14 de agosto de 2022

Enigmas al interior de la Tierra (11 de 12)

David Pratt
Mayo 2001, última revisión abril 2016


Continuación Parte D:

03. El Paraíso boreal


03. El Paraíso boreal

Existen tradiciones universales acerca de un distrito bienaventurado y primigenio en el extremo norte. A veces se comenta que estaría en el "centro" u "ombligo" de la Tierra, lo que en un sentido refiere al Polo Norte que semeja hallarse en dicha zona si el planeta es visto desde arriba, pero adicionalmente tales expresiones pueden sugerir el interior del mismo. Este "paraíso boreal" se vincula a menudo con un "árbol", "pilar" o "montaña" mundiales de donde surgen cuatro ríos, incluida una "serpiente" que rodea el globo. Esos tres orígenes unen nuestro "ámbito intermedio" con los mundos superior e inferior (1), y estos rasgos simbólicos pueden interpretarse a nivel terrestre, astronómico y espiritual.

En la mitología hindú, Meru* es la montaña sacra en el centro del planeta donde Indra, rey de los dioses, tiene su palacio enjoyado. Victoria LePage señala que Meru "es concebido como el 'ombligo de la Tierra', así como sus residentes y manantiales de vida y poder que se extienden desde la región central a las ocho zonas exteriores, y a partir de allí al resto del mundo" (2). En este caso el simbolismo deriva de la embriología, pues así como el cigoto crece desde el ombligo/vientre materno hacia el exterior, también lo hace nuestra Tierra. Meru tiene varios significados diferentes, incluyendo una montaña en Asia, el polo geográfico/celestial del septentrión, el eje rotativo planetario, el eje mundial que conecta la Tierra con los reinos superiores, y el nexo cerebro-espinal situado en el cuerpo humano.

*Al igual que egipcios y acadios, los indios señalaban a dos montes polares y antagónicos: el Meru ártico, conocido como Sumeru (su = bondad, hermosura) o morada divina, y el Meru/Kumeru antártico (ku = maldad, miseria) que era lugar de demonios.

Se dice que Meru, el Olimpo de los indios, está ubicado en el "medio" u "ombligo" de la Tierra y lo custodian serpientes que "miran la entrada al reino del Conocimiento Secreto"; según la tradición, era la "tierra de dicha" de los tiempos védicos más antiguos. Las enseñanzas ocultas la emplazan en el mismo núcleo del Polo Norte, describiéndola como el sitio del primer continente tras la solidificación del globo (3). En el antiguo texto astronómico Surya-Siddhanta (12:34) Meru "pasa por el centro de la esfera terrestre, y sobresale a ambos lados" (4), aunque Blavatsky sostiene: "Meru no es el monte fabuloso que se ubica al centro de la Tierra, pero sus raíces y cimientos están allí, si bien reposan en el mismo extremo norte. Esto conecta con la tierra 'central' que 'jamás perece'" (5).

Tal y como el cuerpo humano contiene una serie de chakras o focos sutiles de energía conectados por sushumna -canal céntrico en la médula espinal-, también habrían puntos análogos en la masa planetaria. Shambhala suele representarse como el origen primario y tiene fuentes auxiliares dispersas por todo el globo (6). La Teosofía señala que el corazón de la Madre Tierra late "bajo los pies del sagrado Shambhala" y agrega: "La enseñanza oculta corrobora el ideario popular sobre la existencia de una fuente de vida en las entrañas terrestres y el Polo Norte. Es la 'sangre' o corriente electromagnética que circula por todas sus arterias, y se dice que está almacenada en el 'ombligo' del mundo" (7).

Este reservorio interino de fuerzas vitales/físicas y psicoespirituales puede corresponder en cierto sentido al chakra-raíz (muladhara) del ser humano, situado en la base de la columna vertebral. Desde esta visión, Meru representa el conducto principal o camino del kundalini que recorre el planeta (shakti) (8).

Algunas leyendas hebraicas aluden a un sitio denominado Luz o ciudad subterránea cerca de un monte sagrado u "hogar de inmortalidad". En sus inmediaciones crecía un almendro, también llamado Luz, y un hueco en sus raíces llevaba a ese paraje recóndito. Ciertos escritores consideran esto como otra versión del trío arquetípico "montaña/árbol/cueva" que simbolizan Shambhala, afirmando que el verdadero significado de Luz corresponde en términos planetarios al chakra muladhara, y cuyo nombre cabalístico es el mismo que dicha urbe. Esta denominación proviene de una palabra raíz que señala lo que permanece oculto, secreto o silencioso; también connota un "núcleo", como aquél de una almendra. La iconografía más común de Shambhala es similar al muladhara de cuatro radios, el sutil "centro de la Tierra" en el organismo humano (9).

