundante. Por otro lado, una breve reseña del vuelo -aparecida en un periódico- sostuvo que cierto miembro de la tripulación del almirante observó un animal monstruoso con apariencia verdosa, moviéndose por la maleza de la tierra más allá del polo" (2). De igual modo, Giannini interpreta esta última frase como la "región celeste" que conectaba la Tierra con la Luna y otros planetas.

Su historia sobre el vuelo por Byrd en 1947 fue repetida en la revista The Flying Saucers (diciembre de 1959) para un artículo sensacionalista escrito por el editor Ray Palmer, y quien la utilizó para apoyar el supuesto de una Tierra hueca. Palmer dijo que Byrd debió haber volado parcialmente al interior de ella, y que esta verdad fue encubierta. También expresó que los platillos voladores eran procedentes del mundo interno.

Hay un pequeño problema con la historia acerca de Byrd: en febrero de 1947 estaba oficialmente en la Antártica, no el Ártico. Era oficial a cargo de la Operación Highjump, perteneciente a la Expedición Antártica de la Marina Estadounidense, donde participaron trece barcos tripulados por 4000 efectivos. De acuerdo con su artículo sobre el periplo en National Geographic (octubre de 1947), Byrd llegó a Little America el 29 de enero de ese año. El 15 de febrero dos aeroplanos, uno de ellos pilotado por Byrd, volaron al Polo Sur y después hacia la "tierra misteriosa de más allá" como la denominó Richard. Recorrieron cerca de 160 kms. hasta la latitud 88° 30' S, luego tomaron dirección este y arribaron al meridiano 45 E para volver a Little America. En total cubrieron cerca de 16.000 kms. cuadrados "de la comarca allende el polo", y según Byrd todo lo que vieron fue un "abrumador desierto blanco de horizonte a horizonte". El capitán señaló que este vuelo desde la base y el regreso completó 2900 kms. y tomó 12 horas; evacuaron Little America el 23 de febrero y el grupo retornó a EE.UU. el 14 de abril.

Algunos lectores de Ray Palmer le refirieron estos hechos, y en la edición de febrero de 1960 para The Flying Saucers dijo que, a su parecer, el vuelo en cuestión entró en el orificio del Polo Sur y Giannini falseó el trayecto a la localidad boreal. Éste, sin embargo, se mantuvo firme y aseveró que en 1947 Byrd viajó al Ártico tras abandonar la Antártica, añadiendo inclusive que la Oficina de Investigación Naval en Nueva York le había permitido transmitir un mensaje radial de buena suerte a Byrd en su base ártica. Giannini agregó que el vuelo al norte por Byrd fue reportado en el New York Times y otras publicaciones, hasta que Washington impuso la censura. Palmer declaró que sus lectores pesquisaron minuciosamente todas las bibliotecas del país, pero no encontraron nada para confirmar el vuelo al septentrión (3); de este modo, se concluye que Giannini era un mentiroso flagrante o sufría un estado mental muy confuso y desequilibrado. Otro problema serio con el supuesto recorrido boreal es que durante febrero es verano en la Antártica e invierno en el extremo norte, y asimismo la oscuridad permanente no proporciona las condiciones ideales para un vuelo a ese sector, menos aún avistar un "un monstruo verdoso que se desplazaba entre la maleza"...

En 1955-1956 Byrd condujo otra gran travesía antártica conocida como Operación Deep Freeze. En su libro, Giannini trae a cuento el siguiente anuncio radial: "El 13 de enero [1956] los miembros de la expedición norteamericana realizaron un vuelo de 4300 kms. desde la base en McMurdo Sound, que está a 640 kms. al oeste del Polo Sur, y penetraron en una extensión terrestre de 3700 kms. más allá del polo" (4). El relato de Byrd en The National Geographic (agosto de 1956) establece que entre el 3 y 14 de enero, mediante diez vuelos originarios en dicha base -por aviones de largo alcance de la Marina-, se observaron aproximadamente 1.290.000 kms. cuadrados de la Antártica hasta entonces desconocidos. El 8 de enero Byrd voló desde McMurdo sobre el "área de inaccesibilidad" en el corazón de la Antártica oriental, y luego hacia el Polo Sur. Al momento de su regreso había completado 3700 kms. en poco más de 11 horas.

