“No hay karma salvo que exista un ser que lo haga o perciba sus efectos”, declara el primer Aforismo aplicable por William Judge. En otro escrito, agrega que toda persona, criatura o característica del planeta y el Universo (animales bravíos/domésticos, montañas, corrientes hídricas, el Sol, la Luna, las galaxias, etc.) están sujetas a la Gran Ley de causa-efecto, y contribuyen a hacer del Cosmos lo que es. Incluso en tareas diarias -conscientes o no- somos factores en dicho contexto, pues una sóla palabra nuestra puede tener influencias que durarán toda la vida sobre otros particulares, despertando en ellos el interés místico y cambiarles para bien, o todo lo contrario. También es posible que nos convirtamos en "mediadores" de alguien que llega tarde a una cita, y alejarle de un infortunio o dirigirlo a él, y así sucesivamente.
Los antiguos hindúes enseñaban que todos los seres hasta Brahma permanecen bajo el gobierno de esa normativa. Como agentes, creamos karma y experimentamos secuelas; sin embargo, todas las obras, en cierto sentido, son hechas por Paramatma o el Ser Supremo, ya que de ahí proviene la facultad de originar sin límites. Los humanos sólo representamos medios por los cuales se efectúan esos actos. Todos cargamos un "costal de deudas", y la Ley lo utiliza con miras a producir desenlaces. Si un individuo no está en el lugar o minuto precisos, se encontrarán más "operadores" correctos para lograr el fin y reestablecer la armonía. Nacemos en progenituras, ciudades, países o comunidades específicas y desempeñamos roles de maestros, barrenderos, amas de casa, jurisconsultos, etc., todo ello con base en nuestro karma pretérito.
A pesar de lo antes expuesto, concretamos deberes y acciones con un hincapié autofílico de "hacedor" o kartabhav. El poeta Narsimha Mehta dijo que la ignorancia nos hace creer que "generamos" determinadas faenas, al igual que el perro que camina bajo una carreta piensa "transportar" su contenido. Swami Savitanandji observa que a diario realizamos muchos trabajos, y todo el tiempo nos invade el sentimiento y la certeza de “yo hice esta labor" o "esto se pudo conseguir gracias a mí"; por ejemplo, los padres o madres de familia señalan "yo mantengo el hogar". ¿Qué queremos decir con eso? ¿Qué hemos hecho exactamente? ¿Tal vez hicimos que lloviera, o el Sol y la Luna sigan su curso en el espacio? ¿Provocamos que el aire circule en una u otra dirección? Los animales o plantas para consumo, ¿emergieron porque "lo determinamos así", con "arte de magia"? ¡En absoluto! El santo Tukaram siempre decía que Dios (Parabrahm) sostiene al mundo, ¿y qué parte cumplimos entonces? Actuamos sólamente como vehículos de aquel Gran Poder. La conducta clave es dejar el título de "hacedor" y nuestro apego a los frutos de acciones, tras lo cual devenimos “interpósitos” reales o nimitta matram.
Tukaram añade que, si tenemos éxito en algún cometido, no es sensato atribuirnos mérito ni jactarse; si fracasamos, no hay necesidad de albergar tristeza, porque no somos los artífices verdaderos. Ramakrishna Paramhansa solía acudir al relato de "yo soy locomotora, usted es conductor”: cuando viajamos en tren y llegamos a destino sin ningún problema, no damos gracias a la máquina, sino al chofer, pero si hay descalabros o retrasos, culpamos sólo a éste último.
En India hubo una mujer muy pobre con cáncer uterino en la tercera fase, y si lo quitaban mediante operación, incluso así moriría en poco tiempo según los prospectos. El médico se mostró reacio a tratarla, mas Savitanandji le dijo que un galeno es una clase de "abogado" que intercede entre lo divino y el paciente, dando una lucha por el caso sin pronunciar el dictamen final, a cargo sólo del Altísimo. La cirugía se concretó y la mujer llegó a vivir más de quince años, en buena salud y cumpliendo todos los quehaceres en casa y su granja.
Si tenemos el poder parcial de elegir y creamos nuevos efectos y causas, ¿cómo saber que somos "agentes inmediatos" en problemáticas especiales? Una persona autorrealizada o Jnani, que se identifica con el Ser Interno, asume la óptica de testigo u observadora. Así como la luz de un proyector despliega imágenes en pantalla, y no obstante permanece inalterable por escenas de comedias o tragedias, el Ser Superior es origen de toda acción y no participa en ello ni se transforma. Incluso al dormir, respirar, hablar, etc., la postura de un sabio es “las cualidades actúan en las cualidades”, o “los sentidos se mueven entre los objetos de aquéllos”, pero el Ser no constituye ningún "actor". Hubo cierto maestro espiritual que comía con gopis (pastoras) en el margen de un río, y cuando dijeron que deseaban ir al otro lado, el yogi puso una mano sobre su estómago aduciendo que si no había ingerido nada, el río debería abrirse y dejarles paso, lo que terminó por ocurrir y las gopis se asombraron, ya que en efecto el hombre comió junto con ellas. Según él, esa aptitud provino de consagrar sus raciones a los "fuegos" interinos estomacales, sin pensar "soy yo quien se alimenta".