En su libro Paradise Found, William Warren consigna: "Los primeros habitantes de la cuenca Tigris-Éufrates ubicaban 'el Centro de la Tierra' no en ese punto, sino en un país lejano de características sagradas donde se hallaría 'la santa casa de Dios'; una tierra 'en cuyo corazón no ha entrado ningún mortal', o un lugar bajo 'el árbol mundial ocultador' y al lado de 'aguas repletas'. Ninguna descripción podría identificar perfectamente el sitio con el Polo Ártico de la antigua mitología asiática" (10).

En el Relato Caldeo del Génesis leemos: "Los grandes dioses crearon a los humanos, y en la tierra divina hicieron un refugio para ellos (...) Se desarrollaron en medio de la Tierra aumentando su número, y llegaron a ser magnos. Hubo siete reyes, hermanos de la misma familia (...) Las literaturas iraní, india, china, escandinava y azteca también hablan de esta ubicación ambigua en el 'centro del planeta'" (11).

Entre los japoneses, el Paraíso se emplazaba "en la cima del globo" y al mismo tiempo dentro de él, siendo llamado "isla de la gota congelada". Su primer soporte del techo era el eje planetario, y sobre él giraba la bóveda celeste. Del mismo modo, la misma locación conforme a los chinos -redonda en su forma- se describe como el punto medular al interior de la Tierra; la creían situada directamente bajo el palacio celestial de Shang-te en la Estrella Polar y le bautizaron "palacio del centro". Por su parte, los egipcios ubicaron su Ta Neter o ámbito de los dioses en el extremo norte (12). Hoy tenemos un eco de estas leyendas en la costumbre que tienen los niños de enviar cartas y pedir regalos a Santa Claus o Papá Noel, quien vive en un "país maravilloso" del Polo Norte.

Los esquimales tienen relatos sobre su procedencia desde una "tierra fértil del sol perpetuo en el norte". Creen que después de la muerte el alma se traslada a un mundo subterráneo y comparable al purgatorio, pero los espíritus buenos van a un sector más lejano de felicidad perfecta donde el Sol jamás se oculta (13). El Salmo 48:2 de la Biblia afirma que el monte Sión yace "en el lejano norte", y Ezequiel (28:13-14) identifica el Edén o "jardín de Yahvé" con la "montaña santa de Dios"; asimismo, entre los hebreos se cuenta que el Edén primitivo estuvo al "centro de la Tierra" (14). En su Divina Comedia, Dante encuentra demonios en el mismo territorio interino de acuerdo con la teología medieval, pero otros escritores del siglo XVI como Guillaume Postel y Georg Braun sugirieron que Dios hizo que el Paraíso terrestre fuera inaccesible para la humanidad, colocándolo bajo el Polo Norte (15).

Según el Kurma Purana hindú, una ínsula llamada Shveta-Dvipa o "Isla Blanca" yacía en el mar boreal, la patria mirífica de grandes yoguis que poseían sabiduría y aprendizaje supremos (16). Blavatsky escribe: "Según la tradición tibetana, la Isla Blanca es el único sitio que escapa al destino general de otros dwipas, y no puede ser destruida por fuego ni agua, pues se trata de una comarca perpetua" (17).

Al norte de los Himalayas y posiblemente en la cuenca de Tarim se encuentra Uttarakuru (o "Kuru norteño"), una versión de Shambhala que el Mahabharata describe como la "tierra dichosa de los sabios" hacia la cual viajó Arjuna -príncipe guerrero del Bhagavad Gita- en busca de iluminación. Ese lugar es delineado como un reino de maravillas donde los frutales mágicos producen néctar de inmortalidad. Se dice que es una de las cuatro regiones que circundan al monte Meru como los cuatro pétalos de un loto, y constituye la patria de los siddhas o yoguis consagrados e insignes por sus poderes milagrosos (18).

