23 de febrero de 2022

Explorando los "Aforismos sobre Karma" por William Judge (19 de 19)


Aforismos 30 y 31: “El Karma opera para producir cataclismos naturales por concatenación a través de los planos mental y astral del ser. Una catástrofe puede atribuirse a un origen físico inmediato, como incendios internos y perturbaciones atmosféricas, pero éstos tienen su causa en desequilibrios creados por el poder dinámico del pensamiento humano"./“Los Egos que no tengan conexión kármica con una parte del globo donde se avecina un cataclismo permanecen libres de su influencia por dos vías: (a) una repulsión que actúa sobre su naturaleza interna, y (b) al ser llamados y advertidos por Aquéllos que observan el progreso del mundo".

Casi todos los días conocemos informaciones sobre desastres naturales que ocurren en alguna parte del mundo (terremotos, inundaciones, sequías, plagas, erupciones volcánicas, ventiscas, tornados, huracanes, incendios, epidemias...) trayendo consigo destrucción, desplazamientos de personas y muerte. A pesar de los avances tecnológicos y la investigación científica, se sabe poco respecto a los verdaderos motivos tras estos fenómenos y los métodos de pronóstico y prevención aún siguen siendo objeto de debate. Los investigadores atribuyen dichos cataclismos a desajustes atmosféricos o geológicos, como las corrientes de convección que provocan ciclones y los movimientos entre "placas tectónicas" responsables de seísmos, etc. Por su parte, los meteorólogos pueden determinar con días de anticipación la proximidad de tormentas para minimizar el número de fallecidos y pérdidas materiales, ayudándose además con su experiencia previa, pero referente a otros cataclismos se desconoce una forma previsoria estándar en cuanto a tiempo, lugar y potencia para esos acontecimientos. El supuesto de la ciencia empírica moderna es que los fenómenos naturales son "efectos puramente mecánicos" generados por combinación de fuerzas físicas, geológicas, químicas, eléctricas y magnéticas; asimismo, dichas repercusiones se miden y cuantifican de modo riguroso, pero muchos especialistas no ven en ellas diseño ni propósito, y menos aún alguna causalidad moral.

El hecho de que los animales sean capaces de percibir instintivamente y con antelación la llegada de estas debacles señala que existen causas ocultas y subdurales a las "fuerzas ciegas" observadas por científicos [véase como muestra este enlace: https://www.youtube.com/watch?v=G69PwSBd_UU]. En la literatura antigua, varios "mitos" y "leyendas" pueden verse a modo de prenuncios donde los sabios advertían sobre desbarajustes en el mundo natural y humano que afectaron a individuos y grandes grupos. Hay algunos casos donde se ilustra la obviedad de que nuestra vida y el entorno natural se hallan estrechamente conectados, reaccionando entre sí por normas ocultas y regidas por la Ley Kármica. Por ejemplo, en el libro de Génesis (cap. 41) tenemos al faraón que adopta medidas proactivas para almacenar suficiente granos comestibles y salvar a sus súbditos de la hambruna presagiada por José; y también el Bhagavata Purana habla que Sri Krishna rescataba gente de Dwaraka del hundimiento catastrófico en el mar que había conocido de antemano. Es la Mente-Ser Eterna residente en nosotros, el Pensador o corona de la evolución universal -y no el organismo físico- lo que está conectado con toda la naturaleza que se ve trastornada de manera significativa por influencia de los pensamientos. Cuando éstos últimos adquieren suficiente fuerza colectiva y son contrarios a la armonía natural, terminan por generar desbalances que caen sobre la humanidad como cataclismos.

Nuestra mente (Manas) y su vehículo cerebral funcionan como un dínamo que a lo largo de la vida produce incesantemente grandes cantidades de energía-pensamiento. La muerte del cuerpo material no destruye los resultados de la fuerza creada durante una encarnación terrenal, sino que permanece como depósitos mentales entretejidos con hebras magnéticas en la red de vida que anima al Sistema Solar, e induciendo diversas secuelas físicas, mentales y morales. Éste es el destino que forjamos con nuestras propias fabricaciones mentales y obras, entre cuyas cadenas sufrimos y disfrutamos en relación con otras almas afines.

Cuando ocurre un pensamiento, éste se vincula a una de las diversas clases invisibles y conscientes de elementales -que pertenecen a los cuatro componentes análogos- en los planos astral y mental, y se produce una imagen que lleva cierto grado de energía infundida. El poder del ente así creado es proporcional a la intensidad del pensamiento emitido, y puesto que dichos seres son moralmente neutrales, asumen la calidad y el carácter de la persona que los causó convirtiéndose en injerencias benévolas o maléficas. En el artículo "The Application of Theosophical Theories", Judge muestra que todas esas criaturas viven, mueren y renacen; "(...) algunas son buenas o malas, y otras tan terribles en su naturaleza que si pudiéramos verlas retrocederíamos espantados (...) Varios de esos pensamientos se forman en una cierta idea que muere para reencarnar a su debido tiempo; por lo tanto, así funciona esta enorme corriente. ¿Nos abrumará? Es posible, y a menudo lo hace. Entonces, hagamos puros nuestros pensamientos porque son la matriz y fuente de todo lo que somos y lo que podemos ser". Vemos así el rasgo descomunal que adquiere la fuerza acumulable de nuestros efluvios mentales, sobre todo considerando que en la etapa actual de evolución humana el principio de Kama -pasiones y deseos- alcanzó su completo desarrollo y perfeccionamiento, mientras que Manas Superior sólo ha avanzado parcialmente. En consecuencia, la principal base de acción para mucha gente es el egoísmo, ese prolífico surtidor de los males que afligen a la naturaleza y nuestra especie.