Palmer y otros terrahuequistas asumieron que Byrd exploró 3700 kms. más allá del Polo Sur en una dirección, señalando que esto significaba "más allá de la Antártida", a menos que hubiera ingresado a una cavidad polar, pero está claro que cuando Byrd habla de "la misteriosa tierra" simplemente se refiere a la parte inexplorada del continente, y "más allá" del extremo austral desde el emplazamiento norteamericano en la plataforma de hielo Ross.


Vuelos realizados durante las expediciones de 1947 y 1956 a la Antártica (5).

El absurdo sobre las expediciones de Byrd llegó a su punto máximo con la publicación del diario "secreto" que consignaba el supuesto vuelo "más allá del polo boreal" en 1947 (6). El "material" relata que cuando el almirante se acercaba a su objetivo pasó por valles verdes y vio un animal parecido a un mamut. Súbitamente y de la nada, aparecieron tres platillos volantes con esvásticas en el fuselaje e hicieron que su aeroplano descendiera por obra de una fuerza desconocida. Byrd entonces fue escoltado por dos hombres apuestos, altos y rubios con acento alemán y lo llevaron ante un viejo sabio llamado "Maestro", quien informó a Byrd que ha ingresado al mundo interior de los "Arianni". También le aseguró que los humanos en la superficie debían terminar la manipulación de energía atómica o padecerían una "nueva edad oscura de destrucción". De igual forma, "Byrd" registró que al volver al mundo exterior las fuerzas de seguridad le ordenaron permanecer en silencio. Increíblemente, aún hoy existen terrahuequistas que creen a pie juntillas en semejante idiotez.

Durante la exploración antártica por la Marina estadounidense en 1947, se encontraron áreas libres de hielo con lagos de agua dulce en medio de colinas rocosas y yermas de color marrón (7). El sector más llamativo, cercano a la costa Queen Mary en la Tierra de Wilkes (SE del continente blanco), estaba completamente descongelado por al menos 480 kms. cuadrados, y el almirante Byrd lo llamó "el descubrimiento más sorprendente de la expedición". El lago cobijaba incontables millones de algas verdes, azul-verdosas, rojas y marrones, cuya explicación oficial era que las áreas rocosas expuestas por un glaciar en retirada o vientos predominantes absorberían gran cantidad de calor en los meses de verano con luz duradera, y esto se irradiaba nuevamente en forma gradual, aunque en algunos casos se sospechó de fuentes térmicas subterráneas. La travesía alemana a la Tierra Reina Maud en 1938-1939 también realizó algunos hallazgos sorprendentes, incluido un "grupo de colinas bajas salpicadas con muchas lagunas y totalmente libre de hielo y nieve", parecida a la región estéril de manantiales calientes en Islandia (8). Sin embargo, nada de esto es un indicador de relevancia para una "abertura polar".

Jan Lamprecht presenta argumentos muy tenues para las "entradas" en los polos Norte y Sur (9), alegando que la demora en los ecos radiales podría clarificarse por ondas análogas que entraban en el planeta mediante un agujero polar, rebotando al interior y luego salían otra vez. Sugiere también que el movimiento de aire dentro y fuera de dichas oquedades explicaría ciertos fenómenos meteorológicos, como las extrañas nubes avistadas en Gran Bretaña y Norteamérica. Lamprecht agrega que tras el accidente de Chernobyl en abril de 1986, ciertos científicos descubrieron una elevada concentración de lluvia radiactiva a 38 kms. del Polo Sur, depositada a finales de 1987 o principios de 1988, y unos veinte meses posteriores a la catástrofe. Se sabe que la lluvia radiactiva de pruebas nucleares en el Hemisferio Norte demora ese tiempo en llegar al extremo boreal, pero según Lamprecht y dado que este es el único lugar en la mitad sur donde se encontró radioactividad de Chernobyl, el material atómico se infiltró en la abertura norte y emergió por el extremo opuesto. Una interpretación alternativa es que algunos restos radiactivos se dispersaron en la estratosfera inferior, hasta por lo menos 15 kms. de altitud, y una pequeña parte pasó por encima de la convergencia ecuatorial y alcanzó el Polo Sur (10).


Referencias

1. F. Amadeo Giannini, Worlds Beyond the Poles: Physical continuity of the universe (1959), Mokelumne Hill, CA: Health Research, 1977, p. 13.