Los mitos griegos incorporan una misteriosa zona en el septentrión y de "primavera eterna" llamada Hiperbórea ("más allá del viento norte"), muy alejada de las montañas -algunos relatos le ubican bajo el Polo Norte-, y allí se encontraría el verdadero "omphalos" u "ombligo de la Tierra" a donde Apolo viajaba en su carro tirado por cisnes (19). En los misterios órficos, la isla de Electris o residencia divina se sitúa bajo la Estrella Polar en las aguas más remotas de Tethys (20), mientras el gnosticismo sabiano consideró que en igual latitud existía una tierra idílica de luz "entre cielo y tierra", con una raza mirífica de superhumanos y separada de nuestro mundo por una gran montaña de hielo; así, Henry Corbin concluye que no se refiere al norte de nuestro globo sino al de tipo cósmico, es decir, los reinos superfísicos (21), pero también podría tener una contraparte terrenal como Shambhala.

El término zoroastrista Airyanem Vaejah (Eran-Vej en pahlaví) denota la cuna de los arios-iraníes que no está en ninguno de los siete climas del planeta, sino en el corazón de la zona central u "octavo clima" (22). Fue ahí donde Yima o "primer hombre" recibió el mandato de construir un vara o recinto donde las personas más evolucionadas, animales y plantas se reunieran con objeto de salvarlos del invierno mortal causado por potencias demoníacas, y para que algún día pudiesen habitar un mundo reconvertido. Este Vara o paraíso tenía una puerta y ventanas que alumbraban el interior con luz creada e increada, y sus diversas acepciones incluyen un santuario subterráneo, un arca y el cuerpo humano (23). Dicha leyenda parece corresponder a Shveta-Dvipa, el monte Meru, la Tierra Sacra Imperecedera y Shambhala en varios significados (24). Blavatsky cita el Fargard 1:2 de la Vendidad, donde encontramos a Ahura-Mazda diciendo a Spitama -"el más benevolente"- que hizo que cada territorio fuera amado por sus habitantes, pues de otra forma "todo el mundo viviente habría invadido el Airyana-Vaego" (25), y el Fargard 2:40 añade: "Lo único que no existía allí era la visión de las estrellas, la Luna y el Sol, y un año aparentaba ser sólo un día" (26).


Referencias

1. Richard L. Thompson, Mysteries of the Sacred Universe: The cosmology of the Bhagavata Purana, Alachua, FL: Govardhan Hill Publishing, 2000, p. 132-55.

2. Victoria LePage, Shambhala: The fascinating truth behind the myth of Shangri-La, Wheaton, IL: Quest, 1996, p. 31.

3. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta (1888), Pasadena, CA: Theosophical University Press, 1977, 1:126-7; H.P. Blavatsky, The Theosophical Glossary (1892), Los Angeles, CA: Theosophy Company, 1973, p. 213.

4. La Doctrina Secreta, 2:404.
5. Ibídem, 2:401 nota al pie.
6. LePage, Shambhala, p. 73, 89.
7. La Doctrina Secreta, 2:400 nota al pie.
8. LePage, Shambhala, p. 73.
9. Ibídem, p. 84, 130.
10. William F. Warren, Paradise Found: The cradle of the human race at the north pole (1885), Mokelumne Hill, CA: Health Research, 1964, p. 240.

11. G. Smith, The Chaldean Account of Genesis (1876), San Diego, CA: Wizards Bookshelf, 1977, p. 103; La Doctrina Secreta, 2:2.

12. Paradise Found, p. 141, 143, 244, 208.
13. Marshall B. Gardner, A Journey to the Earth’s Interior or Have the Poles Really Been Discovered (2da ed., 1920), Mokelumne Hill, CA: Health Research, 1964, p. 302, 309-10.

14. Paradise Found, p. 234.
15. Joscelyn Godwin, Arktos: The polar myth in science, symbolism, and Nazi survival, Grand Rapids, MI: Phanes Press, 1993, p. 108.

16. LePage, Shambhala, p. 78.
17. La Doctrina Secreta, 2:408 nota al pie.
18. LePage, Shambhala, p. 45-6.
19. W.T.S. Thackara, "Our spiritual home", Sunrise, abril/mayo 1990, p. 103-10.

20. LePage, Shambhala, p. 198.
21. Henry Corbin, The Man of Light in Iranian Sufism, New York: Omega Publications, 1994, p. 57-8.

22. Ibídem, p. 39-40.
23. Arthur Cotterell, A Dictionary of World Mythology, London: Book Club Associates, p. 53; La Doctrina Secreta, 2:290-2, 609-10.

24. The Theosophical Glossary, p. 12; La Doctrina Secreta, 2:6; H.P. Blavatsky, "Zorastrianism in the Light of Occult Philosophy", The Theosophist, vol. 4, n° 9, junio de 1883.

25. Blavatsky, "Zoroastrianism in the Light of Occult Philosophy".
26. H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta, 2:291.