9 de mayo de 2025

El "Morador del Umbral"


(The Theosophical Movement, agosto 2015).

[N.del T.: se hicieron cambios sustanciales para evitar mojigaterías y falacias].

El ser humano es una mezcla de bien y mal, divino y demoníaco. En una persona común, esas tendencias existen como grupos de fuerzas complejas o mezcladas, pero cuando decide alcanzar una meta espiritual y permite que su naturaleza superior lo gobierne, las tónicas se separan en dichos contrarios, representados en el Bhagavad Gita con los ejércitos Kaurava y Pandava. Arjuna simboliza a quienes desean trabajar su mejor naturaleza, enfrentándose a los apetitos inferiores "que tienen su base de acción en el astral y otros planos ocultos". Sabemos que es necesario cruzar un umbral o "límite" antes de entrar en un recinto o casa; de igual manera, cuando pasamos de la índole familiar, personal o mundana a otra mística y "extraña", hay que vencer el mal en nosotros, la comunidad donde pertenecemos, el país, etc.

William Judge enseña que el "Morador" es una influencia maligna combinada, secuela de pensamientos y actos dañinos de la época en que vive todo ciudadano. Según Blavatsky, antes de ingresar a una Vida Superior el chela no sólo está llamado a encarar sus impulsos siniestros (expresos o latentes), sino también los reunidos en su entorno, es decir: a) aquéllos comunes a él mismo y su familia; b) los propios vicios rutinarios y del país, y c) las inclinaciones suyas y de toda la humanidad.

Se dice que los niños temen más al "diablo" que a sus padres o maestros con bastones, porque el dolor mediante palizas es real, pero nunca desaparece el miedo a lo desconocido e invisible. Robert Crosbie explica que todo ser humano puede considerarse como "centro de un círculo", y ese ámbito contiene todas las experiencias y el conocimiento adquiridos. Visto que cada encarnación incluye estos rasgos, dicho círculo se divide en al menos siete partes o "barreras" con tipos particulares de conciencia y sustancia, las cuales nos rodean e impiden obtener el lado espiritual. Si queremos avanzar -incluso allende lo físico-, es necesario cruzar esos "límites" imperceptibles a los órganos sensorios, donde viven los atributos diabólicos y egoístas en nosotros, despertándolos en toda su fuerza para dominarlos. Al inicio emergen "pequeños habitantes" del umbral, y su antagonismo es evidente aunque no asuman "formas" concretas.

Toda persona construye su Morador, el cual se hace robusto en aquéllos sinvergüenzas que manipulan la espiritualidad o psicología con fines "políticos", abusan de su ingenio o férula contra desvalidos e incautos, los mendaces/embusteros, fanáticos, influencers narcisistas, desinformadores paranoides, etc. En un principio, los pensamientos, emociones y actos egomaníacos o crueles no parecen tener efecto en nosotros, y terminamos por olvidarlos. Pero ellos no se borran, sino que permanecen en la esfera astral invisible que nos circunda, y al asociarse ésta con aquellas ondas, aparecen figuras vinculadas magnéticamente con los autores de esos daños. Si bien es posible que una hechura no sea definida al comienzo, tarde o temprano instigará sensaciones de horror o miedo, fortaleciendo su presencia.

Todo lo que entra en conflicto con el bien es obra del Morador. Vivimos en Kali-Yuga, una era enardecida por egoísmo, competitividad granuja y desplome de valores éticos. Nos influyen también los sentimientos, ideas y acciones de otros, por lo que si no estamos alertas reforzarán nuestra "carga". Crosbie señala: "El Morador más grande se nutre de pereza, dudas, sospechas, miedos y carencia de fe (...) que deben superarse a través de confianza absoluta en nuestro poder de aprendizaje y la Enseñanza" (...).

El autoexamen regular es obligatorio para reconocer las manchas y fortalezas del carácter. Sabemos lo arduo que será el proceso antes de dominar bríos inferiores, perseverar en aspiraciones o propósitos místicos, y no dejar que se desvanezcan por merma de voluntad. Al tenor de los "honorables" ejemplos previos, podríamos hallar que nos creemos muy "sabihondos" o "preferibles" y denigramos en "hipocresía de guante blanco" o violencia dicotómica a los que "piensan distinto", sin observar nuestros defectos. A menudo, esto crea el disparate de que "siempre tenemos razón y los otros se equivocan", construyendo así gruesas capas de orgullo, autoimportancia exagerada o conceptos pervertidos del "yo", los enemigos más difíciles de abordar.