2. Ibídem, p. 151.
3. Raymond Bernard, Flying Saucers from the Earth’s Interior, Mokelumne Hill, CA: Health Research, sin fecha, p. 48-9, 84-5; Walter Kafton-Minkel, Subterranean Worlds: 100,000 years of dragons, dwarfs, the dead, lost races & UFOs from inside the earth, Port Townsend, WA: Loompanics Unlimited, 1989, p. 196.

4. Worlds Beyond the Poles, p. 14.
5. Joscelyn Godwin, Arktos: The polar myth in science, symbolism, and Nazi survival, Grand Rapids, MI: Phanes Press, 1993, p. 128.

6. The Missing Diary of Admiral Richard E. Byrd, New Brunswick, NJ: Abelard Productions, 1990; v-j-enterprises.com/byrdiar.html.

7. Richard E. Byrd, "Our Navy explores Antarctica", The National Geographic Magazine, octubre 1947, p. 429-522 (lámina VIII y páginas 475, 498-500).

8. Arktos, p. 126.
9. Jan Lamprecht, Hollow Planets: A feasibility study of possible hollow worlds, Austin, TX: World Wide Publishing, 1998, capítulos 11 y 12, p. 500-3.

10. Zbigniew Jaworowski, "Observations on the Chernobyl disaster and LNT", Dose Response, v. 8, n° 2, 2010, p. 148-71, ncbi.nlm.nih.gov.


05. Auroras y polos geomagnéticos

Las auroras observadas en regiones polares constituyen uno de los fenómenos más bellos y misteriosos de la naturaleza. Desde el espacio prorrumpen como anillos difusos que rodean esas zonas, y se centran aproximadamente en el polo geomagnético. Vistas desde el suelo, pueden adoptar la forma de arcos luminosos, bandas o "parches", y en su faceta más impresionante semejan cortinas multicolores de luz ondeante y arremolinada, divididas por "espigas" y flámulas en movimiento a través del cielo, una aparición que los vikingos llamaban "lanzas de Odín". Por lo general, las auroras están alineadas longitudinalmente a la dirección del campo magnético local.

Vista mejorada por informática de una aurora boreal desde el espacio, 22 de septiembre de 1996. El punto amarillo marca el polo norte geográfico, y el rojo señala al norte magnético (formontana.net).

Como indica William Corliss, incluso las auroras "normales" no han revelado todos sus secretos: "(...) se asocian débilmente con actividad solar y tormentas geomagnéticas, por cuanto suponemos que las ráfagas de partículas eléctricamente cargadas y emitidas por el Sol ayudan de alguna forma a 'prender fuego' en los cielos polares. Pero más allá de estas generalidades, hay muchos detalles que no entendemos" (1). Añade que las auroras anormales, como las producidas cerca de la superficie terrestre y aquéllas con geometrías curiosas, revelan estados aún más profundos de nuestra ignorancia acerca de estos espectaculares eventos.


Auroras boreales (2).

La exégesis aceptada es que la luz de estas manifestaciones es producida por descargas eléctricas de alto vacío provenientes del Sol (3). El 98% de las partículas cargadas (principalmente electrones y protones) que alcanza la Tierra desde el Astro Rey es desviado por el campo magnético terrestre, mientras que el resto ingresa en la magnetosfera con forma de "cometa" -aunque no está claro exactamente dónde y cómo-, y luego se almacenan en un modo desconocido. Se piensa que las partículas generadas por auroras emanan de la lámina plasmática al interior de esa "cola magnética" planetaria, siendo sometidas a velocidades cercanas a una quinta parte de la lumínica (200 veces su rapidez original) -otra vez, por un mecanismo indeterminado- y son dirigidas por el campo magnético de las regiones polares. Aquí descienden a la atmósfera y producen auroras cuando chocan con átomos de oxígeno y nitrógeno en la ionosfera, en alturas que van desde +900 kms. hasta unos 70. Debido a que los iones se hallan excitados, desprenden radiación en múltiples longitudes de onda y creando los colores característicos de dicha "cortina celestial" (amarillo-verdoso, azul y rojo o rojo-púrpura).

En su obra The Aurora Watcher's Handbook, Neil Davis escribe: "Sorprendentemente, los investigadores aún no entienden por qué [las auroras] se producen bajo formas discretas en lugar de resplandores difusos en una amplia región del cielo. De alguna manera, la razón debe estar ligada al comportamiento de la materia en el estado de plasma" (4).