Debe ejecutarse toda faena obligatoria, con incentivos correctos para uno mismo y el bienestar de la humanidad. Cuando trabajamos en esa luz, desaparecen los velos oscuros que impiden nuestro engarce con el Alma. Judge escribe: “Puesto que el corazón y la mente son los verdaderos planos del error, se insta a que realicemos con diligencia todo acto porque está ahí para ser hecho, y hasta que sea difícil separarnos de él. Nunca podemos ser más que vehículos por cuyo medio se generan lo que llamamos 'bien' y 'mal', pero como éstos son resultado de analogías y no 'absolutos' (...) el verdadero 'yo' aprende a 'remontarse' hacia un lugar donde estos sucesos nos parezcan simplemente cambios en una vida inestable, lo que incluso ocurre entre el gentío mundano”. Cita el ejemplo de un terapeuta que se ubica sobre los dolores que sabe provocará al enfermo, y considera sólo el bien previsto; de resultas y en lugar de preocuparnos tanto por lo "bueno" o "malo", es prioritario evaluar el motivo. “Hacen mal quienes van a una guerra por provecho o venganza personales, pero no los que siguen órdenes superiores [el Espíritu]" (Letters That Have Helped Me, p. 23-24).
La expresión nimmita matram bhava (Bhagavad-Gita) es un consejo que Krishna ofrece a Arjuna: el primero no matará al ejército enemigo de Kauravas [deseos animales/egoístas], porque Él ya lo fulminó, y su discípulo acepta el escenario como prarabdha karma. Visto que ninguno es inmortal en dicha tropa, si no es hoy, "fenecerán mañana", y sostiene: “El tiempo ha madurado [término de un ciclo kármico]; acércate para la destrucción de todas estas criaturas”. Nuestras obras producen etapas y determinan su permanencia, siendo una de ellas el conjunto nacimiento/muerte. Krishna [chakra cardíaco] asevera que incluso sin Arjuna [humanos mortales] todos esos guerreros iban a morir: “Ya los eliminé: sé tú el único agente inmediato”. No implicamos que "la vida esté prefijada", porque el destino es un Karma maduro que no puede evitarse ni posponerse por hechos individuales o colectivos, “tan fuerte y abrumador que otro karma no puede equilibrarlo”, en palabras de Judge. Todo quien comprende el funcionamiento de la Ley puede vaticinar el futuro, y basándose en esta Ley amén de Sabiduría, Krishna anuncia el colapso del ejército en virtud de sus acciones anteriores. Arjuna cumple su rol "militar" para destruir la injusticia [tónicas malignas en una persona] y convertirse en "canal divino", sin albergar ínfulas de “hacedor”.
La religión hindú tiene varios nombres para el destino, entre ellos Kala (tiempo/periodo señalado), Vidhi (ordenanza) y Daiva (voluntad deífica). En consecuencia, representa un corolario de actos hechos por el alma en cuerpos previos, que ejercen poder irresistible sobre el mismo. Una fábula india dice que un niño falleció por mordedura de culebra, y Yama (dios de la muerte) enunció intervenir bajo mandato de Kala, y a su vez éste último aseveró no ser responsable, sino las propias obras del muchacho. Al objeto de comprender esa historia, recordemos que el Karma es de tres tipos: a) sanchita (pendiente o irresoluto al no haber condiciones aptas); b) prarabdha (aspecto kármico que traemos al nacer, y listo para precipitar en ciertos momentos o la fisiología individual, induciendo cambios y circunstancias); y c) agami (se forma hoy y aparece a futuro).
En su artículo "Men Karmic Agents", Judge elucida el trasfondo particular y técnico con que se utiliza la idea central del título. Hay personas concentradoras de fuerzas que precipitan karma en modo repentino, y otras vienen prósperas o infaustas con ese poder, en virtud del tipo de existencia pasada. Los Adeptos tienen la facultad de condensar energías análogas a través de un difícil aprendizaje esotérico, lo que se insinúa en los Aforismos Yoga de Patanjali (n° 36): “Si la honradez es completa, el yogui se convierte en foco del karma resultante de todas las obras, buenas y malas”. Es bien conocido en India que cuando alguien se encuentra y dialoga con un Adepto, su karma empieza a manifestarse más pronto de lo normal; además, se sabe de testigos que hallaron ascetas por casualidad a quienes les hablaban de amigos o deudos gravemente enfermos, y al regresar descubren que están sanos. Otros declaran el agotamiento súbito de mucho karma desagradable en casos similares.
Los Evangelios bíblicos [Mateo/Lucas] señalan que Centurión, un oficial romano, se topó con Jesús al ingresar en Cafarnaúm y le pidió ayuda porque su servidor estaba muy enfermo en casa, con sufrimientos terribles. El Nazareno quiso ir hasta la vivienda, pero el peticionario respondió que no era digno de aceptarlo en su hogar; sugirió entonces que el Maestro diera una orden y su ayudante se pondría bien, al igual que sus propios soldados obedecían lo que él les mandara. Jesús quedó enternecido por el fervor del romano: "No he visto en Israel a nadie con una fe como ésta. Vuelve a casa, y se te dará según tu convicción", tras lo cual el sirviente se recuperó.
También existen individuos comunes que pueden agrupar karma y continuamente generan efectos "relámpago" buenos o malos, que de otra manera se habrían extendido por muchos años, o apareciendo "en pequeñas dosis" y no un episodio único. Judge sostuvo que alguien con "mal de ojo" provoca daños a personas u objetos con sólo mirarlos, creando una rápida madurez kármica ya sea beneficiosa o perjudicial.
Sin embargo, nunca debemos ejercer fanática o temerariamente el rol de "castigadores" o "censorios" contra quienes nos ofendan; no tenemos plena sabiduría para conocer el impacto de nuestras obras, y corremos el riesgo de engendrar conflictos durante encarnaciones venideras o la presente. Asimismo, al encontrar prójimos que lo pasan mal es muy bienvenido ayudar con criterio en la medida de nuestros conocimientos o chances, y no alejarnos con la evasiva remilgada de que "es su Karma sufrir".