En su texto Essays on Contemporary Events, Carl Jung declaró que existe un engarce biológico entre los procesos inconscientes y la actividad mental consciente, donde cualquier desdoro -como exageraciones o prejuicios- se complementa con un aspecto inconsciente. Si dicho movimiento compensatorio no se integra en la conciencia de alguien, provocaría neurosis o trastornos psicóticos. Por ejemplo, podemos hablar sobre las grandes verdades del Karma, el renacimiento, Fraternidad Universal, u orden y armonía cósmicos, pero si no se practican en la vida diaria, siguen en nuestro inconsciente causando desequilibrios, y la acumulación de estas ideas provocará el colapso del sentir ético. En caso que los "criterios" sean de caos o "desparramo" mental hacia temas perjudiciales y superfluos, volverá a surgir conflicto mientras la mente "de vigilia" busca balance.

Hay ocasiones en que descubrimos el propio contenido psíquico-inconsciente en otras personas, y no "siempre" como aseguran los títeres lamesuelas de duopolismo obsoleto, cada vez más brutos o "finolis" para controlar audiencias. Pese a tener reflejo en sus antílogos, ninguno reconoce la "sombra" interna que se convertirá en su peor pesadilla, sumando los chequeos erróneos que hacen de sí mismos y el entorno. Conforme al psicoanálisis, estos parapléjicos morales de (anarco-) izquierda y (anarco-) derecha son el "arquetipo sublime" de culpar a circunstancias externas y olvidan que "nada podría explotar en ellos si no hubiera estado fuera". Pero claro, les cautiva teatralizar de "bravos" continuando sus peleas artificiales, en vez de empeñarse por comprender y destruir demonios ínsitos. "Nadie que vea sus errores puede ser un caso perdido", dijo Crosbie, y ciertamente es mejor saber que los adversarios más peligrosos están en el corazón.

Cuando una u otra persona están enojadas o irritables por caprichos frustrados, debieran intentar ver en sus conciencias polutas el "yo" inferior, y sin rebajarse mutuamente; caso contrario, los elementales imbuidos con ira se abalanzan sobre ellas y vuelven a "alimentarse" con irritabilidad. Si el intercambio persiste, surgirá un "morador" mucho más difícil de destruir que controlar sentimientos bajunos. Tras adquirir fuerza, puede convertirse en hogar de un "espíritu" lesivo, y los particulares comprometidos se obsesionan con este influjo.

Para no llegar a dicho nivel, nuestra tarea principal es cohibir actitudes irracionales o prescindibles. Ante todo, lo ideal es escuchar al adversario y seguir el camino que aconseje el Gobernador Interno [Manas/Ishwara], al objeto de evitar corrompernos en laberintos de fariseísmo, depresión, derrotismo o ensañamiento. De esa manera aprendemos a vivir y reflexionar con mayor pureza de miras, socavando hasta cierto punto las arremetidas antagónicas.

Por ende, las virtudes a trabajar son, entre otras: el cultivo de aspiraciones benéficas y limpias; voluntad firme contra estilos perezosos; recusar temores pueriles, supercherías y dogmas ciegos, y renunciar a insultos, enconos y malicias con bondad o perdón estrictamente merecidos. Sin embargo, y como va el mundo, no se suele oír a la conciencia porque "no vende" (...). Es fundamental determinar qué anhelos predominan en nosotros, pues las metas egoístas, más que cualquier otra cosa, obstaculizan el ejercicio del poder espiritual (...). En esta vida o alguna serie de existencias anteriores, contribuimos a crear rasgos tanto buenos como malos, y no podemos soslayar efectos (...). Nadie actúa aislado; todos estamos anexos en planos sutiles y nos afectamos de continuo.

En sánscrito, Punya-Purusha es el nombre que tiene la fuerza benigna que debilita al Morador. Bahman Wadia escribe: "(...) con su ayuda, lo expulsamos del interior, y después nos atormenta desde fuera (...). Existen algunos misterios sombríos relacionados con el tema. Los mejores escudos son una conciencia tranquila, pureza de magnetismo y el acendramiento corporal. Seguramente vencerás dificultades si persistes en la atención y fervor correctos".