Los científicos creen que la mayor parte del Universo se compone por plasma (cuarto estado de la materia) en forma de gas ionizado, es decir, donde al menos parte de sus átomos se disocian en iones positivos y electrones libres. Se dice que toda la región desde el centro solar hasta la parte inferior de la ionosfera terrestre corresponde al nivel plasmático. Los especialistas reconocen que todavía tienen mucho por aprender sobre ello; de hecho, la Teosofía implica que lo que actualmente se etiqueta bajo ese nombre, en ocasiones incluye fases elevadas de materia.

Los expertos han sugerido varias explicaciones para los movimientos de auroras y cambios en su apariencia. Un factor importante sería la deformación de corrientes de partículas entrantes por campos magnetoeléctricos simultáneos, pero se piensa que pueden operar mecanismos adicionales. Hasta hoy se desconoce el origen de la variación en el brillo de auroras y el nivel general de actividad durante periodos de varios minutos.

La desintegración de auroras es la parte más activa y estupenda de su despliegue moderado a extenso. Generalmente dicha fase es seguida por una "aurora pulsante" mucho más débil y menos brillante, que consiste en manchas de luz que se prenden o apagan en un patrón que va desde 0,1 segundos a más de 20. Esta actividad puede continuar durante el resto de la noche, y a veces tales pulsaciones se superponen a resplandores aurorales fuertes. La causa de estas variantes es un enigma, pero por lo general se acompaña de pulsaciones geomagnéticas.

Las auroras en el Hemisferio Norte tienden a ser más refulgentes que sus contrapartes australes, y a menudo en ambos territorios son imágenes especulares unas de otras, pero a veces esta conjugación se descoordina, sobre todo en latitudes más altas. Un hallazgo inaudito es que las auroras pulsantes, por el contrario, son siempre exactamente sincrónicas en los extremos opuestos de la Tierra, y varían su brillo en el mismo momento dentro de una fracción de segundo, a pesar de que sólo son cuasi-periódicas y tienen un elemento aleatorio fuerte. Esto apunta a una causa común, aún no identificada, que quizás se sitúe en el plano ecuatorial y equidistante de los polos.

Aurora en la Antártica (antarctica.gov.au).

Las auroras de nivel bajo (menos de 60 kms.) y próximas al suelo son consideradas imposibles, ya que las partículas entrantes no deben tener suficiente energía para penetrar hasta las profundidades atmosféricas; sin embargo, existen reportes muy confiables de tales apariciones. Además de las auroras a bajo nivel, la evidencia sobre descarga eléctrica adventicia de tierra a atmósfera durante el despliegue auroral incluye el hecho de que algunos "mantos de luz" tienden a seguir líneas de costa, despiden olores a ozono/azufre o "electricidad" detectada en conjunción con auroras de bajo nivel y alta actividad, y además presentan efectos eléctricos de superficie asociados con este fenómeno colorido (5). También es anómalo que las tormentas geomagnéticas y auroras a veces parezcan correlacionarse con tempestades eléctricas, nubes y presión atmosférica (6). Las partículas cargadas procedentes del Sol no debieran contener tanta energía para afectar el clima, aunque algunos científicos creen que de alguna forma las auroras actúan como "disparadoras".

Otro fenómeno desconcertante es el sonido de las auroras, descrito como silbante, tremulento y de "chaquido" (7). La teoría actual coloca a esas manifestaciones a altitudes tales que el cuasi-vacío atmosférico no debería transmitir un sonido audible de modo eficaz. Por otra parte, suelen transcurrir varios minutos entre la génesis de una aurora y su sonido; no obstante, éste último tiende a sincronizarse en cierta medida con el movimiento de dicha "cortina", sugiriendo que la producción y transmisión acústicas convencionales están fuera de lugar, excepto tal vez en el caso de auroras con bajo nivel. Las hipótesis incluyen percepción directa de radiación electromagnética desde auroras como sonido, descargas eléctricas en la superficie terrestre inducidas por aquéllas, y ondas de muy baja frecuencia generadas por partículas de viento solar que actúan sobre transductores como el cabello humano.