La Teosofía enseña que los avances del ser humano tienen lugar según ciclos mayores y menores, en un orden de progresión ascendente. Primero aparecen los Egos que forman civilizaciones y países para elevarse a su máximo nivel dentro de los límites que ofrece el periodo; luego esas obras comienzan a declinar y finalmente se extinguen, momento en que estas almas comienzan a abandonar la línea corporal del grupo étnico. Al reencarnar otra vez con miras a establecer otra civilización, ellas traen consigo la esencia del crecimiento ya logrado junto con todas las potencialidades kármicas de naturaleza, carácter y tendencias particulares. Durante su ciclo de vida las naciones no sólo sufren calamidades naturales originadas por la potencia de sus propios pensamientos, sino que el comienzo y final de etapas culturales también van acompañados por esos eventos debido a la íntima asociación entre la materia del planeta y los principios ocultos en el sujeto, pues nuestro papel es refinar aquélla y darle un mayor impulso. Judge explica el enlace entre dichos aspectos y cómo se producen cataclismos en la intersección de ciclos: “No sólo el ser humano se rige por estas normas, sino también cada átomo de materia, y constantemente la masa tangible sufre un cambio al mismo tiempo que el individuo; por lo tanto, debe mostrar alteraciones que corresponden a las experimentadas por el pensador. En el plano físico, los resultados se manifiestan a través de fluidos eléctricos y otros, que actúan con gases sobre los sólidos del planeta. Al cambio de un gran ciclo alcanzan lo que puede llamarse 'punto de explosión' y causan violentas convulsiones de las siguientes clases: a) terremotos, b) inundaciones, c) incendios y d) heladas" ("El Océano de la Teosofía", p. 131, edición india).

Por consiguiente, la tribulación que infligen los desastres naturales no es un "accidente" o "casualidad" como asevera la ciencia, ni una "obra de Dios" según las religiones teístas-antropomórficas, sino el proceder de la Justicia Exacta y Absoluta que siempre restablece el equilibrio perturbado por la mente humana. En ocasiones, ciudades o provincias enteras quedan destruidas por graves terremotos, incendios o anegamientos; también las epidemias son capaces de arrasar los pueblos de todo un continente, y otros millones mueren en medio de sequía y hambrunas prolongadas. Sólo aquellos Egos que contribuyeron a esos disturbios -en la vida presente u otras del pasado- se encuentran inevitablemente en el lugar y momento precisos y experimentarán los dolorosos efectos. Por su parte, las almas sin conexión kármica con el incidente no se verán afectadas, e incluso si están presentes escapan de la escena ya sea debido a una fuerza repulsiva que actúa sobre su naturaleza interior, o bien siendo llamados y prevenidos por alguien de la Fraternidad de Adeptos que vigila el desarrollo de nuestra especie. Se sabe de casos en que la advertencia profética puede acontecer durante los sueños; por ejemplo, son comunes las instancias donde a individuos y familias se les impide abordar un avión u otro vehículo que más tarde terminan en destrucción [documental disponible aquí].

¿Puede nombrarse "karma perjudicial" al sufrimiento y la muerte provenientes de cataclismos o cualquier otro medio? Lo sería siempre que los golpes recibidos como consecuencia de nuestras acciones erróneas no nos llevaran a aprender y lograr mayor sapiencia. Jamás hay que perder de vista que el gran viaje reencarnatorio del Ego-Alma y gobernado por esta Ley tiene un fin pedagógico para alcanzar idoneidad y emancipación espirituales. A menudo esas pruebas ocasionan un cambio completo en la vida personal o conducen a forjar actitudes más saludables, y así se elimina gran parte de la reserva kármica adversa y acumulada al padecer sus resultados durante la existencia terrenal.

Es de suma importancia una difusión extensa sobre el conocimiento de la Ley Kármica, tal como proponen los Aforismos de esta serie, pues su estudio detallado revela cómo el Ser Interior humano y su parte física son inseparables de todos los seres y la Gran Naturaleza, y cuán responsables somos de nuestros pensamientos y obras que inciden en ellos. San Pablo decía que la Creación gime por dolores de parto a causa de la iniquidad humana (véase Romanos, 8-22), y de este modo el cometido más urgente es vivir y actuar con ideales sublimes para transformar la fuerza de nuestro Ser en una injerencia espiritual y dinámica, que encauce a los reinos inferiores y al prójimo hacia una Vida Superior.

"En la energía donde se invierte egoísmo estamos generando una influencia maléfica, que durante un curso cíclico culminará en algún desastre. Por el contrario, la fuerza que producen los altos ideales concluirá en algún gran beneficio" (Robert Crosbie, "Answers to Questions of The Ocean of Theosophy", p. 184).

("The Theosophical Movement", diciembre 2020).