Aunque las auroras son más intensas en los máximos del ciclo solar de 11 años, no todas las erupciones en nuestra estrella desencadenan dicho espectáculo. Al parecer, mientras el Sol nutre con partículas cargadas a la Tierra, ésta "controla" la aurora de algún modo, e igualmente existen motivos para cuestionar si la aurora se atribuye únicamente a iones procedentes de aquél; así, una teoría alternativa y propuesta a mediados del siglo XX es que el origen principal son las corrientes eléctricas suscitadas en la Tierra que fluyen a regiones polares magnéticas norte/sur y luego se incorporan a la atmósfera, donde se ionizan gases en las capas superiores y más enrarecidas, produciendo entonces una aurora. Finalmente, la electricidad regresa a la Tierra en latitudes más bajas, formando una circulación análoga y continua por todas partes en su corteza y atmósfera. Dicho supuesto permite fácilmente que las auroras se originen en la atmósfera inferior cuando lo permitan sus condiciones (8).

Neil Davis señala que aún persisten incógnitas referentes a cómo se genera la luz de una aurora: "La excitación directa por impacto de partículas es una certeza, pero algunas observaciones sugieren que pueden funcionar otros procesos. Éstos pueden implicar calentamiento por campos eléctricos, e interacciones entre constituyentes atmosféricos ionizados y diversos tipos de ondas electromagnéticas que impregnan el medio. Aún quedan preguntas acerca de todos los procesos involucrados en la producción de dos de las emisiones más brillantes y simples de la aurora, esto es, las líneas rojas y verdes de oxígeno a 6300 A y 5577 A, y asimismo la causa de 'auroras enriquecidas' sigue siendo un misterio" (9).

En ocasiones las auroras están acompañadas por perturbaciones magnéticas y eléctricas. Una posibilidad ignorada para hoy es que también existen procesos más sutiles en el fenómeno. Carl Reichenbach y Wilhelm Reich -siglos XIX y XX respectivamente- argumentaban que en parte las auroras son resultado de propiedades luminosas de energía-sustancia etérica que impregnan la atmósfera (10); el primero llamó "ódico" a ese elemento y Reich lo bautizó como "orgón", convenciéndose ambos de su existencia en el transcurso de numerosos experimentos. Los resplandores similares a auroras pueden producirse en tubos de alto vacío cargados en un acumulador de orgón y simplemente se trazan con la mano, sin involucrar excitación eléctrica.

En 1716 Edmond Halley sostenía que algunos "vapores luminosos" que clareaban los estratos del interior planetario podrían emanar de la corteza mucho más delgada en los polos, produciendo así las auroras. Lyon y Sherman creyeron que ese ámbito interno mucho más desarrollado generaba su propia luz, y que las auroras de regiones polares eran causadas principalmente por elementos etéricos surgidos del "vacío terrestre" y apareciendo por aberturas polares (11).

Por su parte, John Symmes, William Reed y Marshall Gardner también incluyen orificios polares en sus explicaciones sobre las auroras, pero no revisten confiabilidad. Symmes afirmaba que ellas tenían su origen en los rayos solares reflejados en océanos internos; Reed pensó que se debían a la reflexión sobre nubes, nieve y hielo de fuego volcánico e incendios de praderas o bosques dentro del planeta, y Gardner las atribuía a los rayos del "sol interior" que salían por enormes boquerones polares, pero modificados por nubes y otras condiciones en ambientes internos y de superficie. Jan Lamprecht especula que las partículas cargadas del Sol exterior se aceleran dando vueltas repetidamente por la Tierra hueca, a través de oquedades polares con unos 300 kilómetros de ancho, y que los electrones constituyentes de auroras pulsantes se originan en un sol ínsito también pulsátil, siendo expulsados a través de agujeros en ambos extremos de la Tierra.

De acuerdo con las enseñanzas teosóficas (12), las auroras en ambos hemisferios no son meramente despliegues electromagnéticos, sino manifestaciones de vitalidad psicomagnética terrestre y más sutil. Ellas están íntimamente relacionadas con el Sol, en especial sus manchas, y según algunos escritores también se vincularían a irrupciones o ráfagas de diversos tipos de mónadas (centros de conciencia) que van desde y hacia nuestro planeta. Al igual que los terremotos, una de las funciones de estas descargas aurorales es disipar lo que de otra forma se convertiría en una sobreacumulación de energía magnetoeléctrica dentro de la Tierra.

Según ciertos intérpretes de Teosofía, el magnetismo que nos llega desde el Sol -físico, astral y mental- ingresa en la Tierra mediante el Polo Norte. Una seción circula directamente de extremo a extremo a través del centro terrestre, mientras que otras cantidades barren su superficie de norte a sur, ya sea meridional o diagonalmente. En el polo austral otro tanto fluye hacia el espacio exterior y en última instancia se devuelve al Sol; ad interim, el resto vuelve al Polo Norte ya sea a través de la Tierra hueca o sobre su superficie, y después es expulsado de nuevo. Claramente, las partículas físicas tales como electrones y protones, junto con los fotones (paquetes de energía electromagnética) no pueden atravesar tierra sólida, pero esto no se aplica a los neutrinos y energías-sustancias más eterizadas.

Siguiendo esta línea, podemos pensar en el Sol como el corazón y cerebro de su reino planetario. Si lo vemos a modo de un foco, éste recibe flujos de vida o circulaciones del Sistema Solar en su "polo norte"; pasan a través del corazón solar, se limpian y salen por su extremo sur. Precisamente como nuestra Tierra, todo planeta tiene su receptor en la parte boreal y un eyector o zona de ventilación en la zona austral. Esto podría aludir a la leyenda griega de Eolo y la cueva de los vientos, donde ésta simboliza la tierra y el aire corresponde al espíritu o las circulaciones del Cosmos. Se decía que la gruta constaba de dos puertas: una al norte con forma de cuerno por la cual los dioses subían y bajaban, y otra de marfil hacia el sur que "expelía hordas de hombres". En otras palabras, la Tierra se alimentaría a través del Polo Norte en términos físicos, magnéticos, psíquicos y espirituales. Tal y como hace el corazón en el organismo humano, el Sol envía su "sangre" a través del Polo Sur, y una vez que tiene lugar la circulación en todo el cuerpo, la recibe de nuevo en su parte superior.


Referencias

1. W.R. Corliss (comp.), Lightning, Auroras, Nocturnal Lights, and Related Luminous Phenomena, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1982, p. 7.

2. "The Aurora Page", geo.mtu.edu/weather/aurora/images/aurora/jan.curtis.
3. "Atmosphere", Encyclopaedia Britannica, CD-ROM, 1994-2000; Neil Davis, The Aurora Watcher’s Handbook, Fairbanks, AK: University of Alaska Press, 1992.

4. The Aurora Watcher’s Handbook, p. 173.
5. Lightning, Auroras, Nocturnal Lights, p. 16-21, 44-7; W.R. Corliss (comp.), Science Frontiers: Some anomalies and curiosities of nature, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1994, p. 255; Science Frontiers, n° 119, septiembre-octubre 1998, n° 127, enero-febrero 2000; Anomaly Register, n° 1, febrero 1997.

6. Lightning, Auroras, Nocturnal Lights, p. 24-6, 28-30, 39-41; The Aurora Watcher’s Handbook, p. 179-81; Jan Lamprecht, Hollow Planets: A feasibility study of possible hollow worlds, Austin, TX: World Wide Publishing, 1998, p. 334-9.

7. W.R. Corliss (comp.), Earthquakes, Tides, Unidentified Sounds and Related Phenomena, Glen Arm, MD: Sourcebook Project, 1983, p. 169-76; Corliss, Science Frontiers, p. 287; Harriet Williams, "Sizzling skies", New Scientist, 6 de enero de 2001, p. 14-19; The Aurora Watcher’s Handbook, p. 183-203.

8. N.V. Hendricks y N.V. Hendricks Jr., Polar-electrical Theory of the Aurora Borealis-australis and Terrestrial Magnetism, Adrian, MI: Edwards Brothers, Inc., 1945.

9. The Aurora Watcher’s Handbook, p. 174.
10. Reichenbach’s Letters on Od and Magnetism (1852), Mokelumne Hill, CA: Health Research, 1964, p. 78-83, 113-4; Wilhelm Reich, Ether, God and Devil: Cosmic superimposition, New York: Farrar, Straus and Giroux, 1973, p. 141, 239-47.

11. M.L. Sherman y William Lyon, The Hollow Globe; or the World’s Agitator and Reconciler. A treatise on the physical conformation of the earth (1871), Mokelumne Hill, CA: Health Research, 1971, p. 289-90.

12. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta (1888), Pasadena, CA: Theosophical University Press, 1977, 1:204-5.